Se define como canon literario un conjunto de obras selectas que se consideran dignas de ser preservadas y difundidas, y eventualmente utilizadas como referencia para evaluar otras producciones posteriores (canon significa “vara de medir”). En términos simples, podría equipararse a eso que coloquialmente se entiende como “los clásicos”, esas producciones que han sobrevivido al paso del tiempo y continúan considerándose modélicas o referenciales a la hora de establecer algo tan discutible como la calidad literaria.
Como si establecer criterios puramente estéticos no fuera lo suficientemente complicado, en las últimas décadas algunas corrientes teóricas han problematizado la construcción del canon en razón de las relaciones de poder presentes en el contexto cultural que le da origen. El canon de Occidente es, en su abrumadora mayoría, masculino, blanco y heterosexual. Fue a finales de los 80 y principios de los 90 que comenzaron a surgir estudios, antologías y recopilaciones intentando equilibrar la balanza: literatura de mujeres, LGBT, más identidades étnicas y raciales como la afro, entre otras.
Llama la atención que luego de tanto tiempo en estos afanes, no exentos de polémicas y debates, salga recién este año una recopilación realmente exhaustiva de poesía de mujeres uruguayas, teniendo en cuenta, además, que en nuestra literatura siempre hubo una presencia importante de poetas mujeres. Las artífices de esta iniciativa son la reconocida poeta fernandina Silvia Guerra y la académica estadounidense Jesse Lee Kercheval, que hace muchos años viene realizando una sostenida labor de investigación y publicación de poesía producida en Uruguay.
El volumen se titula Flores raras y fue publicado por Yaugurú. Desde la introducción, se apunta a la existencia de una organicidad, o, mejor dicho, un linaje: “Observar en esa genealogía un camino, una filiación, posibles constelaciones, nos acerca y nos da elementos para entrever una trama continua”, anotan las antologistas. Esta intención puede leerse dentro de un movimiento general dentro de la historiografía literaria, que en nuestro país se encontró durante mucho tiempo constreñida al análisis generacional, y que va mutando hacia la búsqueda de líneas de continuidad, de afinidades temáticas o estilísticas, y donde se han puesto en boga términos como “genealogía” o “constelación”.
Esta búsqueda de afinidades fue un criterio rector a la hora de elegir los textos. Así, “Izcúa Barbat tiene una serie de poemas dedicados a las frutas, que cobra paralelismo con Identidad de ciertas frutas de Amanda Berenguer. O el tratamiento de la infancia como paraíso perdido en Clara Silva, inmediatamente ubicable detrás del paraíso perdido de Vilariño”, escriben.
Afinidades otras
La antología abre con un poema de Petrona Rosende y cierra con otro de la misma autora, destacándose estas páginas por estar impresas en negro con caracteres blancos. Petrona Rosende fue la primera mujer en ser incluida en una antología de poesía en Uruguay, y lo fue en la más antigua publicada en el país, El Parnaso oriental, compilada por Francisco Acuña de Figueroa en 1835. Este primer poema, “La cotorra y los patos”, consigna una intención reivindicativa del decir femenino, suavizado en forma de fábula con animales antropomorfizados. El recurso funciona en esa búsqueda genealógica, pues queda presentado con una organicidad respecto al resto: es Petrona, la pionera, la que presenta las voces de las que vendrán después.
Por supuesto, no faltan las de siempre: Idea Vilariño, Marosa Di Giorgio, Delmira Agustini, Amanda Berenguer, Ida Vitale, Circe Maia... Sorprende en un principio la ausencia de una poeta actualmente tan leída y comentada como Cristina Peri Rossi, pero se explica cuando advertimos que, en cuanto a las fechas de nacimiento (las autoras están ordenadas cronológicamente en este sentido), las poetas más jóvenes (María Gravina, Nidia Di Giorgio y Ana Vila) nacieron en 1939, mientras que Peri Rossi nació en 1941.
Quizá lo más llamativo de ver nuevas publicaciones antológicas es observar que el canon no es estático: va revisándose y modificándose. En la literatura en particular, un arte cuyos tiempos suelen ser muy lentos, es muy frecuente que ciertas producciones adquieran notoriedad décadas después de su publicación. Es el caso de Blanca Luz Brum, cuya obra fue publicada entre los años 1920 y 1940 y fue rescatada hace poco más de 20 años, principalmente gracias a los esfuerzos de Hugo Achugar.
Una irrupción reciente y muy notoria es la de Virginia Brindis de Salas (1908-1958), primera poeta afro en publicar un libro en América Latina, objeto de una muy cuidada y reciente investigación de la cantautora Patricia Robaina, que musicalizó sus poemas y logró para la obra de Salas una proyección y difusión sumamente inesperadas. Quizá el más novedoso de estos rescates sea el de Edgarda Cadenazzi (1908-1991), poeta futurista cuyo único libro individual, El tobogán solitario, fue publicado póstumamente, en 2018.
Si el objetivo de la recopilación era mostrar a estas poetas como un conjunto, buscando temáticas, interrogaciones y estrategias en común, el proyecto es exitoso. Sin embargo, esto va un poco en detrimento de la individualización de las voces, ya que los textos no fueron elegidos con el criterio de mostrar los rasgos más distintivos de cada poeta, sino más bien aquello que une sus textos con otras producciones incluidas en el libro. No obstante, es evidente que si se toma como universo toda la producción poética hecha por mujeres en nuestro país desde Petrona Rosende hasta apenas unas décadas, es imposible abarcar todos sus aspectos.
En todo caso, se trata de una publicación muy necesaria y probablemente una de las más importantes de los últimos años, al menos en lo que refiere a poesía nacional. No parece exagerado decir que Flores raras no debería faltar en la biblioteca de cualquier interesado o interesada en la producción lírica uruguaya, que, como cualquier producción cultural en la historia de la humanidad, se ve escandalosamente incompleta sin el aporte de las mujeres.
Flores raras: escondido país. Poesía de mujeres uruguayas, compilado por Silvia Guerra y Jesse Lee Kercheval. 448 páginas. Yaugurú, 2023.