Comencemos con un momento epifánico. En una de las abundantes notas al pie de Historias tempranas del libro. Impresores, textos, libreros en el territorio oriental del Uruguay, 1807-1851, el profesor Pablo Rocca (1963) relata algo que le ocurrió cuando tenía cinco años y visitó la casa de su entonces condiscípulo Luciano Pettirossi, en cuyos fondos, su padre y su tío, los hermanos Ángelo y Constante Pettirossi, tenían su taller de impresión, permanentemente envuelto en el olor a tinta y a solventes, y donde “vi por primera vez un cuarto oscuro donde se revelaban chapas y fotografías; vi resmas y bobinas de papel; escuché el ruido incesante de las máquinas; vi la intimidante fuerza de la guillotina que refilaba el papel y conocí el fin de esa serie convertida en libros o folletos”. Es significativo que alguien que ha pasado prácticamente toda su vida entre material impreso –como investigador, docente, ensayista y traductor– fije con tal precisión ese momento de iluminación sensorial, argamasa y al mismo tiempo estructura de sus preocupaciones posteriores.
El olor a tinta y a solventes, así como el ruido de las máquinas y el golpe de la guillotina acompañan cada página de Historias tempranas del libro, el volumen de cuidada factura (volveré sobre este punto) recientemente publicado por Linardi y Risso, en el que Pablo Rocca coloca el foco sobre un período de cuarenta y cuatro años en la historia del territorio oriental, para seguir los rastros impresos no sólo de determinadas hojas volantes, periódicos, libros y folletos, sino de los hombres que los hicieron posibles (impresores, tipógrafos, editores), incorporados en ocasiones al gobierno de turno o a veces en franca oposición, labrando de esa forma un relato que va y viene sobre sus pasos, arborescente en su propia conformación cronológica, y que se lee como una suerte de novela (como puede leerse, en definitiva, cualquier relato histórico). Los cuarenta y cuatro años de marras ocupan las graduales transformaciones (o mutaciones) que el llamado “territorio oriental” fue atravesando, desde las postrimerías del dominio británico a los aciagos tiempos de la Guerra Grande, pasando por los coletazos finales del gobierno español, los retazos del ciclo independentista, los tiempos del Estado Cisplatino y el establecimiento de una nación soberana. Historias tempranas... reconstruye el mundo de la escritura durante aquel período a través de los precarios y azarosos avances materiales, reflejados en las diversas modalidades de publicaciones y su llegada al público inmediato.
Dividido en ocho capítulos –“Las primeras mediaciones letradas”, “Los protolibreros (1807-1830)”, “Letras y censura en la Cisplatina: los Ayllones y compañía (1821-1825)”, “Imprimir, leer, versificar”, “Artesanos del impreso, artífices del verso”, “Libros, esclavos y otras mercancías”, “Impresores y difusores de la literatura popular” y “Palabras y papeles en guerra (1838-1851)”–, cada sección incorpora en los anexos valiosísimos documentos de la época, tales como la nota que el impresor Valentín Ayllón le dirigió, en junio de 1824, al Cabildo de Montevideo, solicitando hacerse cargo de la Imprenta de la ciudad (junto a las notas que sobre el tema redactaron algunos cabildantes), o tres listas de libros ofrecidos por la prestigiosa Librería de Jaime Hernández entre 1835 y 1838, que permite asistir de primera mano a cuál era la circulación de títulos en aquel momento histórico, desde un Diccionario de medicina y cirugía a los Apuntes y documentos concernientes á la revolucion de España, por el marques de Mira-Flores Procer del Reino, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de S.M.C. la Reina cerca de S.M.B. (respeto en la transcripción la ortografía original), a una interesante (y numerosa) variedad de títulos en francés.
Más allá de la vasta documentación exhibida, el libro se destaca por la precisión de Rocca al momento de abordar las distintas líneas que conformaron el entramado de la circulación de material impreso en aquellos convulsionados años, en una progresión de nombres claves en la materia, como los del padre Francisco de Paula Castañeda, los impresores José Rosendo y Valentín Ayllón, los poetas Francisco Acuña de Figueroa e Hilario Ascasubi y el librero Jaime Hernández, entre otros, que adensan la trama y estrechan la cohesión interna de una serie de investigaciones que el autor fue realizando con los años (algunos de los textos reunidos en Historias tempranas del libro habían aparecido antes como ponencias o artículos en diversos medios). Rocca subraya esto casi al pasar, en la primera página de la introducción, cuando afirma que “conviene rescatar signos del pasado y, a su través, reflexionar sobre eventuales efectos sobre el presente, cuando los impresos palidecen ante los medios electrónicos o se multiplican algo insensata y homeopáticamente”.
En el comentario de un volumen referido a la circulación de material impreso, no puede dejarse fuera una referencia al propio objeto y, en ese sentido, la edición de Historias tempranas del libro constituye una suerte de rareza en el mercado editorial local: el papel escogido es de un espesor poco común y la tipografía de la portada fue tomada de un folleto publicado por Hilario Ascasubi en la Imprenta de El Nacional en 1850. Se trata de una tipografía que no existe en el mercado y que el editor y el diagramador de este trabajo rescataron del pasado, volviéndola a poner en circulación en la tapa de este libro tan valioso como necesario.
Historias tempranas del libro. Impresores, textos, libreros en el territorio oriental del Uruguay, 1807-1851. De Pablo Rocca. Montevideo, Linardi y Risso, 2021, 416 páginas.