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Ilustración: Luciana Peinado

Salto Grande

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El anuncio llamó bastante la atención, ya que Estados Unidos destinaba cada vez menos recursos a la investigación científica para derivarlos al combate de las desastrosas consecuencias del calentamiento global, que nadie había advertido a tiempo.

Tres científicos de la Nasa, con tres sonrisas de oreja a oreja, revelaron al mundo la existencia del proyecto Apolo 111, que llevaría por primera vez a un ser humano al planeta Marte. Se trataba del esfuerzo conjunto de varias naciones desarrolladas, lo que podía explicar la falta de representantes de la Casa Blanca en la conferencia de prensa. La realidad era que el presidente no confiaba en el éxito de la misión y había pedido que ni un solo funcionario del gobierno apareciera vinculado a ese proyecto suicida.

Por suerte el resto de la humanidad sí se entusiasmó con la noticia; las imágenes fueron reproducidas millones de veces en teléfonos, televisores, relojes y toda clase de electrodomésticos inteligentes. Minutos más tarde las redes sociales estaban plagadas de memes, parodias, videos de personas reaccionando al anuncio y videos de personas reaccionando a los videos de personas reaccionando al anuncio. El sábado siguiente, Saturday Night Live le dedicó al acontecimiento su sketch de inicio, en el que el científico más joven fue interpretado por una famosa estrella de k-pop.

Dos años antes del despegue del cohete la misión ya era el tema de conversación más popular del mundo, y la Nasa contaba con eso. La agencia golpeó las puertas de las principales agencias de publicidad para comercializar minutos de tanda durante el futuro lanzamiento, que se colocaron en menos de una semana. La posibilidad de pintar logotipos en el fuselaje había sido vetada por China, que amenazó con retirar su apoyo económico si el módulo se convertía en “un coche de Nascar volante”.

No hubo noticias tan importantes hasta el día en que se anunció quiénes integrarían la tripulación del Apolo 111. Detrás de la misma mesa se sentó uno de los científicos y presentó a los tres astronautas: la franco-argelina Isabelle Shabazz, el japonés Takashi Endo y el estadounidense Patrick Sotomayor. Sotomayor, además, sería el designado para salir del módulo y pisar suelo marciano por primera vez en la historia. La pregunta inicial de la conferencia de prensa fue tema de noticieros, magazines, blogs y conversaciones de bar.

—Buenos días. Mi nombre es Paul Jones, soy de The New York Times, y la pregunta es para Sotomayor. ¿Cuáles serán sus primeras palabras en Marte?

—Paul, debes estar bromeando. ¿Quieres que arruine la sorpresa 18 meses antes?

Las casas de apuestas le agradecieron el misterio, mientras recibían miles de dólares de quienes arriesgaban qué diría el astronauta en lo que se preveía que sería el evento televisado más visto de todos los tiempos. Más de la mitad de los jugadores se inclinaban por variaciones de las famosas primeras palabras de Neil Armstrong en la Luna: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.

Patrick Sotomayor era consciente del dinero que estaba moviendo el asunto y no quiso quedarse afuera del reparto. Con absoluta reserva, envió a su mánager a visitar empresas multinacionales, ofreciendo una mención en la frase más importante del siglo XXI. Después de un mes de negociaciones, una famosa cadena de hamburguesas y una marca de refrescos eran las finalistas, con opciones que manejaban cifras millonarias en dólares.

El contrato secreto se firmó una semana antes del despegue, sin que la Nasa o el público en general se enteraran. Teóricamente Sotomayor debía pronunciar una frase de unidad planetaria, pero en su mente repetía una y otra vez: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para...”, y la marca ganadora.

Los meses de viaje pasaron tan rápido en la cápsula como en la Tierra. Las ferias vecinales ofrecían toda clase de parafernalia apócrifa de la misión, mientras que los guionistas comenzaban a escribir películas que se filmarían tan pronto los astronautas estuvieran de regreso... o alguna calamidad pusiera punto final a la narrativa y al largometraje.

El descenso de la nave fue perfecto. Cerca de cuatro mil millones de personas esperaron media hora a que se colocaran los trajes y prepararan la salida. Una cámara ubicada en el techo del módulo mostró el momento exacto en que se abrió la puerta y apareció el nieto de cubanos justo frente a los dos escaloncitos que lo separaban del contacto directo con el planeta rojo.

—Es un pequeño paso para el hombre...

Apoyó la bota derecha en el primer escalón.

—... pero un gran salto para...

Apoyó la bota izquierda en el segundo...

—... Pepsi. What the fuck...?

Patrick Sotomayor había enterrado su bota derecha en una gigantesca pila de excremento verde.

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