Críticos de la teoría de la relatividad, defensores de Isaac Newton, matemáticos, ingenieros y periodistas se interesaron por la llegada de Albert Einstein al Río de la Plata, en 1925. Los diarios de la época publicaron opiniones de especialistas sobre su trabajo, y no todas fueron elogiosas, según pudo constatar Diego Moraes. Su libro sobre la visita del físico alemán a Montevideo, Einstein en Uruguay. Crónica de un viaje histórico, fue publicado recientemente por Ediciones B.
Jamás se dio el caso de que las revoluciones de la ciencia encontraran unánime asentimiento. Desde Colón, Galileo, Pascal, Arquímedes hasta nuestros días, encontraron a su paso refutadores a sus principios. Einstein también. La Tribuna Popular, Montevideo, 22 de abril de 1925.
Hacia 1925, cuando tuvo lugar la histórica visita de Albert Einstein a Uruguay, había en el país un conocimiento muy imperfecto de su vida y su obra. Para empezar, no existía una Facultad de Ciencias, como tampoco ningún instituto u organización que se dedicara al estudio de la física teórica y, en especial, al análisis de las ideas einstenianas, por lo que no muchas personas estaban en condiciones de comprender sus postulados. En Montevideo, los interlocutores naturales que Einstein encontró fueron los ingenieros, que eran los que en mejores condiciones estaban para interpretar sus ideas y comenzar a impulsar en el país, gracias a sus enseñanzas, el desarrollo de la física.
Esto no fue obstáculo, sin embargo, para que algunos autores se dedicaran al estudio de las teorías einstenianas de forma independiente. En mi libro Einstein en Uruguay. Crónica de un viaje histórico dediqué un capítulo a analizar la obra de los “relativistas uruguayos de la década de 1920”, como el ingeniero Amadeo Geille Castro, el arquitecto y profesor universitario José Claudio Williman, el físico Enrique Loedel Palumbo, el filósofo Carlos Vaz Ferreira y una gran cantidad de comunicadores que discutían en la prensa la vida y la obra del físico alemán, cuyas opiniones tuvieron mucha influencia en la forma en que este fue recibido en nuestro país.
Todos estos autores tenían algo en común: eran estudiosos y admiradores de la obra de Einstein. Pero, como no podía ser de otra manera, en Uruguay el físico alemán no sólo encontró adeptos, sino también detractores entre los académicos, científicos, intelectuales y hasta comunicadores que se interesaron por sus teorías.
El retorno de la “fantasmagórica acción a distancia” | El newtoniano Llambías de Olivar
No es mucho lo que se sabe sobre el profesor, ingeniero y astrónomo José Llambías de Olivar, salvo que se hizo conocido en el ambiente intelectual de la ciudad a raíz de la publicación del ensayo “Observación del eclipse anular del 3 de diciembre de 1918 en Montevideo” y que adquirió aun mayor notoriedad con su libro Consideraciones sobre la teoría de Einstein (1926). Quizás este fue el primer texto de un autor uruguayo que admitía públicamente no ser partidario de Einstein, y quizás también fue el primero en el que se practicó una refutación científica de la teoría de la relatividad desde el Río de la Plata.
En especial, Llambías de Olivar puso en entredicho una de las principales ideas einstenianas: que la gravedad es el resultado de la curvatura del tejido espacio-tiempo. Einstein postuló esta idea, en el marco de la teoría de la relatividad general, como respuesta a las leyes de la gravitación universal establecidas por sir Isaac Newton hacia 1687 en el libro tercero de su Principia Mathematica, en el que se indica que los cuerpos se relacionan entre sí por medio de fuerzas “a distancia”, esto es, por fuerzas que no necesitan ningún medio o soporte para viajar de un cuerpo a otro. Pues bien, Einstein disentía con Newton; y el quid de la argumentación de Llambías de Olivar consistía, a su vez, en refutar a Einstein, postulando la validez de las fórmulas newtonianas y caricaturizando los intentos del físico alemán por derrocar la “fantasmagórica acción a distancia”.
A la luz de fenómenos astronómicos en que, a su juicio, es “completamente imposible” negar la fuerza de la atracción (el flujo y reflujo de la marea, el descubrimiento de Neptuno, el perihelio de los planetas, la procesión de los equinoccios, el giro de los satélites alrededor de los planetas y el desplazamiento de los cometas), Llambías de Olivar concluye que es innecesario abandonar la teoría newtoniana para explicarlos.
Uno de los conceptos fundamentales de la teoría de la gravitación de Einstein es la unión íntima del espacio con el tiempo formando una entidad física llamada “variedad espacio-tiempo” o “Universo”, de modo que sin ella no sería posible la formación de los tensores energía impulso de los cuales se sirve Einstein para expresar el movimiento de los cuerpos en el espacio.
Según nuestra manera de ver, el espacio y el tiempo son dos conceptos completamente diferentes que solamente están unidos por medio de una relación, la velocidad de los cuerpos que se mueven en el espacio, pero como en la naturaleza no hay espacio recorrido sin tiempo transcurrido, es absolutamente necesario introducir el tiempo en las fórmulas del movimiento de un cuerpo para obtener resultados precisos.
Es interesante observar que el ensayo de Llambías de Olivar no es meramente expositivo, sino que el autor, a la vez que refuta algunas soluciones de Einstein, no vacila en desarrollar interpretaciones originales. Sin embargo, no hay constancia de que presentara estas inquietudes al físico alemán cuando estuvo de visita en Uruguay, ni de que haya intentado mantener con él algún tipo de intercambio epistolar.
Estudios modernos han detectado innumerables errores científicos en el libro de Llambías de Olivar, pero lo que me interesa destacar aquí es la perspectiva general que domina su escritura, en la cual es frecuente advertir cierta confusión entre los conceptos físicos y filosóficos. Este error no es imputable sólo al autor, sino también al Uruguay de su época, en que la concepción más o menos generalizada era que la física constituía apenas una rama de la filosofía, y de allí que muchos de los anatemas en contra de Einstein en la década del 20 no pudieran desprenderse de una forma ya a esa altura anacrónica de interpretar la naturaleza.
La relatividad en disputa | Una entrevista al doctor Claro Cornelio Dassen
En los años 20 la prensa cumplió un papel muy importante para difundir entre los uruguayos un mejor conocimiento de las ideas de Einstein. En especial durante marzo y abril de 1925, los periódicos montevideanos ofrecieron un sinfín de notas, entrevistas y artículos en los que se discutían diferentes aspectos de la teoría de la relatividad, intentando poner en contexto la significación histórica que revestía el inminente arribo del físico al país.
Uno de esos diarios, La Tribuna Popular, en su edición del 24 de abril de 1925, publicó una entrevista al doctor Claro Cornelio Dassen, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, en la que hacía duras críticas en contra de Einstein y la teoría de la relatividad, la cual apreciaba, según decía, “con marcado escepticismo”.
El profesor argentino se mostraba enemigo de la costumbre de Einstein de debatir en público ciertas cuestiones que, en su opinión, sería mejor restringir a los círculos científicos. También opinaba que la visita del físico alemán a Argentina no había “producido resultado alguno”, que sus conferencias no habían podido llenar “muchas lagunas que los estudios hallaron en sus libros” y que “después de oírlo sabemos tanto como antes”. Y consultado respecto de si Einstein estaba a la altura de su genial reputación, sentenció:
En realidad, su personalidad científica no se puede apreciar por su sola permanencia en Buenos Aires. Su actuación ha sido simplemente pasiva y no ha hecho ninguna demostración que permita aquilatar su valer. Por lo demás, su prestigio es una cosa que existe hecha desde afuera.
Sus dardos más agudos fueron lanzados contra la teoría de la relatividad. “El doctor Dassen no es, evidentemente, un relativista”, escribe el periodista, y agrega que, a juicio del profesor, la relatividad es una teoría que no puede sino recibirse con recelo:
Como estas teorías están reñidas con el buen sentido medio de la humanidad, sería preciso que nuevas experiencias le trajesen un apoyo capaz de ponerlas en armonía con este buen sentido para aceptarlas. Tal vez hubiera sido de desear que, como dijo el célebre matemático francés Emilio Picard, en vez de continuar haciendo ejercicios matemáticos y desarrollando consideraciones de orden metafísico, valdría más tentar nuevas experiencias de tipo distintas a aquellas para las cuales ha sido construida la teoría de la relatividad.
Así, Dassen reiteraba desde el Río de la Plata una crítica esgrimida tiempo atrás por los detractores europeos de Einstein, quienes consideraban que sus teorías se sostenían sólo en fórmulas y cálculos matemáticos, pero carecían de comprobación empírica. Ignoraba así, en los hechos, los resultados de un célebre experimento realizado en 1919, cuando durante un eclipse de sol un grupo de astrónomos británicos pudieron comprobar una de las más excéntricas ideas de Einstein: que en la proximidad de grandes masas la distorsión del campo gravitatorio es capaz de curvar los rayos de luz, lo cual catapultó su fama a nivel mundial. “En cuanto Einstein pretende querer dar explicaciones sobre la constitución del Universo y del espacio y el tiempo, en su teoría, más que otra cosa predomina la fantasía”, decía sonriendo Dassen, indiferente a tales resultados.
También sentenciaba que la importancia práctica de la relatividad era nula para la vida de las personas e incluso de la enseñanza, que haría mejor en permitir a los estudiantes concebir el mundo a partir de la geometría euclidiana y la mecánica clásica:
¿Estamos en realidad en presencia de una nueva teoría del Universo que trastorna algunos de los fundamentos del conocimiento y debe ser considerada esta teoría como definitiva? Por mi parte, me permitiría negarme a contestar preguntas tan generales, por lo menos mientras no sean limitadas en el espacio y en el tiempo: que se limite la pregunta a averiguar si la teoría nueva se extiende a toda la porción del Universo que nos es accesible, y si puede esperarse que dure algunos siglos.
¿Einstein matemático? | Las polémicas declaraciones de Rey Pastor
El domingo 26 de abril de 1925, el periódico El Diario publicó una crónica sobre la primera conferencia de Einstein en el salón de actos públicos de la Universidad de Montevideo, al final de la cual aparecían declaraciones que también tuvieron gran repercusión en la ciudad: las apreciaciones del matemático Julio Rey Pastor sobre las habilidades matemáticas del físico alemán.
Rey Pastor (Logroño, 1888 - Buenos Aires, 1962) es considerado el matemático más importante de la historia de su país. Cuando Einstein visitó el Río de la Plata, el español ya se había ganado una sólida reputación internacional como catedrático de Análisis Matemático de la Universidad de Oviedo, integrante de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, secretario de la Sociedad Matemática Española y docente de Análisis de la Universidad Central y de la Universidad Complutense. Era también autor de libros importantes, como Introducción a la matemática superior (1916), Fundamentos de la geometría proyectiva (1916), Elementos de análisis algebraico (1917), Teoría de funciones reales (1918), Ciencia abstracta y filosofía natural (1923), Curso cíclico de matemáticas (1924) y Curso de cálculo infinitesimal (1924).
Rey Pastor visitó por primera vez Argentina en 1917, invitado por la Institución Cultural Española, para ocupar una cátedra que había dejado vacante José Ortega y Gasset, y desde entonces comenzó a realizar frecuentes viajes entre Europa y Buenos Aires, hasta que por fin se radicó en Argentina. Gracias a sus contactos en ambos continentes, cumplió un papel medular en el arribo de Einstein al Río de la Plata, a quien conoció en 1922 en España, el mismo año en que junto con Leopoldo Lugones y Jorge Duclout tuvo la iniciativa de que la Universidad de Buenos Aires cursara una invitación oficial al científico para visitar el país.
Rey Pastor estaba de viaje en Europa cuando Einstein visitó Argentina. Sin embargo, su barco arribó el 23 de abril de 1925 al puerto de Buenos Aires y tuvo la oportunidad de despedir a Einstein en persona en la cabina del vapor que lo llevaría a Montevideo, donde permanecería una semana. Y fue allí que los periodistas aprovecharon para entrevistarlo sobre diversos temas. Esta es la versión de esa conversación que presenta El Diario, bajo el tendencioso título “Einstein no sabe matemáticas. Opinión de Rey Pastor”:
Como es sabido, Rey Pastor, el distinguido matemático español, se halla en Buenos Aires desde hace unos días, y natural es que en el transcurso de un reportaje se tratara de conocer su opinión sobre el hombre que tanto revuelo acaba de producir entre los estudiosos de la vecina orilla.
He aquí cómo contestó a dichas preguntas el sabio español:
—Veo con satisfacción que ha movido bastante el ambiente intelectual argentino. Discuten los profesores: físicos y matemáticos polemizan sobre la interpretación de sus teorías, y hasta he visto en las calles un cartel firmado por “Galileo” en que se discute púbicamente el asunto...
—A propósito: ¿qué opinión tiene usted de Einstein como matemático?
—Einstein es un físico. No sabe matemáticas. Es decir, las conoce mucho en relación a la mayoría de los profesores, pero no en comparación con los grandes físicos alemanes. Su teoría es eminentemente física y las matemáticas no entran en ella más que como instrumento de medición y de comprobación.
¿Qué interés perseguía la prensa uruguaya al hacerse eco de las críticas hacia Einstein que llegaban desde el otro lado del Río de la Plata, a veces a través de noticias exageradas o sacadas de contexto? Tal vez buscaba despertar interés periodístico, demostrar objetividad o, simplemente, aportar una mirada diferente en una sociedad científicamente no muy desarrollada y en la que, salvo solitarias excepciones, el público se rendía ante el genio del físico alemán.
“Antisemitismo latente” | La palabra de Amadeo Geille Castro
Amadeo Geille Castro (1890 - ¿?) fue un ingeniero civil y diplomático uruguayo especialista en la obra de Einstein, autor del libro La teoría de la relatividad (1924), en el que recopila una serie de conferencias sobre las ideas einstenianas que había dictado entre enero y mayo de 1923 desde la cátedra de Mecánica Racional de la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas. En 1925 cumplió un papel decisivo en la llegada del físico alemán a Uruguay; el Consejo de la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas lo comisionó para concurrir a las conferencias que el físico dictó en Buenos Aires, obtener copia de ellas y realizar “el mayor esfuerzo posible para conseguir la venida a Montevideo del maestro de fama mundial”. Así lo hizo, y cuando Einstein estuvo en el país fue su secretario y asistente personal; lo acompañó en todo momento y colaboró con su agenda de actividades.
Era normal, por tanto, que una vez que Einstein se fue de Uruguay la prensa quisiera conocer las impresiones de Geille Castro. El diario El Día le realizó entonces una extensa entrevista, publicada el 15 de mayo con el título “Después de la visita del sabio - Einstein según el ingeniero Geille Castro”, en la cual habló de los pormenores de las tratativas para invitar a Einstein al país, de su carácter y costumbres, de su estadía en Argentina, del recibimiento de la comunidad científica, de sus conferencias, del encuentro con la colectividad alemana, del impacto científico de su visita en el Río de la Plata y hasta de algunas anécdotas curiosas. Y también habló de un tema mucho más polémico: la resistencia hacia su persona debido a su condición de judío.
“¿Cómo trató al ilustre huésped la sociedad argentina?”, preguntó el cronista, a lo que Geille Castro respondió:
—Los elementos oficiales con verdadera gentileza y hasta con cariño. Pero allí como acá la sociedad le hizo a Einstein un vacío absoluto.
—¿A qué atribuye usted ese vacío?
—Él se debe, sin ningún género de dudas, a la campaña del clero, debido a la investidura que Einstein tributa, como judío. Y la sociedad tan solícita en agasajar a los que llevan sangre noble, no hizo una sola recepción a este hombre que lleva la más noble de las sangres...
—Como siempre la injusticia ha anidado en esta ocasión bajo los campanarios católicos...
—Y esa campaña es completamente injusta por la sencilla razón de que tuviera Einstein las ideas que tuviera, no debía ser ese un motivo de ataque, dado el valor intelectual que representa. Pero es tanto más injusta por una razón no por todos conocida. Einstein es judío de raza. Su patria, su nacionalidad, es la judía. Su religión, no. Él es panteísta. No tiene, pues, religión. Einstein viene así a ser la mejor de las comprobaciones de la alta verdad de aquel pensamiento de Schopenhauer que dice: “Pedir que un genio abrace una religión es como exigir que un gigante calce los zapatos de un enano”. Einstein admite los honores que le hacen los hebreos, porque siendo de raza judía considera que sería una cobardía negar su origen. Y ese es simplemente el secreto de su hebraísmo.
A decir verdad, el físico no se refirió a este tema en su pasaje por Uruguay y faltaban aún casi 20 años para que en Alemania los nazis comenzaran a acusarlo de ser un representante de la “física judía”; sin embargo, tanto en Europa como en Estados Unidos y América del Sur podían apreciarse ya los signos de lo que el propio Einstein denominaba “antisemitismo latente”, es decir, refutaciones a sus ideas que no se sostenían en argumentos científicos, sino en prejuicios raciales, históricos e ideológicos.
Los detractores según Einstein
El miércoles 22 de abril, dos días antes de que el físico alemán llegara a Montevideo, La Tribuna Popular publicó un artículo titulado “Las teorías de Einstein. El señor Tassieri las refuta”, haciéndose eco una vez más de las críticas realizadas a Einstein en Buenos Aires:
El ingeniero argentino señor Dante Tassieri publicó un notable trabajo científico refutando algunas hipótesis de Einstein sobre la relatividad general y coincide con la hipótesis anterior de otro intelectual argentino que afirmó no existir el éter ni la atracción.
El folleto de Tassieri causó revuelo en las esferas universitarias porque declara que en los centros científicos y en los grandes diarios no dieron acogida a su exposición por considerarla demasiado revolucionaria.
El autor desafía a los profesores de la Universidad a demostrar el error de sus ecuaciones. Esto demuestra que la visita del sabio alemán Einstein produjo una fecunda actividad intelectual.
Se sabe que otros se preparan a discutir sus hipótesis mientras que crecen numerosos sus discípulos.
Einstein ha manifestado que no esperaba que sus lecciones despertaran tanto interés y apasionamiento en la juventud del Río de la Plata.
Pero ¿qué pensaba Einstein de sus detractores? En una entrevista que le realizaron pocas horas después de su arribo a Uruguay en el lugar donde se alojaba, la casa del señor Nahum Rosemblat, y que fuera publicada en El Plata el 24 de abril de 1925 con el título “Ya tenemos a Einstein en Montevideo”, el físico alemán señalaba:
El éxito obtenido por las conferencias que he dado en Buenos Aires superó toda previsión. No sólo he tenido público numeroso y atento, no sólo he tenido admiradores entusiastas, sino también impugnadores, que es lo máximo a que un innovador puede aspirar.
En aquella entrevista, Einstein también señaló que lo que más lo había complacido en el Río de la Plata había sido el interés sincero que sus conferencias habían despertado en la juventud, incluso entre jóvenes que no estaban de acuerdo con sus ideas, lo cual interpretaba como “una señal muy notable de la transformación del mundo”.
Lo cierto es que en muchos de esos artículos de prensa, entrevistas, libros y ensayos de la década del 20 se reproducía un movimiento originado en Alemania al que Einstein denominaba “campaña antirrelatividad”, que tuvo su incidencia en la constitución de una incipiente masa crítica académica y científica en Uruguay, así como en la imagen popular de la vida y la obra del físico que estuvo por aquellos años de visita en el país.