Miguel Sierra es ingeniero agrónomo y experto en innovación. Recientemente, culminó su período como presidente del Conicyt, que se extendió entre 2018 y 2021, y actualmente se desempeña como gerente de Innovación y Comunicación en el INIA. También integra el panel internacional de evaluación de impacto de los centros de investigación de la Red CERCA de Cataluña creado este año.
¿Cómo está compuesto el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA)?
Lo componen unas 763 personas, entre investigadores (121 efectivos), personal de gestión y administrativo. Distribuido en cinco estaciones experimentales en Las Brujas (Canelones), La Estanzuela (Colonia), Tacuarembó, Treinta y Tres y Salto. La gobernanza la integran delegados del Poder Ejecutivo y de las gremiales del agro (ARU, CAF, CNFR, Fucrea y FR). Cada Estación Experimental tiene a su vez un Consejo Asesor Regional integrado por referentes de cada región.
¿Cómo se financia?
El 79% se financia por el adicional del Imeba [Impuesto a la Enajenación de Bienes Agropecuarios] que se les cobra a los productores, y una contraparte que aporta el Ejecutivo. De lo que resta, 16% viene de ingresos operativos (regalías, ventas, servicios) y 5% de convenios.
¿Cuál es su rol como gerente de innovación y comunicación?
Liderar el equipo humano y los procesos que permiten valorizar los resultados de la investigación y las tecnologías que genera el INIA. Esto requiere identificar estos resultados y las tecnologías con mayor potencial, si es posible certificarlos en un proceso creado institucionalmente con la evaluación de actores terceros a la institución, protegerlos intelectualmente bajo diversas modalidades, desarrollar las estrategias de transferencia de tecnología, coinnovación y comercialización, así como los acuerdos de colaboración que contribuyan a que las tecnologías y los conocimientos aplicables generados por el INIA sean conocidos y usados por el sector productivo, los técnicos asesores y los decisores públicos.
El objetivo es valorizar lo que genera el INIA y, a la vez, contribuir a la transformación del sector productivo y de la sociedad con triple impacto: mejora en lo económico y productivo, inclusión social y mínimo impacto ambiental.
¿Cómo impacta la ciencia en el desarrollo de la producción agropecuaria?
La ciencia es un pilar fundamental para generar más y mejores alimentos de forma sostenible y para agregar y capturar valor en relación al sector productivo, la distribución, la industria y los servicios vinculados al sector agropecuario; ciencias en plural: ciencia agronómica, veterinaria, ciencias sociales, ciencias ambientales. Los problemas son complejos y cambiantes. Abordar el cambio climático, las preocupaciones y sensibilidades por los temas ambientales, el cambio en las preferencias de los consumidores y las normativas del comercio, así como todo lo vinculado a la alimentación y la nutrición requiere de ciencia de alto nivel contextualizada a nuestra realidad.
¿Cómo estamos posicionados a nivel regional?
La ciencia de Uruguay en general, y las ciencias agrarias en particular, son respetadas y bien consideradas en la región, obviamente más por la calidad que por la cantidad de investigadores. En el caso del INIA, participamos en las redes de Procisur y Fontagro, con amplia participación y liderando o colaborando en proyectos y actividades en todas las áreas.
¿Cuáles son las principales fortalezas de nuestro país?
La formación científica en Uruguay es sólida y en general los científicos transitan sus carreras en ambientes de trabajo que no siempre cuentan con los medios que se tienen en otros países. Al existir pocos cargos, la competencia es alta y eso hace que, cuando salen a estudiar al exterior o participan en redes con actores internacionales, sean reconocidos por su capacidad de aporte y adecuación a entornos cambiantes y exigentes. En relación a las disciplinas con las que interactúo más, tenemos fortalezas en ciencias agrarias (agronomía, veterinaria) y biomedicina vinculada a salud humana y salud animal. También en relación a las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Sin embargo, considero que contamos con fortalezas y actores destacados en múltiples áreas del conocimiento.
¿Cuáles son los principales desafíos?
Integrar esas capacidades y potenciarlas, abordando desafíos o misiones como sistema de ciencia, tecnología e innovación. Como sociedad, el desafío pasa por ser generadores de alimentos y un país turístico, pero también por concebirnos como un país generador de tecnologías y servicios de diverso tipo hacia la región y el mundo.
En relación al sistema de ciencia, tecnología e innovación tenemos que abordar las políticas más sistémicamente. Debemos seguir fortaleciendo la investigación y los actores vinculados, pero también tenemos que desarrollar aspectos tecnológicos y de innovación. Para ello, precisamos fortalecer las capacidades científico-tecnológicas en los actores privados y públicos, de forma de potenciar relaciones sinérgicas. Hoy la inversión de I+D y la inserción laboral se da sobre todo en ámbitos académicos, y precisamos que los sectores privados y públicos no académicos adquieran un mayor protagonismo. El tema de la inserción laboral de los jóvenes pasa a ser crítico. Está el ámbito académico o el de los institutos, pero eso tiene un techo. Se requiere impulsar la contratación en el ámbito privado y púbico, promover nuevas empresas con modelos híbridos o de diversas formas, e impulsar la creación de Empresas de Base Tecnológica (EBTs), en las que los investigadores interesados puedan participar, complementando las capacidades científicas con las de gestión (gestión, comercialización, comunicación, etcétera).
El ejemplo de la covid-19 puede servir como referencia cercana sobre dinámicas virtuosas que podríamos impulsar en diversas áreas, no sólo salud. El entramado generado entre actores de ciencia y tecnología, el sector privado y los actores del gobierno es un caso de éxito sobre cómo integrar transversalmente capacidades en torno a desafíos compartidos. El desafío es que allí quizás lo que nos unió fue la circunstancia del espanto y la muerte cercana; en otros casos nos deberían vincular los sueños y las oportunidades, además de los riesgos que quizás hoy no percibimos como tan acuciantes. Para ello, se requiere reconocer y contemplar en las evaluaciones y carreras a aquellos que contribuyen con estos procesos, que tengamos presente también en los instrumentos de financiación y de evaluación los tiempos y las dificultades que esos procesos requieren. Es fundamental promover un diálogo multi y transdisciplinario que permita el abordaje integral de problemáticas complejas que difícilmente se puedan atacar desde una disciplina, un instituto o un ministerio. Es clave contar con políticas de estado, con la conformación de coaliciones transformadoras que integren pluralidad de actores y visiones, pero en relación a misiones compartidas y desafiantes; con liderazgos políticos que tengan visión estratégica y que no sean presa solamente de las presiones de la coyuntura.
¿Cuál es el antecedente del nuevo Plan Estratégico en Ciencia y Tecnología [PENCTI]?
El antecedente y único PENCTI hasta ahora fue creado en 2010. Actualmente, hay una consultoría solicitada desde el Conicyt [Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología] que está analizando lecciones aprendidas y será relevante como insumo para el nuevo PENCTI.
El INIA también está elaborando su Plan Estratégico Institucional (PEI), ¿como se vincula con el anterior y cuáles son sus temas priorizados?
El plan anterior fue de 2016-2020 y su énfasis estuvo en la intensificación sostenible, mediante ciencia de alta calidad y con cercanía al sector productivo y la sociedad. Ese énfasis sigue presente, pero además existen nuevos énfasis y ejes estructurantes. Lo ambiental cobra un mayor protagonismo y el INIA está implicado en diversos proyectos vinculados a trayectorias o transiciones sostenibles, que destacan, además de la intensificación sostenible comentada, las transiciones agroecológicas y la producción integrada. También se abordará el eje de “Una sola salud”, que investiga la interdependencia de la salud humana, animal y vegetal ambiental. A su vez, cobran mayor protagonismo los temas vinculados a las TICs y las transformaciones digitales en relación a las organizaciones, la investigación y el mundo agropecuario. Las valorizaciones económica y ambiental serán también relevantes, las diferentes trayectorias sostenibles es muy importante que se vinculen a indicadores y estado de situación de estos generados con base en ciencia de alta calidad y, a su vez, tener siempre presente la dimensión económica y social de estas transiciones.
¿Sobre qué ejes se estructura el plan actual?
El Plan 2021-2025 contempla aspectos relacionados a la investigación, pero también de la transferencia tecnológica, coinnovación, bionegocios y comunicación. Lo importante es que estos ámbitos funcionen sinérgicamente en los ejes principales definidos para esta etapa. O sea, no sólo hay que poner foco en la estrategia acordada en un documento orientador y en la anatomía o las estructuras de investigación definidas, sino también en la fisiología o funcionamiento, conexión y sinergias, para generar comunidades de acción y el monitoreo y seguimiento reflexivo de la marcha de la estrategia. Los objetivos de investigación y transferencia se estructurarán en torno a los seis sistemas de producción que tiene el INIA y áreas transversales: agrícola-ganadero, ganadero extensivo, lechero, forestal, vegetal intensivo y arroz ganadería. En esta etapa se jerarquizará todo lo referido a la producción más sostenible basada en ciencia y el abordaje de Una sola salud, con énfasis en la valorización económica y ambiental, así como en el desarrollo de las tecnologías digitales y convergentes.
¿Qué implica el concepto de “Una sola salud”?
Es un concepto que se trabajó inicialmente en Estados Unidos, pero que tomó escala global en 2008 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) lo tomaron formalmente con el objetivo de abordar los problemas sanitarios en la interfaz hombre-animal-ambiente; se basa en la interdependencia de la salud animal con la humana, el suelo, las plantas y el ambiente. Muchas enfermedades humanas son zoonóticas, provienen de animales que están sometidos a sistemas de producción intensivos y estresantes, así como a la vinculación con animales salvajes que, siendo que sus ecosistemas han sido dañados, entran en contacto con humanos cuyos sistemas inmunológicos no están adaptados para ello. En este mundo globalizado e interdependiente viajamos a través del planeta con mayor frecuencia y eso difunde esas enfermedades a velocidades vertiginosas.
¿Cómo se incorpora a la agenda nacional en ciencia y tecnología?
No es sencillo, implica un abordaje integral, transversal y transdisciplinar a institutos, universidades y ministerios. Es un claro ejemplo de los problemas complejos y desafiantes que tendremos que abordar a futuro, para los que tenemos generalmente estructuras y aproximaciones más cercanas al siglo XIX y XX.
¿Cómo evalúa la transformación digital en el agro?
Estamos en pleno proceso de transformación sectorial y de nuestras organizaciones con las tecnologías digitales, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, etcétera. Percibo que se están conformando grandes plataformas, actualmente en relación a jugadores vinculados al agro –Bayer, Syngenta, John Deere y otros–, con el objetivo de realizar venta de tecnologías y servicios adaptados por ambientes y según los diversos segmentos de tomadores de decisión.
Estas plataformas incluyen recomendaciones de semillas, fertilizantes, insecticidas, controladores biológicos, y están cada vez más vinculadas a las Fintech y seguros de riesgo; cada vez más se van automatizando procesos mediante el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el uso de drones, sensores, imágenes satelitales, etcétera. Por tanto, en un primer escalón, a lo agronómico se le incorpora cada vez más la importancia de los datos, la gestión de la Big data o datos masivos generados por diversas fuentes –tractores, drones, etcétera–, que hay que procesar, analizar e interpretar. Y se van incorporando otros servicios que buscan, como comentaba, generar recomendaciones y servicios personalizados y por ambientes.
¿Se puede hablar de las AgTech?
Sí, el auge de las tecnologías digitales o AgTech busca abordar los diversos desafíos globales: producir más, pero de forma más sostenible, con menos insumos químicos y con problemas en algunas regiones y sectores de mano de obra o su envejecimiento, que lleva a buscar formas alternativas de producir, cosechar y demás. Los centros más dinámicos en relación a estas transformaciones están en Estados Unidos, China e Israel, pero también en la región, especialmente Brasil y Argentina. En Uruguay estamos creando espacios para dinamizar este sector y hay diversas iniciativas en marcha.
Se prevé que en breve participen en el proceso más activamente las llamadas “GAFAM” (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) en el contexto occidental y las “BATX” (Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi) en China; en la medida en que los alimentos son una actividad de interacción permanente con los individuos, al igual que la salud.
En China, el gigante Alibaba ya invierte en zonas rurales, financia directamente agricultores y los equipa con tecnologías para conectarlos a los mercados. Esto está generando un debate sobre la importancia de los datos agrícolas, tanto agronómicos como del perfil de los usuarios en relación a la seguridad alimentaria y la inteligencia económica. El desafío es cómo gestionar las oportunidades que brinda el acceso a esta enorme cantidad de datos, a la vez que se abordan los temas de privacidad y propiedad intelectual.
Para el INIA y los institutos de investigación, lo central es definir un posicionamiento estratégico ante este escenario. Hoy se valora la cantidad de datos y los vínculos con los productores y la realidad productiva de estos institutos, pero creo que estratégicamente el INIA tiene que definir cómo agrega valor en este escenario. Yo considero que es a través de la reputación científica y la confiabilidad. Esto se genera sobre todo con ciencia de calidad, con independencia de criterio y con visualizar las dinámicas de los sistemas al mediano y largo plazo. Lo importante es hacer preguntas y elaborar hipótesis interesantes ante este universo de datos, buscar patrones de comportamiento, elaborar modelos que se adecúen a las diversas realidades de Uruguay y ofrecer análisis y recomendaciones con independencia técnica.
Las empresas legítimamente quieren vender más del portafolio de sus productos y, si incorporan actores financieros, seguro buscarán rentabilidades en plazos lo más cercanos posibles. Desde un instituto público debemos tener una mirada sistémica, no estamos asociados a la venta de ningún producto y tenemos que poner la preocupación ambiental, con la necesaria recuperación biológica de los procesos, como variable clave. Igualmente, con la preocupación de que estas plataformas se configuren también como bienes públicos, dejando la posibilidad de ofertas personalizadas con mayor valor agregado y costo para quien pueda pagarlos. Pero una base pública de información y recomendaciones técnicas me parece muy importante. Por tanto, nuestro rol central es aportar reputación científica, con ciencia que aporte modelos, coeficientes y recomendaciones basadas en la independencia de criterio, la preocupación por la mirada sostenible a mediano y largo plazo, y las consideraciones sobre cómo aportar a plataformas que tengan un componente importante de bien público.
¿Cómo afectan estas transformaciones los procesos de investigación?
Los afecta en la medida en que se generan datos que requieren análisis e interpretación. Datos que pueden generarse en las parcelas experimentales o laboratorios, pero también capturados con una intensidad, frecuencia y distribución espacial que antes no era posible. En la parte de gestión interna de la organización el desafío es cómo integrar las diversas áreas que generan información relevante y establecer circuitos de comunicación y aprendizaje que no sólo contemplen aspectos tecnológicos sino también culturales y de relacionamiento entre las personas. Otra dimensión no menor para nosotros es la vinculada a la transferencia y coinnovación. Allí tenemos el desafío, por un lado, de crear Apps o aplicaciones informáticas que integren plataformas de comunicación con los potenciales usuarios para lo cual es fundamental contar con su aporte en la fase de diseño de las mismas para construir aplicaciones que agreguen valor real y puedan ser accionadas por los decisores privados o públicos. Además, otro reto es establecer plataformas de vinculación permanente y de intercambio de ida y vuelta con todos aquellos que interactúan con el INIA, por medio de participación en jornadas abiertas, uso de tecnologías del INIA, participación en proyectos de validación, transferencia de tecnología y coinnovación, acceso a la revista del INIA y a sus canales en redes sociales. Hay temas que siempre hay que resolver relacionados a la privacidad y gestión de datos en plataformas colectivas, así como el reconocimiento a la propiedad intelectual de quien los generó. Creo que esto nos desafía a buscar fórmulas y acuerdos específicos, pero no debiera ser razón para seguir en “silos” o compartimentos de información que no interactúan y no generan valor en clave de mejora de sostenibilidad.
En relación a la producción sostenible, ¿cuál es el diagnóstico de la situación actual?
Uruguay tiene enormes potencialidades para ser referente en el abordaje de la sostenibilidad a nivel global. Desde el INIA se trata de contribuir a crear indicadores y hacer mediciones que respalden estos atributos de la producción (en procesos y productos) del país con ciencia de calidad acreditada. Se han desarrollado políticas, como la ley y uso del manejo del suelo, que son referencia mundial, así que debemos seguir apostando a ciencia de calidad con actores en el terreno que asesoren y realicen un seguimiento del cumplimiento de las mejores prácticas agronómicas. Igualmente, hay que abordar los problemas que podamos tener en regiones y sistemas concretos, como erosión de suelos, contaminación de aguas, pérdida de biodiversidad, generación de gases de efecto invernadero, etcétera. No todos los problemas ambientales están vinculados al agro: los efluentes de ciudades, de industrias, las emisiones generadas por el parque automotriz y demás son factores importantes a considerar para mejorar la sostenibilidad.
En relación a lo agroalimentario, desde el INIA tenemos que promover todas las formas de producción sostenibles basadas en ciencia para evitar sistemas intensivos insostenibles, que pueden generar riqueza en el corto plazo, pero que dañan y sacrifican las bases naturales y la fuente de riqueza del futuro. Generar conocimiento accionable por los tomadores de decisión privados y públicos.
¿Cómo nos encontró la pandemia?
Entiendo que al inicio, si bien varios expertos internacionales y diversos organismos habían previsto pandemias de este tipo o similares, nos agarró por sorpresa y hubo que reaccionar rápidamente. Todavía recuerdo la reunión en el Pasteur, con el Ministerio de Salud Pública, la Universidad de la República [Udelar], el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y el INIA, para ver cómo podíamos colaborar, relevando capacidades humanas y de equipamiento. Hubo una adaptación muy ágil de todo el entramado científico-tecnológico con visión país y compromiso compartido. Considero que Uruguay tenía una institucionalidad potente en términos de salud pública y redes capilares hacia la población, así como un compromiso admirable del personal de la salud.
En la parte científico-tecnológica se demostró que había equipos humanos e infraestructura que llevó más de 20 años construir y que estaba en condiciones de dar una respuesta satisfactoria en varias regiones del país. La camada de nuevos investigadores, junto con los más consolidados, realmente se comprometieron para dar una respuesta a la altura del desafío; la experiencia del GACH [Grupo Asesor Científico Honorario] sentó un precedente histórico para el futuro. Superamos la falsa dicotomía de ciencia por curiosidad y ciencia aplicada, el desafío de la pandemia y las urgencias generaron dinámicas de interacción virtuosas entre mundos que se consideraban distantes. La creación de RISEP, la Red de investigación en Ciencias Sociales para Enfrentar las Secuelas de la Pandemia, con actores de diferentes universidades e institutos, impulsada desde la ANCIU y coordinado con Naciones Unidas en Uy y CONICYT, también es una experiencia relevante de multidisciplinariedad y coordinación institucional.
En relación a lo alimentario, si bien fueron alterados, los procesos de producción, distribución y consumo –interno e internacional– se mantuvieron en funcionamiento. Hay que destacar ahí el rol de los productores, sus familias, los agentes de distribución y el personal en los puntos de venta que hicieron posible dar continuidad a esas redes de abastecimiento que no siempre tenemos conciencia de que existen.
¿Qué lecciones nos deja para pensar los desafíos a futuro?
Creo que fue un fractal en el que se reproducen, en un caso o episodio concreto, los desafíos y problemas de nuestro tiempo. Primero, surge de una enfermedad animal que se traslada a los humanos –zoonótica– por el deterioro de los ecosistemas naturales donde estas especies residían. Por tanto, generó conciencia sobre los problemas graves que estamos generando, cuyas repercusiones comprenden la salud de los animales, las personas y el ambiente. Por otra parte, afloraron las desigualdades y la informalidad en la que viven millones de personas y que se agravaron con la pandemia; las dificultades de muchos para acceder a recursos básicos y la importancia de la soberanía alimentaria y tecnológica. También tomamos conciencia de la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales y la importancia de la soberanía tecnológica, en este caso en kit de diagnóstico, ventiladores, hisopos, etcétera.
Creo que las tres lógicas dominantes, aunque generalmente con las diversas hibridaciones que predominan en los sistemas científicos, establecieron un relacionamiento virtuoso, seguramente favorecido por el contexto desafiante y el liderazgo de lo estatal y lo público. El desafío es ver si este proceso virtuoso requiere de situaciones de espanto o nos pueden nuclear proyectos de futuro, sueños compartidos.
¿Cuáles son esas tres lógicas que señalas?
Una dominada por la concepción de realizar la mejor ciencia posible, otra vinculada más a la economía y a la generación de negocios a partir de los conocimientos y la tecnología, y finalmente una concepción de la ciencia comprometida con los problemas sociales. En la realidad no son lógicas puras y hay diversas combinaciones, pero analíticamente pueden servir.
La asesoría del GACH también deja lecciones relevantes sobre la importancia de contar con asesoramiento científico independiente para informar la toma de decisiones políticas, y también para tomar conciencia de que la política exige contemplar múltiples dimensiones que muchas veces están en tensión (economía, salud, educación, geopolítica, etcétera).
El otro día hacías referencia a una entrevista a Marcos Soto en el Semanario Voces sobre los verticales de producción uruguaya, ¿cuáles visualizas como los más relevantes?
Sin duda creo que el sector agroalimentario es clave para Uruguay, en torno a la producción primaria, pero también a las agroindustrias y los servicios relacionados, existentes y por crearse. En lo tecnológico Uruguay tiene en la biotecnología, especialmente en la vinculada a salud humana, animal y mejoramiento vegetal, enormes posibilidades. Otro sector clave está vinculado a las TICs, en las que Uruguay tiene capacidades muy importantes y ya está inserto a nivel global. La bioeconomía circular, que contempla la producción de alimentos, energía, fibras y otros compuestos, me parece relevante para el país.
El sector del turismo y todo lo que tiene asociado es relevante también. Y la dimensión cultural es fundamental; Uruguay tiene que tener y cultivar su personalidad e identidad propia y, para ello, se precisa desarrollar las artes y las humanidades en toda su diversidad.
Si se piensa en la definición de esos verticales y en la importancia de focalizar esfuerzos, ¿hay riesgo de abarcar demasiado y perder eficacia con el nuevo PENCTI?
Siempre se corre ese riesgo. En España hablaban de “café para todos”. Creo que hay que priorizar, y contar con un plan ayuda sobre todo a definir qué no hacer o no priorizar en este período. Si todo es prioritario, nada es prioritario. Tiene que tener un liderazgo político y científico muy fuerte, con un seguimiento y evaluación rigurosos, y también flexibilidad y apertura para adaptar lo que haga falta si surgen temas no previstos inicialmente o para desactivar cosas que no dan los resultados esperados.
Si creamos proyectos y arreglos institucionales en relación a ejes estratégicos con incidencia en diversas regiones del país y en horizontes largos, no podemos tener a la gente más valiosa llenando formularios, evaluando currículums, redactando informes de cierres y estresados por el nuevo proyecto que vence la semana que viene y del que depende su equipo de investigación y los becarios. Tenemos que tener proyectos de más largo plazo a 5 o 10 años y la gente que los pueda liderar dedicando la energía a crear nuevo conocimiento, desarrollar tecnologías y formar personas altamente capacitadas. Los sistemas de evaluación, seguimiento y control no pueden ser un fin en sí mismo y hay que destinar energía y pienso para analizar realmente los resultados e impactos de la inversión realizada en CTI, no solo en clave de rendición de cuentas, sino también demostrar la relevancia social y el retorno multidimensional generado, así como para alimentar la investigación y los aprendizajes.
Estas cosas llevan su tiempo, más si abordan temas complejos y articulan diversos actores; la creación de confianza, identificar objetivos comunes reconociendo intereses, visiones y culturas diferentes. Pongamos hitos baliza para ver si los procesos van por buen camino, pero no abortemos procesos que vienen bien porque se les vence el plazo burocrático, o no continuemos con otros que, pese a no haber finalizado su plazo, se sabe que no van a ningún lado. Para ello, se requiere organismos o actores con liderazgo político y en CTI que analicen esto con visión estratégica y no sólo administrativa. Y siempre con paciencia estratégica, marcando un rumbo claro, definiendo políticas, instrumentos y acciones a monitorear y evaluar con la mayor rigurosidad y transparencia. Es importante la reflexividad y evitar las rutinas y automatismos.
En términos generales, ¿cuáles son los principales desafíos que visualizas pensando en el mediano plazo?
Uruguay tiene el triple desafío de crear riqueza, agregando y capturando valor, promoviendo una sociedad más igualitaria, sin pobreza y con el menor impacto ambiental posible. Me resisto a vernos como una sociedad abastecedora de alimentos y de turismo, solamente. Tenemos necesariamente que generar otros sectores de actividad, tecnológicos y culturales. De lo contrario, les iremos sumando legiones de nuevos compatriotas que no pudieron concretar sus sueños en su país a los 500.000 uruguayos que ya están afuera.
Se requiere invertir más en ciencia, tecnología e innovación, como mínimo 1% del PIB, asociado a planes con objetivos, metas y actores responsables. Se ha demostrado en la covid-19 y en varios ámbitos que esta inversión tiene alto retorno e impacto social y económico. Tener un sistema con un desequilibro tan grande entre inversión pública y privada (80-20) así como la inserción de las personas altamente calificadas, sobre todo en el ambiente académico, nos define un perfil de sistema de CTI. Hoy pasó a ser crítico, porque el mundo académico tiene un techo para seguir contratando personal que active otros actores y ámbitos: privado, estatal, generación de Empresas de Base Tecnológica y diversas modalidades híbridas o novedosas que podamos crear; con actores nacionales y en alianzas con actores internacionales que agreguen valor.
Eso supone que tenemos el desafío de crear un ecosistema con diversidad, con buenos investigadores, tecnólogos e innovadores, para evitar falsas oposiciones y estereotipos. Para ello, es clave crear espacios de confianza y proyectos desafiantes. Por su parte, es necesario abordar el tema género: en las instituciones hay casi paridad de mujeres y hombres, pero luego, en los ámbitos decisorios, priman los hombres. Resta contemplar en las evaluaciones y trayectorias académicas y profesionales que en las mujeres recaen las tareas de cuidado, maternidad y trabajo no remunerado en los hogares.
En ese sentido, tenemos que pensar con cabeza país; la distribución del INIA en el territorio, el proceso de descentralización de la Udelar, la conformación de la Utec [Universidad Tecnológica] en el interior y otras iniciativas van en ese sentido; tenemos que generar agendas de desarrollo integral que incorporen la dimensión de ciencia, tecnología e innovación en todo el territorio. También es clave contemplar la dimensión internacional, siendo que tenemos una diáspora de uruguayos con diversas capacidades distribuidos por todo el mundo, así como amigos de Uruguay en diversos ámbitos que hay que integrar en nuestra planificación estratégica. Es fundamental que toda la política de relacionamiento y cooperación internacionales esté alineada con el plan estratégico y lo alimente.
¿Es optimista en relación a la capacidad del país para abordarlos?
Por naturaleza soy optimista, pero reconozco que tenemos desafíos muy importantes como país. Tenemos enorme potencial en la gente y su talento, la democracia y la reputación país por su confiabilidad, institucionalidad y previsibilidad, en el entorno natural y en los recursos naturales. Sin embargo, hay graves problemas estructurales, como el envejecimiento, la falta de alternativas en materia de oportunidades laborales para jóvenes, la fractura social y sus terribles consecuencias, con la pobreza concentrada en madres adolescentes y en la infancia, y el espiral de violencia e inseguridad. Para afrontar este escenario de graves problemas y grandes oportunidades, necesariamente tenemos que construir coaliciones transformadoras plurales y en todo el país, integrando las mejores capacidades de los uruguayos y de los amigos de Uruguay que están por el mundo. Está en nosotros ser constructores de un destino mejor o convertirnos en una sociedad en extinción, que añora los tiempos del Maracaná y se transforma en un museo de paso de turistas curiosos.
¿Qué le dejó su paso como presidente del Conicyt?
Una gran experiencia en la gestión de un equipo humano diverso, plural, comprometido y muy calificado en relación a ciencia, tecnología e innovación. Una escuela de aprendizaje sobre la complejidad y diversidad de actores que participan en un sistema de ciencia, tecnología e innovación. También la importancia de cultivar el respeto y la confianza sin desconocer las diferencias, pero buscando crear espacios de discusión y síntesis que permitan que el organismo esté vivo, asesore en políticas y las personas sean reconocidas en su rol.
¿Cuáles fueron los principales logros de la institución durante su período?
En primer lugar, mantener el funcionamiento basal de reunirnos semanal o quincenalmente para abordar los temas vinculados sobre todo a las políticas, instrumentos, presupuesto y designación de tribunales relacionados a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación [ANII]. Luego, nos planteamos generar foros de debate sobre temas relevantes que incorporaran actores nacionales e internacionales. Que el componente rutinario se complementara con el componente reflexivo y de conexión con diversos actores y realidades que hay que conocer para luego integrar al asesorar en políticas de CTI. También generamos un posicionamiento público en defensa de la ciencia, la tecnología y la innovación, mediante cartas públicas redactadas conjuntamente con la Anciu y Udelar como organismos asesores del Poder Ejecutivo en materia de ciencia y tecnología, visitas a las Comisiones de CTI del Parlamento y participación en medios de comunicación, resaltando la importancia de invertir en CTI y su alto retorno social y económico. Participamos en la redacción de la carta de la Unesco sobre Open Science y se aportaron insumos para crear un Comité de Bioética a nivel nacional.
¿Le quedó alguna cosa pendiente?
Avanzar más en el proceso de definición de una nueva institucionalidad de la ciencia y la tecnología y en el nuevo PENCTI. Comenzamos el proceso y ahora le toca al nuevo Conicyt continuar la tarea. De hecho, en el primer taller sobre enseñanzas del PENCTI anterior organizado por el nuevo Conicyt se agradeció el camino avanzado durante el período anterior.
¿Entiende que la pandemia valorizó el rol del Conicyt?
Creo que la pandemia valorizó el rol de la ciencia en general. El Conicyt es parte de la institucionalidad vinculada a esta, pero creo que sobre todo se valorizó el rol de la ciencia, la tecnología y la innovación nacionales como personalmente no había vivido en Uruguay.
¿Cómo evalúa la gobernanza de las políticas de ciencia, tecnología e innovación?
Uruguay tiene que definir –y está discutiendo– la institucionalidad y gobernanza de su sistema de ciencia, tecnología e innovación. Se precisa un organismo que lidere este tema a nivel político institucional, con vinculación directa a Presidencia y el Consejo de Ministros. Es un tema central para el presente, y sobre todo para el futuro de Uruguay, y requiere ser contemplado con mayor protagonismo en las agendas de gobierno. La agenda de CTI tiene que ser transversal, abarcar temas de educación, agro, salud, industria, ambiente, etc.
Igualmente, creo que hay que fortalecer al Conicyt con más recursos y posibilidad que pueda financiar consultorías, organizar seminarios en temáticas claves, etc. La ANII debe seguir actuando como agente ejecutor e instrumentador de políticas y creo que Uruguay requiere organismos de evaluación independientes que puedan analizar con rigurosidad las inversiones realizadas en ciencia, tecnología e innovación, los productos, resultados e impactos generados. Sería bueno también que podamos contar con el aporte de actores internacionales que invitemos a participar en paneles de asesoría y/o evaluación cada cierto tiempo y que con una mirada no endogámica puedan aportar su visión sobre áreas de mejora. La experiencia que tengo participando en los paneles de evaluación internacionales de la Red CERCA de Cataluña es muy positiva en tal sentido.