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Ilustración: Ramiro Alonso

Género y ambiente. Parte I: la historia de dos puentes que se unen

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Leído por Virginia Recagno.
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Había una vez un sistema económico y ecológico en crisis. En esta historia se balancean dos posibles puentes que se presentan como alternativa para transitar hacia realidades más amigables con el medioambiente, más equitativas en términos de distribución, y con miras a un desarrollo sustentable.

Si hay dos temas que se han hecho más tangibles y han ganado un lugar relevante en las agendas de los países de la región en los últimos años son justamente estos: ambiente y género. A medida que esto sucede, gana fuerza, aunque de forma más incipiente, la discusión sobre cómo se relacionan. Sin embargo, la historia nos enseña algunas cosas que vale la pena tener en cuenta para que este intercambio no sea algo improvisado.

Breve recorrido: primeras corrientes ambientalistas

A principio de los años 70 se partía de posiciones muy disímiles con respecto a la cuestión ambiental. Años después, confluyen en la idea de desarrollo sustentable (concepto que involucra tanto la dimensión económica como la social y la ambiental) para llegar a la definición del concepto con mayor aceptación en el plano político y académico, cuyo fragmento más difundido plantea que es aquel que se encarga de cubrir las necesidades de las generaciones actuales sin impedir la capacidad de las generaciones futuras para cubrir sus propias necesidades. Se trata, entonces, de una evolución y un proceso que no fueron lineales.

El capitalismo se consolida con su producción en masa basada en el taylorismo-fordismo y en la utilización de nuevos recursos naturales como fuente energética (petróleo). La conciencia ambientalista se conforma a partir de la percepción de los efectos negativos de este proceso y como continuación de los movimientos pacifistas y antinucleares que se levantaron en los países desarrollados luego de las instancias de las bombas atómicas, la carrera armamentista y las sucesivas guerras locales o regionales.

Los primeros movimientos ambientalistas surgieron en Estados Unidos a finales de los años 60. Luego se expandieron hacia Países Bajos y Alemania, y más tarde a los países industrializados del centro y oeste de Europa. Este movimiento evolucionó, principalmente en Europa, hacia partidos políticos verdes. Esto implicó formar parte de los procesos electorales y, a mediados de los años 80, lograron conformar la tercera fuerza política, desplazando a los tradicionales partidos comunistas.

La conferencia de Estocolmo, que tuvo lugar en 1972, es reconocida en la literatura como un antes y un después en la problematización política del tema; se introdujo el tema en la órbita política internacional y fue el primer intento de conciliar los objetivos tradicionales de desarrollo con la protección de la naturaleza.

En las reuniones previas a la conferencia, las soluciones que se mencionaban pasaban por generar y aplicar tecnologías limpias, y por frenar o reducir el crecimiento poblacional y económico. Esto generó cierto malestar en los países en desarrollo, donde el crecimiento económico era fundamental para la redistribución y la atención a las situaciones de pobreza, malnutrición y al resto de las problemáticas que aquejaban a este conjunto de países. Por este motivo se resistieron a involucrarse en la cuestión, de manera que el concepto de medioambiente terminó ampliándose a cuestiones sociales además de aquellas estrictamente ecológicas.

Un paréntesis: corrientes ambientalistas en tensión

Se reconocen tres grandes corrientes en disputa, que se manifiestan a lo largo del debate ambientalista:

a) la corriente ecologista conservacionista o sustentabilidad fuerte, que tiene su origen en el conservacionismo naturalista del siglo XIX. Esta corriente tomó fuerza en la discusión ambiental iniciada en los 60, mediante la propuesta de crecimiento cero (poblacional y económico). Su justificación teórica más clara corresponde al economista norteamericano Herman Daly, bajo la economía ecológica;

b) el ambientalismo moderado o sustentabilidad débil, que es antropocéntrico y desarrollista, pero acepta determinados límites que establece la naturaleza a la economía, expresados por la economía neoclásica tradicional (keynesiana). Llamada economía ambiental, políticamente en la propuesta hegemónica de desarrollo sustentable con crecimiento económico, tiene en los organismos internacionales sus voceros más destacados.

c) corriente humanista crítica, alternativa a las anteriores. Tiene sus raíces en los movimientos socialistas y anarquistas, y se coloca del lado de los países y sectores pobres y subdesarrollados. Se expresa en los 70 en la propuesta tercermundista de ecodesarrollo, y más adelante asumiendo el objetivo de desarrollo sustentable, entiende que su construcción verdadera requiere un cambio social radical, centrándose en atender las necesidades y calidad de vida de las mayorías, con un uso responsable de los recursos naturales. Dentro de esta corriente, existen dos subcorrientes: la anarquista y la marxista. La primera deriva de la tradición comunitaria de esa ideología, y es la heredera más clara del ecodesarrollo. Su propuesta política se basa en lograr una sociedad ecológica mediante la expansión de la vida y los valores comunitarios, que reduzca gradualmente el mercado sustituyendo su lógica, así como la dominación estatal; preservando la cultura tradicional de cada región, que son portadoras de un saber ambiental perdido.

La subcorriente marxista entiende que los problemas ambientales están dados por la forma de organización del trabajo, por ende por la sociedad, que determina qué recursos usar, con qué frecuencia y de qué forma. El capitalismo es intrínsecamente expansionista y eso tiende a crear los problemas de contaminación y depredación, a la vez que genera pobreza y desigualdad. La solución no pasa por achicar el mercado o mejorarlo, sino por transitar hacia otra forma de organización social del trabajo, basada en la propiedad social de los medios de producción naturales y artificiales, y que estos sean utilizados de forma responsable para satisfacer las necesidades de la sociedad en su conjunto y no de una minoría. Esta corriente tiene, como principios del concepto de desarrollo, la satisfacción de las necesidades básicas, la solidaridad con las generaciones futuras, la participación de la población implicada (“desarrollo desde abajo”), la preservación de los recursos naturales y el medioambiente en general, la elaboración de un sistema social que garantice empleo, seguridad social y respeto a otras culturas, un programa de educación, y la defensa de la separación de los países centrales y periféricos para garantizar el desarrollo de los últimos.

Continuación del recorrido: la cuestión ambientalista, su trayectoria y el concepto de desarrollo sustentable

La Asamblea General de la ONU creó una comisión independiente (1983) para encontrar propuestas innovadoras y realistas que armonicen cuestiones de medioambiente y desarrollo. Así se llegó a la propuesta hegemónica de desarrollo sustentable, tras años de debate y discusión que derivaron en la propuesta de Brundtland (1987). Dicha propuesta extrajo algunas conclusiones fuertes: la pobreza no es sólo un problema ambiental; donde hay crecimiento, hay capital para avanzar en resolver problemas ambientales; el enverdecimiento industrial mejora la rentabilidad y la competitividad empresarial; y existen tecnologías alternativas necesarias, o se pueden crear. Por lo anterior, el crecimiento es condición necesaria para enfrentar los problemas ambientales.

Es así que se llegó a la definición más difundida de desarrollo sustentable, como aquel que “atiende las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de atender también las suyas”; definición que se popularizó luego del Informe de Brundtland, donde se realiza un llamado ético por una responsabilidad entre generaciones para con la naturaleza.

Intercambios paralelos: ¿qué hay sobre la discusión de ambientalismo, feminismo y el enfoque de género?

Así como a lo largo de los años la conceptualización de la dimensión ambiental en la discusión sobre el desarrollo ha ido cambiando, también lo ha hecho la conceptualización sobre el abordaje sobre género. Y, adicionalmente, han coexistido y coexisten distintas formas de conceptualizar el enfoque de género.

La bibliografía disponible identifica cierta coincidencia temporal en las sociedades industrializadas europeas y norteamericanas como origen de movimientos ambientalistas y feministas, paralelamente. Aunque es más reciente, también existe reflexión acumulada sobre la conexión teórica y concreta entre estas dos dimensiones y el concepto de desarrollo sostenible.

Ecofeminismo

Desde los años 50, a partir de reflexiones como las de Simone de Beauvoir, se discute el papel que el patriarcado asigna a la mujer y a la naturaleza. Esta tradición feminista francesa se sitúa en los orígenes del ecofeminismo, aunque el término no trascendió hasta 1974, cuando Françoise D’Eaubonne destacó el papel de la mujer en el equilibrio ecológico y su potencial para encabezar la revolución ecológica a partir de nuevas formas de relaciones de género y una relación distinta entre humanos y naturaleza, explorando el nexo entre androcentrismo y destrucción ambiental. A partir de ese momento el concepto de ecofeminismo se ha ido modificando. Actualmente es un concepto que refiere a una pluralidad de posiciones que se pueden resumir en dos grandes vertientes:

El ecofeminismo espiritualista o esencialista, que destaca las conexiones históricas, biológicas y sociales entre la naturaleza y las mujeres, considerando que el dominio del orden patriarcal es el causante de la explotación y la opresión tanto de la mujer como de la naturaleza. Sin embargo, tiende a resaltar la afinidad “natural” de las mujeres con el mundo natural. Considera que las diferencias tienen sus raíces en la propia naturaleza diferencial de hombres y mujeres, lo que sitúa a las mujeres más próximas a la naturaleza y, por lo tanto, más proclives a solucionar los problemas medioambientales.

En cambio, el ecofeminismo socialista o constructivista considera que el origen de las diferencias de relación que hombres y mujeres mantienen con el entorno está en las funciones socialmente asignadas a cada uno de los géneros: la reproducción social y el cuidado del grupo familiar condiciona a que sean las mujeres las que tienen un contacto más directo con los recursos naturales. Como consecuencia de ese contacto más directo, se establecen conocimientos diferentes, basados en lo concreto y una mayor capacidad y sensibilidad para percibir los problemas medioambientales. En este sentido, proponen la construcción de una sociedad basada en una nueva relación entre los géneros y una relación distinta con la naturaleza.

Las críticas más frecuentes que ha recibido el ecofeminismo hacen referencia a su esencialismo asentado en la biología para plantear la relación mujeres-naturaleza como algo inmutable a lo largo del devenir histórico de las sociedades humanas, como constructos históricos, y a la consideración de las mujeres como categorías únicas de análisis, sin tomar en cuenta otros aspectos importantes en la conformación del tipo de relaciones que establecen entre sí hombres y mujeres, como las diferencias de clase, edad, raza, etnia, etcétera. También ha sido criticado por considerarse que ignora la relación que establecen las mujeres de los países pobres con el ambiente en tanto usuarias y gestoras de los recursos naturales, proveedoras de cuidado y alimento a sus familias, y como administradoras y consumidoras de bienes.

Otras corrientes alternativas: el ambientalismo feminista y la ecología política feminista

Más recientemente se han planteado marcos alternativos, como el ambientalismo feminista. En este marco se entiende la relación de mujeres y hombres con la naturaleza enraizada en su realidad material y en sus formas específicas de interacción con el medioambiente. Aunque se plantea como un marco alternativo, existen puntos de contacto con los planteos ecofeministas. El ambientalismo feminista también plantea que el vínculo entre las mujeres y el medioambiente está determinado por una estructura que comprende diversos aspectos, incluyendo género, clase, organización de la producción, reproducción y distribución de ingresos. El ambientalismo feminista subraya la necesidad de enfrentar estas dimensiones (género y ambiente) desde ambos frentes: feminista y ambientalista.

Otras conceptualizaciones, como la ecología política en América Latina, incluyen la consideración de relaciones de poder vigentes en el continente desde el período colonial hasta el presente, incluyendo el papel del Estado y sus políticas en su relación con el medioambiente. Desde esta perspectiva, la ecología política feminista adopta una postura crítica hacia la apertura de nuevas temáticas de debate sobre la relación género-medioambiente, tales como la construcción social de género mediadas en y a través de materialidades ecológicas, la visibilización de (otras) formas de conocimiento desde una mirada decolonial, y la profundización de las ideas de interseccionalidad y multiescalaridad.

Llegando a un posible final para esta historia

Podemos afirmar, tras este recorrido teórico por las corrientes ambientalistas y feministas, y su resonancia en las organizaciones mundiales en general, que no ha sido un camino de fácil trayectoria y de acuerdos entre países. La discusión sobre el concepto de desarrollo sustentable no es un tema acabado, pero podría decirse que es a partir de los años 80 que comienza a resonar a escala mundial y que el debate político, económico y académico ha sido fructífero.

En contexto de pandemia y de crisis económica y ecológica, consideramos de importancia recordar este tipo de debates, recorridos e intentos por unir esfuerzos hacia un desarrollo de las naciones que contemple las dimensiones económicas, sociales y ambientales desde una mirada feminista.

Creemos que un posible camino a trazar para lograr una convivencia más amigable y con menos desigualdades entre varones y mujeres es transitar por estos puentes que se unen, generando un cambio de enfoque que contemple las necesidades presentes de todos y todas, pero sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para poder satisfacer sus propias necesidades.

Este artículo surge a partir de lo trabajado en el colectivo Lado F y el Grupo Interinstitucional de Trabajo en Economía Verde e Inclusiva. Las autoras agradecen los aportes y comentarios de Lucía Rosich, Natalia D’Agosti, Federico Rehermann, Virginia Chiesa, Raquel Piaggio y Alicia Artigas. Esta y otras notas del Lado F pueden encontrarse en economialadof.wordpress.com.

Referencias:
Leis, Héctor. 2001. La modernidad insustentable. La crisis de gobernabilidad del medio ambiente en el mundo contemporáneo.

Pierri, Naína. 2001. “El proceso histórico y teórico que conduce a la propuesta del desarrollo sustentable”. En N Pierri y G Foladori, ¿Sustentabilidad? Desacuerdos sobre el desarrollo sustentable.

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952008000100010#notas

https://www.cepal.org/es/publicaciones/5867-genero-medio-ambiente-sustentabilidad-desarrollo

https://www.redalyc.org/pdf/859/85915204.pdf

http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/049_06.pdf

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-65682019000300014.

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