El 7 de noviembre, el denunciante [de acciones de inteligencia de Estados Unidos] Edward Snowden transmitía por Twitter un video grabado en 1983. En ese documento, que se viralizó enseguida, un exoficial de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), Frank Snepp, cuenta cómo intoxicaba a la prensa con falsas noticias durante la guerra de Vietnam. “Apuntábamos a los corresponsales más influyentes, los periodistas más respetados en Saigón –recuerda–. Me pedían que pasara tiempo con ellos en el hotel Caravel o en el Continental, que los visitara y, lento pero seguro, que intentara ganar su confianza proveyéndoles información verdadera. Y después deslizaba en una conversación los datos que queríamos transmitir y que podían no ser verdaderos”. Desde The New York Times hasta Los Angeles Times, pasando por The New Yorker y Newsweek, los más grandes periódicos se dejaban engañar tanto más fácilmente cuanto que Snepp incrementaba las trampas: “En general trataba de crear un entorno que convirtiera la información en inverificable. Iba a ver al embajador británico para ponerlo al tanto de la desinformación, de suerte que cuando el periodista quería verificar mis dichos con él, obtenía una falsa confirmación”.
En los años 1970 y 1980, la mayor parte de los periodistas progresistas consideraban a los servicios de inteligencia fuentes de desinformación. Y asociaban a la CIA y al FBI con la persecución de los militantes de los derechos civiles, con la infiltración de los movimientos de estudiantes, con el asesinato de los Panteras Negras, con las dictaduras de extrema derecha latinoamericanas, etcétera.
Treinta años más tarde, todo cambió. Desde la elección de Donald Trump en 2016, los espías se convirtieron en habitués de los estudios de televisión, donde denuncian continuamente los complots rusos –reales o imaginarios– contra la democracia estadounidense. El exjefe de la CIA John Brenann trabaja desde 2018 como “experto en jefe sobre seguridad nacional e inteligencia” en la red NBC/MSNBC; Jeremy Bash, exjefe de Gabinete de la CIA y del Pentágono, fue contratado por el canal demócrata durante la presidencia de Trump (desde entonces se unió al equipo de Joseph Biden). CNN, por su parte, anuncia con orgullo en su sitio de internet el pedigrí de sus expertos.
Si aún trabajara como engañabobos en la CIA, sin duda Snepp no tendría necesidad de recurrir al embajador británico para hacer confirmar sus noticias falsas. Tanto en la prensa como en la televisión, las palabras santas no se verifican más. Como resultado, el 16 de noviembre podía leerse en el sitio de internet de The Washington Post este extraordinario desmentido de una primicia susceptible de precipitar una tercera guerra mundial: “En las versiones anteriores de un artículo publicado el 15 de noviembre de 2022, la Associated Press reportó por error, sobre la base de información proveniente de un alto responsable de la inteligencia estadounidense que se expresó bajo anonimato, que misiles rusos habían traspasado a Polonia y matado a dos personas. La información posterior mostró que los misiles eran de fabricación rusa y muy probablemente lanzados por Ucrania para defenderse de un ataque ruso”. Ufff...
Pierre Rimbert, de la redacción de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Micaela Houston.