Tras años de pelear con la enfermedad de Parkinson y algunas otras dolencias, producto de fuertes caídas en el escenario y de algunos excesos personales, este martes murió John Michael Ozzy Osbourne, uno de los fundadores de la extensa rama del rock conocida como heavy metal, metal pesado o, simplemente, metal.
No lo hizo en solitario: fue el cantante de Black Sabbath, la banda a la que se unió en 1968 al responder a un aviso del guitarrista Tony Iommi, cuando la agrupación todavía se llamaba Earth. Guitarras al máximo, acordes simples, una vuelta a las escalas más perturbadoras de la música medieval y un toque de ocultismo fueron algunos de los ingredientes con los que la banda del cinturón proletario de Birmingham (Inglaterra) abrió un nuevo camino dentro del rock. Pero sería la forma de cantar de Osbourne y, sobre todo, su presencia escénica, la que terminaría de darle forma al estilo de Sabbath. La banda produjo por lo menos tres discos clásicos: uno homónimo, en 1970, otro llamado Paranoid ese mismo año y Master of Reality al año siguiente.
Comenzada la década de 1980, Osbourne fue expulsado de la banda por sus problemas con las drogas y el alcohol, pero al poco tiempo emprendió su carrera solista, relocalizada en Estados Unidos. Sharon, su esposa y manager, fue clave para su trayectoria desde entonces.
Su primer simple como solista, “Crazy Train”, fue un éxito masivo. Había sido compuesto junto a su socio creativo desde entonces, el guitarrista Randy Rhoads, cuyo fallecimiento en 1982 fue un gran golpe para Osbourne. En ese año también cobró notoriedad por morder la cabeza de un murciélago durante un recital, y las polémicas por sus guiñadas al satanismo alimentarían buena parte de su fama en los años siguientes.
Sus contribuciones al metal exceden lo puramente estético y musical: en 1996 Sharon y Ozzy Osbourne crearon el Ozzfest, un festival que permitió dar cohesión a varias bandas que venían renovando el género. En la década de 2000 se reconvirtió en figura mediática gracias al reality The Osbournes, donde exponía el peculiar día a día de su familia.
Aunque visiblemente afectado por su enfermedad, Ozzy Osbourne fue la figura central en el tributo a Black Sabbath celebrado a principios de este mes. Para la ocasión, la silla de ruedas en la que debía desplazarse fue transformada en un trono oscuro, más adecuado al rango –y también al sentido del humor– de quien hacía tiempo se había ganado el título de Príncipe de las Tinieblas.