El dato
En 2024 el crédito del sistema bancario representó el 32% del PIB, después de aumentar 3,6 puntos con respecto a los niveles observados hace una década. Durante este período la cartera de préstamos de la banca privada y pública en su conjunto se expandió en todos los rubros, exceptuando la industria, que muestra una leve contracción en términos del PIB.
¿Qué implica lo anterior?
El crédito es una herramienta que permite a los distintos agentes de la economía obtener financiamiento para sus proyectos; las familias pueden acceder a crédito para comprar una vivienda o para afrontar emergencias, por ejemplo, y lo mismo ocurre con las empresas cuando necesitan adquirir nueva maquinaria o tecnología, abrir nuevas sucursales o afrontar gastos extraordinarios.
En esa línea, una expansión del crédito, dentro de ciertos límites razonables (es decir, que no alimente la problemática del sobreendeudamiento), representa una buena noticia para la economía en su conjunto, ya que implica que hay iniciativas y proyectos que no se ven postergados por la falta de recursos en el presente. En términos macroeconómicos, además, el país no presenta actualmente un ratio elevado de crédito como porcentaje del producto, por lo que existe margen para incrementar su penetración en la economía.
Con relación a esto último, debe tenerse en cuenta que, en paralelo con la expansión del crédito que sugieren los últimos datos, la morosidad del sistema bancario se ha mantenido en niveles bajos. En concreto, la morosidad se ubicó en torno al 1,6% del crédito total en 2024. De hecho, desde 2010 a esta parte esa cifra se ha mantenido por debajo del 5%.
¿Qué implican los cambios en la composición del crédito bancario durante los últimos 20 años?
Otra dimensión relevante del análisis supone desentrañar qué ha pasado en las últimas décadas con la composición del crédito según los distintos sectores. En este sentido, se observa que, con relación a los últimos 20 años, la composición ha cambiado de forma sustantiva.
El crédito a las familias (consumo e hipotecas) más que se duplicó durante esa ventana, volviéndose el mayor destinatario del crédito bancario. Esto refleja, en parte, la mayor bancarización de la población, además de la mayor capacidad de pago de esas familias. En esa línea, el financiamiento bancario de la construcción de viviendas también se amplió, aunque sigue representando un porcentaje pequeño del crédito bancario total (pasó de 0,2% a 1,5%).
Por otra parte, mientras el crédito a la industria manufacturera se redujo como porcentaje del producto, en línea con el menor crecimiento y las dificultades estructurales del sector, los bancos ampliaron sus préstamos al sector agropecuario, como también lo hicieron en el caso del comercio y los servicios. Entre otros factores, esto ha contribuido al proceso de expansión de estas actividades durante el período bajo análisis.
En particular, como ilustra el gráfico, los bancos han canalizado mayor crédito hacia los hogares, un hecho positivo dado su rol como dinamizador de la demanda interna, pero que evidencia un perfil más orientado hacia el consumo. Esto tiene como contrapartida, entre otras cosas, una pérdida de participación en el caso de otros destinos, en particular aquellos asociados con el financiamiento de proyectos productivos de mediano y largo plazo.
En ese sentido, no sólo importa cuánto dinero prestan los bancos, sino también para qué destinos lo prestan. Luego de una década de bajo crecimiento económico, se torna crecientemente relevante discutir los mecanismos de financiamiento disponibles para expandir las capacidades productivas de la economía y financiar la expansión de los distintos sectores de actividad. A esto apuntan, por ejemplo, algunas medidas contenidas en el proyecto presupuestal que se está discutiendo actualmente y que está impulsando también el Banco Central a efectos de avanzar en la desdolarización y de consolidar niveles más bajos de inflación que terminen de anclar las expectativas de los agentes en torno a la meta.
El problema del sobreendeudamiento más allá del crédito bancario
Obviamente, cuando se analiza la evolución del crédito, debe tenerse en cuenta las múltiples aproximaciones que son inherentes al tema, en particular el problema de sobreendeudamiento que padece una parte relevante de la población, como evidencian las iniciativas e investigaciones que se han ido acumulando en los últimos años y que buscan mitigar la dramática situación que afecta a muchos hogares.
A modo de ejemplo, el Departamento de Economía y la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de la Facultad de Ciencias Sociales lanzaron hace unos meses una herramienta para sistematizar y ordenar información clave sobre las tasas de interés que cobran las distintas instituciones financieras que operan en nuestro país.1 Esta iniciativa forma parte de un conjunto más amplio de esfuerzos que han sido promovidos desde esta institución para mitigar los problemas derivados de la publicidad engañosa y de la falta de transparencia que caracteriza al mercado de crédito en algunos segmentos.
De hecho, se trata de una suerte de “epidemia”2 que padecen muchas familias de nuestro país, como también queda de relieve al analizar las diversas iniciativas legislativas que se han promovido con mayor o menor éxito en los últimos años. A este respecto, según advierte un estudio realizado por investigadoras de esta institución, cerca de 801.764 personas (uno de cada tres adultos) se encontraban en situación de default, una situación que se configura cuando el atraso para el cumplimiento de la obligación supera los 90 días.
Meses atrás, Graciela Sanromán y Lucía Bertoletti (dos de las investigadoras que han venido trabajando más sobre estos temas) advertían, en diálogo con la diaria, que, “si bien las prácticas de préstamos responsables y las decisiones de endeudamiento informadas pueden conducir a resultados positivos, las tasas de interés elevadas pueden atrapar a las personas en un ciclo de endeudamiento, erosionando su seguridad financiera y exacerbando potencialmente las desigualdades sociales”.3
Al analizar la evolución reciente de esta problemática, las especialistas identifican una que se ha ido agudizando en las últimas tres décadas y que, si bien “puede atribuirse en parte a la creciente aceptación del crédito como herramienta para gestionar las fluctuaciones financieras y garantizar un nivel de vida estable, incluso ante gastos imprevistos o interrupciones de los ingresos, [...] es crucial reconocer que el crédito al consumo sólo es beneficioso en ciertas ocasiones, y su idoneidad como producto financiero varía considerablemente según los distintos segmentos de la población”.
En la misma línea se expresaba recientemente la economista Elisa Failache, que, entrevistada por este medio, indicó que, de acuerdo con un estudio realizado por el grupo de trabajo Endeudamiento ¡Uy!, más de un tercio de quienes tienen relación con el crédito presenta dificultades para pagar y casi la mitad declara sentir miedo y preocupación por sus deudas.4
Este no es un problema acuciante si se restringe el análisis al sector bancario, pero sí lo es cuando se expande para recoger lo que sucede con los vínculos que se generan con otras instituciones financieras formales y, por supuesto, con las opciones que emergen al margen de la economía formal y que están capitalizando crecientemente la agudización de esta problemática entre los segmentos más vulnerables de la población.
Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.
-
“Herramientas ciudadanas: sobre la problemática del endeudamiento y los esfuerzos promovidos desde la Facultad de Ciencias Sociales”, la diaria. ↩
-
Hacen falta estrategias para que 800.000 personas puedan salir de una situación de default. ↩
-
Bertoletti, L, Borraz, F y Sanromán, G (2024). Deuda por consumo y pobreza: la brecha de riesgo de impago. Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. ↩
-
“Las deudas son un tabú para los uruguayos: el 66% no quiere hablar del tema”, la diaria. ↩