Sin palabras, con el gesto de tres dedos de su mano derecha y la mirada convincente de un jugador de truco, el cantante, guitarrista y compositor Diego Chirola Martino devela el plan original y la nula sorpresa ante el éxito en la venta de entradas de los shows que Hereford y la Filarmónica de Montevideo preparan en el teatro Solís.
No mucho después, cuando el guitarrista Guzmán Mendaro arrime su silla a la mesa de un bar de la Ciudad Vieja, la apuesta ganará en veracidad, con una historia confirmada en fechas precisas y músculos tensionados de un oficio compartido durante tres décadas.
“Si acá ahora aparece Frank, no sabés la discusión que se arma”, dirá Mendaro, a propósito de Frank Lampariello, el bajista de la banda. La observación da cuenta de los perfiles diversos, incluido el del baterista Rodrigo Trobo, que coexisten detrás del unificado proyecto artístico al que Martino define como una familia.
La vuelta oficial de Hereford a la escena musical uruguaya incluirá también un nuevo álbum de estudio, del que ya se avanzaron dos sencillos: “Quién va a detenernos”, declaran en el tema “Juntos”, y en “De cero” la banda se la juega por una balada épica y reflexiva que admite tanto lecturas para autoayuda como de autocrítica social, en la línea de algunas de sus canciones menos conocidas.
En una pausa de sus intensos ensayos, Martino y Mendaro conversaron con la diaria.
¿Cómo recibieron la noticia de la muerte de Ozzy Osbourne?
Guzmán: Me sorprendió. Porque había dado un recital hace dos semanas, y no sabía que sus problemas de salud estaban tan avanzados. La música de Ozzy nos ha acompañado durante muchos años. Yo tengo 49 años, Chirola tiene 50. O sea que descubrimos a Ozzy cuando arrancaba su carrera solista en los años 80, cuando tocaba con el guitarrista Randy Rhoads. Yo tenía diez años y me acuerdo del auge de Kiss. Ozzy era parte de ese universo. Hoy, por ejemplo, nos mandamos por Whatsapp unos audios con la música de Black Sabbath. Más allá del valor de ícono del personaje, lo que cantaba era impresionante.
¿Vos soñabas con ser un virtuoso de la guitarra?
Guzmán: No, nada que ver. Yo nunca supe lo que iba a terminar haciendo. Ni pensaba en esto. Me gustaba mucho cantar. Entonces mi madre me mandaba a un lugar donde podía aprender a cantar. Me encantaba cantar en reuniones familiares, por ejemplo. Mis tíos tocaban la guitarra, pero a mí ni se me ocurría. Un día le pedí a mi madre que me enseñara a tocar dos acordes para acompañarme mientras cantaba.
Y después se fue dando a medida que me juntaba con otra gente que hacía música. Llegaba a un lugar donde había otro guitarrista que por ahí me decía: “bo, esta parte no me está saliendo”. Entonces yo volvía a mi casa, me ponía a tocar eso y le metía doscientas mil horas hasta que lo sacaba.
Diego: Lo que tiene Guzmán es que trabaja mucho en los momentos en los que el trabajo no se ve. Siempre fue disciplinado con el instrumento. Esa disciplina aplicada durante mucho tiempo lo ha convertido en un maestro.
¿Y vos soñabas con cantar como alguno de tus ídolos musicales?
Diego: Mi vínculo con la música viene de otro lado. Viene por la necesidad de ser visto. Viene por una herida de la niñez que en un momento hizo que me encontrara con la música. Y me di cuenta de que era bueno en eso. Podía haber sido futbolista. Son cosas que descubrís de grande con años de autoconocimiento. O sea, era el niño olvidado que quiere ser visto.
Guzmán: Al Chiro me lo encuentro una noche del verano del 95. Me dice: “Mendaro, ¿seguís tocando la guitarra?”. Nos conocíamos del liceo y nos habíamos visto en algunos cumpleaños y algunas veces nos pasábamos la guitarra. Y esa noche me propone juntarnos y me comenta que precisa una guitarra líder. Yo le respondí que sí y que después veíamos quién hacía la líder, porque él andaba bien tocando la viola. Y así fue.
Al año siguiente ya estaban grabando Cuatro estómagos, su disco debut.
Diego: Claro. Durante todo ese año previo nos juntamos en una sala a tocar y a mostrar ideas y desarrollarlas, pero sin ánimo de salir a tocar en vivo. Todos los martes y jueves de las siete de la tarde hasta las diez de la noche, y así fuimos construyendo canciones de nuestra autoría.
Guzmán: A Frankie lo trajo el hermano del Chiro, y a Rodri, que era compañero de liceo, lo habíamos arrimado a esa cuestión de taller creativo de canciones que habíamos armado con Chiro. Frankie nos había dicho: “Yo formo una banda pero me voy a casar, no voy a tocar en vivo”, hasta que un día nos llaman de un boliche y el mismo Frankie dice: “Tenemos que ponerle un nombre a la banda”, y ahí sale Hereford. Hacíamos nuestras canciones y alternábamos covers de Fito Páez, Charly García y algunas cosas en inglés. La idea de tener un cancionero atractivo también era para lograr una buena frecuencia de conciertos.
Parece que la disciplina es una característica que ustedes dos comparten.
Diego: Yo sabía que no iba a ser un tipo aplicado en el instrumento, porque si bien toco, me gusta, no tengo la obsesión que tiene Guzmán con el instrumento, pero sí soy disciplinado con otras cosas. Tengo un superpoder, que es la terquedad. Me gusta hacer canciones, entonces hasta que no sale una canción no me levanto de la silla.
En el disco La corona del rey (2003) incluyen “Hay que matarlos hoy”, un tema que puede leerse como una crítica a la clase política de ese momento. En ese mismo sentido, ¿qué dirían del panorama actual?
Diego: En aquel momento, metidos en la crisis de 2002, todavía había una esperanza. Nosotros hemos cambiado. Pasaron más de 20 años del primer gobierno del Frente Amplio. En mi caso, yo soy un defraudado del Frente Amplio. No lo voté más. Hoy sigue habiendo los mismos problemas de siempre y los mismos pobres. Un poco peor o un poco mejor, el que tiene algún mango no quiere mandar a sus hijos a la escuela pública. Lo mismo con la salud, el que puede paga una privada. Entonces el poder de la retórica se cae con esa realidad. Es cierto que mejoraron algunas cosas, pero pasó Lacalle Pou, ahora viene otro. Somos, como decía Mujica, “una penillanura pecuaria”, y de ahí no nos movemos.
Acá no hay tal cosa como la derecha. Acá la derecha es todo lo que se pare a la derecha del MPP, no sé si me explico. Nuestro país tiene una columna vertebral de izquierda. O sea, históricamente se han conquistado cosas que son de izquierda. Entonces la retórica de que el bueno es de izquierda y el malo de derecha, que el de derecha te quiere sacar y el de izquierda te quiere dar no me permito comprarla más.
Guzmán: A mí me pasa que yo me siento de izquierda, con respecto a la vida. Tal vez en aquel momento cuando estábamos haciendo aquellos discos como La corona del rey el mundo también era otro. Hoy siento que la revolución musical pasa por la amabilidad y por la unión. Y como el mundo actualmente es tan violento y extremo, me parece que desde el arte lo más revolucionario es sumar antes que patear el tablero.
Guzmán Mendaro y Diego Martino, durante la entrevista con la diaria.
Foto: Alessandro Maradei
Diego: Y más cuando hay tanto fuego cruzado. No podés ser auténtico por miedo a que otro se tome muy mal lo que vos digas. En ese sentido, las revoluciones pasan por achicar las grietas, que el propio sistema político nos ha impuesto. Desde que está el balotaje existe un Peñarol y un Nacional de la política. Antes ese tipo de rivalidad no existía.
¿De quién fue la idea de estos shows con la Filarmónica?
Diego: Tiene mucho tiempo. Nosotros siempre fuimos una banda versátil. Hemos experimentado este camino con un cuarteto de cámara, hace muchos años, en el disco Documentado electroacústico [2002]. Yo ya había cantado con Nacho Algorta, que es el arreglador de estos conciertos, y a mí siempre me sedujo la convivencia de los dos mundos, el de la música pop y el de la música clásica. Al llegar a nuestro aniversario número 30 como banda, pensamos: “Hagamos algo que sea un mojón histórico en nuestra vida como músicos”. Y así nos acercamos a la Filarmónica.
¿Fue sencillo el proceso de adaptación de las canciones de Hereford a este formato?
Guzman: Nacho, que es el diseñador y arreglador del espectáculo, es quien se encarga de todos los arreglos para la orquesta y de la convivencia de los dos mundos. No se trata de que suena la Filarmónica y nosotros tocamos arriba. Al mismo tiempo, hay momentos en los que la orquesta se luce y momentos de la banda, pero lo fundamental es el diálogo musical de las dos partes. Nacho también es el responsable del orden del show y de equilibrar las intensidades y los climas.
¿Cómo están ensayando?
Diego: Ahora estamos en la instancia de ensayar con midis [instrumentos musicales digitales], de los que salen las recreaciones de la orquesta. Nacho diseña los arreglos en la computadora, nos marca un par de cosas de dirección y nosotros tocamos sobre esa base en nuestra sala, hasta llegar a los ensayos generales con la Filarmónica.
¿Qué canciones los entusiasman en este formato?
Diego: Preferimos que sea una sorpresa.
Guzmán: Porque también hay muchas cosas extraordinarias de la Filarmónica, recreando canciones y músicas nuestras. O sea, cosas que se vinculan en una intro, al final de una canción, o en el interludio entre dos canciones.
Cada integrante de la banda ha continuado con otros proyectos musicales. ¿Qué motivación distinta tiene seguir haciendo música con Hereford?
Diego: En estos 30 años no sólo hemos crecido como banda. También formamos una especie de familia. Además, tuvimos la suerte de que lo que hacemos logró trascender internamente, pero también hacia afuera, con canciones que tienen un significado importante para mucha gente.
Guzmán: Por otro lado, también nos motiva mucho el sonido que tiene la banda ahora. Estamos sonando mejor que nunca y nos sentimos bien. Y eso repercute en creaciones nuevas, pero también en la interpretación de las canciones más viejas, que hoy suenan con un peso bárbaro. Incluso las más tranquilas suenan con mucho poder.
Diego: Documentar este momento creativo también es una motivación. Ya estamos trabajando en un nuevo disco.
En un momento de su carrera habían apostado por un sonido más pesado, luego cambiaron y probaron otras variantes del rock más tranquilas. ¿Ya saben cómo va a sonar el próximo?
Diego: Va a ser muy eléctrico, aunque muy cálido a la vez. No nos atamos a nada, nuestro paradigma es bastante amplio, pero queremos conservar la esencia rockera.
¿Se acuerdan de la primera vez que escucharon una canción de Hereford por la radio?
Guzmán: Íbamos juntos en la camioneta. Habíamos grabado un primer demo con Walter Linás en Estudio Récord, allá en la calle San Martín.
Diego: Guzmán tiene una memoria que puede ser hasta nociva.
Guzmán: Linás, un técnico alucinante. Ahí grabamos dos canciones: “Perdición”, una canción muy linda de amor, y una balada, “Dónde estás ahora”, que la dejamos de tocar. Las llevamos a la radio y se las dimos al Cabeza [Daniel] Varela, un gran locutor y conductor de FM Del Sol, que falleció hace unos años. Una persona fundamental en la génesis. Él creyó en nosotros antes que nadie, incluso antes que nosotros. El día en que nos pasó por la radio casi nos morimos. En aquel momento escucharte en la radio era un hito. Y otro que creyó fue Omar Gutiérrez. Le contamos que teníamos la banda y un demo y nos dijo: “Vengan al programa”. Nos hizo tremenda entrevista, hizo poner el gráfico con nuestro teléfono y a partir de ahí nos empezaron a llamar de distintos lugares del interior.
Recorrieron el país muchas veces, ¿no?
Guzmán: Claro, nosotros llegamos al Canuto, una discoteca mítica de la ciudad de Canelones, en el 96, y después cada vez que volvíamos jugábamos de local.
Diego: Canelones siempre fue un lugar fuerte para nosotros. También me acuerdo de ir a tocar a Rivera, a Girasoles, una discoteca de un gran amigo nuestro.
En esta nueva etapa de la banda, ¿volverían a hacer una gira nacional?
Diego: Por supuesto.
Guzmán: Durante tres, cuatro años mantuvimos un ritual que se llamaba “la gira solidaria”. Se armaba una cosa muy linda, tocábamos en un montón de teatros donde, a pesar de la resistencia que había con el rock, nos abrían las puertas. Hereford es una banda súper uruguaya. No somos capitalinos.
Sembrar y esperar. Hereford y la Orquesta Filarmónica de Montevideo en el teatro Solís. Miércoles 6, jueves 7 y viernes 8 de agosto a las 20.00. Entradas de $ 800 a $ 2.000. 2x1 para la diaria.