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Marcela Pini en las Jornadas de Debate Feminista, el 16 de julio.

Foto: Mariana Greif

Marcela Pini: “El cambio cultural que habilita la inclusión de la disidencia como parte de la diversidad social aún no se logró de manera definitiva”

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Para la psicóloga y activista, la campaña por la ley trans “abrió puertas”

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“No se deroga la ley trans”, cantaban al unísono decenas de personas en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo, y muchas sacudían los ya emblemáticos pañuelos amarillos. Mientras tanto, al frente de la sala, la psicóloga y activista trans Marcela Pini hablaba sobre psicoanálisis, transfeminismo y subcultura trans en lo que fue la conferencia principal del segundo día de las Jornadas de Debate Feminista organizadas por los colectivos Cotidiano Mujer y Encuentro de Feministas Diversas.

Pini avisó desde el principio que todos los temas sobre los que ahondaría en la ponencia estarían atravesados por su experiencia. Es que su vida –una de luchas y resistencias– representa el camino que transitan muchas personas trans. Pini ingresó a la Facultad de Psicología a mediados de los años 90 después de haber explorado otras carreras, y sintió que había llegado ahí para quedarse. Pero un tiempo después inició el proceso de transición de género y tuvo que abandonar los estudios. Cambió la facultad por el trabajo sexual. Durante ese período vivió todo tipo de violencias y también conoció el horror de la cárcel, que no tiene piedad cuando además de mujer sos trans y puta. En 2013 pudo retomar los estudios de Psicología, tres años después se convirtió en la primera mujer trans del país en convertirse en licenciada.

La formación profesional la interpeló desde el inicio, porque se encontró con un mundo en el que no había lugar para las identidades trans. Este fue uno de los focos en los que se detuvo en la conferencia del martes pasado. “El psicoanálisis no atiende o no recibe los sufrimientos de las nuevas subjetividades contemporáneas”, cuestionó Pini, y habló de una práctica que hasta hace poco “no estaba afuera de las reproducciones de la heteronormatividad como sistema regulador”. Sin embargo, aseguró que la teoría psicoanalítica ha empezado a revisar sus prácticas a partir de la “evidencia irrefutable de los estudios de género”, y también en reacción al movimiento social.

Para Pini, que el psicoanálisis se revise en este sentido es importante porque, de la misma forma en que las personas trans tienen dificultades para acceder al sistema de salud, tampoco llegan a terapia. “Pensemos en el peso que tiene el poder conversar sobre nosotres y escuchar nuestro propio sufrimiento en un espacio con otros”, reflexionó la activista. “A mí la psicología me salvó la vida”, agregó, contundente, ante el silencio total del público. “Yo no estaría acá si no hubiera hecho terapia. Hay muchas personas trans que no pueden acceder a eso, ni siquiera tienen la oportunidad de representación mental de que hay alguien que puede escucharlos, y cuando no tenés la representación mental que tiene el otro que te puede escuchar es una sentencia de muerte”, aseguró.

La psicóloga dijo que estos desafíos tienen que combatirse “desde los márgenes y desde lo hegemónico, desde el movimiento social y desde la academia”. Y agregó: “Habilitar la cultura de lo trans es habilitar la voz. En ese camino estamos”.

Subcultura trans

“¿Qué siento al estar hoy aquí? Me cuesta encontrar lugares comunes, apelar al orden de lo simbólico y de lo imaginario. No tengo representaciones a las cuales recurrir para poder decirme en este espacio porque estos espacios, incluso los feministas, también son nuevos para las identidades trans”, dijo Pini al iniciar la conferencia. Su presencia central en ese salón se trata, a su entender, del resultado de un “cambio cultural” que empieza a producirse.

Pero en ese proceso, dijo, es fundamental que las identidades trans construyan cultura. Y no hay cultura sin memoria. Esto llevó a Pini a preguntarse: “¿Cómo se construye memoria a partir de la exclusión, a pesar del dolor, del sufrimiento, de la tranca sistemática de los peores tiempos?”. Recordó el encierro sistemático junto a sus compañeras cuando era trabajadora sexual, las noches tiradas en el piso del patio de jefaturas, el sexo con milicos a cambio de que no las llevaran en cana, el refuerzo de mortadela que les permitían salir a comprar para no morirse de hambre. Hablar de cultura trans es meterse en todo esto. “Adentrarse en la realidad olvidada es necesario para saber quiénes somos, de dónde venimos y cuáles han sido nuestras luchas personales y colectivas”, afirmó Pini. También para que las próximas generaciones conozcan el camino recorrido y puedan “tener identificaciones” propias, que salgan del modelo hegemónico de lo trans.

Por otra parte, la psicóloga explicó por qué para ella hay que hablar de “subcultura trans” y no tanto de “cultura trans”. “Podemos empezar por preguntarnos qué significa el prefijo ‘sub’, ¿no? ¿Hay algo de lo inferior, de otra cosa en el sentido analítico, del margen, de lo que no se ve, de lo innominable, de subversivo? Sí. La supervivencia de las identidades trans que habitan la disidencia sexual genérica ha sido producto de la vivencia común del sufrimiento y de la exclusión, de esa marginalidad a la que nos ha llevado la cultura heteronormativa, neoliberal y machista”, aseguró Pini. “Como nos dice [la filósofa estadounidense, Judith] Butler, las mujeres, las personas de género no confortantes y las minorías sexuales generalmente están mal reconocidas o no reconocidas. Cuando alguien vive en el cuerpo que está mal reconocido sufre insultos, acoso, prejuicio cultural, discriminación económica, violencia policial o patologización psiquiátrica. Esto conduce a una manera de vivir bajo la sombra o como sombra, no como un sujeto humano sino como un fantasma”, agregó.

“La cultura trans es sub porque es subversiva”, remató, “y hay construcción cultural porque, como expresa [Sigmund] Freud, la cultura obedece a la pulsión erótica interior y la obliga a unir a los hombres, diría él, aunque yo diría que nos obliga a unir a las mujeres”. E insistió en esto último porque considera que la cultura de las personas trans fue construida por “las corporalidades feminizadas, las travestis y las transexuales”. “Ahí empiezan los puntos de contacto con el feminismo”, agregó, que son precisamente “los contactos con la vivencia de la violencia sobre nuestros cuerpos”. Antes de terminar la exposición sobre este punto, Pini quiso aclarar: “No queremos que sean como nosotres, pero tampoco queremos que no quieran ser como nosotres. No queremos la bondad, no pedimos privilegios, tan sólo pedimos igualdad y dignidad”.

Habilitar la inclusión

La exclusión histórica que han padecido y padecen las personas trans y las disidencias sexuales de las instituciones es uno de los elementos a los que debe apuntar este “cambio cultural” que menciona Pini. Según dijo, todavía queda tela para cortar. “El cambio cultural que habilita la inclusión de la disidencia sexogenérica como parte de la diversidad social aún no se ha logrado de manera definitiva”, afirmó la referente trans en ese sentido.

Pero empiezan a soplar vientos de cambio en el país, especialmente después de lo que generó la campaña nacional a favor de la Ley Integral para Personas Trans. “Estamos viviendo tiempos históricos en Uruguay en la cartera de derechos. Se han promulgado leyes que podrán aportar al cambio cultural, a que lo sub y lo dominante comiencen a dialogar”, dijo Pini. Una vez más puso su propia experiencia como ejemplo: contó que en la clínica particular donde trabaja atiende a personas que no necesariamente transitan la disidencia sexual. “Vaya si ha sido largo el camino para que algunas personas heterosexuales y heteronormativas hoy elijan a una mujer trans como su analista. Esto es producto del trabajo colectivo, esto fue producto de la campaña nacional por la Ley Integral para Personas Trans, esto fue producto de los nuevos feminismos, esto es producto del transfeminismo como sujeto político”, consideró.

“Tenemos que empezar a construir otro tipo de humanidad: esta no nos abarca a todos, todas y todes”

Por otro lado, la psicóloga enfatizó que este cambio también tiene que alejar a la sociedad del “paradigma del sujeto único”, que establece pautas para definir qué es un “sujeto normal”. “Yo me pregunto cuál es el sujeto normal y me parece que la respuesta, en un espacio feminista, es el macho. El resto, todas y todos, quedamos fuera”, aseguró. ¿Cuál es la respuesta? “Tenemos que empezar a construir estructuras universales que nos deshabiliten esas estructuras tan rígidas y plantearnos un nuevo pacto de convivencia social, basado en el respeto de las identidades culturales y de los derechos humanos, que reconozca lo que nos diferencia y valore todo aquello que nos une”, abogó Pini. “Lo que nos une es la construcción de humanidad. Tenemos que empezar a construir otro tipo de humanidad: esta no nos abarca a todos, todas y todes”.

La identidad trans como sujeto político

“Las personas trans no éramos un sujeto político, no se hablaba de nosotras. Existíamos, sí, pero incluso hemos construido un sujeto político reconocido para las propias personas trans, que hoy se cuestionan el lugar en el que están”, aseguró Pini durante la mesa de debate, y dijo que este es otro logro de la campaña nacional por la ley trans.

Cuando la psicóloga dice que la campaña constituyó a las identidades trans como sujetos políticos, quiere decir que “instaló la voz trans en primera persona, instaló un discurso potente, coherente, necesario y abrió puertas”. De hecho, Pini dijo que su presencia en el debate –y, con ella, la presencia de todas las identidades trans– se debe justamente a que se ha construido un sujeto político. “Ustedes vienen a escuchar algo que nosotras tenemos para decir. Antes eso no existía. Hoy tenemos símbolos como el pañuelo amarillo, que representan nuestra voz, nuestra lucha y nuestras reivindicaciones”, afirmó.

La campaña también generó alianzas con distintos movimientos, incluido el feminista. “Hoy tenemos puntos de contacto, hoy nos sentamos a pensar nuestros cuerpos y reconocemos en esa otra la violencia que nos atraviesa, y eso es también lo que ha hecho el transfeminismo en las identidades femeninas y en la lucha feminista”, dijo Pini. “La campaña nacional nos atravesó a todas por el cuerpo. Nos cambió, nos colocó en el lugar del amor, logró que aprendiéramos a minimizar nuestros egos. Aprendimos a trabajar colectivamente, aprendimos a alegrarnos con lo que le pasa a la otra, y vaya si ha sido un trabajo arduo”, reflexionó.

Pero así como generó alianzas con el movimiento feminista, la campaña también puso de manifiesto las rispideces con otros colectivos. Pini habló particularmente del movimiento de la diversidad sexual: “Hoy no nos definimos como defensoras del movimiento de la diversidad sexual. No quiere decir que estemos peleados, sino que les hemos exigido que vengan a conversar con nosotras y con nosotres. Sin nosotres no hay movimiento, sin las mujeres, sin el feminismo no hay cambio social. El cambio es feminista o no es, y en el caso de la diversidad sexual el cambio es transfeminista o no es”.

La activista trans prometió que la ley trans se va a seguir defendiendo y con especial énfasis en este momento, a menos de dos semanas de que se celebre el prerreferéndum para derogarla. Los pañuelos amarillos se siguen agitando.

El aporte del transfeminismo

En esto de construir una “nueva humanidad” que no excluya a toda identidad que difiera de ese “sujeto normal”, el transfeminismo puede hacer escuela. Uno de sus principales aportes en esta línea, aseguró Pini, es haber cambiado “esencialmente” el paradigma de la diferencia sexual al erradicar todo sustento biológico. Para la psicóloga, este es uno de los principales aportes que el transfeminismo les ha dado a los feminismos contemporáneos. “Creo que el transfeminismo ha liberado al feminismo, ha liberado sus luchas internas, ha generado acuerdos, ha hecho que empezáramos a pensar nuestras propias diversidades como mujeres y como cuerpos femeninos”, opinó.

El otro aporte del transfeminismo al feminismo para Pini es el haber generado espacios para “poder sentarnos a pensar juntas”. Aclaró que ese “juntas” incluye a mujeres y cuerpos feminizados, porque para ella “‘feminismo’ y ‘transfeminismo’ se escriben con a” porque las desigualdades de poder y las violencias caen principalmente sobre los cuerpos femeninos. “Agradecemos profundamente a los compañeros trans que visibilizan la identidad política de lo trans”, dijo Pini, “pero la lucha feminista es la lucha de las mujeres, de los cuerpos feminizados, más allá de las adhesiones, de las lógicas y de los piensos que los varones pueden tener acerca del feminismo o del aporte que el feminismo les ha hecho a las nuevas masculinidades”.

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