La escritora y docente argentina Sylvia Molloy falleció este jueves, a los 83 años, informó la editorial Eterna Cadencia en Twitter. “La vamos a recordar siempre con muchísimo amor y la alegría de haber publicado sus hermosos libros”, decía el texto. El deceso de Molloy ocurrió en Estados Unidos, país en el que residía desde hacía varias décadas.
Con su obra logró imponer lo biográfico como insumo para la ficción, sin molestarse por respetar los límites entre géneros. También fue pionera en el abordaje de la cultura LGBT e impulsora de una maestría de escritura creativa en la Universidad de Nueva York, primera en todo el país. Antes, en 1974, había sido la primera mujer en conseguir un puesto titular en la Universidad de Princeton.
En 2009 su colega Patricio Lennard escribió sobre ella en Página/12: “Sylvia Molloy ha sido una pionera a la hora de combatir la elusión, el recato y el silenciamiento que hasta no hace mucho envolvía la homosexualidad, la literatura homosexual y la homosexualidad de ciertos escritores y escritoras, tanto en la crítica como en la historia literaria en Latinoamérica. Una empresa que llevó a cabo como la lectora lúcida que es, pero también escribiendo literatura: su novela En breve cárcel, publicada en 1981, fue una de las primeras que habló sin reticencias ni disimulos del amor entre mujeres en la literatura argentina”.
Ese libro fue publicado originalmente en España y tardó varios años en llegar a su país, pero circuló en forma de fotocopias y se convirtió en ícono de la literatura queer. “Me siento cómoda por la fluidez misma del término queer, ya sea escrito con q o c. Me interesa por lo desviado, lo torcido, lo que no cabe, lo que no está del todo asentado, como una categoría no patologizada con significados superpuestos. Apunta a la disidencia sexual pero también a otras disidencias difíciles de clasificar y ubicar en categorías estancas”, contó en 2016 en entrevista con Télam.
“Todo lo que escribo tiene que ver con un desvío, puede ser lingüístico o en diálogo con otros textos. Lo que me interesa no es tanto escribir 'en contra de' pero sí tratar de ver el revés de las cosas, ver que son mucho menos sólidas o estables que lo que parecen. Y eso se refiere tanto a categorías literarias como no literarias. Dejar que el género hable en lugar de silenciar ciertas cosas, no para dictaminar, sino para decir 'oiga, lean, acá está pasando algo'”, agregó en su momento.
Su segunda novela, El común olvido (2002), retomó la temática homosexual con una mayor presencia autobiográfica. Allí contó la historia de un académico argentino radicado en Estados Unidos, que regresa a Buenos Aires con un proyecto de investigación que es una excusa para traer las cenizas de su madre. Sobre este título, había dicho: “Lo raro juega un papel preponderante en mi escritura. Me interesa temáticamente por razones autobiográficas, pero diría que no son necesariamente las más importantes. Me interesa sobre todo trabajar una perspectiva oblicua, el punto de vista del homosexual que, al igual que el exiliado, nunca se siente del todo seguro, o incluido”.
También fue autora de ensayos como Las letras de Borges (1979) o Acto de presencia: la literatura autobiográfica en Hispanoamérica (1997). Jubilada desde 2012, en los últimos años estuvo abocada a la reedición de su novela Varia imaginación (2003) y a la traducción al inglés de Vivir entre lenguas (2016).
Este último trabajo fue la condición para que su libro se publicara para un público anglohablante. “No quería que un traductor se sintiera en la obligación de traducir literalmente esos vaivenes lingüísticos. Sólo yo puedo darme el lujo de traducir el texto. Cuando estoy metida en un proyecto, por lo general no leo mucho, uso recuerdos de lecturas, los uso tal como aparecen en mi mente”.