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Khvicha Kvaratskhelia, de París Saint-Germain y Trevoh Chalobah, de Chelsea, durante la Copa Mundial de Clubes, el 13 de Julio en Nueva Jersey, Estados Unidos.

Foto: Charly Triballeau, AFP

El sindicato de jugadores se le planta a la FIFA

7 minutos de lectura
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Tras emitir un duro comunicado, Sergio Marchi, presidente del gremio, dijo a la diaria que, pese al poder que ostenta la FIFA, “los protagonistas son los y las futbolistas. No hay otro protagonista”

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Nerón, el mítico y poco prestigioso emperador romano, vivió, murió, gobernó, mató y hasta probablemente quemó su ciudad, pero la existencia le quedó incompleta. Mala suerte: se perdió el fútbol. ¿Se lo perdió? Las cronologías del devenir humano dicen que así es. Pero la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (Fifpro) parece anunciar que no. Que Nerón o alguien similar habita en la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y que la oportunidad del fútbol la desplegó, por ejemplo, en el primer Mundial de Clubes, desarrollado hasta el 13 de julio en Estados Unidos. Proclama un comunicado firmado por el argentino Sergio Marchi, titular de Fifpro: “Lo que se presentó como una fiesta global del fútbol no fue más que una ficción montada por FIFA, impulsada por su presidente, sin diálogo, sin sensibilidad y sin respeto por quienes sostienen el juego con su esfuerzo cotidiano. Una puesta en escena grandilocuente que recuerda inevitablemente al ‘pan y circo’ de la Roma de Nerón, entretenimiento para las masas mientras detrás del telón se profundiza la desigualdad, la precariedad y la desprotección de los verdaderos protagonistas”.

Ahí anda Nerón. Aunque quienes se impresionan poco por las memorias del Imperio romano y se sienten más atravesados por la religiosidad quedarán impactados por otra frase estridente del pronunciamiento de Marchi: “Infantino se cree Dios”.

Infantino es Gianni, suizo, 55 años, el presidente de la FIFA desde 2016, la cara de la era pos FIFA-gate, o sea, del tiempo en el que, mucho más cerca de Estados Unidos (sede de la última Copa América, del Mundial de Clubes y del Mundial de selecciones de 2026) y de dirigentes de países árabes, la máxima entidad del fútbol planetario procuró echarse aguas y jabones para desmanchar denuncias y condenas por corrupciones de su cúpula directiva. Y el Mundial de Clubes es su criatura flamante, prolongadora de la programación inacabable de torneos y de partidos, que signa la agenda de la alta competición de la pelota. Ya lo denunciaron en tiempos recientes –y no sólo recientes– tanto Fifpro como algunas figuras resonantes de las canchas: los cuerpos no aguantan, los cuerpos se gastan, los cuerpos pagan consecuencias, los cuerpos se rompen o se romperán.

Sergio Marchi, ¿a los futbolistas no se los respeta?

Me dijo un día Pepe Mujica, alguien con quien siento identidad: “Cuando se apagan las luces, termina el circo y aparece la realidad”. La realidad es que muchos futbolistas no perciben su salario en término, no se les respetan los contratos. Hay abusos, violencias físicas, violencias económicas, violencias psicológicas. ¿De qué nueva era del fútbol me hablan?

Quiero fútbol

Marchi, oriundo de La Plata, anda por los 65 calendarios, ejerció como defensor de Primera en 259 presentaciones y concentró la parte más notoria de su carrera en San Lorenzo de Almagro, entre 1986 y 1990. Lleva un cuarto de siglo en la actividad sindical, al frente de Futbolistas Argentinos Agremiados. En noviembre de 2024 se transformó en el primer presidente no europeo de Fifpro al sustituir al español David Aganzo. Ahora, su apellido resuena en el globo porque se atrevió a polemizar con uno de los hombres más poderosos de la Tierra.

–No, polémicas no hay. Las polémicas las crean los que no quieren entender. Porque todo lo que decimos en ese comunicado es verdad. No tengo mucho más que decir que lo que expresa ese comunicado. Lo vimos, vimos lo que pasó. Después, cada uno elegirá si, frente a esa realidad, habla o no habla.

Pero ocurre que Infantino tiene un protagonismo muy fuerte.

Los protagonistas son los y las futbolistas. No hay otro protagonista. O sí, claro: la pelota. Sin la pelota, sería imposible.

Puede que haya lógica en que la voz más dura contra las políticas de Infantino surja de un paladar argentino. Al cabo, se trata de un país con jugadores sindicalizados tempranamente, ya que Futbolistas Argentinos Agremiados fue fundado en 1944 e hizo huelgas gigantes con el correr de los años. Y es la tierra de Diego Maradona, bravo desafiador de la FIFA. “Usted cállese y juegue”, le replicó el brasileño João Havelange –mandamás de la FIFA entre 1974 y 1998 y buen amigo de las dictaduras que asolaron América Latina en los 70 y los 80– cuando el supercrack (respaldado por su compañero de ataque Jorge Valdano y por el brasileño Sócrates) se quejó de las condiciones climáticas y de los horarios en los que se disputaba el Mundial de México de 1986 en el que se consagró. “Diego no se quedaría mudo frente a todo este atropello”, sostiene Fernando Signorini, su maestro personal, autor de un libro que se posiciona desde el rótulo: Fútbol: llamado a la rebelión. Maradona propició un sindicato internacional de futbolistas en 1995, junto con el francés Éric Cantona, una iniciativa que se fue deshilvanando.

“La realidad es que muchos futbolistas no perciben su salario en término, no se les respetan los contratos. Hay abusos, violencias físicas, violencias económicas, violencias psicológicas. ¿De qué nueva era del fútbol me hablan?”.

“Se acabó la paciencia”, confidencia, desde el otro lado de Atlántico, una fuente de Fifpro para desentrañar por qué en este momento el eco de Marchi retumbó con tanto vigor en la batalla. En la organización, con sede en Hoofddorp, Países Bajos, a un cuarto de hora de Ámsterdam, interpretan que Infantino tiene “entre ceja y ceja” a Fifpro, a pesar de que Marchi procuró abrir canales de diálogo cuando asumió su cargo y se entrevistó con el propio jefe de la FIFA. El vínculo, percudido previsiblemente por la representación de intereses antagónicos, había agudizado sus tensiones cuando la división europea del sindicato internacional, liderada por el francés David Terrier, llevó a la Corte de Bruselas a la FIFA por abuso de posición dominante en la confección del calendario internacional.

Caminador curtido en el césped del poder, Infantino apostó en épocas recientes a mellar a Fifpro con un itinerario tradicional: se sentó con otros núcleos que aglutinan futbolistas, algunos pequeños, otros que se desalinearon de Fifpro al recibir imputaciones de corrupción, otros más con posicionamientos políticos diferentes. Curiosamente, en la notificación pública de la FIFA sobre el encuentro con los sindicatos que no son Fifpro, se enumera una serie de propósitos compartidos, se enarbola el compromiso con las normas laborales que surgen de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se establecen ciertas precisiones para cuidar a los protagonistas de los partidos, pero no se menciona el nombre de ni una sola organización: “La FIFA y los sindicatos de jugadores de todas partes del mundo se reúnen para tratar asuntos importantes”. Toda una provocación.

Fifpro se reivindica como el más global de los espacios internacionales de agremiación de jugadores y de jugadoras, con 72 sindicatos en sus filas, lo que implica la representación de unas 70.000 personas. Su consejo de dirección tiene 12 integrantes, herederos, por ejemplo, del mítico Michel Hidalgo, quien no sólo fue futbolista y uno de los fundadores de Fifpro en 1965 sino, también, entrenador de la Francia que acudió al Mundial de 1978 efectuado en Argentina. Un poquito antes de esa cita, quisieron secuestrarlo como acción propagandística para hablar de las atrocidades que la dictadura sembraba en el país. Los propulsores de ese hecho explicaron que no había ninguna intención de dañarlo y que, precisamente, repararon en él porque su biografía incluía el compromiso colectivo de la sindicalización.

A contramano del discurso feliz de la FIFA, los gremios de futbolistas de Francia y de Inglaterra, ambos clásicos, ambos potentes, vienen informando que una de las demandas principales de sus afiliados está ligada con la saturación de partidos y los riesgos para la salud. En los dos últimos años, a diferencia de edades anteriores más silenciosas, muchísimos futbolistas y entrenadores se quejaron a viva voz de que se les hace competir sin descanso. El español Rodri, emblema de Manchester City, sobresalió por la crudeza de su planteo. Todo un designio: unos días después de hacerlo, sufrió una lesión que lo marginó largamente. “Tener que renunciar a las vacaciones para jugar algo que te imponen es muy malo”, afirmó el brasileño Raphinha, quien no fue al Mundial de Clubes porque Barcelona no tuvo sitio, pero igual sintetizó una sensación extendida.

El lugar monumental que el fútbol ocupa en la industria del espectáculo y en la industria del entretenimiento promovió que en el período previsto para el descanso brotara una cumbre de máxima exigencia. Mundial de Clubes: más, más, más. Fútbol de élite: más, más, más. Explotados de élite con algunos escenarios muy diferentes y otros escenarios idénticos a los de millones de explotados anónimos de un sistema edificado a partir de la explotación: más, más, más. Figuras al mango: más, más, más. Más para mover más dinero, más para que ese dinero no vaya a otra parte, más –incluso– para que algunos de los que hoy se quejan cobren más, más para multiplicar más. Y más. Y más. Por ahí nadie lo resumió como el director técnico alemán Jürgen Klopp: “Es la peor idea que se ha visto en el fútbol”. Su colega catalán Pep Guardiola matizó levemente esa mirada, pero blanqueó una preocupación: “Tal vez en noviembre, diciembre, enero... seamos un desastre. Estemos agotados. Quizá el Mundial nos destruya. No lo sé”.

También argentino, también exfutbolista profesional, médico, periodista y docente de médicos y de periodistas, Juan Manuel Herbella ofrenda un cuadro de situación que esclarece pero alarma: “Mucha gente cree que ser futbolista es entrenar dos horitas e irte a tu mansión en un auto de lujo. No ve que el cuerpo del futbolista sufre un desgaste continuo desde la infancia, moldeado por rutinas de entrenamiento intensivo, exigencias competitivas y decisiones forzadas institucionales. Se rompe no sólo por las lesiones visibles, sino por la acumulación cotidiana de microdolores, de fatiga, de fármacos para seguir en una presión sostenida. En este proceso, el cuerpo se vuelve herramienta de trabajo y objeto de espectáculo. Es difícil verlo así, pero es lo que ocurre y su desgaste no termina con el retiro, sino que persiste en los cuerpos dañados como memoria del trabajo. Muchas veces, ya sin dinero ni reconocimiento o reparación. Atrapado entre la gloria pública de lo que supo ser y la invisibilidad privada de un cuerpo roto”.

Cualquier fragmento de este análisis podría colarse en la manifestación de otro argentino, Enzo Fernández, quien, mareado por el calor en la semifinal de su Chelsea con Fluminense, se tiró al piso. Luego se soltó con contundencia: “Jugar con esta temperatura es muy peligroso”. El entrenador del Borussia Dortmund, Nico Kovac, había lanzado, casi literalmente, esas palabras. Los informes que labra Fifpro en una tarea compartida con la consultora Football Benchmark, dedicada a desmenuzar la industria del fútbol, dibujan, detalle por detalle, un panorama que evidencia cómo, con una aceleración que se verifica minuto a minuto, el fútbol de alta demanda y de alto rendimiento cada vez demanda más y somete a rendir más para –cuestión no menor– recibir más. Acaso un símbolo de lo que son el tiempo y la circulación inéditamente vertiginosa de mercancías (el espectáculo del fútbol no es sólo una mercancía, pero no deja de ser una mercancía enorme) en esta fase del capitalismo: un tiempo sin tiempo para frenar.

Fifpro versus FIFA. Marchi versus Infantino. La frontera de la condición humana versus las dinámicas de la concentración de la riqueza. Fútbol versus fútbol. Mientras tanto, Nerón impera. ¿Qué será lo que se queme en medio de todo ese fuego?

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