No constituye ninguna novedad la aparición en el mercado editorial de libros que compilan escritos diversos de un autor, generalmente colaboraciones periodísticas, presentadas en secciones cronológicas, temáticas o por los medios en que originalmente aparecieron. Suele tratarse de un recurrente filón póstumo una vez que se agotaron los inéditos que el finado dejó a medio corregir, o mientras familiares y editores negocian alguna reedición o se rescata algún pecado de juventud que no llegó a tiempo al incinerador o a la papelera de reciclaje. Esos libros post mortem tienen siempre un carácter espurio, de criatura de Frankenstein sacada antes de tiempo del laboratorio, porque se componen de materiales no pensados originalmente para llegar a un volumen, dejando entrever fácilmente las suturas de la tanza con que las piezas fueron cosidas. Se me ocurren tres ejemplos que grafican lo anterior, aunque hay muchos: Entre paréntesis (2004), de Roberto Bolaño, Trabajos (2005), de Juan José Saer, y Con toda intención (2005), de C.E. Feiling. También están los casos en que el propio autor, adelantándose a albaceas y oportunistas, organiza el material y lo edita en vida, impulsado por las razones más diversas: una momentánea sequía creativa, una cláusula contractual, aprovechamiento de unos eventuales 15 minutos de fama, la creencia en una suerte de unidad estilística del material reunido y otras que seguramente no se cuentan, al menos en público.
Esta historia ya no está disponible, el nuevo libro del escritor argentino Pedro Mairal (1970) es un acabado muestrario de la técnica del rejunte, un volumen destinado a provocar los consabidos sismos neuronales entre libreros, que no saben en qué anaquel ubicarlo: con cierta predisposición totalizadora la suma de textos puede leerse como una novela fragmentada, aunque también podría categorizarse como un compilado de cuentos, o una laxa tirada ensayística, un particularísimo diario e, incluso, como un texto autobiográfico. En la página de agradecimientos finales, el autor de las celebradas novelas Una noche con Sabrina Love (1998) y La uruguaya (2016) se refiere a los orígenes diversos de los materiales reunidos en las cuatro secciones del libro: “El equilibrio” y “El subrayador” aparecieron antes como obras autónomas, publicadas por las editoriales Garrincha y Laurel, respectivamente, los relatos breves de “El gran error” hicieron lo propio en el diario Folha de São Paulo, conviviendo en este nuevo opus con colaboraciones para la revista Orsai y el diario Perfil, entre otras fuentes.
En la suma de textos reunidos en este libro, Mairal aparece como un puntilloso observador de su realidad inmediata, de la omnipresente y palpable cotidianidad, a saber, las particularidades del barrio donde vive, las rutinas de padre, el vínculo con otros escritores (almuerzos montevideanos con Elvio Gandolfo, un largo intercambio epistolar en tiempos pandémicos con Tamara Tenenbaum), la contemplación de detalles cotidianos que pasan inadvertidos para el observador común, en la misma tónica de otro libro de reciente edición, oportunamente comentado en estas páginas, y escrito también, como este de Mairal, por un argentino que fijó residencia en Montevideo: Las cosas que veo, de Manuel Soriano.
Es en la primera sección (“El equilibrio”) donde mejor se refleja el costado de observador de los detalles cotidianos, a través de situaciones muchas veces anodinas, ante las cuales Mairal se encuentra de rebote, en una suerte de vuelta de tuerca del flâneur benjaminiano: en una estación de servicio en la que para a echar nafta se entera por la radio de la muerte de Spinetta y describe el momento a partir de la reacción de los pisteros; las reflexiones durante la prolongada espera de una orden en un McDonald´s, olvidada por el empleado de turno; las vicisitudes de enseñarle a un hijo a andar en bicicleta en épocas marcadas por la virtualidad; el barullo que todas las mañanas hacen los perros que un paseador deja atados a un poste mientras va a buscar otros; la mudez que lo envuelve luego de un evento en la Feria del Libro de Frankfurt y la prolongada reclusión en el zoológico de la ciudad, para evitar el contacto humano.
La misma predisposición a agotar lo anodino a través de la mirada se encuentra en los pasajes que conforman el intercambio con Tamara Tenenbaum (“2020 - Notas abiertas sobre el encierro”), en el que ya no es el espacio abierto del barrio, la ciudad (propia o extranjera) o el país todo el escenario para la reflexión, sino la geografía arisca e incomprensible del mundo interior, ese en el que todo escritor debe bañarse, e incluso ahogarse, para vencer el temor a la pantalla en blanco. Todo está mediado, además, por la cuarentena que impuso el coronavirus, de tal forma que los sucesivos textos del apartado se van contagiando de un ambiente irreal, que entra en crisis con la percepción del que los redacta como escritor. En un pasaje se cifra la propia clave de lo que termina siendo Esta historia ya no está disponible: “La palabra se fortalece cuando la sometés a distintos formatos. No hay géneros menores. Todo es literatura. Y pienso en Borges escribiendo guiones de cine y letras de milongas, Sara Gallardo escribiendo para diarios y revistas, Arlt con sus aguafuertes. Te da cintura probar distintos géneros y códigos de escritura. Todo a la larga te retroalimenta”.
Suma despareja de textos diversos –lo que no necesariamente puede ser señalado como un defecto en este tipo de libros–, Esta historia... es un buen aperitivo para los seguidores de Mairal, mientras aguardan la llegada de otro plato mayor, o por lo menos más proteico.
Esta historia ya no está disponible. De Pedro Mairal. Montevideo, Emecé, 2022, 328 páginas.