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Jerome Powell, presidente de la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos, sale de una conferencia de prensa, el 7 de mayo, en Washington.

Foto: Brendan Smialowski, AFP

La Reserva Federal versus Donald Trump

4 minutos de lectura
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A pesar de las sucesivas críticas del presidente estadounidense, la principal autoridad monetaria del mundo mantuvo incambiada su tasa de interés y advirtió sobre los riesgos del escenario actual.

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La Reserva Federal de Estados Unidos (FED), emisor de la moneda de reserva global, mantuvo ayer sin cambios su tasa de interés en el rango que va de 4,25% a 4,5%. Esa decisión, cuyos impactos potenciales se extienden a lo largo y ancho del planeta, va en contra de los deseos –caprichos– de Donald Trump, que hace meses viene criticando fuertemente el accionar del presidente de la institución, Jerome Powell. En sus propias palabras: “Powell debería haber bajado la tasa de interés hace tiempo, pero sin duda tiene que hacerlo ahora. Siempre llega demasiado tarde y se equivoca. ¡Su despido no puede esperar!”.

Este tipo de declaraciones, cada vez más comunes y normalizadas, revisten una importancia clave en términos de la institucionalidad, en tanto la FED es una institución autónoma e independiente (uno de los motivos que están detrás del papel que desempeña el dólar en el sistema financiero mundial). Este es uno de los motivos que podrían esgrimirse para controvertir el futuro del dólar en el sistema internacional dentro de algunas décadas.

Si bien todavía no hay un sustituto claro para ocupar su lugar, esta degradación institucional que ha venido alentando Trump tendrá eventualmente consecuencias profundas y podría quitarle a Estados Unidos el llamado “privilegio exuberante” de ser el emisor de la moneda y la deuda que todo el mundo demanda.

La razón de los ataques

La tasa de política monetaria es el instrumento que utiliza la FED para gestionar la política monetaria, uno de los brazos ejecutores de la política económica. Cuando la tasa es baja (y la política monetaria es expansiva), la actividad se ve estimulada, dado que el crédito se abarata y eso favorece el consumo y la inversión. Por eso, la FED, como el resto de los bancos centrales del mundo, bajaron las tasas fuertemente luego de que irrumpió la pandemia.

Por el contrario, cuando la tasa es alta (y la política monetaria es contractiva) ocurre lo contrario: la actividad sufre porque se encarece el crédito. Justamente esta es la intención: enfriar la dinámica económica a efectos de controlar el avance de los precios. Por eso la FED, y el resto de los bancos centrales del mundo, aumentaron la tasa de interés una vez que se aceleró la inflación (luego de la pandemia y de la guerra).

Simplificadamente, lo anterior describe el dilema o la tensión que está detrás de la gestión de la tasa de interés, que es algo así como la “perilla” del dinero: puede encarecerlo (si se eleva) o abaratarlo (si se reduce), y eso tendrá efectos contrapuestos sobre la actividad y la inflación.

Obviamente, y más allá de que ha hecho todo lo contrario desde que asumió, la aspiración de Trump es promover el mayor crecimiento posible de la economía estadounidense. ¿Cómo podría, si no, “hacer grande a Estados Unidos de nuevo”? Es por este motivo que ha venido apuntando su artillería contra Powell, que entiende que la inflación aún no está controlada y que sería un error reducir ahora esa famosa tasa de interés.

De hecho, la avanzada arancelaria no hará otra cosa que elevar todavía más esos riesgos inflacionarios, en tanto el aumento del proteccionismo supondrá mayores costos de producción y restringirá la oferta de muchos bienes. En línea con esto, las expectativas inflacionarias se han ido alejando de la meta que establece para los precios la FED (2%).

Es ilustrativo señalar, a este punto, que el Banco Central de China recortó su tasa de interés días atrás, justamente para compensar los impactos negativos que tendrá la guerra arancelaria sobre el desempeño de la actividad.

Los riesgos que visualiza la FED

En su esperada conferencia, el presidente de la FED, además de anunciar que no tocará la perilla del dinero, indicó que las futuras acciones estarán guiadas por la evolución de los datos (“data dependiente”). Como dato curioso, durante los primeros 12 minutos de su exposición señaló seis veces que “esperarán y verán” (“wait and see”).

Esta postura no es otra cosa que la reacción normal ante un contexto de incertidumbre inusitadamente elevado, que empieza a estar atravesado por el riesgo de caer en una “estanflación”, es decir, una situación de estancamiento económico y aumento sostenido de precios. Powell no hizo referencia directa a este término, pero básicamente sugirió que los “riesgos de mayor desempleo y más inflación han aumentado”.

En parte, estas preocupaciones ya se han visto plasmadas en las proyecciones de los principales organismos internacionales. En particular, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó ocho décimas sus estimaciones de crecimiento para Estados Unidos en 2025 y 2026, advirtiendo el complicado dilema que tiene por delante la FED. Debe tenerse presente, también, que el PIB estadounidense se contrajo 0,3% durante el primer trimestre y que la probabilidad de que enfrente una recesión (es decir, que acumule dos trimestres consecutivos de caída) se ha venido incrementando.

En efecto, el panorama para Estados Unidos es de un menor crecimiento y de mayor inflación, dos características que se extienden y afectan la economía mundial: el FMI recortó cinco décimas el crecimiento mundial previsto para este año (de 3,3% a 2,8%) y tres décimas el del año que viene (de 3,3% a 3%). Esto surge de una revisión bajista que afectó a 127 economías, que entre ellas representan cerca del 86% del PIB global.

La tasa de interés más allá de Estados Unidos

La tasa de interés estadounidense es, por ahora, la tasa libre de riesgo que se considera para calcular el costo del financiamiento que enfrentan los países. Concretamente, el resto de las economías paga la tasa libre de riesgo (la de los títulos norteamericanos) más una prima por no ser Estados Unidos (el llamado riesgo país).

Por eso, si todo permanece constante, una tasa de interés más alta en aquel país encarece el acceso a financiamiento para el resto y condiciona la captación de flujos de capital. Además, afecta el valor del dólar y, por esa vía, el precio de las materias primas, que en general se mueve en espejo. Si la tasa aumenta, el dólar tiende a fortalecerse globalmente y empuja hacia abajo el precio de los commodities. Por eso es tan relevante esta discusión para un país como el nuestro, a pesar de que pueda sonar a veces distante.

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