El dato
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el incremento de las tensiones comerciales provocado por el incremento unilateral de los aranceles de Estados Unidos al resto de los países desató una amplia gama de políticas en respuesta, desde licencias para la importación hasta controles a las exportaciones y tarifas portuarias. Además, generó distorsiones en materia cambiaria y estimuló el resurgimiento de las políticas industriales.
Al respecto de esto último, y de forma muy general, la política industrial puede ser entendida como el conjunto de esfuerzos orientados a promover industrias o sectores específicos que el gobierno entiende como estratégicos para alcanzar determinados objetivos, como pueden ser la resiliencia de las cadenas de suministro, la promoción de tecnologías verdes, las ventajas geopolíticas o la generación de buenos empleos que promuevan la complementariedad entre el trabajo y la tecnología.1
De forma más concreta, el Instituto Roosevelt define lo anterior como “cualquier política gubernamental que fomente el cambio de recursos de una industria o sector hacia otro, modificando los costos de los insumos, los precios de los productos u otro tratamiento regulatorio”. En ese sentido, el espíritu de estas políticas pasa por “modificar los resultados de la actuación del mercado para ponerlos en concordancia con los objetivos económicos y sociales generales de un país”.
El contexto
A la hora de defender la competitividad de sus exportaciones y proteger su industria nacional, además de responder a la imposición de aranceles, los países pueden recurrir a las llamadas “barreras no arancelarias”, regulaciones o decisiones de política, que limitan la entrada de bienes y/o servicios, así como las condiciones en las que llegan a un país.
Además de las medidas mencionadas anteriormente, las barreras no arancelarias pueden abarcar cambios regulatorios que, a primera vista, no se vinculan de forma directa con el comercio. A modo de ejemplo, podrían tratarse de requisitos sanitarios o certificaciones muy estrictas para determinados productos agrícolas o industriales, lo que en la práctica genera un incremento de los costos y del tiempo para su importación.
¿Por qué aumenta el uso de las barreras no arancelarias?
Al tratarse de regulaciones o decisiones de política interna de los países, las barreras no arancelarias son una herramienta útil a la hora de proteger a sectores específicos, además de que se pueden implementar sin incumplir de forma “directa” con los acuerdos comerciales de carácter arancelario con otros países.
Es por esto que, en el marco de las actuales imposiciones de aranceles y posteriores negociaciones comerciales con Estados Unidos, las barreras arancelarias han ganado notoriedad, no sólo como una medida económica, sino también como una herramienta a la hora de negociar con otros países. Así, la amenaza de prohibir o restringir las exportaciones de ciertos bienes o servicios que pueden resultar cruciales para el funcionamiento de otra economía (como es el caso de las tierras raras) incrementa la capacidad de negociación de ese país para obtener mejores condiciones arancelarias o de otro tipo.
¿Qué implicancias económicas tiene el aumento de las medidas no arancelarias?
Si bien estas medidas son útiles para proteger la economía nacional de la competencia externa, no son inocuas. Al incrementar los costos de entrada de ciertos productos, se corre el riesgo de desincentivar a las empresas locales a competir e innovar, lo que a la larga puede provocar un menor ritmo de crecimiento de la productividad, deteriorando así la competitividad y enlenteciendo el crecimiento económico.
Por otra parte, al incrementar los costos de entrada de ciertos productos importados, se incrementa el costo de vida de la población, alimentando nuevamente el resurgimiento de la inflación y, por esa vía, erosionando el bienestar en términos generales.
Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.