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Ebrun Gunay.

Foto: Alessandro Maradei

Ebru Günay: “En el sistema que construyó Erdogan no hay lugar para las mujeres”

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La diputada turca de origen kurdo asegura que el discurso “autoritario” y “machista” del presidente de Turquía habilita la violencia de género.

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El gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es “fascista”, “autoritario”, “machista” y no garantiza el respeto de los derechos humanos de activistas, disidencias, minorías étnicas o mujeres. Esta frase podría resumir, en parte, el mensaje con el que la abogada y diputada turca de origen kurdo Ebru Günay visitó este mes distintas organizaciones y personalidades de Argentina y Uruguay. La gira que emprendió abarcaba también Brasil y Chile, pero no llegó: el gobierno turco destituyó de manera violenta a tres alcaldes de su partido por considerar que pertenecían a una “organización terrorista” y tuvo que volver a su país.

Günay, que pertenece al Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por su sigla en turco), vivió en carne propia la persecución que denuncia en cada una de sus exposiciones públicas cuando en 2009 fue arrestada por representar legalmente a Abdullah Öcalan, líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, una organización prokurda que el Estado turco considera terrorista. Fue liberada cinco años después y retomó la defensa de Öcalan, quien permanece en la cárcel desde 1999 y es considerado un preso político por el pueblo kurdo y por organizaciones de derechos humanos. Está incomunicado desde 2011.

En su paso por Montevideo, la diputada habló con la diaria sobre el panorama general en Turquía en materia de derechos humanos y los desafíos a los que se enfrentan particularmente las mujeres en este escenario. Günay aseguró que el gobierno de Erdogan no sólo intenta “debilitar” las conquistas de derechos que las mujeres alcanzaron en las últimas décadas –como el aborto legal–, sino que en su discurso, además, promueve la violencia de género y la habilita. Sin embargo, dijo, hay esperanza: las turcas se empiezan a levantar.

¿Cuál es la situación de los derechos humanos, y particularmente de las minorías étnicas, hoy en Turquía?

Cada día la situación es peor y los casos de violaciones a los derechos humanos se multiplican. Por poner un ejemplo, el 1º de agosto, en la ciudad kurda de Hakkâri, un chico de 14 años que estaba trabajando en la frontera fue asesinado por la Policía. Sólo estaba trabajando para sobrevivir, como mucha gente trabaja en la frontera, en el sur de Turquía. Este es un ejemplo de hace unos días, pero eso pasa a diario con todas las minorías étnicas. Si sos kurdo, de otra minoría étnica o de otra creencia, o si sos crítico hacia el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo [AKP, por su sigla en turco] de Erdogan, las leyes y los derechos humanos no cuentan para vos. Así que podemos decir que, en general, Turquía no tiene un certificado muy bueno en materia de derechos humanos.

En este panorama, ¿cuál es el margen de acción para las y los activistas defensores de los derechos humanos?

La existencia de activistas y dirigentes que luchan por los derechos humanos en Turquía a veces sirve para que el Estado turco cumpla sus leyes, pero su objetivo no es sólo defender los derechos de una etnia, sino democratizar el país. Por eso, se enfrentan a una represión muy fuerte por parte del Estado turco, pero a nosotros no nos da miedo. Quiero dar un ejemplo sobre la importancia del activismo. Nuestra diputada [del HDP] Leyla Güven estaba en la cárcel y empezó una huelga de hambre para romper el aislamiento de Öcalan –que está hace 20 años solo en una isla y no puede ver a sus abogados o a sus familiares– y mejorar la situación de los presos políticos en Turquía. El pedido era simplemente que el Estado turco cumpliera sus propias leyes y garantizara los derechos de los presos políticos en las cárceles. Cuando Güven empezó la huelga de hambre, 7.000 presos políticos y otras miles de personas fuera de las cárceles se sumaron para reclamar el fin del aislamiento de Öcalan. Junto a este pedido, también era un reclamo por la situación de otros presos políticos. Los activistas por los derechos humanos trabajaron para difundir los pedidos de quienes estaban en huelga de hambre y lo tomaron como una tarea muy importante, aunque sabían que iban a ser reprimidos por el Estado turco, pero no tenían miedo.

¿Cuál es, en particular, la situación de los derechos de las mujeres en Turquía?

Las mujeres tienen muy pocas ventajas frente al gobierno de Erdogan, porque él construyó su poder sobre esto de ser un hombre. En el sistema que él construyó no hay lugar para las mujeres. Erdogan –y digo Erdogan porque el Estado turco es Erdogan– trata siempre de debilitar los éxitos y los logros que tuvieron las mujeres durante muchos años de lucha, las leyes que se aprobaron y los derechos que conquistaron. Esta posición de Erdogan de debilitar los derechos de las mujeres, sumada a un discurso machista y autoritario, alienta a los hombres que están contra los derechos de las mujeres. Tanto es así que estos hombres sienten que tienen derecho a violar a una mujer, por ejemplo. Estamos hablando de las leyes más básicas. Por ejemplo, el aborto es legal en Turquía gracias a nuestra lucha, pero Erdogan cada vez que puede intenta impulsar su prohibición. Otro ejemplo es el de los vínculos probados que hay entre la Policía y la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Un presidente debería estar en contra de la trata, pero creemos que con su discurso alimenta y alienta a que esto suceda, cierra sus ojos. Nosotros hicimos muchas solicitudes en el Parlamento para que se inicie una investigación sobre la situación y fueron siempre rechazadas por los diputados del AKP, que tienen la mayoría parlamentaria. Lo que estoy diciendo es que el problema es el gobierno, el régimen, el sistema, que es fascista, machista y autoritario. Afortunadamente, en Turquía hay una sociedad que se está levantando contra ese sistema. La situación en Turquía no es favorable ni para las mujeres ni para los jóvenes, minorías o grupos étnicos. Pero tampoco quiero dar una imagen de desesperanza, porque el HDP genera esperanza en Turquía. Por ejemplo, en las últimas elecciones municipales en Estambul gracias al HDP pudimos debilitar al régimen de Erdogan y mostrar que no es invencible. Nuestro partido se fundó con la perspectiva de que todos los grupos pueden convivir en Turquía: minorías étnicas, personas de todas las creencias, jóvenes, la comunidad LGBT, las mujeres. El objetivo era democratizar Turquía. Las últimas elecciones en Estambul marcaron un logro muy importante para la historia de Turquía, en tanto mostraron que un frente contra el fascismo puede hacer que Erdogan pierda el poder.

¿Cómo está formado el movimiento de mujeres turco y cuáles son sus principales reclamos?

La lucha de las mujeres kurdas tiene una larga historia y fue ejemplo para las mujeres de Turquía. Después del intento de golpe de Estado en Turquía en 2015 vivimos durante tres años en estado de emergencia y, en ese marco, Erdogan cerró y prohibió todas las organizaciones e instituciones de las mujeres, incluida una asociación que se dedicaba a proteger a mujeres en situación de vulnerabilidad. La mayoría de las activistas kurdas fueron detenidas; no tenían ningún vínculo con el golpe, pero el gobierno aprovechó la situación del estado de emergencia para encarcelar a quienes fueran críticos. Por eso las mujeres que estamos en el Parlamento intentamos dar la lucha desde ese lugar y llevar adelante los objetivos del movimiento de las mujeres, que es reprimido. Ahora estamos en el proceso de abrir nuevas instituciones de mujeres, porque lo que queremos mostrar es que estamos presentes en todos los ámbitos de la vida y que no sólo nosotras somos las que tenemos que luchar contra el sexismo, sino toda la sociedad. Las mujeres kurdas tenemos una lucha muy conocida; nosotras transformamos nuestra sociedad, que hoy habla de la liberación de las mujeres. Para extender esta lucha al resto de las mujeres en Turquía hicimos campaña con cosas muy básicas: por ejemplo, el 1º de agosto organizamos una caravana de mujeres en la ciudad de Diyarbakir para reivindicar a las mujeres en el tránsito, porque hay una posición muy sexista y machista en este ámbito también. A nivel local, nosotras hacemos actividades para fomentar la participación de las mujeres en todas las áreas. Hacemos fútbol de mujeres, hay grupos de mujeres que trabajan en oficios que tradicionalmente estuvieron reservados a los hombres. Pero, más allá de todas estas actividades, lo importante es visibilizar cómo el patriarcado, a través de Erdogan, está empecinado en debilitar nuestra lucha, porque lo que está haciendo es imponer otra vez la mentalidad patriarcal dentro de la sociedad. Él no ve que las mujeres tengamos un rol en otros ámbitos de la vida que no sea el familiar y no quiere que ocupemos otro lugar que no sea la casa. De hecho, de cierta forma Erdogan encarcela a la mujer en su propia casa, porque asegura que la única responsabilidad que tiene es la de estar ahí con su hombre y sus hijos.

Este año la Policía reprimió con gases lacrimógenos la marcha del 8 de marzo, lo cual también parece tener implícito el mensaje de que las calles no son de las mujeres porque pertenecen a la casa.

Sí, casi todos los años pasa eso, ya es casi rutinario, pero cada vez tenemos menos miedo de salir. Quiero dar un ejemplo. En Turquía, como en muchos países religiosos, las mujeres no pueden salir a la calle en la noche. Hace muchos años, gracias a los logros del movimiento feminista en Turquía, se impuso una tradición de salir a partir de las 22.00 con tambores, carteles y colores a marchar por la avenida Taksim, una de las más grandes de Estambul. Sucede entonces que cuando las mujeres salen, los hombres se alejan. Esa fue una tradición muy importante, que cambió la mentalidad de la sociedad. A pesar de la represión de la Policía cada noche, nosotras estamos saliendo, porque estamos dando una lucha para construir nuestra propia vida. Somos muy conscientes de que si llegamos a dar un paso atrás y cedemos ante la represión del Estado, este va a entrar en todos los ámbitos de nuestra vida. Por eso ninguna represión nos va a hacer dar un paso atrás.

¿Cómo trabaja el HDP para intentar sacar a las mujeres de ese lugar?

El HDP cuenta con paridad de género en el sistema de copresidencia y en las listas, y tiene como eje principal la liberación de las mujeres y la igualdad de género. Otro criterio es que no permitimos que participen en nuestro partido hombres que fueron acusados de violencia de género o que ejerzan la poligamia, que es legal en Turquía. Lo que estamos haciendo ahora con las diputadas del HDP es crear un comité de mujeres en el Parlamento de Turquía, porque el régimen del AKP identifica los problemas de las mujeres con los problemas domésticos o familiares, y sabemos muy bien que no funciona así y que merecen otro abordaje. Nosotras tenemos utopías muy grandes, pero siempre empezamos por las más pequeñas, que también son muy importantes. Ahora, por ejemplo, estamos trabajando para un festival de mujeres, que es algo que hacemos siempre, pero esta vez lo organizamos en Mardin, una provincia del sur de Turquía que está muy atrasada. Antes no existía la posibilidad de hacer un festival sólo de mujeres en esa zona, estaban reservados a ciudades más grandes, como Estambul o Ankara.

En los últimos años, organizaciones civiles han denunciado un aumento de los femicidios en Turquía, aunque no hay cifras oficiales. ¿Hay leyes que protejan a las mujeres turcas de la violencia de género?

En los papeles sí existen, pero los que manejan y deciden cómo aplicar estas leyes, una vez más, son hombres, entonces queda en manos de ellos y, en definitiva, no se cumplen. Quiero dar un ejemplo que fue muy fuerte. Tres hermanas adolescentes, que eran trillizas, fueron violadas por su hermano. En un examen del colegio, en una de las preguntas, una de las chicas escribió algo que a la profesora le pareció raro y la llamó para hablar. Más adelante, las chicas terminaron contándole a la profesora sobre la situación y el hermano fue detenido. Lo liberaron un año después, y hoy en día vive en la misma casa que las hermanas. El Tribunal Supremo de Justicia decidió que saliera, pero las leyes indican que tendría que haber estado más años en la cárcel por el delito que cometió. La realidad es que nosotras no esperamos mucho de las leyes; son uno de los caminos por los que podemos proteger a las mujeres, pero lo más importante es nuestro trabajo. En nuestra provincia, por ejemplo, el gobierno municipal del HDP permite estas cosas, pero el Estado turco envió interventores. Nosotros teníamos más de 100 alcaldes, pero la mayoría de ellos está en la cárcel y el gobierno mandó a sus funcionarios. Por ejemplo, en la provincia de Mardin el interventor fue el gobernador, y él permitía a los policías que trabajen en las alcaldías y municipios. En un momento circuló un audio en el que se escuchaba cómo uno de estos policías le decía a una mujer que fue a buscar trabajo que si quería trabajar en la alcaldía tenía que prostituirse. Hubo una resistencia y un trabajo para visibilizar el tema en toda Turquía, pero el tipo está libre, el Estado lo protegió porque era policía.

¿Creen que el aumento de la violencia hacia las mujeres tiene que ver también con la fuerza que tomó el movimiento?

Definitivamente. La represión es más fuerte porque hoy nuestra lucha es más visible.

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