El dato
La deuda pública mundial alcanzó niveles récord, situándose cerca del 95% del PIB global, según el último informe del Fondo Monetario Internacional (elaborado en abril). Las proyecciones de abril de este año indican que esta cifra continuará en aumento durante los próximos años, superando el 95% en 2025 y alcanzando el 100% para finales de esta década.
De esta manera, se consolida una tendencia que se viene intensificando desde 2020, cuando la irrupción de la pandemia obligó a las economías a desplegar estímulos fiscales sin precedentes. Este nuevo escenario contrasta fuertemente con las proyecciones realizadas en abril de 2019, cuando se esperaba una menor tendencia al alza para la deuda del sector público.
El contexto
En efecto, el aumento de la deuda global refleja la respuesta de los gobiernos frente a una serie de crisis encadenadas. Especialmente, la pandemia de covid-19, que obligó a un incremento considerable del gasto público para sostener la actividad económica, los ingresos de los trabajadores y sus familias, los sistemas de salud y a las empresas.
A esto se sumaron los efectos económicos de la guerra en Ucrania, las recientes tensiones comerciales y el costo de la transición energética.
Además, muchas economías enfrentan presiones fiscales crecientes por el envejecimiento poblacional, un fenómeno que dificulta la sostenibilidad de la seguridad social, y también por la necesidad de inversiones en áreas críticas como la infraestructura, la educación y la defensa, entre tantas otras.
Implicancias para la economía mundial
Un mundo más endeudado implica un menor margen de maniobra fiscal para enfrentar nuevas crisis o para financiar grandes inversiones a largo plazo. Además, en la medida en que los intereses a pagar por la deuda sigan aumentando, eso puede llevar a una reasignación del gasto público –menos recursos para inversión y educación, entre otras áreas, y más para pagar intereses– y aumentar el riesgo de inestabilidad financiera, especialmente en economías con situaciones fiscales débiles.
Ese menor margen de maniobra fiscal se produce en un contexto de creciente incertidumbre y perspectivas de crecimiento más débiles, limitando así el uso de la política fiscal a la hora de impulsar el crecimiento de la economía global. Esto refuerza la importancia de retomar y fortalecer aspectos como la gobernanza fiscal, la transparencia de las finanzas públicas y la vigencia de las reglas fiscales, que se vuelven más relevantes que nunca.
Implicancias para Uruguay
Para un país pequeño y abierto como Uruguay, el contexto internacional de deuda elevada presenta desafíos. Los mayores niveles de endeudamiento pueden encarecer el acceso al financiamiento externo, dificultando así la financiación necesaria para realizar inversiones o para financiar políticas en áreas específicas como la pobreza infantil. Además, lo anterior dificulta el objetivo de consolidar mayores niveles de crecimiento económico.
Sin embargo, los mercados valoran positivamente la estabilidad y la prudencia fiscal, dos características que Uruguay ha cultivado en las últimas décadas y que se ven reflejadas por el bajo nivel relativo de nuestro riesgo país (en comparación con otros países de la región).
En síntesis, sostener una trayectoria de deuda sostenible, diversificar fuentes de financiamiento y consolidar la credibilidad fiscal serán clave tanto para mantener el acceso a financiamiento externo como para estabilizar la trayectoria de nuestra deuda, frente a un mundo más incierto, menos dinámico y más endeudado.