La importancia de las “memorias de un educador” para la crónica cívica de la resistencia a la dictadura va de la mano con un texto de agradable lectura. El comienzo no puede ser más periodístico. Habla de geometría. De la paradoja de que esa ciencia, que siempre le había sido “árida y ajena”, terminara concretándose en una experiencia vital: “la primera forma geométrica que me encerró fue un rectángulo”. Así comienza a describir su celda y luego disecciona la situación política del país en momentos del golpe de Estado de 1973.
El tono, sin renunciar a una profunda vocación democrática, es equilibrado. Parece darle razón al perfil de su autor que se presenta en la “Advertencia” preliminar: Cayota, que fue uno de los principales dirigentes sindicales de los profesores de secundaria, nunca quiso afiliarse a ningún partido político. Creía que su actividad gremial le exigía autonomía. Sumado a sus cualidades humanas, eso hacía que se lo convocara para arbitrar entre corrientes cuando la interna en el sindicato se volvía espinosa. Por eso sus colegas dicen que no fue un “preso político” sino un “preso de conciencia”. Recién con la jubilación, comenzó a militar en las bases del Frente Amplio. En el libro hay, también, líneas de digresión que desde la experiencia carcelaria fugan a episodios distantes en tiempo (la Guerra Civil española) y geografía (las excolonias francesas en África) para labrar un mosaico sobrio sobre su encierro particular.
Víctor Cayota. Fin de Siglo, 2023. 272 páginas, 690 pesos.