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Dayana Arduino y Dahiana Baldovino, en 25 de Mayo y Guaraní, Ciudad Vieja (archivo, mayo de 2019).

Foto: Mariana Greif

La pandemia generó obstáculos para la inserción laboral de las mujeres en Uruguay y aumentó su índice de pobreza

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Según estudio de ONU Mujeres, las más afectadas fueron las jefas de hogar de niveles socioeconómicos bajos, que no pudieron acceder a servicios de cuidados o teletrabajar.

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Leído por Abril Mederos.
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La crisis que derivó de la pandemia profundizó brechas de género que ya existían. Uno de los impactos más fuertes fue a nivel económico: las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y de la Organización Internacional del Trabajo señalaban a fines de 2020 que las mujeres estaban perdiendo sus empleos a un ritmo mucho mayor que los varones. Y se estima que, sólo en América Latina, el coronavirus dejará a 118 millones de mujeres y niñas en la pobreza, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas.

En el Uruguay pandémico, las mujeres también fueron las más afectadas por el desempleo y la pobreza. Así lo revela el informe Análisis del impacto de la pandemia en el mercado laboral, la desigualdad y la pobreza según género, elaborado por la economista Soledad Salvador en base a datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2020 y publicado este mes por ONU Mujeres. El estudio revela que, desde que empezó la emergencia sanitaria, la tasa de empleo registró una caída superior en las mujeres que en los varones y ha tenido una recuperación más lenta, al tiempo que la tasa de desempleo aumentó más y mantuvo un incremento sostenido.

Dentro del universo de mujeres, el desempleo afectó en mayor medida a aquellas que pertenecen a los estratos más bajos de ingresos. Esto se debe en gran medida al impacto de la carga de las tareas de cuidados –que aumentó debido a la suspensión de las clases presenciales– a la hora de insertarse en el mercado de trabajo. Según el informe, las mujeres de los estratos más altos “resuelven su inserción laboral a través del teletrabajo” y, además, cuentan con recursos para contratar servicios de cuidados durante la jornada laboral.

Otra de las conclusiones es que los hogares con jefatura femenina son “significativamente más pobres” que el resto. Dado que la mitad de los hogares con jefatura femenina son monoparentales o biparentales, dice ONU Mujeres, el aumento de la pobreza femenina conlleva al aumento de la pobreza infantil, otro problema que deberá ser atendido desde la política pública.

El estudio recuerda que, antes de la pandemia, los estudios ya mostraban que las principales restricciones que presentan las mujeres para insertarse en el mercado laboral era “la presencia de hijos menores en el hogar”.

Los efectos en el mercado laboral

Para medir el impacto diferenciado de la covid-19 en el mercado laboral por género, el informe analiza la evolución de tres indicadores básicos de marzo de 2020 a marzo de 2021: tasa de actividad, tasa de empleo y tasa de desempleo. Se trata de los únicos que se disponen desagregados por sexo.

La tasa de actividad muestra que, luego de una reducción inicial que fue mayor en las mujeres que en los hombres, “se recuperó más rápidamente” en el caso de los hombres. En tanto, “la tasa de actividad de las mujeres se recupera más lentamente, pero llega a los niveles anteriores a la pandemia (si fueran comparables)”. De todas formas, aclara el documento, en marzo de este año volvió a reducirse porque “se volvió a la situación de abril de 2020, cuando se suspendió la presencialidad en la enseñanza y los servicios de cuidado infantil”.

La tasa de empleo también registró una caída superior en las mujeres “y ha tenido una recuperación muy lenta, a diferencia de la tasa de empleo masculina, que logra recuperarse más rápidamente y sostenerse” (ver gráfico 1).

Por su parte, la tasa de desempleo, que había logrado ubicarse por debajo de las dos cifras, “no sólo se despega para las mujeres, sino que ese incremento se sostiene y mantiene elevado desde junio de 2020” (ver gráfico 2). Mientras, la tasa de desempleo de los hombres se mantiene por debajo de los dos dígitos y en niveles estables. Incluso disminuyó: en marzo de 2020 se ubicaba en 9,8% y un año después era de 7,9%.

El informe aclara que en marzo de este año se volvió a registrar una reducción en ambas tasas de desempleo, lo cual se explica “por el desaliento que genera buscar trabajo en momentos de recesión y va acompañado de la caída de la tasa de actividad”. Y remarca que la brecha de desempleo entre mujeres y hombres se amplió de 1,5% en el período marzo-mayo a 4,9% en junio-diciembre de 2020.

Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística incorporó a la ECH desde marzo de 2020 un indicador de teletrabajo efectivo para relevar el porcentaje de ocupados que declara haber realizado esta modalidad de trabajo en la semana anterior. Según el análisis de ONU Mujeres, los indicadores muestran que la incidencia del teletrabajo es “significativamente superior entre las mujeres y durante los meses con medidas de distanciamiento social y suspensión de clases presenciales”.

Más desigualdades

Los impactos diferenciados según género en el mercado laboral “refuerzan” las desigualdades, asegura el estudio, y no sólo entre mujeres y varones sino también dentro del segmento de las propias mujeres, porque “la diferente carga de trabajo no remunerado que enfrentan según estratos socioeconómicos las coloca en situación de desventaja”.

En ese sentido, señala que “las que poseen mayor nivel educativo logran tener una inserción laboral similar a la masculina, mientras que aquellas con nivel educativo bajo o medio no se insertan o tienen una inserción laboral informal y/o intermitente”. El determinante de esa desigualdad es el acceso a servicios de cuidados que acompañen la jornada laboral, “lo que las mujeres de nivel terciario financian gracias a su formación contratando servicios en el mercado, mientras que las mujeres de estratos medios o bajos no logran alcanzar comprometiendo su formación e inserción laboral”.

De hecho, si se analiza el aumento del desempleo según los ingresos per cápita del hogar, se observa que las más afectadas durante el primer año de pandemia fueron efectivamente las mujeres de los tres primeros quintiles de ingresos. Entre los hombres no se identifican variaciones significativas entre el primer y el cuarto trimestre de 2020. Esto vuelve a dejar en evidencia el histórico reparto desigual de las tareas de cuidados entre mujeres y hombres, una brecha que creció en el contexto de pandemia.

Otro elemento que aparece es que el incremento del desempleo femenino fue significativamente mayor en el interior del país, especialmente en las localidades pequeñas. En los hombres sólo se observa una reducción del desempleo en Montevideo, entre ambos trimestres. Por lo tanto, concluye el informe, “el desempleo afectó en mayor medida a las mujeres de los estratos más bajos de ingresos y del interior del país”.

Por otro lado, el teletrabajo es una alternativa que utilizan en mayor medida las mujeres. Sin embargo, los datos muestran que es una alternativa más favorable para las mujeres de los estratos de ingresos más altos y para aquellas que residen principalmente en Montevideo. Por lo tanto, “durante la pandemia las mujeres de los estratos más altos resuelven su inserción laboral a través del teletrabajo, mientras las de estratos más bajos con mayor inserción en sectores vulnerables a la crisis que generó la covid-19 han sido las principales víctimas del desempleo”, asegura el análisis. “Ello profundiza las desigualdades sociales y territoriales que resultan de la segregación ocupacional, la segmentación del mercado laboral y la división sexual del trabajo que impone una carga de trabajo no remunerado desproporcionadamente mayor en las mujeres de los estratos medios y bajos”.

Más pobreza

Del análisis se desprende además que los impactos diferenciados según género en el mercado laboral profundizan la pobreza en mujeres, niñas y niños. El estudio de los datos revela que la pobreza e indigencia es superior entre las mujeres, pero se profundiza cuando se considera la jefatura del hogar. En ese sentido, “los hogares con jefatura femenina son significativamente más pobres”. En 2020, la pobreza era 11,9% en las mujeres y 11,3% en los hombres. Sin embargo, si se mira según jefatura del hogar, la pobreza entre las jefas mujeres era 10% y entre los jefes varones 6,3%.

Si se observa por territorio, Montevideo aparece como la región con mayor proporción de personas pobres, seguida por localidades pequeñas del interior del país. De todas formas, el estudio asegura que el aumento de la pobreza durante 2020 “se dio en mayor medida en el interior del país y afecta principalmente a las mujeres en localidades chicas y grandes y a los hombres en localidades pequeñas”.

El aumento de la pobreza femenina en el interior del país durante 2020 está asociado al aumento del desempleo. “Dado que ambos fenómenos afectan particularmente a las jefas de hogar, conlleva un aumento de la pobreza infantil, porque la mitad de los hogares con jefatura femenina son monoparentales o biparentales”, asegura el estudio, e insiste en la importancia de atender la situación de las mujeres que perdieron el empleo durante la pandemia “para superar el nivel actual de pobreza y mejorar el nivel de vida” de las infancias.

La información coincide con los resultados del informe del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia del Uruguay publicado en mayo, que concluyó que en 2020 más de 35.300 niñas, niños y adolescentes pasaron a vivir en hogares bajo la línea de pobreza, especialmente en el interior del país.

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