“Nada podemos esperar sino de nosotras mismas”, afirma la dramaturga Verónica Mato, militante de la memoria, del rescate de biografías que merecen ser resignificadas.
Pareciera que los procesos artísticos que Verónica Mato se propone a sí misma se intersectan en un mismo punto: ir al borde, al límite de las experiencias, y mezclar, por ejemplo, residencias de creación en la frontera entre México y Estados Unidos, la reflexión sobre escritoras uruguayas que han sido rechazadas por la sociedad de su época a causa de sus biografías y de sus textos, o temáticas de urgencia social, como en Pátina, que versa sobre dos hermanas apropiadas en dictadura.
Mato sigue desarrollando su práctica teatral en torno a la identidad y la memoria, y su próximo objetivo es encargarse de la dirección, la dramaturgia y la actuación —compartiendo la escena con Adriana Do Reis—, de una obra acerca de Blanca Luz Brum, escritora uruguaya, viajera incansable, que vivió en México, Argentina y Chile, y falleció en la isla Robinson Crusoe en 1985. Brum estuvo vinculada al comunismo, al peronismo y al pinochetismo, escribió poesía, hizo periodismo y, aunque no es apreciada ni por la prensa ni por la comunidad literaria, podría considerarse una cronista fundamental para la literatura uruguaya.
Su aproximación a Blanca Luz se da en febrero de 2016 durante “La mujer del monstruo”, un seminario coordinado por el dramaturgo español Alberto Conejero en el Instituto Nacional de Artes Escénicas, donde tenía que escribir un monólogo a partir de las esposas de dictadores latinoamericanos. “A mí me encantó Blanca Luz Brum, me apasionó, me resultó súper atractiva. Ella tenía un vínculo con Pinochet, pero no de pareja sino de apoyo político. Les dije ‘bueno, soy la única mujer del grupo, voy a trabajar con esta’. No la conocía para nada”. Casi dos años después, sostenida por un equipo femenino, Mato concreta Lab Brum, proyecto ganador de los Fondos Concursables 2017.
¿La idea es centrarte en la biografía de Brum o también vas a utilizar su archivo literario?
En enero arrancamos el proceso de investigación con todo el equipo y luego continuamos con las etapas de creación y montaje, con la escenografía de Larisa Erganian, el vestuario e iluminación de Leticia Figueroa y Viviana Cabral, y la producción por Andrea Silva y Trillo - Distribución de Artes Escénicas. La consigna del proyecto es una búsqueda a partir de la creación audiovisual, a cargo de Inés Lage, el paisaje sonoro, por Francesca Crossa, y lo narrativo, hacer entrevistas y filmarlas, en Pan de Azúcar, que es su ciudad natal, y también en la isla Robinson Crusoe. Ir a la isla y hacer una pequeña residencia de escritura ahí es una aventura, porque para llegar son 30 horas de barco desde Valparaíso y el lugar tiene determinadas condiciones de vulnerabilidad. Quiero tratar el tema de las tormentas, lo climático es algo que trabajo mucho en mi escritura. La idea es investigarla en un principio desde lo biográfico y que el texto se construya con los materiales que van surgiendo. El entrenamiento actoral estará dirigido por Gustavo Saffores, pero no es una propuesta de dramaturgia actoral, como lo fue en Yo cual Delmira, un proceso similar a este, que también arranqué de cero pero que se fue armando a partir de las improvisaciones.
Desde Yo cual Delmira empezaste a retratar o resignificar en la escena a mujeres de la literatura uruguaya. ¿Creés que Blanca fue invisibilizada como artista?
Gente de la Dirección de Cultura de Maldonado me comentó que en Pan de Azúcar existe cierto recelo al hablar de ella, por el hecho de que fue muy liberal. Me interesa arrancar la búsqueda ahí, encontrar esa raíz. Por otro lado, no es alguien muy conocido, los elementos con los cuales se la mide o enaltece tienen que ver con su belleza y cualidades amatorias y nunca escuché a nadie hablar de ella como artista, qué cosas escribía. Ni desde el Partido Comunista, aunque en un momento tuvo bastante presencia. Hay algunos textos, está el libro de Hugo Achugar [Falsas memorias, Trilce, 2000]. Tengo que escribir una biografía que hable de ella sin nombrar quiénes fueron los hombres que la rodearon. Imagino que lo de la visibilización lo voy a poder saber con mayor claridad a medida que siga investigando.
En ese sentido, ¿cómo pensás abordar el personaje, teniendo en cuenta que, en su mayoría, las notas periodísticas que se han realizado tienen un enfoque machista que sólo la ubica como “devoradora de hombres” o remarcan su existencia a partir de sus vínculos sexo-afectivos?
Es un desafío, porque cómo se puede hablar de Blanca Luz Brum sin mencionar todos los maridos, todos los hombres con los que ella estuvo. Si googleás su nombre aparece “se casó con Peteco”, “estuvo con no sé quién”. Incluso hay comentarios terribles, por ejemplo: “Mejor hembra que poeta o que artista”. Es bastante nefasto. Entonces, mi idea más que nada es trabajar sobre su visión política. Es una mujer que siempre estuvo activa. No fue una militante de base sino más bien cercana al poder. Creo que políticamente atravesó el siglo XX en tres bloques: su etapa comunista, su etapa peronista y su etapa más vinculada al pinochetismo.
Teniendo en cuenta tu historia personal en relación al asesinato de tu padre en dictadura, ¿cómo interpretás el viraje ideológico de Blanca Luz?
La veo muy arraigada a los impulsos, lo cual me genera mucho respeto. Tiene la capacidad de que ciertas ideas que consideraba fuertes, combativas o representativas puedan morir y ser otras. Hay personas que nunca se cuestionan sus ideologías y siguen con ellas hasta las últimas consecuencias, ya sea porque las tienen como base o por herencia familiar. No sé los motivos por los que transitó esos movimientos y no sé si lo sabré. No quiero juzgarla, ni desde la escritura ni desde la obra. Quiero narrarla y que la opinión quede en manos del espectador. Yo sí tengo una tradición familiar comunista pero milité de chica. Ahora, de forma consciente, no milito en ningún partido. A los 12 o 13 años no se puede decir que uno tenga una posición política formada. Milito, sí, en grupos de derechos humanos, tratando de alejarme de los grupos político partidarios y de ciertas estructuras. Blanca fue ferviente peronista y tuvo hacia Pinochet, una figura que me parece nefasta, un respaldo que no tiene nada que ver con sus ideales en un comienzo. Por no juzgarla pienso qué le podría haber pasado, y supongo que el stalinismo, como movimiento, defraudó a mucha gente.
En relación a tu militancia, ¿en qué estás?
Tuve una militancia en un momento con el grupo Hijos, ahora estoy trabajando con el colectivo de denunciantes de causas penales por delitos de derechos humanos. También formo parte del Colectivo de Memoria de La Tablada, por la ley de los sitios de memoria, formado por sobrevivientes y familiares de personas que murieron allí, entre otros. La Tablada consiguió una medida cautelar por la causa de mi padre. En ese predio iban a hacer una cárcel para menores infractores y con esa medida conseguimos detenerlo y que, probablemente, no se realice. A su vez, en ese lugar hay posibilidad de que estén los cuerpos de personas desaparecidas. La idea es apropiarnos de él y que sea un espacio de memoria.
¿Creés que la invisibilización de la que hablamos continúa afectando a las artistas en Uruguay?
Si lo analizamos históricamente, la oportunidad de crear o desarrollarte en el siglo pasado no tiene punto de comparación con lo que es ahora. Creo que no es casual que en el mundo del arte o la literatura las mujeres más destacadas sean las poetas, porque la poesía está asociada y permitida en lo femenino, no así en otras ramas de las artes. Incluso en lo teatral, las mujeres son más destacadas como actrices. Si hablo con actrices 15 o 20 años mayores, me doy cuenta de que ellas se sienten en una posición poderosa porque eso está permitido, no así tener otros roles dentro del teatro. Nunca me voy a olvidar a Gloria Demassi, con lo potente que es y la personalidad fuerte que tiene, diciendo: “Qué bueno que ahora ustedes pueden hacer todo, otras cosas, que pueden escribir, si quieren. Nosotras en el Circular éramos actrices, los roles estaban súper marcados, nadie imaginaba que escribiéramos, ni siquiera nosotras mismas veíamos esa posibilidad”. A algunas se las visibiliza y a otras no, se muestran las cosas que son correctas, que sirven al sistema. Habría que hacer un análisis de las mujeres del siglo XX que trabajaron en lo artístico. En las artes escénicas hay muchas, pero si hay un hombre siempre se le va a dar más lugar. Ellos la tienen más fácil, pero está en nosotras hacernos visibles, en redes, en apoyo, en solidaridad y creo que es lo que nos está faltando. Nada podemos esperar sino de nosotras mismas.