No falta mucho para que se cumplan nada menos que dos décadas de que Mateo Moreno dejó la banda que fundó junto con unos amigos del liceo 10 allá por 1994, No Te Va Gustar, en la que tocaba el bajo y además supo meter mano para componer alguna canción (como “Cielo de un solo color”). Apenas dejó el grupo, tocó con otra gente (como Martín Buscaglia y sus Bochamakers), pero más que nada se enfocó en su carrera solista, con los discos Auto (2008) y Calma (2010), en los que desplegó todo el arsenal de composiciones que quizás no podía en su antigua banda (además de hacerse cargo de todas ellas con su voz). Más adelante, en 2015, lanzó Meridiano, un álbum de más de una hora de duración, como para seguir dejando todo. Pasó y siguió pasando el tiempo, y no supimos nada más de él -hablando de música propia, claro está-.
Pero, a principios de este mes, luego de una década de silencio discográfico, Moreno volvió con música nueva, en la forma del disco A vos te hicieron peor que vos a mí, que ya desde su tapa se puede intuir que incluye un montón de cosas: es una especie de colorido collage en el que podemos encontrar desde al mismísimo Moreno -y su bajo-, pasando por un reloj, una espada, un pájaro y hasta un muñeco de Playmobil, ideales para desencadenar una semiosis ilimitada.
La amorosa “Antídoto”, con una buena dosis de percusión -tambores incluidos- y un solo de teclado cósmico, le da forma a la apertura del disco, para pasar a “Robot”, que tiene como invitados a sus excompinches Emiliano Brancciari (voz) y Pablo Chamaco Abdala (batería), el trío esencial de poco más de la primera década de NTVG. Por lo tanto, sea buscado o no, el resultado es una canción en clave rock pop (o viceversa), que bien podría ser de la época de los discos Este fuerte viento que sopla (2002) y Aunque cueste ver el sol (2004), en los que la clásica formación de los liderados por Brancciari llegó a su cenit.
“Inevitable el no revelarse / e inevitable el asombro y la pena / de lo que se perdió / por tanta conexión”, canta Moreno en el inicio, y queda claro que habla de estos tiempos. En “Liberando peso” parece desprenderse de cosas (¿algunas serán las de la tapa del disco?) y también habla del tiempo, pero del que se perdió, en un funk a la uruguaya, dueño de un solo de teclado con brisas de Opa.
El álbum tiene 15 canciones y dura casi una hora, que para los tiempos que vuelan es casi la duración de un disco doble (ya hace demasiado rato que, por culpa del déficit atencional imperante, es difícil que un álbum supere los 35 minutos), y es evidente al oído que Moreno aprovechó la década de silencio discográfico porque se mandó un caleidoscopio de todos los géneros que lo cautivan. Por ejemplo, en “Tensión” nos topamos con un reggae notevagustaroso, con vientos y todo eso, de ritmo bien pegajoso, como para colgarse y dejarse llevar.
El imperio y el tiempo
La frase que da nombre al disco se escapó de “Quizás”, un pop rock de límpidas guitarras eléctricas y de pulso medio discotequero (con la ganchera llevada del bajo como estrella), atravesado por varios paisajes en menos de tres minutos (al principio tiene un aire que oscila entre Soda Stereo y Tan Biónica). En la mitad, la canción se transforma en otra muy distinta, mucho más densa, para pasar por un laberinto de programaciones electrónicas y volver al principio. “Y nadie me avisó, / hoy lo más importante es el tiempo, / y nadie me avisó”, canta Moreno, y así va quedando clara la razón del reloj de la portada.
En la siguiente canción -un pop rock de llevada rutera-, “Musgo”, se termina de confirmar la obsesión de Moreno con el tiempo (en dos años besará las cinco décadas), pero esta vez se amigó con una conclusión: “Ya no hay tiempo que perder / buscando el horizonte, / desaparecerá / en el musgo de la ciudad”.
Si bien, según consta en los créditos, en el álbum tocó medio mundo -por ejemplo, en las guitarras eléctricas se consignan diez violeros distintos, terminando por el propio Mateo-, hay una coherencia sonora bien marcada en la producción y sobre todo una organicidad en la música, aun cuando también son varios los que se encargaron de los cimientos rítmicos (entre los bateristas, se destaca Martín Ibarburu).
El caleidoscopio de ritmos muestra otro color en “Nómadas”, también con algo de llevada funky, pero siempre barnizado con el pop rock, ya sea por la melodía de la voz o por los arreglos de vientos, todos pegadizos (la canción tiene un pulso y una atmósfera que hacen recordar a lo mejor de Claudio Taddei). Luego, otra vez cambia el paisaje, gracias a los muchachos de Dostrescinco, que se mandan unas estrofas hiphopeadas, sumándole otro color.
“Drones” es una de las canciones que más se destacan instrumentalmente, y quizás sea la mejor del disco, sobre todo por el riff de guitarra eléctrica y el arreglo de vientos, que juntos forman un perfecto combo de película de espías -también con un ritmo funky-, para lanzar una crítica que se tira desde el título: “Del imperio son, / te matan con un dron; / del imperio son, / vampiros del amor”. El ska-punk “En vano”, otra con un buen par de arreglos de vientos, les da paso a las últimas canciones del disco y, cuando nos queremos acordar, estamos en el final, con “Aire”, que justamente es la que suena más airosa de todo el material, en la que Moreno canta “vos podés cerrar los ojos / pero jamás cerrar tus oídos y no escuchar”, y seguro se refiere al disco que acaba de sacar.
A vos te hicieron peor que vos a mí . Bizarro, 2025. En plataformas.
Botella al mar en la sala Zitarrosa
El nuevo espectáculo de Pablo Pinocho Routin, Botella al mar, en el que recorre las décadas más representativas de la música uruguaya, homenajeando y versionando a autores y autoras que “han marcado nuestra identidad cultural”, se presentará el domingo a las 20.00 en la sala Zitarrosa. Las entradas se consiguen por Tickantel a $ 800. 2x1 para la diaria.
Candombe fusión
Este sábado a las 21.00 en el Auditorio Nelly Goitiño se presentará Darío Píriz con “un show integral de candombe fusión, con más de 14 músicos en escena y muchos artistas invitados”, según se anuncia. Las entradas se consiguen por Tickantel y van desde $ 600 a $ 750.