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Foto: Mara Quintero

El cuerpo y la mirada

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La reportera gráfica uruguaya Nancy Urrutia Lungo pasó de una fábrica a hacer fotos carné y en 1983 publicó su primera foto periodística. Durante décadas documentó la lucha social de los colectivos de derechos humanos, del feminismo y las diversidades y del movimiento obrero. Por primera vez su trabajo se reúne en un libro, Pionera, que documenta la obra de quien, en un ambiente masculinizado, borró la línea imaginaria entre el fotoperiodismo y el testimonio de una época.

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Nunca entendí por qué tenía que ser una profesión masculina, si la cámara no tiene sexo y tampoco hace que la mujer se sienta disminuida. Nancy Urrutia

La fotografía hace cosas con las cosas que suceden. Determina un encuadre, acompaña sucesos históricos, presenta un ángulo, identifica personalidades y personajes, se digitaliza con el paso del tiempo. El trabajo de la fotógrafa Nancy Urrutia abarca todas esas etapas con creces, pues fue una pionera en un ambiente muy masculinizado. Sus fotos, que documentan las luchas sociales y culturales desde 1983, empezaron a gestarse en el acto del obelisco del 27 de noviembre, que proclamó “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”, y circularon por el mundo. En diciembre de 2024 se reunió por primera vez su obra en el libro Pionera, recientemente editado por adhoc Impreso, cuya idea y edición fotográfica estuvieron a cargo de Javier Calvelo. Ante la pregunta ¿qué convierte a una foto en icónica?, Nancy responde: “El trayecto que hace hasta contar su propia historia”.

Nancy Urrutia Lungo nació en Arroyo Seco, en Montevideo, el 21 de diciembre de 1950. Su infancia transcurrió entre distintos barrios de la capital y Sarandí del Yi, en Durazno, lugar donde nació su madre Ilda. En su niñez se mudó varias veces de barrio; concurrió a la escuela 56 y en su adolescencia al liceo 13.

A los 19 años entró a trabajar a la fábrica de alpargatas en la que estuvo durante 11 años. “Era un equipo de tres que operaba una máquina y una compañera hacía la plantilla de la alpargata, la pasaba a la armadora y la máquina iba cosiendo en forma horizontal hasta que cosía todo; las acababa la que se llamaba aparadora. En ese momento iba haciendo docenas. Había que trabajar mucho, teníamos que abastecer la máquina y a mí no me gustaba, aunque tenía una buena condición: me gustaba aprender”.

Ubicar los inicios de Nancy en la fotografía se vuelve difuso. Cuenta que en su familia había una “camarita de cajón” en la que las fotografías quedaban muy chiquitas. “Empecé a tomar fotografías mientras trabajaba en la fábrica y me fueron llegando solicitudes de trabajos por recomendación boca a boca. En ese momento me tomé en serio tener una cámara adecuada, adquirí una Nikon F1”, cuenta Nancy. Ese fue el puntapié para comenzar a armar, en 1975, con ayuda de mucha gente amiga, su propio laboratorio fotográfico y finalmente abrir las puertas de Cybel, en la esquina de las calles Blandengues y Porongos, negocio que conjugaba la venta de productos de un kiosco con las libretas de la Quiniela y las fotos carné. “Ahí empecé, también como hormiguita, a tener clientela. Me veían trabajar en eventos sociales, comentaban: ‘Mirá, una muchacha’ y me contrataban”. Este trabajo fue el puntapié para su paso extenso por la fotografía social hasta su llegada a los medios de comunicación. “Tuve mucha clientela. Hasta el día de hoy me encuentro con gente, me saluda y me dice que tiene buenos recuerdos de mí. Eso es muy gratificante, significa que hacía las cosas bien”. En esos años no era tan sencillo encontrar una escuela de fotografía en la que aprender el oficio; tampoco podía hacerlo por los horarios que cumplía en la fábrica, siempre de 14.00 a 22.00. Su proceso de aprendizaje, reconoce, se dio “sobre la marcha”. Les hacía consultas a colegas cuyas recomendaciones le fueron útiles para saber cómo se colocaban las luces en el estudio fotográfico o cómo hacer trucos en el momento del revelado para conseguir una mejor ampliación en las fotografías tomadas al impulso de las cámaras analógicas. “Era muy detallista al momento de hacer fotos, por lo que los clientes me pedían ampliaciones o murales, que en aquella época se usaban mucho. Eso me iba motivando para seguir aprendiendo e investigando cómo hacerlo mejor cada vez”.

Acto por el aniversario de la Declaratoria de la Independencia, el 25 de agosto de 1985, en la Piedra Alta, Florida.

Detrás de cámara

Recién en 1983 es que Nancy toma contacto con el mundo del fotoperiodismo. La fecha puede discutirse. Cuenta que un amigo le presentó al jefe de fotógrafos del diario El País a principios de año. Para ese encuentro, Nancy preparó “una carpetita” con varias fotos (una suerte de portfolio), pero el resultado fue inesperado: “No miró las fotos que llevaba para mostrarle mi trabajo. Me dijo: ‘Mirá, gurisa, serás muy buena fotógrafa, pero acá no tomamos mujeres porque en el laboratorio revelamos en calzoncillo, fumamos y hablamos de mujeres’. Hoy en día lo hubiera podido denunciar por discriminación. Salí de allí con el alma por el suelo. No me acuerdo, pero debo de haber llorado de impotencia”.

“Nunca entendí por qué tenía que ser una profesión masculina, si la cámara no tiene sexo y tampoco hace que la mujer se sienta disminuida, al contrario. Siempre me sentí muy bien y muy cómoda en todas las tareas de la fotografía. Me sentía muy tímida, la cámara me ayudó a estar en lugares donde nunca había pensado estar”, reflexiona Nancy, dándole así vida a su herramienta de trabajo.

Más allá del desaliento que ese episodio le pudo haber causado, la movilización de cientos de personas en el acto del 1.o de mayo de 1983 hizo su magia. Al salir del estudio fotográfico hacia el Palacio Legislativo, Nancy notó un tumulto en la calle, autos que iban y venían y muchas personas moviéndose. Corrió a buscar la cámara que no llevaba consigo y comenzó a perseguir a la muchedumbre con la intuición de que estaba ante algo digno de ser registrado. Esta misma intuición la acompañó durante toda su trayectoria, sensible a los eventos públicos organizados por el movimiento de trabajadores y trabajadoras, de mujeres, de derechos humanos, de la diversidad sexual. “Yo no me acuerdo de si llevé otro rollo, pero recuerdo que tenía pocas fotos para sacar con el rollo puesto en la cámara. Al llegar a la plaza fui tan audaz que me subí no sólo al estrado, sino arriba de donde termina el escenario, donde se coloca la pancarta. Tomé varias fotos que están en el libro Pionera”.

En su larga trayectoria como fotógrafa Nancy también trabajó para el diario Tiempo de Cambio, el semanario Brecha, la revista Mate Amargo y distintos organismos públicos.

Llegada de los “niños del exilio”, hijos de exiliados de la dictadura que vinieron al país provenientes de varios países europeos a pasar las fiestas de fin de año con sus abuelos, el 26 de diciembre de 1983. Fueron recibidos al llegar al aeropuerto y trasladados en caravana a la sede de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay, el sindicato bancario. Una caravana de más de 100 autos los acompañó desde el aeropuerto, por la rambla, hasta el local de AEBU, donde se reencontraron con sus familiares y centralizaron las actividades durante dos semanas, antes de partir.

Una foto, un ícono

Su primer trabajo por encargo en un medio de comunicación sucedió meses después, en 1983, en la revista Avanzada de la Asociación Sindical Uruguaya, que se editaba mensualmente, con un tiraje pequeño, sin costo, y se difundía entre los trabajadores.

Una de las fotos que integran Pionera es justamente esa: la de la concentración masiva del 27 de noviembre de 1983, en la que se reclamó “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”, en procura de la restauración de la democracia, que sucedería un año después, al retornar las elecciones. “Que ese fuera mi primer reportaje fotográfico publicado en un medio de prensa tiene un sentido de bautismo a pura emoción y corazón. Recuerdo que me emocioné muchísimo al ver a tanta gente en la calle, ahí el miedo se nos fue. Entre todos éramos una gran multitud. La gente participó aun no siendo de izquierda, no había banderas políticas, eso fue lo bueno. En esos momentos aprendí a emocionarme, pero también a controlar las emociones al momento de trabajar”, recuerda Nancy.

“Ahí intenté buscar los mejores planos, buscar la altura y la distancia necesarias para la mejor fotografía. Toqué el timbre en un edificio para que me dejaran subir y usar algún balcón para ganar altura y perspectiva. Logré subir hasta un apartamento en el sexto piso. Había llevado un lente normal y un tele, hice el cambio de lente para intentar abarcar todo lo que pudiera ver”, cuenta Nancy.

“Saqué 99 fotos ese día y revisando los negativos Javier Calvelo, el editor del libro Pionera, me comentó que se notaba que intenté registrar de todos lados; me moví mucho para conseguir una foto de Alberto Candeau cuando leyó la proclama, que logré con un disparo de obturador. Si en ese momento hubiéramos tenido cámara digital, se podrían haber hecho miles de fotografías”, remata la fotoperiodista.

Esta fotografía aparece en algunas de las muestras que Nancy ha realizado a lo largo de los años. Ante la pregunta ¿qué convierte a una foto en icónica?, Nancy responde: “El trayecto que hace hasta contar su propia historia. Una nunca sabe cuándo va a ser icónica porque no sabemos la trayectoria de esa fotografía, todas las veces que se publica, las veces que se transmite. Pasa a ser icónica porque la gente la hace histórica, como autora no impongo nada al respecto y la fotografía pasa a tener su propia historia”.

Durante los festejos por el natalicio de José Artigas en la ciudad de Sauce, Canelones, el 19 de junio de 1986, Luisa Cuesta le entregó al vicepresidente Enrique Tarigo una carta en la que distintos actores políticos y sociales reclamaban por verdad y justicia. Durante el desfile militar, integrantes de los colectivos se apostaron frente al palco oficial, en la puerta de la iglesia. Finalizado el desfile, en contramarcha se acercaron con las fotografías de sus familiares y pancartas en las que se podía leer: “Culpables son quienes torturaron y mataron / Culpables son quienes dieron las órdenes / Culpables son quienes los cobijan y amparan”.

Si bien Pionera recoge varias de las fotografías que Nancy reconoce como icónicas, destaca que la que más le gusta a ella, la que más impacto le causa, es el retrato de una niña en el acto por la Declaratoria de la Independencia del 25 de agosto de 1985 en Florida, que aparece protegida por las manos de su madre, que le rodean el pecho, entre una fila de policías frente a ellas y un revólver que queda casi tocando la cara de la niña. “Esa fue una sola toma, un único disparo del obturador. No hay dos iguales, ni parecidas, es única. Entonces, ahí sucede algo que es sorprendente. Yo pensé que no iba a volver a verla y sí. Se llama Eloísa. Ella es de Florida y buscó contactar conmigo por esa foto. Lo que siempre me gustó fue la mano de la madre, esa protección de tenerla ahí como diciendo ‘tranquila, estoy acá’. Es la carita inocente de esa niña, ahí tenía 6 o 7 años. Una compañera de la vuelta que pertenecía a un grupo de mujeres en Florida un día me contactó y nos encontramos con Eloísa y su familia; fue muy lindo porque ellos no se molestaron, al contrario, quedaron muy agradecidos por esa fotografía”.

Para la edición de Pionera se revisó cuidadosamente el archivo personal de Nancy, se digitalizaron 59 cajas de negativos y se eligieron 97 fotos tomadas por ella del período que va de 1983 a 1994. Nancy se sorprendió por la sistematización de parte de su archivo, por su larga trayectoria en las calles, por la cantidad de coberturas de eventos sociales relevantes, por la cantidad de rollos de negativos en perfecto estado que acumula.

En el contexto de esa época, en la década del 80 el movimiento feminista tuvo un período de despliegue en Uruguay con la participación activa de mujeres que formaron organizaciones, colectivos barriales, revistas, boletines y diversas movilizaciones públicas para desplegar sus distintas luchas. Es por eso que en Pionera también se encuentran trabajos de las primeras marchas del 8M.

“Otra fotografía que me impactó y ha impactado con el tiempo es la de Luisa Cuesta entregándole la carta a Enrique Tarigo. Si la analizamos con los ojos de hoy, tiene un montón de connotaciones que no son buenas, porque el gesto de Tarigo, que tenía los brazos cruzados y esa mano que le quedó pegada al cuerpo, que parece que no la pudiera mover y que ni siquiera se agachó para llegar al lugar donde estaba Luisa a recogerla, es muy fuerte y muy negativo y lamentable. Esa foto tiene 38 años y al día de hoy Luisa ya no está. Tampoco están Amelia ni María Esther, como tantas otras madres, no están ellas que eran las tres que representaban a Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos. Que al día de hoy continúe sintiéndose tanto dolor y que no se sepa la información necesaria para que los familiares puedan tener los restos de su familiar para duelarlos. Eso me duele profundamente”.

Xenia Itté y Susana Carli en el momento de la liberación de las últimas presas políticas, el 14 de marzo de 1985, en la Cárcel Central de Montevideo. Ese día, conocido como el Día de la Liberación, fueron puestos en libertad los últimos presos políticos de la dictadura civil militar. Los hombres fueron liberados del Establecimiento Militar de Reclusión 1, el Penal de Libertad, en la ruta 1, cerca de la ciudad de Libertad, en el departamento de San José. Las mujeres salieron de la Cárcel Central, en la calle San José esquina Yi, en el Centro de Montevideo. Allí hubo una gran movilización que rodeó la cárcel por varias horas y el grito era uno solo: “Liberar, liberar a los presos por luchar”. Ese mismo día, en la noche, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros brindó una conferencia de prensa que contó con la presencia de dirigentes históricos, en el Colegio de los Padres Conventuales, en la calle Canelones de Montevideo.

Nancy toma dimensión de su registro y su contribución a través de su trabajo y reconoce que su forma de militancia siempre ha sido con la cámara: “Y me encanta que haya sido así, que haya sido una elección. Nunca me voy a arrepentir de eso, al contrario: si uno puede de alguna forma, mínimamente, aportar un granito de arena y eso ayuda, por supuesto que estoy dispuesta a hacerlo hasta el último día de mi vida”.

Otra de las fotos icónicas que presenta el libro es una de la liberación de presas políticas, el 14 de marzo de 1985, en la Jefatura de Policía de Montevideo. En una camioneta, con los brazos alzados hacia afuera de las ventanillas y los puños apretados, se ve a Xenia Itté y Susana Carli; también estaba Antonia Yáñez, aunque no puede verse con claridad en la fotografía, que fue tomada en movimiento. También fotografió a las hermanas Lucía y María Elia Topolansky en su liberación.

Pionera hace referencia a aquellas personas que se aventuran a explorar y poblar nuevos territorios. Sobre esta palabra, Nancy propone varias reflexiones que fluctúan entre el reconocimiento a su trayectoria tan vasta y su visibilidad en un mundo masculinizado como el del fotoperiodismo. Sin embargo, es cauta al señalar que no fue la primera y que otras mujeres ya habían comenzado en diferentes áreas de la fotografía; no muchas en cantidad, pero compartían con ella coberturas para otros medios de comunicación. “Me costó mucho, me cuesta todavía admitir e incorporar este reconocimiento. Son muchas las sensaciones que estoy procesando en este momento. Me emociona que Pionera salga a la luz y pueda tener vida propia, más allá de mí”.

Patricia Pujol Echeverría (Uruguay, 1980) es periodista con experiencia en radio, prensa y televisión y asistente académica para los asuntos de comunicación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Carolina Bas Lemos (Uruguay, 1987) es periodista de la red de Medios Públicos de Uruguay interesada en temas de género, derechos humanos y cultura.

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