Jorge Fossati debutó como futbolista en Rampla Juniors en 1969, y como director técnico en River Plate en 1993. Atajó en Central Español, Peñarol, Independiente de Avellaneda, Millonarios de Colombia, Olimpia de Paraguay, Temuco de Chile, Rosario Central, Mandiyú de Corrientes, Avaí y Coritiba de Brasil. Como entrenador la lista también es larga: equipos criollos, argentinos, paraguayos, cataríes, saudíes, brasileños y ecuatorianos. Ganó de todo. Habitó el espacio delimitado por la línea punteada de cal con el buzo de la selección uruguaya entre 2004 y 2006. Atendió a toda la prensa que lo llamó en ese período para “espadear” y discutir sobre todo la visión del mundo sobre el jugador de fútbol. De alguna manera, lo sigue haciendo: “¿Cuántos filántropos hay en este país para juzgar al futbolista?”. Fossati habla de fútbol y de valores, habla de fútbol y de sociedad. En el Parque Federico Omar Saroldi –a donde su padre lo llevaba cuando era un gurí– recibió a Garra y dio “para filosofar un rato largo”.
¿Por qué volviste a River Plate?
La decisión pasó por quedarnos en nuestra casa con la familia. Surgió la oportunidad de River, club con el que además hay un vínculo que empieza con mi padre, que fue hincha toda la vida. Él me despertaba todos los domingos con “Qué bomba, señores” y “11 corazones”, y me traía a este estadio.
¿A ver a qué jugadores?
El equipo creo que era Sadí, Martínez, Aguirre, Álvarez; Daboine, Santana, De Luca. Arriba jugaban Bareño, Zubía –aunque Zubía era más joven–, Urbano, a quien le decían el Papa. Y bueno, algunos que se me escapan ahora. Más allá de eso, vine a River desde lo profesional, no por el amor a mi viejo. Porque esa es mi obligación, hay otros técnicos esperando que los llamen.
“Al futbolista y a los entrenadores muchas veces nos ven como un negocio. Ahora, si el futbolista reclama un sueldo dicen que perdió el amor a la camiseta, la entreveran por ese lado”.
¿En qué ha cambiado el fútbol uruguayo a 25 años de haber dirigido a este mismo club?
En lo estructural, en lo edilicio: el gran cambio son los complejos deportivos, es la gran conquista que han tenido River y varios clubes en Uruguay. Ese es el gran cambio de las instituciones; después hay líos de los que vengo escuchando hace 50 años. El fútbol uruguayo no cambia porque no cambia lo sustancial. Primero tenemos que aceptar que 80% del aficionado es hincha de Nacional o de Peñarol. Segundo, si en una ciudad de un millón y medio de habitantes hay 25 clubes, los números no van a dar. Pero no sigamos discutiendo: no van a dar. No hay fórmulas mágicas para cambiar el panorama económico en esta coyuntura. Los clubes viven de vender jugadores, y van a seguir existiendo fabricando jugadores, vendiendo y trabajando con números rojos.
¿Cómo sería ese cambio sustancial?
Es que capaz que no tiene que cambiar porque no hay forma de cambiarlo: lo que hacen los clubes es sobrevivir. Es imposible que los clubes compitan en buen nivel (ni siquiera internacionalmente) en esas condiciones institucionales. No hay lugar para más de cinco o seis equipos profesionales en una ciudad de un millón y medio de habitantes, y siempre y cuando se divida proporcionalmente la afición, pero eso acá no va a pasar nunca. Por ahí en 100 años... Partiendo de la base de que acá hablás de fusionar clubes y pesa el color de la camiseta. Yo no digo que esté mal, no voy a decir que están mal los sentimientos, pero históricamente los clubes vienen de fusiones, el mismo River Plate viene de una fusión. ¿Pero vos ves, por ejemplo, un Prado Fútbol Club, o los de La Teja, o los del Oeste? Al menos en el mediano o corto plazo, no. ¿Quién le saca al hincha de Potencia, por ejemplo, el orgullo o el amor a su camiseta? A mí si me decís que Goes se fusione con otro club, lo haría de repente pensando en mis nietos, para que tengan la posibilidad de ver un Goes más potente. Pero ¿qué nombre va primero? Ahí vamos a discutir y discutir para ver qué nombre va primero, un Montevideo Goes, por ejemplo, ya no te la llevo. Yo no discuto el tema de los sentimientos, pero si lo miramos desde el profesionalismo el escenario es otro.
“Ha crecido la cantidad de técnicos recibidos, aunque sigue trabajando la misma cantidad. Los dirigentes son más o menos los mismos; el número de periodistas creció una enormidad, y los empresarios más todavía: son los dos lugares del fútbol que más han crecido en cuanto a número; da para filosofar un rato largo”.
¿Los jugadores cambiaron con el tiempo?
El cambio se produce cuando cambian el escenario nacional y el mundial. En el fútbol antes participábamos 100 personas, por decirte un número cualquiera y representativo, entre jugadores, dirigentes, periodistas, y dos o tres empresarios; los jugadores profesionales siguen siendo más o menos la misma cantidad. Ha aumentado la cantidad de técnicos recibidos, aunque sigue trabajando la misma cantidad. Los dirigentes son más o menos los mismos; el número de periodistas creció una enormidad, y los empresarios más todavía: son los dos lugares del fútbol que más han crecido en cuanto a número: da para filosofar un rato largo. El fútbol merecería una atención especial del Estado y un apoyo. Claro que la salud y la educación vienen antes, pero fijate a cuántos les da trabajo el fútbol; son miles y miles. A veces no tenemos la dimensión de cuántos somos dentro del fútbol. Cuando yo jugaba había hasta quinta división; ahora hay sexta, séptima, preséptima, infantiles: maravilloso. Todos esos niños y esos adolescentes tienen la oportunidad de no estar todo el día en la calle y de aprender valores. Hay una serie de cosas que da el fútbol que van más allá de si te venden a la Juventus o no.
¿La cultura uruguaya ha cambiado con respecto al fútbol?
A los futbolistas y a los entrenadores muchas veces nos ven como un negocio. Ahora, si el futbolista reclama un sueldo dicen que perdió el amor a la camiseta, la entreveran por ese lado. Esto es fútbol profesional. Cuando vienen a buscar a un futbolista del exterior vale un montón de guita, pero ¿y mes a mes? Yo he escuchado todo ese tipo de barbaridades. ¿Cuántos filántropos hay en este país para juzgar al futbolista? Hay mucha hipocresía, la gente se cree que los futbolistas son ricos. Y en este país 80% de los futbolistas termina su carrera y tiene 30 pesos guardados en el banco. Sin embargo, le apuntan al futbolista. Somos el circo para los romanos. No estoy hablando de hoy ni de acá, estoy hablando del mundo. Que el fútbol es utilizado políticamente acá y en todas partes del mundo, fue, es y va a ser así.
“Hay que tratar al futbolista como merece, como a cualquier otro laburante, y tener en cuenta que la mayoría trabaja por un sueldo mínimo. La gente tiene que ser consciente de eso, eso no se lo cuentan. Yo le preguntaría a cualquiera que trabaja por un salario mínimo si se banca no cobrar por dos o tres meses”.
¿Qué se puede hacer como ex futbolistas?
Decir todas estas cosas y hablar con claridad, porque hay mucha gente que recibe información errónea. Y no es para reivindicarme, es para reivindicar una clase que recibe ataques que no merece. Si al futbolista le va bien y vuelve después de algunos años al barrio, yo que nunca lo había saludado digo que está agrandado porque no me saluda. Yo pasé muchas cosas de estas, ya las viví, ya las pasé. Ahora ando por la calle muy tranquilo, recibo mucho cariño. Pero acá no estoy hablando de mí; estoy hablando del otro, del futbolista de hoy. Hay que tratar al futbolista como merece, como a cualquier otro laburante, y tener en cuenta que la mayoría trabaja por un sueldo mínimo. La gente tiene que ser consciente de eso, eso no se lo cuentan. Yo le preguntaría a cualquiera que trabaja por un salario mínimo si se banca no cobrar por dos o tres meses. Tiene cosas hermosas esta profesión, pero tiene ese tipo de ingratitudes. El futbolista uruguayo ha ayudado de una forma impresionante para que a Uruguay lo conozcan en el mundo, desde 1924 hasta 2019. Eso no se cortó nunca, la identidad no se cortó nunca. Hay muchos que se tendrían que coser la boca.
¿Cómo se les transmite la experiencia a los jugadores más jóvenes?
Cuando sos un entrenador veterano tenés una experiencia importante, no sólo en el fútbol sino en la vida, y tratás de inculcar no sólo ideas futbolísticas sino conceptos de vida, de la lealtad, de la solidaridad, una serie de valores, ya que Dios te da la oportunidad de estar al comando de ellos. Algunos no lo necesitan porque se lo inculcan en la casa, pero algunos sí porque, de repente, tuvieron la mala suerte de nacer en el lugar errado. Hay que hablarles de lo que uno puede transmitirles, cuidándolos. Fijate si seguirá sacando la cara, poniéndole el pecho a las balas el futbolista uruguayo: Diego Vicente recién cumplió 20; Facundo Vigo tiene 19; y estos son los casos de River, en otros equipos pasa lo mismo. Y resulta que a veces lo malo del fútbol uruguayo somos los jugadores y los técnicos; no sé que dejarán para el resto. Hay que reconocer al fútbol y no pegarnos entre nosotros. Somos giles, a veces les tiramos piedras a los agentes –por no decir milicos– o le robamos a la gallina los huevos de oro. Pasamos hablando mal del fútbol uruguayo, siempre hablamos de las contras, pero entonces que me expliquen por qué pasan estas cosas. ¿Vino un mago? ¿El Matraca [Gonzalo Gutiérrez, ayudante técnico] fue con la varita mágica, dijo “a ver este pibe” y sacó un botija de 16 años [Matías Arezo] que se mete en un partido de primera división y es como si estuviera en su casa? No. Y eso no lo hicimos nosotros. Eso ya estaba hecho.