Cráteres artificiales, de Rosario Lázaro Igoa (Criatura). Cosmopolitas y también ambientados en el interior profundo, este segundo volumen de cuentos de Rosario Lázaro está atravesado por la experiencia de la maternidad y desperdigado en contextos que, por el asombro con que son descritos, salen de su lugar cotidiano y se acercan a la fantasía. Una lectura que descoloca.
Campo de batalla, de Ana Solari (Hum). Con una novela de crecimiento muy poco convencional, Ana Solari se corre del registro más especulativo (pero no tanto como en la demoledora El señor Fischer) para contar la adictiva historia de una niña que ingresa en la adolescencia mientras intenta comprender qué ha destruido la pareja que formaban sus padres y qué ha pasado con su país tras un evento disruptivo del que poco se habla.
Cuentos selectos, de William Trevor (Edhasa). Cuidada antología (en una descuidada presentación, sin notas y con varias erratas) de la obra cuentística de un destacado escritor irlandés, cuya suma constituye una perturbadora reflexión sobre el implacable paso del tiempo.
La inmortal del siglo XX, de Matías Mateus (Intendencia de Montevideo). Ganadora del primer premio del concurso Juan Carlos Onetti 2020 en la categoría Narrativa inédita, la novela aprovecha la célebre partida que enfrentó a un adolescente Bobby Fischer con el experiente maestro Donald Byrne para contar una historia de engaños, traición y venganza.
Irse yendo, de Leonor Courtoisie (Criatura). La primera novela de Leonor Courtoisie –actriz, poeta y dramaturga– cuenta en primera persona la determinación de cortar un árbol que amenaza con sus raíces los cimientos de la casa familiar, y carga en esa complicada faena de evidente fuerza metafórica la reconstrucción de la vida cotidiana en momentos de cambio.
Cuentos completos, de Ricardo Piglia (Anagrama). La esperada suma definitiva de las ficciones breves del autor de Respiración artificial, fallecido a principios de 2017, y el volumen más importante de las publicaciones póstumas que han ido apareciendo.
El origen de las palabras, de Damián González Bertolino (Hum). Una novela autobiográfica con la épica de la presencia. A través de un ejercicio de metalenguaje el autor elabora su relación con las palabras, que es también su relación con el mundo y con su universo afectivo.
Tiempo sin claves, de Ida Vitale (Estuario). Un poemario que parece escrito en los intersticios, en momentos de “aire calmo”, de paréntesis, como una aventura por el idioma de ese territorio ambiguo que se abre entre lo dicho y lo callado. Vitale construye a partir de una negatividad, de lo que no existe, de lo que no está: “Entrar a un nuevo día para ver cómo muere”, una declaración de principios para esta poeta que ha celebrado siempre lo fugaz, lo esquivo.
Zurcidor, de Fidel Sclavo (Estuario). Viaje a una época, una sensibilidad y un modo de compromiso estético y político. Un puzle de memorias e impresiones que ofrece la imagen de un Eduardo Darnauchans menos triste, depresivo y oscuro de lo que solemos creer que era.
Más allá de agosto, de Lourdes Rodríguez Becerra (Criatura). Narrada en forma de diario, la primera novela de la periodista Lourdes Rodríguez miente un registro cotidiano para ir y venir sobre los acontecimientos que la tuvieron como personaje siendo hija, siendo madre, siendo escritora.
Una vida llena de propósito, de Pablo Casacuberta (Hum). Ambiciosa, informada, entretenida, una novela-ensayo que se escuda en el juego con el género de autoayuda para plantear reflexiones de corte existencial con vocación didáctica. La escritura de Casacuberta se examina a sí misma en la forma de una narración apasionante y esperanzadora.
Alguien camina sobre tu tumba, de Mariana Enriquez (Hum). Cementerios. El de Montparnasse, en París; el judío de Praga; el de la Recoleta, en Buenos Aires. Muertos célebres y anónimos, historias de tumbas y aparecidos, recuerdos de la peste y crónicas de días de difuntos. Mariana Enriquez, con su “radar para lo extraño”, es la guía de este viaje escatológico que, aunque en formato distinto al de sus historias de ficción, guarda con ellas parentescos no sólo estéticos.
Amar a Lawrence, de Catherine Millet (Anagrama). Una personalísima inmersión en el mundo de DH Lawrence, en la que biografiado y biógrafa se confunden, borrando las fronteras entre los géneros. El libro funciona como una invitación a la lectura o la relectura del gran novelista inglés.
La caja de Pandora, de Dora y Erwin Panofsky (Sans Soleil). La investigación más exhaustiva sobre el trillado mito griego, a partir de sus diversas apariciones (y omisiones) en el arte de Occidente a lo largo de los siglos.
Cuentos, de Thomas Wolfe (Páginas de Espuma). Este libro reúne 58 piezas, sin orden cronológico de escritura, de un autor del desborde, que vivió poco y escribió demasiado, y al que William Faulkner definió como el número uno (él se consideraba el número dos).
Cómo ordenar una biblioteca, de Roberto Calasso (Anagrama). Aparecido en español unas semanas antes del fallecimiento de su autor, este volumen constituye una suerte de testamento de alguien que vivió por y para los libros.