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Marcha por Nadia Cachés en la ciudad de Canelones (archivo, diciembre de 2010).

Foto: Javier Calvelo

Nadia Cachés: A diez años de su desaparición se sigue exigiendo justicia y derecho a la verdad

12 minutos de lectura
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Buscando a Nadia, el grupo de jóvenes que se formó para buscarla, sigue activo y realizando acciones; el caso permanece abierto y bajo reserva.

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A Nadia le gustaba dibujar y escribir. Hacía serigrafía, artes marciales y deporte. Terminó de cursar los últimos años de liceo trabajando en distintos comercios de Canelones. Había cultivado una constelación muy diversa e intergeneracional de amigos. Sus ojos eran grandes y profundos. La bicicleta era el medio que le permitía desplegar su activa rutina. En la ciudad todo el mundo parecía reconocerla. Tal vez por su expresión amable, tal vez por su atenta insistencia en saludar a cada una de las personas que se cruzaba. Nadia estudiaba Filosofía en el Instituto de Profesores Artigas y estaba planificando mudarse a Montevideo. El 13 de diciembre de 2010 fue vista por última vez. Tenía 20 años.

Causa abierta

La denuncia policial por la desaparición de Nadia Cachés fue radicada por su padre, Roberto Cachés, el 14 de diciembre de 2010 a las 22.50. A partir de ese momento se desplegó un operativo de patrullaje por la ciudad. La última referencia constatable era que Nadia había ido en la tarde del día anterior a visitar a su prima a Santa Lucía. Por lo tanto, se dio aviso inmediato a la Policía local. La investigación se inició en la Seccional 1a de Canelones y dos días después pasó al Departamento de Homicidios de la Jefatura departamental.

El 16 de diciembre, antes de que se cumplieran 72 horas de la desaparición, la familia de Nadia encontró su bicicleta –sin signos de impacto– en el arroyo Margat. Afirmaron que estaban siguiendo indicaciones de una vidente. Al día siguiente, efectivos de la Policía y de la Dirección Nacional de Bomberos hicieron un rastrillaje en la zona y encontraron su mochila. En los días subsiguientes intervinieron buzos de la Armada Nacional y se hicieron exploraciones aéreas. No hubo resultados.

El 21 de abril de 2012, casi un año y medio después de iniciada la búsqueda, trabajadores que se encontraban desmalezando un campo encontraron restos óseos y dieron aviso a la Policía. Estaban en el Ruta 11, en el kilómetro 90, muy cerca del lugar donde había sido encontrada la mochila 16 meses antes. El 23 de abril, a partir de un análisis primario de ADN, se confirmó públicamente que los restos hallados pertenecían a Nadia.

La jueza letrada María Noel Odriozola, del Juzgado Letrado Penal de 1º Turno de Canelones, llevó adelante el caso desde el inicio junto a la fiscal Alicia Schiappacasse hasta setiembre de 2014, fecha en la que asumió el caso Luis Alberto Sobot. Actualmente la causa está abierta y en etapa de presumario. El expediente se compone de cinco piezas, más una de escuchas telefónicas y, a casi diez años, se encuentra en estado de reserva. Según explica Sobot, en respuesta a la solicitud de acceso al expediente, esto se debe a que “varias de las personas que declararon en este caso solicitaron que no se difundiera su identidad. La versión que da un testigo a veces puede hacer que sea ubicable. Y se intenta preservar la integridad de los testigos”.

Un año y medio buscando a Nadia

Nadia estuvo desaparecida 16 meses. Durante ese período, la comunidad de Canelones se involucró con la búsqueda de diferentes formas. Los medios locales cubrieron el caso de manera exhaustiva y se formó un grupo con el objetivo de aunar esfuerzos dispersos y colaborar con las autoridades competentes. Contra la cultura del “no te metas”, se alzó una voz de acción colectiva que, vista desde el presente, marcó un hito en relación a la organización social frente a una desaparición.

El 14 de diciembre de 2010 Sofía recibió la primera llamada telefónica de Roberto Cachés, que le preguntó por Nadia, y le explicó que no sabía nada desde el día anterior. Sofía inmediatamente se contactó con otra amiga, y así construyeron una cadena de llamadas con la misma pregunta: ¿dónde está? Era de noche y no había celulares con mensajería por internet. Sofía resolvió ir a la casa de Nadia y se sentó en la vereda a esperar a otra amiga que vivía cerca. “La gente fue llegando, estábamos en la calle parados. Sólo nos habíamos llamado. La verdad, no me asusté hasta que vi que estábamos todos juntos ahí, y Nadia no”, recuerda. Salieron de recorrida y, entrada la madrugada, resolvieron encontrarse al otro día en la puerta de la seccional de Policía. A la mañana siguiente escribieron el primer texto de difusión de la búsqueda. Estefanía, Juan Carlos, Fernanda, Dayhana y Sofía tenían entre 19 y 20 años.

El 17 de diciembre, después del hallazgo de la mochila y frente a la urgencia, el paso de las horas y la incertidumbre, se abrió la cuenta Buscando a Nadia (BaN) en Facebook, como herramienta de colaboración en la búsqueda. La creación del grupo fue espontánea, y si bien su integración ha sido heterogénea y variable, continúa activo. Estefanía es actualmente una de las voceras de BaN. Tenía 19 años cuando Nadia desapareció y, además de conocerla del liceo, habían trabajado juntas. “En ese momento algunos estábamos terminando el liceo, otros estudiando en Montevideo; era una etapa de cambios para nosotros y esto rompió nuestra cotidianidad”, contó a la diaria. Sobre el comienzo del grupo recuerda que “se sumaron personas que fueron muy amigas y otras que no tanto, vecinas, profesores del liceo y gente que nunca la conoció”. Empezaron a reunirse, diseñaron afiches y con el apoyo de madres, padres y comercios de la zona, iniciaron la campaña de difusión.

Lilian es otra de las voceras del grupo. A pesar de vivir a una cuadra y media de la casa de Nadia, se enteró de la desaparición cuatro días después por el diario local. Ese 18 de diciembre, unas horas después de conocer la noticia, escuchó la convocatoria a la primera concentración en la plaza principal de la ciudad, que se difundió por autoparlante, y decidió acercarse. “Como madre fue tremendo pensar que le podría haber pasado a uno de mis hijos y que sus amigos estuvieran con esas ganas y esa emoción mezcladas, pensando qué hacer, cómo organizarse”, recuerda. A partir de ese momento fue involucrándose paulatinamente con el grupo, “aprendí a conocer a los chiquilines y ellos a mí. Lo que estaban pasando fue muy traumático. Ahora ya son adultos, el diálogo es entre iguales”.

Durante el período de búsqueda, BaN llevó adelante intervenciones públicas y contactos. El énfasis de sus mensajes estuvo puesto principalmente en que la desaparición de Nadia no podía tomarse como un hecho voluntario. En enero de 2011 convocaron a la primera marcha por la ciudad bajo la consigna “Te vamos a encontrar”, y la participación fue más grande de lo que pensaron. En febrero del mismo año, en el marco de una concentración en la plaza 18 de Julio de Canelones, entregaron 1.639 firmas a dos representantes de la organización Servicio de Paz y Justicia, para solicitar apoyo y colaboración en la búsqueda de Nadia. A cuatro meses de la desaparición, realizaron una intervención en el Monumento a la Bandera de la plaza y con la ayuda de una grúa cubrieron de negro el símbolo.

El vínculo entre el padre de Nadia y BaN comenzó a tensarse con el paso de los primeros meses. Al principio trabajaban conjuntamente, pero se fueron alejando por sus diferencias sobre dónde poner el foco para encontrar a Nadia y, sobre todo, cómo comunicarlo. Cuando la búsqueda tomó carácter nacional y la prensa televisiva le dedicó programas enteros al caso, comenzaron a reproducirse hipótesis sobre las posibles causas de la desaparición e información sobre la vida de Nadia que alimentaron la lógica especulativa. Esto generó aún más tensión entre Roberto Cachés y el grupo BaN y, dadas sus diferencias, terminaron por distanciarse.

Nadia estuvo con su prima en Santa Lucía aproximadamente hasta las seis de la tarde del 13 de diciembre, se despidió y salió en bicicleta. En la noche del 14, mientras el teléfono sonaba insistentemente, familiares de Nadia se acercaron a la puerta de la casa de Moreana. “Al principio quedé paralizada, se suponía que yo había sido la última persona en haberla visto”, explicó. “Si bien también me llamaron rápido de Investigaciones, pasaron muchos días hasta que fui a declarar ante la jueza”, dijo. Se llevaron su computadora, “porque Nadia la había usado aquella tarde”. “Cuando me la devolvieron no me dijeron ni siquiera qué habían hecho”, subrayó. Se integró a BaN paulatinamente, motivada por la necesidad y también por la angustia que le provocaba escuchar rumores sin fundamento. “Al ser la prima y de Santa Lucía, no me conocían, fue un proceso de tomarnos confianza mutua. No sé qué hubiese pasado sin la fuerza de sus amigas. Quienes la conocíamos no podíamos permitir que se instalaran ciertos rumores o versiones, como un posible suicidio”.

Mariana, otra de las integrantes del grupo, no conocía a Nadia personalmente; se sumó para brindarles apoyo a los jóvenes y aportar en la construcción de las herramientas de difusión. Ha trabajado durante todos estos años para consolidar la identidad gráfica de BaN, que, junto a las intervenciones públicas y el mantenimiento del blog, ha sido una estrategia esencial para sostener la memoria. Estefanía apunta a que en el período de búsqueda “hubo gente que se acercó y nos ayudó mucho”. “Quienes no la conocían fueron fundamentales para sostener el grupo cuando nos ganaba la impotencia. Pero también tuvimos que escuchar mentiras, personas que querían vincularse en la causa y después nos pedían plata a cambio, o los falsos testigos y los videntes; eso fue terrible”, relató.

En octubre de 2011, BaN impulsó la campaña “Precisamos testigos” para hacer visible la importancia de la reconstrucción de los hechos. Para el grupo, tanto la hipótesis del suicidio como la de una “muerte natural” no tenían relación alguna con la historia ni con la vida de Nadia. El 14 de marzo de 2012, casi un mes y medio antes de que fueran hallados los restos, habían logrado ser recibidos por la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento.

Reconstruir la memoria

Luego de confirmada la muerte de Nadia, la principal pregunta a resolver pasó a ser cómo murió. Algunas hipótesis que se instalaron mediáticamente durante su desaparición se diluyeron y otras se reconfiguraron. “Mientras no hubo cuerpo, se investigó como una desaparición. Lo que se tiene ahora es una muerte que puede ser por causas naturales, por suicidio o puede ser un homicidio. Hasta que no se determine la causa fehaciente de la muerte todas las hipótesis son válidas”, dijo Sobot a la diaria, y explicó que cuando se descubrieron los restos, la escena estaba contaminada por la quemazón del campo y por la gente que encontró el cuerpo.

Un dato relevante que surgió con la investigación es que Nadia fue vista en la ciudad de Canelones la noche del 13 de diciembre. Por lo tanto, no habría sido Santa Lucía el último lugar en el que estuvo. Esto provocó expresiones de preocupación en la comunidad y es parte de las dudas de BaN acerca del procedimiento inicial. “No entendimos por qué la búsqueda se centró sólo en el trayecto de la ruta, cuando hubo testigos que la vieron en Canelones”, explica Lilian. Esos testimonios fueron puestos en tela de juicio en los medios de comunicación, que adujeron que eran relatos de jóvenes lo que, según la reflexión contemporánea, podría considerarse una prueba de injusticia epistémica testimonial. Como consecuencia, se sembraron dudas sobre si habían sido recogidos por la Justicia. Consultado Sobot al respecto, afirmó que efectivamente “hubo testigos que la vieron en Canelones de noche y declararon. Hay mucha portación de testimonios, que se intenta contrastar”.

La zona en la que se hallaron los restos fue perimetrada por el equipo de Investigaciones. Sin embargo, trascendió que algunas personas extrajeron restos óseos del lugar. En relación con esta información, el juez aclara que “la zona no estaba custodiada, la custodia policial era la cinta”. Ante la pregunta respecto de cuál fue el procedimiento frente al hecho, señaló que “se tomaron declaraciones a las personas involucradas, pero no hubo sanción penal porque el expediente está en presumario y la Fiscalía no hizo un pedido de procesamiento”.

BaN insiste en que debe revisarse no sólo el hallazgo de los restos sino el proceso de investigación. “Siempre nos decían que el otro lado de la ruta era ‘impenetrable’”, pero a la vista está que no lo era desde el momento en que alguien entró”, apuntó Lilian. Sobre estas y otras interrogantes que ha planteado públicamente el grupo, en 2014 la fiscal Schiappacasse afirmó a la diaria que “hubo un despiste o se quiso despistar”, e informó que había pedido que declarara ante el juez el jerarca del Departamento de Homicidios de la Jefatura de Policía de Canelones.

La divulgación de detalles sobre la vida privada de Nadia para justificar posibles hipótesis tuvo a los formatos televisivos como principales amplificadores. Ante la ausencia de respuestas y la dificultad en la reconstrucción de los hechos por parte del sistema de Justicia, se instalaron varios relatos posibles. Por eso, la revisión de los hechos y la reivindicación de la memoria a la luz del presente son necesarios. “La justicia es más que una consecuencia exitosa del proceso judicial. Es necesario pensar en términos integrales. La resignificación del hecho es importante porque revela cómo respondimos y cómo responderemos como sociedad ante la desaparición y la muerte de una joven”, señaló Diana González Perrett, abogada, defensora de los derechos de niñas, niños, adolescentes y mujeres, y corredactora de las leyes 17.815, 19.580 y 19.643.

El derecho a la verdad

Este año BaN reactivó su accionar bajo la consigna “No queremos diez años sin justicia”. El 17 de junio, siete integrantes mantuvieron una reunión con jerarcas de la Jefatura de Policía de Canelones. “Planteamos nuestra inquietud, nuestras dudas y fuimos escuchadas. Nos dijeron que hay dos líneas de investigación abiertas, pero no pedimos detalles. Buscamos justicia”, explicó Lilian.

Una generación de jóvenes vivió el tránsito a la adultez marcado por la ausencia de respuestas y reclaman, junto a la comunidad, el derecho a la verdad. “Una vez hablamos de cómo esto nos había afectado. Yo me di cuenta de que dormí meses vestida en un sillón esperando que alguien me llamara”, manifestó Estefanía.

Después de la confirmación de la muerte de Nadia, Sofía resolvió tomar distancia de la presencia mediática y pública a la que estuvo sobreexpuesta durante la búsqueda y el reconocimiento. Este año se reencontró con el impulso para exigir Justicia junto a BaN. “Ahora estoy atravesada por mi profesión. Nadia vivía su vida en un cruce de circunstancias, y cierta combinación llevó a que le pasara lo que le pasó. Si quiero una cotidianidad más segura para las gurisas de hoy, necesito saber cuál fue esa combinación de circunstancias”, sugirió.

Aún no se conoce cuál fue la causa de la muerte de Nadia y, por ende, tampoco puede afirmarse si hubo o no un delito y responsables directos. Sin embargo, cabe preguntar si eso implica que Nadia no es una víctima. González Perrett, que ejerció como presidenta del Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará, indicó que “es una víctima porque desapareció y no hay elementos probatorios que indiquen que haya sido un suicidio. En principio, es una víctima, tanto de la desaparición como de la aparición sin vida, en condiciones que no se han podido explicar”.

Las investigaciones jurídicas feministas en América Latina vienen desarrollando críticas a los procesos judiciales y elaborando conceptos y aportes a la doctrina que se relacionan con el impacto del litigio en derechos humanos. En este sentido, en 2014 en Uruguay el Poder Judicial remitió mediante una circular la Declaración sobre los principios fundamentales de Justicia para las víctimas de delitos y de abuso de poder de Naciones Unidas, que redefine y amplía la noción de víctima para abarcar a las personas que sufrieron y sufren daños a raíz del hecho, sus consecuencias y su proceso.

Nicola Framarino dei Malatesta, en su reconocido libro Lógica de las pruebas en el proceso criminal, precisó que la certeza judicial es una construcción social colectiva, en la que no es suficiente que jueces o jurados alcancen dicho estado, sino que cualquier persona que se acerque al proceso tiene que poder seguir la lógica de la construcción.

Las calles principales de Santa Lucía y Canelones exhiben pasacalles pintados a mano con el rostro de Nadia y la palabra “Justicia”. Sofía recuerda aquella noche en la vereda y concluye: “Mi concepto de Justicia ha estado afectado por esto que vivimos. Si puede pasar que una gurisa de 20 años desaparezca y no se sepa qué pasó; que aparezcan sólo huesos y no puedan decirte nada, si podemos vivir tranquilamente con eso, ¿qué dice de nosotros como sociedad? No soy de visiones metafísicas. ¿Puedo decir que se lo debemos? ¿Cómo le pagamos una deuda a una persona muerta? A pesar de todo eso, considero que es coherente exigir justicia, en su memoria”.

Las desapariciones y muertes ocurren por determinadas condiciones estructurales que se reproducen y de las que tanto el Estado como la sociedad son responsables. De la protección de quienes son afectados, también. Hace diez años, un grupo de jóvenes motivó a la comunidad a organizarse y exigir verdad. Lograron que pasara de ser una cuestión privada a un problema público. El “Acá no se rinde nadie” estampado en pancartas, carteles y remeras con el rostro de Nadia como acto de rebeldía significó un acontecimiento histórico.

Visto desde el contexto actual, denunciaron los sesgos adultocéntricos de las autoridades y la estigmatización de la exposición mediática, construyeron un archivo propio del seguimiento del caso disponible en internet, hicieron visible cómo los rumores generaban silencios, y explicitaron la necesidad de revalorar las pruebas en pos de reconstruir la historia.

Este grupo es un movimiento para que no se decrete el olvido. Los derechos humanos son exigibles, y entre ellos está el derecho a la verdad.

Escrito por Nadia

Nadia andaba siempre con hojas y lápices en su mochila. A los seis meses de su desaparición se convocó a una concentración en la ciudad y se leyó un cuento escrito por ella titulado “No perder de vista las estrellas”.

Trata sobre dos adolescentes que deciden emprender la búsqueda de una reliquia mágica que, según la leyenda transmitida de generación en generación, se encontraba en alguna parte del desierto y concedía la respuesta a cualquier pregunta.

Luego de la peripecia los amigos se reúnen y en el final del cuento el protagonista reflexiona: “Por estar convencido de saber dónde buscar, he dejado de mirar las estrellas y aprender del entorno. Porque creí estar orientado. En cambio tú, que buscabas sin saber donde, ¡te has preguntado! y por tu cara puedo ver, que has encontrado muchas respuestas. Al parecer no está mal cambiar las utopías a medida que uno va descubriendo nuevos horizontes, debo admitir, que es algo muy noble”.

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