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El valor social de las apuestas

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Sobre los mercados de apuestas, la inteligencia colectiva incentivada y las posibilidades de orientarlas hacia el bien común.

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Leído por Andrés Alba.
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Editar

Las apuestas están generalmente conceptuadas como algo non-sancto, incluso cuando se realizan en establecimientos legales o hasta estatales −como sucede en nuestro país−. La Biblia, por ejemplo, contiene varios versículos que, pese a no mencionarlas directamente, advierten sobre ellas y la búsqueda pasional del dinero. “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”2, reza uno de los más populares.

En esa misma dirección han apuntado muchos de los principales teóricos sociales. En La teoría de la clase ociosa (1899), Thorstein Veblen describe cómo las prácticas de ostentación de riqueza pueden ser vistas negativamente, especialmente cuando son adquiridas sin esfuerzo evidente o de una manera que podría considerarse inmoral. Aunque se enfoca principalmente en la clase alta, su análisis es relevante en cualquier sociedad y aplica para aquellos ingresos que se obtienen de forma “fácil” o “inequitativa”, como el que podría derivar justamente de una apuesta. Émile Durkheim estaría de acuerdo. Como sugiere en su obra La división del trabajo social (1893), la “moralidad social” exige que las transacciones económicas se basen en el beneficio mutuo, no en la explotación.

Esto no es menor, dado que para que el sistema capitalista funcione, el ingreso o la riqueza de una persona debería corresponderse con la provisión de un valor social para el resto. En ese sentido, las apuestas no revestirían valor social alguno, en tanto no le aportan nada al prójimo. Pero ¿eso es así? A mi entender, no. Bien estructuradas, las apuestas pueden proveer un bien social importantísimo: información pública.

¿Qué son los mercados de predicciones?

Un mercado de predicciones es un mercado donde las personas compran y venden contratos que representan probabilidades de que un evento ocurra en el futuro. Cada contrato tiene un precio que refleja la probabilidad estimada del evento por parte de los participantes. Por ejemplo, en un mercado que predice la victoria de un candidato en una elección, un contrato de $ 0,7 indica que el mercado le asigna una probabilidad del 70% a la victoria de ese candidato. Si ese evento ocurre, los contratos pagan un valor fijo (por decir algo, $ 1); si no ocurre, no pagan nada.

De alguna manera, estos mercados aprovechan la sabiduría colectiva para predecir resultados, ya que los participantes invierten en base a lo que consideran que va a suceder, basándose en su información o análisis, y teniendo un incentivo tangible para tomárselo en serio y acertar: ganar dinero y/o evitar perderlo.

Hoy en día, el mercado de predicciones más grande del mundo es Polymarket, un sitio basado en tecnología descentralizada (crypto) fundado en 2020. En el sitio, los usuarios pueden realizar apuestas sobre eventos deportivos, políticos o de cualquier naturaleza (la muerte de una celebridad, por ejemplo). Durante este año, la plataforma exhibió un crecimiento exponencial, como consecuencia de las apuestas sobre el resultado de las elecciones estadounidenses. Además de ser un mecanismo de especulación, utilizado por personas y fondos de inversión, la herramienta está mostrando muchísima eficacia para predecir eventos.

Pocos días después del debate presidencial, celebrado el 27 de junio, Polymarket le asignó un 70% de probabilidad al retiro de la candidatura de Joe Biden, varias semanas antes de que esto efectivamente ocurriera. En el mismo sentido, le otorgaba cerca de un 60% de probabilidad a la victoria de Trump, cuando la mayoría de los agentes anticipaban una elección cerrada. En otras palabras, la inteligencia colectiva incentivada parece funcionar. Sin embargo, ¿podemos aprovecharla para otras cosas socialmente útiles?

Los mercados de predicciones y sus posibles funciones sociales1

Supongamos que existe un mecanismo de juicio humano en el que usted confía y que cuenta con la legitimidad de toda una comunidad, pero que requiere mucho tiempo y conlleva un alto costo para alcanzar un pronunciamiento. La justicia, por ejemplo.

¿Podemos contar con versión cercana, aproximada, de ese mecanismo costoso y lento en el que todos confiamos? Quizás sea una versión un poco menos fiable –no mucho–, pero mucho más rápida, barata y funcionando en tiempo real. Robin Hanson, economista e investigador de la Universidad George Mason y Oxford, pensó mucho sobre este tema y llegó a una posible solución. ¿Qué pasaría si, cada vez que se requiere tomar una decisión, se configurara un mercado de predicción sobre cuál sería el resultado que emitiría el mecanismo costoso y lento en caso de que se activara?

De esta manera, permitís que el mercado de predicción funcione y colocas una pequeña cantidad de dinero para “recompensar” a los creadores de ese mercado (el incentivo económico es necesario para estimular esa inteligencia colectiva). En la mayor cantidad de los casos, el mecanismo costoso y lento no se activaría. Volviendo al ejemplo de la justicia, se resolverían los dictámenes de los procesos judiciales a través de un mercado como el que se describe, apelando a la inteligencia colectiva informada e incentivada (gracias al “premio” monetario), y evitando así recurrir a un juicio tradicional, que siempre demanda tiempo, dinero y otros recursos. En estos casos, es el mercado de predicción el que arrojaría el resultado del juicio, alimentado por esa información colectiva que los participantes aportarían persiguiendo su anhelo de ganancias. El mercado de predicción es el que decide, y lo hace con precisión dado que los apostadores se ocuparon de analizar el caso detenida y calificadamente.

En la menor cantidad de los casos, que pueden ser justamente los más complejos y relevantes, se activaría el mecanismo costoso y lento, del cuál se derivaría información relevante para alimentar posteriormente ese mercado de predicciones para que mejore su funcionamiento hacia adelante.

Esto proporcionaría una versión rápida, económica y creíblemente neutral del mecanismo original altamente confiable pero lento y costoso. De esta manera, se podrían resolver cientos de miles de disputas con un resultado neutral, creíble y semejable al sistema de justicia, sin efectivamente tener que pasar por él.

¿Sería socialmente deseable que casos de violencia doméstica, por ejemplo, se resolvieran de esta manera? ¡Por supuesto que no! Ahora, ¿qué pasa con casos menos graves, como el de los juicios por daños materiales o al honor? Acá sí podría contribuir a la eficiencia social ir hacia este tipo de mecanismos.

Con el tiempo, este mecanismo reflejará –de forma aproximada– el comportamiento del mecanismo original, ya que solo los participantes que contribuyen a alcanzar ese resultado obtienen beneficios, mientras que los demás pierden dinero. En esencia, hoy contamos con las tecnologías necesarias para domar los incentivos económicos y la especulación, de forma de dirigirla hacia fines socialmente útiles.

¿Álvaro Delgado estaba “barato”?

Yo pensaba que sí. A pesar de apoyar a Yamandú Orsi y considerarlo favorito para el balotaje, las probabilidades que asignaba el mercado a Delgado eran muy bajas. Sin duda su probabilidad de ganar no era 25%, como decía el mercado, sino más cerca del 35% o 40%... pero volvamos atrás un minuto.

En Polymarket, había más de 800.000 dólares apostados en torno al resultado de esta instancia electoral. A pesar de no ser directamente comparable3, el mercado anticipó la victoria de Orsi con mayor contundencia que las encuestas y, quizá más importante, que el ethos de la noche que sugería un resultado muy cerrado. Esta predicción, que incluso llevó a considerar la posibilidad de un empate técnico, nunca quedo reflejada en las probabilidades asignadas por Polymarket: durante noviembre, la probabilidad más baja de victoria para Orsi fue del 69%, mientras que la máxima probabilidad para Delgado rozó el 31%. En efecto, Delgado “no estaba barato”; yo había subestimado la diferencia que sacaría Orsi. El mercado tenía razón.

Obviamente, los mercados no son perfectos ni cumplen los hermosos supuestos que esgrimen sus fundamentalistas. En particular, en mercados donde la apuesta subyacente es sobre un tema que despierta los animal spirits (como la política), donde el volumen de transacción es relativamente bajo (800.000 dólares es poco para este tipo de mercados), y donde existen asimetrías de información (presumiblemente un extranjero tiene menos información que un uruguayo sobre nuestras elecciones), se presentan posibilidades de arbitraje para obtener ganancias.

Y una de estas posibilidades se presentó el domingo del balotaje y fue aprovechada por este humilde columnista: a las 20.30, cuando se conoció la proyección de escrutinio de la Usina de Percepción Ciudadana, la victoria de Orsi todavía cotizaba con casi 75% de probabilidad, por lo que aposté a que así sucedería. Obviamente, esa probabilidad saltó al 100% durante la siguiente hora. Descontando tarifas y demás, la ganancia obtenida sin asumir ningún riesgo y en apenas una hora ascendió al 7% en dólares.

¿Qué hacemos con esto?

Es una buena pregunta, para la cual no tengo más que aproximaciones. Primero, la experiencia regional –particularmente de Argentina– indica que el crecimiento de las apuestas online no reguladas es un problema, particularmente en los jóvenes. Cualquier adolescente de 14 años hoy puede apostar sobre un sinfín de cosas utilizando una interfaz de usuario increíblemente sencilla, y eso representa un problema potencial muy relevante.

Segundo, estas herramientas pueden ser increíblemente útiles para que los tomadores de decisión (en esferas públicas y privadas) tengan información de calidad y actualizada en tiempo real. Sería un desperdicio, por tanto, no pensar en cómo aplicarlo para mejorar nuestras vidas.

Finalmente, podría argumentarse que esto constituye una oportunidad para repensar la relación con el Estado, la toma de decisiones y la tecnología desde una perspectiva que nos permita pensar en nuevas utopías en lugar de levantarnos todos los días viendo cómo los poderosos la utilizan para hacer del mundo un lugar cada vez más hostil.


  1. Timoteo 6:10. 

  2. La gran mayoría de las ideas expresadas en esta sección surgen de las lecturas de los textos de Vitalik Buterin, fundador de Ethereum. 

  3. Una encuesta que mide la intención de voto es cualitativamente diferente a una apuesta binaria sobre si un candidato gana o no, donde no importa el porcentaje por el que gana. 

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