La relación entre la creatividad y la locura siempre fue un tema de interés, tanto desde las distintas ciencias que estudian la psiquis humana como en las elucubraciones de artistas que intentan explicar los mecanismos que llevan a una obra. No son pocos los testimonios de artistas que sostienen que su actividad los salva de la locura, como tampoco los ejemplos de grandes genios atormentados por enfermedades mentales. Y también están los estudios académicos que encuentran similitudes entre los mecanismos de la creación y este tipo de dolencias.
Rosa Montero nos ofrece en este libro una variopinta y abigarrada selección de estos ejemplos, sin pudor de servirse tanto de su siempre pródigo anecdotario sobre grandes figuras del arte, la literatura y el pensamiento como de novedosas investigaciones neurocientíficas. Nos enteramos de que, según un estudio llevado a cabo por investigadores húngaros, las personas más creativas suelen tener dos mutaciones del gen neuregulin-1, y que tienen mayor tendencia a la mala memoria, las enfermedades mentales y la hipersensibilidad a las críticas. O que los escritores tienen 50% más probabilidades de cometer suicido que la población en general. O que, según estudios de la neurobióloga española Mara Dierssen, “una propiedad del cerebro creativo podría ser la desregulación de diferentes neurotransmisores, en especial la dopamina”. Pero al mismo tiempo Montero, además del surtido anecdotario que comprende a Virginia Woolf, Sylvia Plath, Charles Bukowski, Emily Dickinson, Kate Millet, Alejandra Pizarnik, Goethe, William Faulkner y un larguísimo etcétera, salpica el libro con relatos de su propia experiencia.
No hay, con relación a muchos de los ejemplos, un vínculo tan dramático con la locura en la experiencia de la autora. Nos cuenta de ataques de pánico, de fabulaciones que en algunos casos terminan como germen de alguna historia, pero en su mayoría sólo le producen estrés y ansiedad. La finalidad de estos relatos es simplemente reforzar el argumento principal de todo el texto, es decir, que existe una misteriosa relación entre la creatividad y los trastornos mentales.
El libro está bien documentado y, según la autora, fue revisado por un psiquiatra y una neuróloga. Desde nuestra modesta perspectiva (al menos en lo que refiere a cosas como psicología, psiquiatría y neurociencias), la parte científica del asunto parece sólida. Incluso cuando alude a descubrimientos polémicos, como los estudios sobre personas altamente sensibles (PAS), anota debidamente los cuestionamientos que se le han hecho a la teoría.
Puede ser, para algunas personas, un libro inspirador. Una de las cosas que hace interesante el tema de la relación entre creatividad y locura es que ofrece una redención al infierno de la enfermedad mental. La idea es sumamente seductora. Por otra parte, no se puede negar que Rosa Montero escribe muy bien. La lectura es ágil, pese a la cantidad de datos y anécdotas. Sobre todo, la autora tiene una gran intuición para lo anecdótico, para encontrar en los detalles de una biografía los aspectos más representativos de una personalidad ilustre. Asistimos a los padecimientos del dramaturgo sueco August Strindberg, “esquizoide paranoico”, que creía poder “atrapar almas en el cementerio con un frasquito de acetato de plomo líquido” y que vivió mudándose de hotel en hotel, siempre pensando que alguien intentaba matarlo con gas o con corrientes eléctricas. También a los delirios megalómanos de Friedrich Nietzsche, registrados en su obra Ecce homo y causados por la sífilis. Y a la terrible historia de la escritora neozelandesa Janet Frame, erróneamente diagnosticada como esquizofrénica y sobre la cual se aplicaron los más bárbaros métodos de la vieja psiquiatría, aunque fue milagrosamente salvada de la lobotomía gracias a un premio literario. Hay un capítulo entero dedicado a los artistas adictos, especialmente al alcohol, y otro más para los suicidas. Y por supuesto, Sylvia Plath, ejemplo paradigmático del artista atormentado por la enfermedad mental, se lleva casi un capítulo más.
De esta manera, Montero va trazando una caracterización de las personas creativas interesante aunque cuestionable. Las características incluirían tendencias a la fabulación, a la disociación, mala memoria, hipersensibilidad a las críticas y necesidad de reconocimiento, hábitos nocturnos, episodios traumáticos en la infancia, búsqueda de emociones intensas, mucha pasión a la hora de enamorarse, etcétera. Quizá esta construcción pueda ser lo suficientemente detallada para caer en la estereotipia, y el mejunje de datos científicos, biografías y apreciaciones personales hace difícil establecer su veracidad. Pero, teniendo en cuenta, al menos, los imaginarios en torno a artistas, desde el romanticismo hasta ahora, es una construcción que funciona.
Puede reprocharse también que quizá esta fe en la potencialidad redentora de la creación puede conllevar una cierta romantización de la enfermedad mental. Por otra parte, tampoco se habla demasiado de la enfermedad mental como problema social, aunque no se puede decir que sea complaciente con la psiquiatría en sí misma, teniendo en cuenta, entre otros, los pasajes sobre Plath y Frame. Pero quizás estos apuntes resulten excesivos en relación a las pretensiones del libro. Si bien no resulta un aporte deslumbrante, se trata de una lectura entretenida y, como ya dijimos, muy bien documentada.
El peligro de estar cuerda. De Rosa Montero. Santiago de Chile, Planeta-Seix Barral, 2022, 360 páginas.