“No es amor, es trabajo no pago” es una de las consignas del movimiento feminista a la hora de poner sobre la mesa la cuestión de los cuidados. A las mujeres, por su rol de género, les toca cuidar. El debate actual circula en torno a la inclusión de los varones en las tareas de cuidados y en el compromiso de otros actores sociales que deben estar involucrados en estas tareas para evitar la sobrecarga de las mujeres.
En México los cuidados son un derecho constitucional. Y, al igual que en Uruguay, lo propuesto desde los gobiernos llega antes que el cambio cultural. Una de las principales críticas que le hacen los movimientos feministas mexicanos y la Red de Cuidados de México a la futura ley –que aún no se ha aprobado– es que está centrada, casi exclusivamente, en los servicios y no en las personas. A principios de este mes, Uruguay fue sede del Primer Congreso Latinoamericano sobre Estudios de Género y Cuidados. Contó con la presencia de más de 300 asistentes y se presentaron casi 180 ponencias, entre ellas las de Edith Pacheco, demógrafa y profesora investigadora del Colegio de México. Pacheco conversó con la diaria sobre los desafíos de construir el derecho a los cuidados y de lograr un cambio en la práctica de estos.
¿Por qué al hablar de cuidados también se habla de género?
Estoy convencida de que es el núcleo duro de las desigualdades. En los cuidados se refleja una de las dificultades a más grandes para modificar ciertas actividades que permitan reducir las desigualdades de género. Ese es el punto central y está anclado en algo muy clásico: la división sexual del trabajo, división que ha sido inequitativa a lo largo del tiempo.
¿En qué estado están los estudios sobre esta temática en México?
A nivel cuantitativo hay mucha producción, más que nada desde la perspectiva de visibilizar las inequidades de género en la distribución del trabajo de cuidados. Hemos intentado dejar en claro que el trabajo de cuidado incluye tanto los cuidados directos, cara a cara, como puede ser bañar a un niño o darle de comer, hasta los cuidados o tareas que hacemos de manera indirecta pero que sirven para cuidar. Porque para darle de comer a un niño tuviste que haber cocinado antes, y eso es parte del trabajo doméstico. Ese cuidado indirecto es un sustento básico para el cuidado directo. Por otro lado, en México hay un análisis que tiene que ver con los hombres que participan en el cuidado pero más asociados a las tareas que son de juego, de cuidados fuera de casa, como puede ser acompañar a los niños al fútbol o llevarlos al cine. Ese tipo de cuidado es más recreativo que el que implica un ejercicio cotidiano de reproducción social y de bienestar de quien se cuida.
¿Cuándo comenzaron a problematizar y a estudiar los cuidados?
El cuidado como concepto apareció en este siglo. Pero, en realidad, desde 1970 estaba presente la preocupación por el trabajo doméstico, incluido el cuidado. Cuando se hablaba de trabajo doméstico, se refería a todas las tareas cotidianas y también a las de cuidar a los niños y a los ancianos. El trabajo doméstico era todo eso a lo que hoy le decimos “trabajo no remunerado”. Pero en este siglo se generó la preocupación de consolidar el concepto de “trabajo de cuidados”. Lo que pasó en México, desde mi punto de vista, es que en el siglo pasado se le puso atención a la inserción de la mujer en el mercado de trabajo. Estábamos muy centrados en estudiar qué características tenía esa inserción y, cuando llegamos a un cúmulo de conocimiento, llegamos a la conclusión de que no lo podemos explicar si no explicamos el otro trabajo: el trabajo no remunerado que realiza la mujer. Porque, en realidad, es esa carga global de trabajo la que hace que exista la desigualdad de género.
El cuidado como derecho
“Toda persona tiene derecho al cuidado que sustente su vida y le otorgue los elementos materiales y simbólicos para vivir en sociedad a lo largo de toda su vida. Las autoridades establecerán un sistema de cuidados que preste servicios públicos universales, accesibles, pertinentes, suficientes y de calidad y desarrolle políticas públicas. El sistema atenderá de manera prioritaria a las personas en situación de dependencia por enfermedad, discapacidad, ciclo vital, especialmente la infancia y la vejez y a quienes, de manera no remunerada, están a cargo de su cuidado”. Artículo 9, inciso B de la Constitución Política de la Ciudad de México, que entró en vigor el 17 de setiembre de 2018.
En setiembre de este año el cuidado en Ciudad de México se convirtió en un derecho constitucional. ¿Qué tan significativo es esto?
Las feministas en México lo lograron de una manera muy fortuita. Quienes participaron en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México cuentan que cuando plantearon el derecho al cuidado los grupos de derecha pensaron que era “la atención a la familia”, y por eso apoyaron la idea. Ellas mismas nos dicen que guardaron silencio cuando se dieron cuenta de lo que pasaba –y pasa–, y no les aclararon que la idea era reducir las desigualdades de género. Porque esa era la única forma de que apoyaran la iniciativa. Si se hubiera planteado reducir las desigualdades de género, iba a ser difícil lograrlo. Esta es una lucha de décadas de las feministas, y creo que finalmente en la Ciudad de México se logró. Esta es una ciudad muy diferente al resto del país, donde prima la concepción de vida tradicional. Ciudad de México ha logrado muchas cosas, por ejemplo el derecho al aborto o la unión entre personas del mismo sexo. Lo que se logra allí va impulsando el cambio en el resto del país. Este derecho está consagrado solamente por la Constitución de la Ciudad de México. Quisiéramos que fuera una política nacional, pero no es así. A nivel nacional, los cuidados están asignados a una comisión para erradicar la discriminación. Está muy anclado en el problema de la atención y de los servicios en el país. Esta estrategia, desde la lógica feminista, resulta insuficiente. Por eso es que el planteo de un sistema de cuidados es central. Y aunque quede en la Constitución, es importante que esa ley, que dará vida al Sistema Integral de Cuidados, formule elementos que encaminen hacia una visión feminista para reducir las desigualdades.
¿Cómo se ve desde México el Sistema Nacional Integrado de Cuidados de Uruguay?
Para nosotros es muy esperanzador que aquí haya un sistema de cuidados. Sabemos el tipo de país que nosotros tenemos, y sabemos que Uruguay es un país pequeño en el que quizá fue mucho más fácil articular una política nacional de cuidados. Pero desde Ciudad de México hay un órgano –o había, porque ahora con el cambio de gobierno no se sabe– que hizo reuniones sobre el trabajo en cuidados y Uruguay fue invitado a compartir su experiencia. Lo que nos dicen es que tengamos paciencia, que es una lucha de años, que no es algo que cambie de la noche a la mañana, y que incluso a veces hay retrocesos. Pero el caso uruguayo ha sido un ejemplo, en todos los sentidos. Sobre todo para impulsar en México la posibilidad de que exista un sistema nacional de cuidados.
Muchas veces, las leyes se adelantan al cambio cultural que requiere este tipo de temáticas. ¿Está presente en la ciudadanía la noción de que es necesario reformar el estado actual de los cuidados en México?
En la sociedad está muy poco instalado el tema, a pesar de que es parte de la vida cotidiana de todos nosotros. Todos somos sujetos de cuidados: todos cuidamos y a todos nos cuidan. Sin embargo, sigue presente la idea de que es una cuestión privada, que no debe ser resuelta de una manera pública ni como sociedad. Hay grupos muy interesados en apoyar esta futura trayectoria, y más ahora que hay cambio de gobierno. Los que aprobaron que en la Constitución estuviera el derecho al cuidado ya no están. Entonces puede haber una especie de regresión. Queremos incidir en la sociedad para que se entienda que si no hay un sistema de cuidados, va a ser muy difícil resolver la fuerte carga de trabajo no remunerado llevada adelante fundamentalmente por mujeres.
¿Cuáles son las perspectivas a futuro desde la Red de Cuidados de México?
La Red de Cuidados de México se formó hace un año y medio. Nuestra primera tarea fue revisar la propuesta de ley. El colectivo se desilusionó un poco porque, si bien logramos el derecho en la Constitución, en la ley no queda tan claro por dónde se quiere ir. Una de las tareas centrales es la evaluación de la propuesta de ley. Trataremos de conectar con el nuevo gobierno para plantearle dónde vemos las dificultades de la propuesta de ley y también trataremos de incidir en la Asamblea Constituyente nueva para que cambien algunos de los aspectos que sentimos que no van en el camino de cumplir verdaderamente con el derecho al cuidado. La ley está muy enfocada en qué tipos de cuidados se tienen que prestar; creemos que si solamente se queda en eso, no vamos a avanzar hacia un sistema nacional de cuidados.
Miradas latinoamericanas
El Primer Congreso Latinoamericano sobre Estudios de Género y Cuidados se celebró entre el 5 y el 7 de noviembre en Montevideo. Fue llevado adelante por el Grupo de Investigación de Sociología de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, integrado por Karina Batthyány (coordinadora), Natalia Genta, Valentina Perrota y Sol Scavino.
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