El primer poemario edito de Assandri se beneficia de su trayectoria como psicoanalista y ensayista y salta, con la solidez de un escritor maduro, al ruedo de la poesía. Se tutea con la mitología occidental inventando una relación genealógica de la voz poética con los protagonistas del mito del Minotauro. Desde ese lugar toma la punta del hilo y crea su propio camino de curvas y callejones alrededor del concepto de laberinto para así, royéndolo, arrugar el espejo donde el poeta propone que se mire quien lee. La operación no peca de exceso de abstracción, como podría suponerse al enunciar el mecanismo, sino que mantiene una tensión narrativa sin perder el espesor poético. Construye, además, algunas “zonas de descanso” para que se tome aliento al amparo de lo conocido. Así aparecen los laberintos de Pablo Picasso, de James Joyce y, por supuesto, de Jorge Luis Borges. En el trayecto, en su propia laberíntica odisea, quien “narra”, es decir, quien poetiza, va mutando. Como si comenzara a roerse el espejo y ya no sólo el mito para terminar de darle la razón al acápite inicial de Anne Carson. Quien quiera profundizar en aclaraciones, tiene al final del libro una lista de referencias. Al contrario de lo usual en estos casos, no es un agregado de soberbia, sino que el poemario incita a abrir esas nuevas puertas para luego, con una perspectiva enriquecida, experimentar la relectura. El propio orden de los textos es laberíntico (y ese juego justifica el incómodo formato) invitando, a su vez, a encontrar claves o nuevas formas de perderse.
Roer un mito, arrugar un espejo. José Assandri. Yaugurú, 2022. 45 páginas. 400 pesos.