El Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgó el martes su informe diferencial sobre el mercado laboral, distinguiendo la evolución de los principales indicadores entre distintos criterios. Este informe permite desentrañar y dimensionar las heterogeneidades que son propias y estructurales al mercado de trabajo uruguayo, y que suelen quedar soslayadas por el análisis habitual en torno a las cifras expresadas en promedios. Para tener de referencia, en mayo la tasa de actividad para el total país se situó en 63,9%, la tasa de empleo en 58,5% y la tasa de desempleo en 8,5%.
El drama del desempleo juvenil
Una de las diferencias más notorias surge al segmentar la información por tramos etarios, dado que los menores de 24 años exhiben los peores resultados en todos los indicadores, con diferencias significativas con relación al resto de los grupos de edad contemplados. Por un lado, apenas el 42,5% de las personas que tienen entre 14 y 24 años están activas y forman parte de la oferta laboral (tasa de actividad), una cifra que contrasta marcadamente con los registros correspondientes a las personas mayores de 30 años.
Por ejemplo, la tasa de actividad en mayo ascendió a 92,3% para las personas de entre 35 y 44 años, lo que supone una brecha de casi 50 puntos porcentuales entre ambos tramos de la población. De hecho, la tasa de actividad también es superior a 92% en el caso de las personas que tienen entre 30 y 34 años, y se aproxima al 90% entre quienes tienen 25 y 29 años (88,6%) y en el tramo que va de 45 a 54 años (87,9%). La participación baja a partir de los 55 años (64,6%), y es de 15,1% entre las personas que tienen más de 65 años.
Diferencias similares surgen al considerar la tasa de empleo, que sintetiza el porcentaje de personas empleadas con relación a las personas que están en edad de trabajar y nos brinda información sobre la evolución de la demanda laboral (58,5% es la tasa promedio a mayo). En este caso, la tasa de empleo juvenil es de apenas 30,8%, casi 57 puntos porcentuales inferior a la estimada para quienes tienen entre 35 y 44 años (87,7%).
Naturalmente, lo anterior se traslada hacia el indicador que refleja los desequilibrios entre la oferta y la demanda, es decir, la tasa de desempleo. Según el último dato, el 27,5% de los jóvenes (entre 14 y 24 años) buscó trabajo activamente sin éxito, lo que supone una mejora con relación a la estimación de abril, que situó el desempleo juvenil casi en el 30%. Para el resto de los tramos considerados desde esta perspectiva, la tasa de desempleo es, en promedio, cercana al 5%.
Además de las diferencias actuales, la tendencia reciente muestra un deterioro frente a lo ocurrido el año pasado. A modo ilustrativo, el desempleo juvenil es un punto más alto al contrastar el promedio entre enero y mayo de 2024 (27,5%) y el mismo período del año anterior (26,6%).
Naturalmente, el vínculo problemático de los jóvenes con el mercado laboral (que además condiciona su trayectoria futura) se extiende a la informalidad y el subempleo (insuficiencia de horas trabajadas), y también a los salarios. Con respecto a esto último, el informe elaborado por el Instituto Cuesta Duarte sobre los salarios sumergidos (salarios menores a 25.000 pesos por 40 horas semanales de trabajo) es ilustrativo de este fenómeno.
Según se desprende del documento, dentro de este grupo la proporción de trabajadores que son “veinticincomilpesistas” se ubicó en torno a 53% (73.000 personas aproximadamente). Entre ellos, el 12% percibe remuneraciones que no superan los 15.000 pesos (cerca de 16.000 jóvenes). En el otro extremo, apenas el 6% de los jóvenes asalariados gana más de 50.000 pesos líquidos, es decir, apenas 8.700 trabajadores (28% gana entre 25.000 y 35.000 pesos y 13% percibe entre 35.000 y 50.000).
A este respecto, el Cuesta Duarte enfatiza que “los jóvenes no sólo enfrentan tasas de desempleo significativamente más altas y niveles de informalidad sensiblemente mayores, sino que son quienes perciben remuneraciones más bajas, un resultado en principio esperable por su posible menor formación, capacitación y experiencia, pero en una magnitud exageradamente alta que evidencia la inserción excesivamente precaria de este colectivo en el mercado laboral”.
Este es un problema crecientemente preocupante en un contexto de fuerte cambio tecnológico, con empresas incrementando sus procesos de automatización e incorporación de tecnología ahorradora de mano de obra (un fenómeno que ha venido emergiendo cada vez con mayor claridad entre los relevamientos de expectativas empresariales que hace la consultora Exante semestralmente).
Mercado laboral y educación
Asociado con lo anterior, los datos distribuidos por nivel educativo también dan cuenta de problemas estructurales que se exacerbarían ante el avance de la tecnología en los próximos años. En ese sentido, las diferencias que se ocultan detrás de los promedios también son notorias, aunque no alcanzan las magnitudes observadas a partir del corte por edades. En ese sentido, si bien los datos extremos no quedan tan distantes, las disparidades son igualmente importantes y se han ido exacerbando, en particular durante los últimos meses.
En el caso de la tasa de actividad, la mayor distancia se da entre los trabajadores que tienen nivel educativo terciario o superior (82,2%) y quienes cuentan con ciclo básico incompleto (49,9%). Lo mismo ocurre con la tasa de empleo: 80% entre los primeros y 44,7% entre los segundos. Por su parte, en lo que refiere al desempleo, la diferencia entre esas dos poblaciones se ubicó en mayo en torno a 7,6 puntos porcentuales (2,7% y 10,3%, respectivamente).
Más allá de la foto de mayo, la película del último año desnuda una tendencia preocupante en tanto se ha ido ampliando la brecha entre estos dos grupos. Concretamente, al comparar el promedio de los primeros cinco meses de este año con el mismo período del año anterior, el desempleo cae dos décimas entre quienes cuentan con estudios terciarios o más (de 2,7% a 2,5%) y se incrementa tres entre quienes no llegaron a completar el ciclo básico (de 9,9% a 10,2%).
Brechas de género
Desde esta perspectiva, los últimos datos no implicaron cambios significativos para la trayectoria de la actividad y el empleo, aunque en el caso del desempleo la brecha entre hombres y mujeres se redujo con relación a abril. Tanto en el caso de la actividad como en el del empleo la diferencia entre los dos grupos se sitúa actualmente en torno a los 17 puntos porcentuales. En la primera dimensión, la tasa estimada para las mujeres fue de 55,8%, mientras que la de los hombres ascendió a 72,8%. En la segunda, por su parte, esas cifras fueron 50,6% y 67,1%, respectivamente.
En esta desagregación el INE también incluye datos asociados a la calidad del empleo, a diferencia de lo que sucede con el resto de los criterios del análisis diferencial. La informalidad, por un lado, fue de 22,3% para los hombres y 20,4% para las mujeres. En el caso del subempleo, por otro lado, el 7,2% de los ocupados varones trabaja menos horas de las que desearía trabajar, cifra que se estimó en 11,4% para las mujeres.
El informe de salarios del Cuesta Duarte aporta una mirada complementaria sobre esta problemática. Entre las personas ocupadas, el 31% de los hombres percibió en 2023 salarios sumergidos (283.000 personas) y un 9% no alcanzó a superar el umbral de los 15.000 pesos (79.000 hombres). En el caso de las mujeres, fueron cerca de 265.000 las que padecieron esta problemática el año pasado, lo que representa un 35% del total (11% de ellas ganó menos de 15.000 pesos). Entre los asalariados, el porcentaje de mujeres con salarios sumergidos también es algo mayor que el de los hombres (28% frente a 26%).
Los datos según la ascendencia étnico-racial
Por último, el informe del INE permite capturar las distintas lógicas laborales que enfrentan las personas distinguiendo su ascendencia.1 En este caso, las últimas cifras no representan cambios significativos con respecto a las trayectorias recientes (película) y se presentan en el cuadro para el mes de mayo (foto):
Ascendencia | Tasa de actividad | Tasa de empleo | Tasa de desempleo |
---|---|---|---|
Afro/negra | 67,0% | 58,4% | 12,9% |
Blanca | 63,4% | 58,3% | 8,0% |
Otra | 68,7% | 63,4% | 7,8% |
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De la nota metodológica del INE surge lo siguiente: “Se entiende por ascendencia étnico-racial la identificación o autoidentificación de las personas respecto al grupo étnico al que creen tener o se sienten pertenecientes, ya que se identifican con las características culturales y sociales de ese grupo y comparten un sentido de identidad o tradición. Se debe precisar que las categorías elaboradas para el análisis se basan en la percepción subjetiva de la pertenencia racial de las personas, quienes responden acerca de la ascendencia racial que creen tener”. ↩