Varias veces en estas páginas nos hemos referido a los papeles (o archivos de texto) que deja tras de sí un escritor al morir. Relatos inconclusos, inicios de novelas truncas, apuntes de diarios, borradores de conferencias, esbozos de personajes y un variado etcétera conforman ese magma inédito, que no llegó a ver la luz de la letra de molde y que por diversas razones no alcanzó a tiempo el incinerador o la papelera de reciclaje. Ante ese corpus disperso suelen girar cual avispones viudas, amantes, hijos, nietos, abogados, editores y albaceas de diversa laya, calculando dividendos y repasando la letra pequeña de los contratos, en procura de exprimir el nombre y el genio del finado de turno. En los últimos años se han generado casos emblemáticos de esta modalidad de rapiña póstuma, siendo uno de los más caricaturescos el del escritor chileno Roberto Bolaño, cuya cantidad de libros editados tras la muerte casi supera a la de los que publicó en vida.
Desde luego, no todas las ediciones póstumas están regidas por el mismo procedimiento mercantil, y se destaca dos por tres, más como excepción que como regla, el trabajo cuidado que realizan auténticos estudiosos de la obra de determinados autores. Ocurrió hace poco con la publicación de La enfermedad de escribir, de Charles Bukowski, un volumen que recopila parte de la correspondencia hasta entonces inédita del autor de las novelas Cartero y Mujeres, a cargo del especialista Abel Debritto, oportunamente comentado en estas páginas, y sucede ahora con la aparición del flamante Hambre, un libro que reúne 18 piezas breves de John Fante (1909-1983), nunca antes aparecidas en libro, a cargo de Stephen Cooper, el más respetado especialista en la vida y la obra del escritor oriundo de Los Ángeles, sobre quien escribió el exhaustivo Full of Life: A Biography of John Fante (2001), sin traducción a nuestro idioma.
Este libro comenzó a gestarse una tarde del verano boreal de 1994, cuando Stephen Cooper, en mitad del proceso de documentación para su biografía de John Fante, visitó a la viuda del escritor en su rancho en Point Dume, Malibú, California. Joyce Fante le permitió el acceso a un pequeño y polvoriento cuarto donde se encontraban cuatro archivadores de metal empotrados en la pared, con cuatro cajones hondos repletos de papeles. Entre innúmeras fotografías, fes de bautismo, contratos de estudios de cine, cheques anulados y declaraciones de renta, Cooper encontró el material que terminaría conformando Hambre: los originales de varios cuentos que Fante había publicado en revistas ya desaparecidas y que nunca aparecieron en los libros editados en vida por el autor.
La suma de lados B y rarezas que le da forma a Hambre tiene, en principio, el valor del rescate de materiales diversos que, de no mediar la labor de Cooper, nunca hubiesen llegado a los lectores de John Fante. En ese sentido, el libro tiene como destinatarios principales a los lectores habituales del autor, aquellos que lo descubrieron a través de Charles Bukowski y salieron a buscar sus libros largamente descatalogados. (En español, el encuentro con los lectores fue tardío: exceptuando la novela Hermanos de vino, publicada por la editorial Argos en 1977, en una magistral traducción de Mireia Bofill, hubo que esperar más de 20 años para que el sello Anagrama acometiera la edición de la totalidad de la obra del escritor ítalo-angelino, en un ciclo iniciado con la aparición, en 2001, de Espera la primavera, Bandini y Pregúntale al polvo, y continuado hasta el presente con permanentes ediciones y reediciones, entre las que la del volumen Bandini, en 2016, que además de los dos títulos antes mencionados incluye Camino de Los Ángeles y Sueños de Bunker Hill, es la más importante).
La escritura de la mayoría de los textos se ubica entre las décadas de 1930 y de 1950, los años de mayor productividad y visibilidad del autor de Llenos de vida y Al oeste de Roma. Con mínimas variaciones, las 18 piezas de Hambre siguen un doble derrotero cronológico: el de la redacción en sí (“La madre de Jackie” fue escrita cuando el autor tenía 24 años y “La primera vez que vi París”, el breve relato que cierra el volumen, fue redactado en 1959, mientras residía en la Ciudad Luz y escribía un guion para el productor Darryl F Zanuck) y el de la biografía de Arturo Bandini, el protagonista recurrente de las ficciones de John Fante.
Entre los relatos cerrados, originalmente publicados en revistas, como “Póngalo en la cuenta” (que se convertiría en un capítulo de Espera a la primavera, Bandini), “El delincuente” y el especialmente logrado “Una mala mujer”, en el que el autor vivisecciona a la comunidad italoamericana de un pequeño pueblo de Colorado, aparecen esbozos de novelas, como la retorcida historia de amor que se cuenta en “Mary Osaka, te quiero” o un capítulo perdido de la novela inacabada The Little Brown Brothers, que contaba las peripecias de un grupo de inmigrantes filipinos que trabajaban entre los braceros de California. El punto más desconcertante del volumen lo representa “Prólogo para Pregúntale al polvo”, una suerte de resumen de la celebrada novela que relata los primeros tiempos de Arturo Bandini como novel autor en Los Ángeles, redactado a instancias del escritor Daniel Mainwaring (que brillaría en los terrenos de la novela negra con el seudónimo de Geoffrey Homes). En 15 apresuradas páginas, Fante despacha no sólo el argumento de su novela más famosa, especialmente la sórdida historia de amor entre Arturo Bandini y Camila López, sino la propia estructura fragmentada del libro, además de la particularísima voz del narrador.
Volumen no especialmente recomendado para lectores que nunca hayan surcado la literatura de John Fante, Hambre encuentra a su mejor público entre los fieles seguidores del autor, como esos fanáticos de una estrella musical que se abalanzan sobre el flamante disco de lados B y rarezas a sabiendas de que algún track sobra o no suena especialmente bien, pero que merece ubicarse en la discoteca.
Hambre. De John Fante. Barcelona, Anagrama, 2022, 286 páginas. Traducción de Antonio-Prometeo Moya.