El primer libro que la colección Discos (de Estuario) le dedica a un álbum de Buenos Muchachos no podía elegir otro que Amanecer búho (2004). Porque será su mejor álbum o no, ya que ahí entran a jugar muchas subjetividades, pero lo seguro es que fue el que los sacó de los antros para llegar a un público más masivo. Sin ir más lejos, no fue casualidad que al año siguiente a la edición del disco, en 2005, los comandados por Pedro Dalton tocaran por primera vez en el Pilsen Rock, sumándose a la cresta de la ola de aquella movida de rock, que hasta parecía demasiado masiva para los estándares de Uruguay.
El encargado de agarrar al Búho fue Diego Rocha, que se define, antes que nada, como “melómano desde pequeño”. Nació en 1976, en Montevideo; durante casi 20 años trabajó en una disquería (en CD Warehouse / Palacio de la Música), y cada fin de año escribía reseñas sobre lo que la parecía la lista de discos más importantes del año. Además, en la biografía que encontramos en la solapa del libro, Amanecer búho, se señala que en la actualidad Rocha es “curador, en Buenos Aires, de una de las colecciones de discos más importantes de Sudamérica, que incluye el mayor acervo de música uruguaya en el mundo”.
Vale destacar que este es el primer libro de la colección Discos que no está a cargo de un escritor o un periodista que haya ejercido en medios profesionales; por supuesto, no es que haya nada de malo en eso, sino al contrario: habla de lo abierta que es la colección. Además, esto genera que se sumen nuevas voces –bah, plumas– y se reparta mejor el juego. No obstante, el libro sigue la línea del abordaje periodístico más clásico, con testimonios de los músicos –tomados de entrevistas hechas por el autor y ajenas, aunque da la sensación de que hay más citas sacadas de estas últimas– y análisis de las canciones –esto, sí, a cargo exclusivo del autor–.
Desde el arranque, con una especie de oda al Búho, nos queda bien claro que Rocha es fanático de Buenos Muchachos, y en la sucesivas páginas lo terminamos de comprobar cuando cuenta que, incluso, llegó a ver –en el extinto bar Marrakech– a la banda primigenia, Old Scotch, que hacía versiones de Misfits, PJ Harvey, Pixies y demás popes del rock alternativo que serían fundamentales en la influencia sonora de la banda. De todas maneras, el autor no apabulla con anécdotas personales ni mucho menos; es más, aclara: “Pero esta no es mi historia, es la historia de un disco que se transformó en el buque insignia del rock uruguayo del siglo XXI, es la historia de un disco que les cambió la vida a sus intérpretes y marcó claramente un antes y un después en la banda”.
El libro se divide en dos partes casi perfectas. En la primera se hace un breve repaso del recorrido de la banda hasta Amanecer búho, desde los primeros toques en el boliche Juntacadáveres, pasando por los vericuetos de la grabación del disco que antecede al que ocupa el libro, Dendritas contra el bicho feo (2001), hasta la ida del bajista fundador, Álvaro Garrigós, que fue la semilla que brotó en el máximo hit de la banda, “He never wants to see you (once again)”; por supuesto, el uso del inglés en las canciones también ocupa algunas páginas del libro.
Desplumando el búho
La segunda parte del texto es la que se mete de lleno con el disco, diseccionando cada una de las canciones en el orden original del álbum –como suele ser la regla en esta colección de libros y en la que fue su inspiración, la anglosajona 33⅓–. Al principio nos puede llamar la atención el entusiasmo que le pone Rocha a la descripción de ciertas atmósferas, ánimos o empujes tan característicos de la música de Buenos Muchachos, empleando metáforas o analogías que quizás nos hagan pensar que el autor está hiperbolizando como loco o en pleno viaje de ácido.
Por ejemplo, así describe Rocha el arranque del álbum: “En esos primeros segundos del disco hay una urgencia que no puede ser disimulada, hay algo en el interior de los músicos que no puede ser contenido. Hay desesperación y guerra, hay violencia que no puede ser suavizada ni con los toques de un xilofón. No es una entrada en calor, ni, mucho menos, un juego previo para lubricar al oído. ‘Ahí voy’, canción que abre el viaje emplumado, es como un Panzer abriendo el bosque, derribándolo todo para llegar a la pradera”.
Eso, que puede parecer exagerado, nos lleva derecho a poner Amanecer búho, aun si lo hemos hecho muchas veces, para comprobar si lo que escuchamos coincide con ese maremoto apasionado de descripciones, y muchas veces calza perfectamente. Como ya dijimos, se nota que Rocha es un fanático de la banda y que la ha escuchado hasta al cansancio, porque esas metáforas y analogías, que muchas veces son un problema a la hora de describir y analizar la música –por tratarse de un lenguaje opaco– al final resultan ser un velo que se corre y revela los detalles de una escultura de la que solo veíamos su forma.
Pero, más allá de eso, que no deja de ser subjetivo y siempre va a depender del lector de turno, el libro de Rocha es muy rico también por la vieja y querida información a secas. Hay muchas anécdotas que ilustran los detalles de producción del disco y también la genealogía de las canciones, que pueden resultar muy reveladores para quienes no tengan curtidos a los Buenos Muchachos desde la B hasta la s. Por ejemplo, ya que mencionábamos “He never wants to see you (once again)”, en el libro se cuenta como el verso “leave my brain / I'm on fire” es una paráfrasis de “lick my legs / I'm on fire”, que canta PJ Harvey en “Rid of me”. Y hay muchas más revelaciones; por lo tanto, vale la pena cazar al búho.
Amanecer búho, de Diego Rocha. Montevideo, Estuario, 2019. 144 páginas.