A simple vista, estas dos piedras preciosas son idénticas; tienen el mismo color, reflejan la luz de igual modo y hasta provienen de la misma mina, en el corazón de Sudáfrica. Sin embargo, la de la izquierda vale cientos de miles de dólares, mientras que la de la derecha vale menos que un trozo de pan viejo.
¿Por qué sucede esto? Porque la primera es una cederita y la segunda es una mondarga o falsa cederita. Para notar la diferencia es necesario el uso de un microscopio electrónico de barrido de electrones, capaz de detectar las impurezas a nivel molecular, que hacen que la piedra limpia sea tan codiciada y la otra se utilice como pisapapeles.
Hasta mediados del siglo pasado, la cederita y la mondarga eran consideradas la misma cosa y tenían un precio de rango medio. El cambio en la percepción del público, que repercutió directamente en su valor, se dio durante los años sesenta. Una feroz campaña publicitaria de la joyería Fittany’s, subsidiaria de la mina sudafricana, trazaba un paralelismo entre recibir una falsa cederita y ser víctima de infidelidad en la pareja. Además de las piezas publicitarias gráficas y en radio, la joyería instaló microscopios electrónicos en cada uno de sus locales, en una movida que parecía descabellada, por la inversión millonaria, que incluía la destrucción de numerosas fachadas. Porque los gigantescos aparatos no pasaban por las puertas.
Como recordarán nuestros lectores más veteranos, la campaña fue un éxito rotundo. El precio de la escasa cederita se disparó tanto que en pocas semanas la joyería recuperó la inversión, algo que no había previsto ni el más optimista de los accionistas del conglomerado multinacional.
El pico de popularidad de esta piedra se dio en 1968. Ese año, durante la entrega de los Oscar a lo mejor del cine del año anterior, las cinco nominadas a mejor actriz cruzaron la alfombra roja usando collares con cederitas, que, por supuesto, provenían de su único distribuidor. La ceremonia no estuvo exenta de polémica, ya que una columna chismográfica publicada al otro día insinuó que una de las mujeres llevaba en realidad una mondarga colgada del cuello. Aunque no acusó a ninguna en particular, todos sospecharon de Faye Dunaway.
Para la premiación de 1969, cada equipo periodístico apostado en la entrada del Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles había contratado un microscopio electrónico móvil, que por entonces eran una novedad. Estaban dispuestos a controlar cualquier supuesta cederita que pasara por allí, pero esta información se filtró y la mayoría de las estrellas prefirieron lucir rubíes, zafiros y diamantes antes que sufrir el escarnio público. La excepción fue Elizabeth Taylor, quien llevó un collar con una decena de cederitas que, por supuesto, resultaron ser genuinas.
La piedra continuó comercializándose a precios exorbitantes en forma reservada y recién volvió a hacerse visible a comienzos de este siglo, cuando la tecnología de miniaturización permitió construir microscopios de apenas dos o tres kilogramos de peso, que las famosas y los famosos (ya se habían popularizado las joyas entre los hombres) se ataban al cuello, la muñeca, el tobillo o donde fuera que lucieran la cederita. La alegría de Fittany’s duró poco.
En 2007 ocurrió un escándalo. La empresa Hitachi presentó un nuevo microscopio electrónico, del tamaño de un contenedor y el precio de una avioneta, pero con un aumento cinco veces mayor a los anteriores. Durante su lanzamiento utilizaron una cederita y se descubrió que, revisada con mayor detenimiento, podían encontrarse las mismas impurezas que en una simple mondarga.
El tema llegó a las portadas de las revistas de divulgación científica y de orfebrería. Las ventas se desplomaron y la joyería debió preparar una nueva inversión publicitaria, con páginas enteras en la prensa y banners en los sitios web más visitados. Johnny Depp, el actor más popular del momento debido a la saga Piratas del Caribe, aparecía en una fotografía con su traje del capitán Jack Sparrow. En una mano tenía una cederita gigante y en la otra, una lupa de joyero.
La frase que acompañaba la imagen era sencilla, pero dicen que había sido el resultado de un equipo de quince creativos publicitarios trabajando una semana sin parar. Debajo del actor mirando a la piedra, se leía: “Para mí, es perfecta”. La campaña ganó toda clase de premios en festivales alrededor del mundo, y salvó a Fittany’s y a la minera de la ruina económica. A nadie le importó cuando, al año siguiente, se confirmó que lo que Depp sostenía en su mano era una enorme mondarga, que el fotógrafo utilizaba como tope de la puerta de su estudio.