Todas las miserias de la clase política –las acomodaticias alianzas preelectorales para sumar escaños, las manos levantadas ante proyectos de ley que antes se defenestraron, la portación de apellido que se traslada de una generación a otra, las chacritas, los fueros, las agachadas, las prebendas, etcétera–, así como sus eventuales grandezas, supieron conjugarse cierta vez en una figura enigmática que no ha parado de fascinar a sucesivas camadas de historiadores a lo largo y ancho del mundo. Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord (1754-1838), más conocido como Talleyrand, a secas, la figura en cuestión, fue un sacerdote, diplomático y estadista, entre otras ocupaciones, que marcó la historia de Francia en particular y de Europa en general a fines del siglo XVIII y durante las primeras décadas del XIX.
Su destreza en el campo político lo convirtió en un nombre clave no sólo dentro de la iglesia católica, sino durante el reinado de Luis XVI (1774-1789), la Revolución francesa (1789-1799), el Imperio napoleónico (1804-1815) y la restauración monárquica que, tras la llamada Revolución de Julio, estableció el reinado de Luis Felipe (1830-1848). Su asimilación a los vientos que propiciaron cada cambio de régimen, la forma en que entendió y sacó provecho de los diversos conflictos de su época, su carácter esencialmente aristócrata y su capacidad de encantar y convencer volvieron a Talleyrand un protagonista ineludible al momento de estudiar la evolución de la historia europea en los últimos siglos. Talleyrand fue, finalmente, uno de los primeros (y más lúcidos) observadores en darse cuenta de que la irrupción de esa entelequia llamada “pueblo” en el gran teatro de operaciones del mundo lo cambiaría todo para siempre, de forma inevitable.
En Talleyrand. El «diablo cojuelo» que dirigió dos revoluciones, engañó a veinte reyes y fundó Europa, el escritor, editor y traductor español Xavier Roca-Ferrer (1949), autor, entre otros libros, de Historia del ateísmo femenino en Occidente (2018) y El mono ansioso. Biografía de la angustia, la melancolía, el hastío y la depresión (2019), oportunamente comentado en estas páginas, presenta una biografía sólida y precisa, escrita en un tono ameno y con una respetable profusión de citas, referencias y una muy variada documentación.
Una de las tantas virtudes de este libro es la capacidad de Roca-Ferrer para resumir todo lo que se ha escrito sobre Talleyrand con el paso del tiempo. Su fuente principal la constituye Talleyrand: dernières nouvelles du Diable (2011), del historiador francés Emmanuel de Waresquiel, obra que en verdad es una puesta al día de su anterior Talleyrand: Le prince immobile (2003), y cuya bibliografía sobre el personaje ocupa 28 páginas de letra muy menuda.
El autor también recurre a las obras que sobre su protagonista escribieron Louis Madelin, Henry Lytton Bulwer y Sainte-Beuve, entre otros, así como a las biografías sobre otros personajes importantes de la época, estrechamente vinculados a Talleyrand, tales como Fouché: el genio tenebroso (1929), de Stefan Zweig, Napoleon: a political life (2005), de Steven Englund, o su propia Madame de Staël: la baronesa de la libertad (2015). El resultado es una suma poderosa de información y análisis que actualiza visiones, despeja imprecisiones y termina conformando un cuadro vivo del hombre que dejó labradas frases tan actuales como estas: “La oposición es el arte de estar en contra tan hábilmente que luego se pueda estar a favor”; “Cuando algo es urgente, ello significa que ya es demasiado tarde”; “El hombre es una inteligencia contrariada por unos órganos”; “Un arte importante de los políticos consiste en encontrar nombres nuevos para instituciones que bajo sus nombres viejos se han hecho odiosas al pueblo”, y la que, por su recurrencia a lo largo del texto, termina constituyéndose en una suerte de credo, de leit motiv existencial de quien la expresó: “Cuando me examino a fondo, me preocupo, pero cuando me comparo, recobro la seguridad en mí mismo”.
La reconstrucción cronológica de este hombre que vivió 84 lúcidos años conforma en cada capítulo una especie de quién es quién de la época, al tiempo que el autor sigue cada desplazamiento del biografiado con envidiable precisión, desde su nacimiento en el seno de una familia antaño acomodada y ahora en decadencia, hasta su conversión en uno de los hombres más poderosos de Francia, que con su sola intromisión o consejo podía elevar o hundir a los gobernantes. Entre los muchos momentos destacables del abordaje de Roca-Ferrer se encuentran las páginas que dedica a los albores de lo que luego se conocería como Revolución francesa y a un suceso ocurrido el 14 de julio de 1789, el mismo día de la Toma de la Bastilla: Talleyrand es nombrado miembro del Comité de Constitución de la Asamblea Nacional, un puesto de importancia vital no sólo para su propia carrera entre los andurriales del poder, sino para la propia historia de Francia y Europa.
El otro personaje inevitable que atraviesa una importante parte del libro es Napoleón Bonaparte, cuyo vínculo con Talleyrand es diseccionado por Roca-Ferrer con precisión de entomólogo, auscultando los tejemanejes que quien fuera, en un principio, ministro de Relaciones Exteriores del emperador, hasta que en 1804 el corso lo designó gran chambelán y viceelector del Primer Imperio y dos años después, príncipe de Benevento, estrechando así una relación que con el paso del tiempo no haría más que resquebrajarse, mientras que el “diablo cojuelo” serruchaba sistemáticamente el piso de quien pretendió apoderarse de Europa toda y dominarla.
El aterrizaje de Talleyrand en las librerías locales no sólo actualiza la vida y los hechos de un personaje clave en la historia europea de los últimos siglos, sino que subraya, además, cierto principio de continuidad y decadencia en el ámbito general de la política, movimiento que nos enseña, entre otras cosas, que la infeliz frase “Como te digo una cosa te digo la otra”, pronunciada por un expresidente uruguayo, no surgió por combustión espontánea.
Talleyrand. De Xavier Roca-Ferrer. Barcelona, Arpa, 2021, 448 páginas.