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Ilustración: Luciana Peinado

Magdalena Furtado: ONU advierte que el desafío más urgente de Uruguay son las mujeres de los sectores más vulnerables

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El escenario más “crítico” en materia de empoderamiento económico de las mujeres es el caso de los “pisos pegajosos”, que refieren a aquellas ciudadanas de los sectores más vulnerables de la sociedad, dijo a la diaria Magdalena Furtado. Ante esta situación, ONU Mujeres lanza un estudio que describe los tres escenarios que afectan el empoderamiento económico de las mujeres en el país y propone medidas para cada uno de los casos.

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Uruguay es uno de los países latinoamericanos con mayor feminización de la pobreza, por lo que enfrenta un reto “crítico” en los “pisos pegajosos”, que son los escenarios donde la vulnerabilidad económica y la desigualdad de género se entrelazan, atrapando a las mujeres y a sus hijos en un ciclo difícil de romper, dijo a la diaria la oficial a cargo de ONU Mujeres en Argentina y coordinadora de Programa de ONU Mujeres en Uruguay, Magdalena Furtado.

“El escenario más crítico es el de pisos pegajosos, porque en los otros las mujeres participan en la economía, en los techos de cristal, por ejemplo, tienen una tasa de participación prácticamente igual a la de los hombres; pero se vuelve crítico cuando falla la posibilidad de tener ingresos propios, de participar en la economía, de salir de la pobreza”, afirmó Furtado, que tiene un Master of Science in Economics por la Universidad Pompeu Fabra.

En el estudio titulado “Escenarios para el empoderamiento económico de las mujeres”, al que accedió la diaria previo a su lanzamiento, previsto para el 9 de setiembre, ONU Mujeres establece tres escenarios que influyen en el empoderamiento económico de las uruguayas: “pisos pegajosos”, “techos de cristal” y “escaleras rotas”.

Con respecto a los casos de pisos pegajosos, en el estudio se señala que son mujeres que poseen “a lo sumo educación media básica e ingresos familiares bajos. Su participación laboral es muy baja en el interior del país (48,6%) y presenta una enorme brecha con la de los hombres (20 puntos porcentuales)”.

La inserción laboral en estos casos es “precaria” (30,5% con subempleo y 60% sin cobertura de la seguridad social) y la tasa de desempleo es “extremadamente elevada” (cerca del 25%). Las que están ocupadas trabajan como limpiadoras de hogares, edificios u hospitales (43%) y como vendedoras, comerciantes o feriantes y cuidadoras de niñas/os y enfermos (40,3%). El 30,2% de las mujeres de entre 25 y 64 años se dedican exclusivamente a los quehaceres domésticos. Asimismo, el 32,4% ya son madres a los 19 años y el 80% lo son entre los 25 y los 29 años. De estas últimas, el 30,7% vive sin pareja en el hogar.

Furtado señaló que esta situación se refleja en que Uruguay es el segundo país de América Latina con mayor feminización de la pobreza (según el índice de la Cepal publicado en 2022), lo que refleja que el escenario de pisos pegajosos es el más desafiante para el país.

Círculo de pobreza

La economista afirmó que estas mujeres enfrentan las mayores barreras para salir de la pobreza, ya que están atrapadas en trabajos mal remunerados y con poca o ninguna posibilidad de ascenso, y tienen muy pocas oportunidades para mejorar su situación económica y la de sus hijos, perpetuando así un círculo vicioso de pobreza.

Por otro lado, en el estudio de ONU Mujeres se habla sobre los techos de cristal, que representan el otro extremo, ya que en ese sector quedan comprendidas las mujeres con educación terciaria. La tasa de participación laboral en este grupo es alta y convergente con la de los hombres. No presentan problemas de empleo (desempleo, subempleo e informalidad) y registran una brecha de ingresos del 15,8%. El 40,4% son profesionales, científicas e intelectuales. En general, postergan la maternidad, sólo el 30% son madres a los 25-29 años y llegan al 70% a partir de los 34 años. El 84,3% de las mujeres que son madres habitan en hogares biparentales y sólo el 8,8% en monomarentales.

El último escenario, que es el de escaleras rotas, es el que comprende a las mujeres que poseen un nivel educativo medio y pertenecen a hogares de ingresos intermedios. Pueden estar insertas en el mercado laboral, pero carecen de redes de protección que les permitan dar saltos de empoderamiento o que les ayuden a prevenir deslizamientos hacia pisos pegajosos.

Hay en Uruguay un problema grande de infantilización de la pobreza y feminización de la pobreza, es decir que, si uno mira con respecto a otros países, vemos que Uruguay tiene el menor indicador promedio de personas pobres, pero su dato con respecto a los niños y las niñas que viven en hogares pobres es altísimo. Y viven sobre todo en hogares monoparentales, con jefatura femenina.

¿Cómo se encuentra Uruguay con respecto a la autonomía económica de las mujeres?

Está en una situación intermedia. Si nosotros miramos el Gender Gap Report, que elabora todos los años el WEF (World Economic Forum), Uruguay está ubicado en el puesto 64, por lo que está en un lugar intermedio en la tabla sólo en el indicador de empoderamiento económico de las mujeres.

A grandes rasgos, Uruguay ha avanzado, más allá de que aún existen brechas. No hay brechas en lo que respecta a la igualdad formal, en las leyes, en las normas, en los decretos, pero sí las hay en lo que llamamos la igualdad sustantiva, que son los resultados en la vida real de las mujeres.

Si miramos indicadores desagregados por sexo, hay brechas en la participación laboral de las mujeres de alrededor de 15 puntos porcentuales, lo que quiere decir que hay una diferencia sustantiva en la población que participa en el mercado laboral de hombres y de mujeres. También hay brechas en los salarios entre hombres y mujeres, que están estimadas en alrededor del 25%. También hay diferencias en la tasa de emprendedurismo, ya que la de los hombres es el doble con respecto a la de las mujeres.

Asimismo existen distancias en la participación de las mujeres en los cargos de decisión en las empresas. Entonces, podría seguir enumerando ejemplos para entender bien qué es lo que pasa en Uruguay. La igualdad formal la tenemos, pero la igualdad sustantiva todavía sigue faltando.

Una segunda característica es la velocidad del cambio. Si bien hemos avanzado, lo que estamos observando es que la velocidad para cerrar esas brechas es muy lenta. Ahí es donde nos queda un sabor amargo y la necesidad de hacer políticas mucho más agresivas para justamente acelerar esa velocidad de cambio.

¿Y cómo repercuten estos desafíos que tiene Uruguay en materia de autonomía económica de las mujeres en el desarrollo y crecimiento de un país?

Repercute directamente y a veces son los efectos que no se visualizan tan fácilmente. Voy a poner un ejemplo. En Uruguay, aproximadamente una de cada dos mujeres participa en el mercado de trabajo, y en el caso de los hombres esa cifra asciende casi al 70%. Si estamos considerando el contexto de Uruguay, que es un país que tiene una transición demográfica avanzada, donde hay un envejecimiento en su población y nacen cada vez menos niños y niñas, ¿cómo hace para sostener a su población dependiente con la tasa de envejecimiento que hay? Si no están naciendo más niños, no va a haber más población joven que ingrese al mercado laboral. Entonces, existe todavía ese espacio en la tasa de participación laboral de las mujeres que podría aumentar.

¿Sería también una solución para las finanzas públicas?

Claro, aumentar la tasa de participación laboral de las mujeres seguramente contribuiría a incrementar los aportes para la seguridad social. La tasa de participación masculina tiene mucho menos margen para aumentar. En cambio, la femenina tiene bastante espacio. Y sobre todo en un país donde incluso las mujeres están más preparadas en cantidad de años educativos, en los egresos de los niveles educativos, que los hombres. Entonces, su participación en el mercado de trabajo remunerado podría contribuir con la sostenibilidad del país en términos económicos.

¿Qué propuestas deberían impulsar los próximos gobiernos para enfrentar las brechas que están sufriendo las mujeres?

Cuando hablamos de políticas públicas tenemos que hablar de una doble caracterización, ya que tendríamos que pensar políticas para distintos sectores. No van a ser iguales las políticas públicas para todas las mujeres: dependiendo de la situación, las mujeres se encuentran en lo que nosotros catalogamos como tres escenarios para el empoderamiento económico.

Magdalena Furtado.

Foto: Ernesto Ryan

El primer escenario refiere a los techos de cristal, que son las mujeres que sobre todo tienen muy buen nivel educativo, que han logrado una inserción laboral muy buena, pero que por diferentes motivos no pueden mejorar o estar en la toma de decisiones, o postergan la maternidad. La otra situación es la que llamamos pisos pegajosos, que son las mujeres que enfrentan los mayores obstáculos de empoderamiento económico, fueron madres jóvenes y su participación laboral es muy baja porque tienen una sobrecarga de cuidados. Y, por último, el tercer escenario es el de las escaleras rotas, que son las mujeres que están en una situación intermedia, donde no se les permite saltos de empoderamiento. Teniendo en cuenta estos tres escenarios, hay diferentes tipos de políticas según dónde se encuentran las mujeres.

¿Cuáles serían las políticas públicas más eficientes?

Para las mujeres que están en pisos pegajosos, la política pública que daría mejor resultado tiene que ver con todo lo que disminuye la pobreza de tiempo que tienen. Es decir, todo lo que tiene que ver con ayudar con el sistema de cuidados. ¿Por qué? Porque esas mujeres de los pisos pegajosos son las que tienen la mayor proporción de su tiempo dedicada al trabajo de cuidados y el trabajo doméstico no remunerado. Entonces, esas mujeres no pueden despegarse de esa situación. Todas las políticas que puedan ampliar o contemplar los cuidados les ahorrarían ese tiempo y les permitirían salir al mercado laboral. Además, son las que tienen menos educación. Entonces, también la educación y la formación para el empleo son muy importantes para este grupo de mujeres.

En el otro escenario, el de las mujeres en los techos de cristal, las políticas tienen que apuntar a repensar tal vez qué trayectorias deberían tener para lograr llegar a los puestos de mayor decisión. Por ejemplo, en una empresa, para llegar a ser gerente general, es crucial pasar por las áreas duras, que, por ejemplo, si estás en marketing o en recursos humanos, seguramente es mucho más difícil. En ese sentido, existe una segregación ocupacional de las mujeres. Entonces, poder ampliar esa trayectoria laboral y también tener políticas activas que valoren contar con paridad en los cargos de decisión, justamente desde las empresas, y que incentiven esa trayectoria laboral.

En el caso de las escaleras rotas, por su parte, tiene que ver con el tema de cuidados, pero también con la limitación que hay en el acceso de bienes o recursos productivos o créditos. En el documento que vamos a publicar el 9 de setiembre se miden los tres escenarios para el empoderamiento económico de las mujeres, con datos actualizados de Uruguay.

Creemos que las políticas para abordar la pobreza infantil tienen que sí o sí tener en cuenta la condición de esas mujeres en esos hogares monoparentales de jefatura femenina. Me imagino que uno de los principales desafíos de los próximos años en Uruguay será justamente este tema, cómo abordarlo, porque si no, el escenario sería crítico a futuro.

¿En cuál de los tres escenarios está fallando más Uruguay?

El más crítico es el de pisos pegajosos, porque en los otros escenarios las mujeres participan en la economía; en el de los techos de cristal, por ejemplo, tienen una tasa de participación prácticamente igual a la de los hombres. Pero es en ese primer caso en que falla más la posibilidad de tener ingresos propios, de participar en la economía, de salir de la pobreza. Entonces, la situación más crítica es la de las mujeres que están en los escenarios de pisos pegajosos. Eso sin duda.

¿Cómo ve a Uruguay en cuanto a la infantilización y la feminización de la pobreza?

Es un tema en el que estamos trabajando en profundidad en Naciones Unidas y por suerte está en la agenda pública. Hay en Uruguay un problema grande de infantilización y feminización de la pobreza, es decir que, si uno mira con respecto a otros países, vemos que Uruguay tiene el menor indicador promedio de personas pobres, pero su dato con respecto a los niños y las niñas que viven en hogares pobres es altísimo. Y viven sobre todo en hogares monoparentales, con jefatura femenina. Y esas mujeres obviamente son las que están en pisos pegajosos y tienen muy pocas posibilidades de romper ese círculo de pobreza y de sacar a esos niños de esa situación de privación.

Creemos que las políticas para abordar la pobreza infantil tienen que sí o sí tener en cuenta la condición de esas mujeres en esos hogares monoparentales de jefatura femenina. Me imagino que uno de los principales desafíos de los próximos años en Uruguay será justamente este tema, cómo abordarlo, porque si no, el escenario sería crítico a futuro. Aquí se está hipotecando a las generaciones más jóvenes y a las mujeres de esos pisos pegajosos. Uruguay es uno de los países de América Latina que tienen mayor feminización de la pobreza.

¿Qué rol juega el sistema de cuidados frente al combate de la feminización de la pobreza?

El sistema de cuidados es fundamental. Sabemos que Uruguay avanzó mucho, pero todavía es importante seguir. Sabemos que, si esos cuidados cubren cuatro horas, es muy difícil que una madre pueda ir y volver a trabajar. Entonces, estamos hablando de hogares monoparentales de jefatura femenina, donde muchas veces hay ausencia de un rol de padre o de distribución de tareas, y hay poca contención de su entorno. Entonces, el sistema de cuidados se torna crucial.

En los casos en que hay otros integrantes del hogar, también es sumamente importante trabajar y avanzar en lo que es la corresponsabilidad de género, que implica poder compartir todas las tareas del hogar para que no recaigan sólo en las mujeres. Este tema, culturalmente, ha avanzado mucho más en los estratos altos y medios, pero no en los bajos.

¿Cuál cree que ha sido el principal debe de Uruguay?

Uruguay tiene un debe bastante importante en relación con las normas sociales, con los estereotipos de género, que se reflejan no sólo en los de empoderamiento económico, sino también en todos los otros temas de las desigualdades. Lo que nos pasa a nosotros es que cuando alguien viene a radicarse a Uruguay nos pide un informe para contar con contexto, y lo que nos dicen es “antes de viajar había leído sobre el país y me llamó la atención el rezago que tienen en algunos indicadores en términos de género”, por ejemplo, en los índices de violencia, la baja participación en la toma de decisión o esta segregación muy marcada en lo que tiene que ver con las funciones en el mercado laboral o los sectores de la ocupación.

Son características que tienen que ver sobre todo con la cultura imperante, con los estereotipos. Creo que ese es el debe más grande que tiene Uruguay y es lo más difícil, porque es lo más estructural también. Si miramos, por ejemplo, los índices de violencia hacia las mujeres que hay en Uruguay, y los comparamos con países que están en el mismo estadio de desarrollo que nosotros, resulta inaceptable.

¿Cómo está Uruguay con respecto al escenario regional?

En términos de desigualdades de género Uruguay tiene bastantes temas pendientes, como pasa en el caso de la violencia, donde no clasifica para nada bien. Por el contrario, se ubica dentro de los países que tienen unas tasas elevadas de femicidios. Con respecto a los indicadores de participación política, Uruguay también es uno de los últimos en la región. Entonces, todo eso creo que tiene que ver justamente con estas características más estructurales, de normas sociales, de estereotipos, de la cultura patriarcal que todavía sigue imperando en Uruguay.

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