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Juan José Calvo, Sergio Miranda y Marcela Schenck, el 27 de marzo, durante la presentación del informe sobre mujeres lesbianas en la Intendencia de Montevideo.

Foto: Alessandro Maradei

Segunda parte de investigación sobre vivencias de mujeres lesbianas en Montevideo plantea problemas en la atención en salud

7 minutos de lectura
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El informe, impulsado por la Secretaría de la Diversidad de la IM, también señala diferencias generacionales en las primeras experiencias vinculadas a la orientación sexual, además de reiterar las situaciones de violencia que viven “con mucha frecuencia” en el espacio público.

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La letra L es la primera de la sigla LGBTI+ y hace referencia a la población de mujeres lesbianas. Sin embargo, la referencia a esta población en las políticas públicas es escasa. Para llenar ese vacío, la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo (IM) realizó, junto con un grupo de investigadoras e investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y con la colaboración del Fondo de Población de las Naciones Unidas, el estudio Derecho a la ciudad: una mirada a las experiencias de mujeres que se vinculan sexoafectivamente con otras mujeres en Montevideo.

El objetivo de esta investigación es “poner el tema en agenda y tener insumos que permitan diseñar y ejecutar acciones que contribuyan a mejorar la vida de esta población” y profundizar el conocimiento sobre la relación de las mujeres cis lesbianas con la ciudad, el espacio público, el transporte, la salud o la cultura, describe el documento. El estudio se dividió en dos partes: la primera fue publicada el 23 de noviembre de 2021 y los resultados de la segunda fueron presentados el martes pasado.

Para esta segunda fase, que se desarrolló entre octubre y noviembre de 2022, fueron entrevistadas 22 mujeres cis mayores de 18 años residentes en Montevideo. Para la selección de participantes se priorizó que las entrevistadas tuvieran perfiles que no se hubieran contemplado en la primera fase, a modo de tener una representación más diversa de la población de estudio, explicó a la diaria la coordinadora de la investigación, Marcela Schenck, magíster en Ciencia Política y especializada en temas de diversidad y género.

Si bien Schenck aclaró que en la primera parte se había logrado “bastante diversidad” en términos de nivel educativo, situación laboral y barrio de residencia, en esta etapa, además de profundizar en esos aspectos, también se logró ampliar la edad de las mujeres entrevistadas. En la primera parte, las participantes fueron mujeres cis de entre 18 y 39 años, mientras que en este caso se logró entrevistar a mujeres cis de entre 18 y 66. Además, se contemplaron situaciones de mujeres en situación de discapacidad.

“Estos elementos, como máximo nivel educativo alcanzado, empleo, barrio de residencia, nos permiten aproximarnos, por ejemplo, al nivel socioeconómico de las personas, y en este sentido, al haber logrado todo este abanico, podemos decir que alcanzamos a mujeres que estaban en niveles socioeconómicos bajos, medios y altos”, expresó Schenck.

La primera parte de la investigación identificó las diferentes formas de violencia, situaciones de discriminación y otras experiencias que viven las mujeres lesbianas en Montevideo. En esta segunda entrega volvieron a registrarse las dimensiones problemáticas identificadas por las participantes en esa oportunidad, pero aparecieron más elementos relacionados con “la conformación de familias en las que el núcleo es una pareja de mujeres”, “las experiencias con el sistema de salud” y “la percepción sobre los cambios en relación a la visibilización pública de la orientación sexual en diferentes generaciones”, apunta el estudio.

Experiencias en el sistema de salud

Como novedad, esta fase incluyó un apartado sobre las experiencias de las mujeres lesbianas en el sistema de salud. En la primera parte, fueron las entrevistadas las que trajeron este aspecto como un elemento probleḿatico y por eso se decidió en esta oportunidad preguntar directamente a las participantes al respecto, explicó la coordinadora del estudio. Las experiencias de las mujeres abarcan “muchísima diversidad”, señaló Schenck, porque eran usuarias tanto del sistema privado como del sistema público de atención de salud. Incluso algunas de ellas se atendían en las policlínicas de la IM, acotó la investigadora.

“Un primer elemento que surge en los relatos refiere a la presunción de heterosexualidad, y lo que ello implica en función de la calidad de la atención”, asegura el documento. En ese sentido, en los relatos de las entrevistadas se repite el hecho de tener que explicar que se vinculan sexoafectivamente con otras mujeres y “la incomodidad que genera la situación”. Además, reiteran “los déficit en la calidad de atención”, que tienen que ver “tanto con esta situación en sí como con las carencias que identifican en cómo se incorpora este dato sobre la atención que reciben”.

En contraste, en los casos en los “sí se habilitó la posibilidad de que la única opción no fuera la heterosexualidad”, las entrevistadas destacan su experiencia de forma “muy positiva”. Algunas mujeres incluso manifestaron que “debido a la importancia que tiene el que se respete e incorpore su orientación sexual en la atención”, “buscan profesionales que saben que tienen formación al respecto”. “También el contar con personal de la salud receptivo a su orientación es lo que marca que se tenga una referencia que se mantiene y repercute en la asistencia, y en particular en la continuidad”, agrega el documento.

Las trayectorias según la edad

Para Schenck, uno de los elementos “más destacados” de esta etapa es la variedad generacional que permitió obtener una visión “mucho más rica de las trayectorias de las mujeres”. Una de las dimensiones en las que la edad apareció como un aspecto determinante en la vivencia de las entrevistadas fue en sus primeras experiencias en relación con su orientación sexual. En el caso de las mujeres más jóvenes, por ejemplo, el ámbito virtual constituye “un elemento completamente integrado” en sus trayectorias. “En algunos casos, se mencionan chats o aplicaciones específicamente diseñadas para generar encuentros (como es el caso de Tinder o Happn)”, sostiene el documento.

En cambio, en las mujeres más adultas “hubo un comienzo marcado por la ausencia” del espacio virtual, además de la inexistencia o escasa cantidad de “referencias” y “el miedo a enfrentarse a una situación que se veía como extremadamente singular”. La incorporación posterior del uso de las redes sociales implicó para las mujeres no sólo un cambio en las formas de vincularse, sino también en la percepción de la vivencia de su orientación sexual, apunta el estudio. Las mujeres reforzaron la idea de que su experiencia “no era solitaria”. De todas formas, el documento aclara que “la introducción de la virtualidad no fue adoptada por todas las personas por igual. En particular, no todas las mujeres que no se sentían contemporáneas de estos desarrollos los incorporaron posteriormente en sus formas de vincularse”.

Otro punto en el que se hacen visibles las diferencias generacionales tiene que ver con la reacción del entorno familiar. Si bien siguen existiendo en los relatos de las personas más jóvenes situaciones de discriminación en este ámbito, en todos los casos “pudieron expresarse con integrantes de sus familias” con relación a su orientación sexual. También algunas mujeres expresaron que “no fueron ellas las primeras en expresar una orientación sexual no heterosexual en sus núcleos familiares”, y eso de alguna forma había allanado el camino para generaciones posteriores, señaló Schenck.

Esto no fue así para las mujeres más adultas que mantuvieron su orientación en secreto y relataron la “vivencia del lesbianismo como una experiencia en soledad”, manifestó la investigadora. En estos casos, “las familias, más que como un ámbito de contención, son experimentadas como parte de esta situación de soledad en la que se encuentra la persona, que vive su experiencia como algo que escapa del patrón de normalidad heteronormado”, apunta el estudio.

De acuerdo a la investigación, además de la edad, el hecho de provenir de localidades del interior del país y de entornos más conservadores, incluso dentro de Montevideo, también fueron factores que incidieron en la visibilización y reconocimiento de la orientación sexual de las mujeres de parte de sus familias.

Las dificultades para expresar la orientación sexual y la “salida del clóset” también muestran diferencias entre las mujeres más jóvenes y las más adultas. Por ejemplo, en la “conformación de la familia”. En ese sentido, Schenck señaló que varias de las entrevistadas tenían hijos o estaban en procesos de adopción, amparadas en los cambios en las políticas públicas que habilitan procesos de reproducción asistida o la adopción de familias monoparentales. En esas situaciones, “la integración de las familias parte de una pareja entre mujeres”, detalló la investigadora.

En tanto, algunas mujeres de mayor edad manifestaron una “salida del clóset muchísimo más tardía en sus núcleos familiares de origen”, dijo la coordinadora de la investigación, y explicó que muchas veces visibilizar la orientación sexual en la familia no involucra sólo a madres, padres, hermanas y hermanos, sino también a las propias hijas e hijos de esas mujeres que “han nacido en vínculos hetersosexuales”.

En el espacio público

Todas las entrevistadas coincidieron en que existe un cambio en cómo se visibiliza la orientación sexual en el ámbito público. Los relatos de las personas de mayor edad estuvieron marcados por una “radicalidad” en este sentido. Las entrevistadas manifestaron un fuerte contraste entre la situación que vivieron “años atrás” y la que viven ahora, “luego de que se hayan producido cambios importantes, como la generación de una batería de políticas públicas y de leyes que abordan concretamente esta área y su reconocimiento público”, apunta el estudio.

En este sentido, las participantes también resaltaron la incidencia de colectivos, organizaciones y activistas LGBTI+ en “visibilizar públicamente el tema”, por ejemplo, a través, “de protestas y de marchas como la de la diversidad del mes de setiembre, pero también por hacerse cotidianamente más visibles en el espacio público”. También señalaron como elementos importantes en este cambio sociocultural la presencia de temas vinculados en medios de comunicación y en los “productos de consumo cultural”.

Ante la consulta sobre cómo circulan en diferentes ámbitos del espacio público, como la calle, plazas, transporte y lugares de esparcimiento, en una primera respuesta algunas de las entrevistadas expresaron que no habían atravesado situaciones de violencia o no conocían a alguien que las hubiera vivenciado. Sin embargo, al continuar con el relato, estas experiencias aparecían como situaciones “tan naturalizadas que no son identificadas en sí mismas como experiencias de discriminación o acoso”, dijo Schenck.

En este sentido, las entrevistadas volvieron a manifestar la vivencia de diferentes situaciones de discriminación, acoso y violencia en el espacio público. “Vuelve a aparecer el tema de la mirada y cómo eso influye en el tránsito por la ciudad y en la sensación de riesgo o de mayor o menor libertad, por ejemplo, para darle la mano a la pareja o abrazarla”, señaló la investigadora.

Además, para las generaciones más jóvenes, el espacio virtual se suma como “ámbito de discriminación”. “Esto hace también que las experiencias de otras personas que conforman sus percepciones sobre la libertad y el riesgo trasciendan fronteras, no sólo del departamento, sino también del país. Redes sociales como Instagram y Twitter fueron mencionadas por las entrevistadas, que a través de estos medios habían tomado contacto con situaciones específicas”, dice el documento.

Existe un camino para un “cambio profundo”

Schenck señaló que de la investigación surgen muchos elementos que “dan cuenta de una situación que ha venido cambiando y que las entrevistadas identifican”. No obstante, también en algunos relatos estuvo presente la idea de que hay “una desaceleración en algunos aspectos”. “Reconocen que existe un camino pero hay que seguir transitándolo. Es un camino que se inició, pero todavía falta para generar un cambio profundo, aunque se haya generado un cambio a nivel cultural muy fuerte”, consideró la académica.

Para continuar en ese proceso, las entrevistadas plantearon algunas posibles acciones. Entre las propuestas, la investigadora mencionó que señalaron un “peso muy fuerte sobre lo cultural y lo simbólico”. Las entrevistadas propusieron “no sólo pensar en seguir desarrollando campañas que tienen que ver con la visibilización lésbica, sino también visibilizar la diversidad de las familias y a las referentes lesbianas que hay en Uruguay”, dijo Schenck. En ese sentido, una de las principales medidas apunta a la creación de un “archivo de memoria de las lesbiandades en Uruguay”.

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