A diferencia de nuestros hermanos y vecinos del Río de la Plata, cuya afición a una épica de lo grandioso y extraordinario fuera satirizada por Bersuit Vergarabat, la banda del actualmente cancelado Gustavo Cordera, en La argentinidad al palo, los uruguayos nos manejamos dentro de un imaginario de la mesura. En nuestra “penillanura suavemente ondulada” la naturaleza es generosa pero no imponente ni indomable, nuestros habitantes se caracterizan por una proverbial humildad llevada con paradójico orgullo, y tendemos a visualizar nuestro territorio como un cálido y acogedor nidito de hornero fuera del cual hay solamente algo que es ancho y ajeno a niveles que nuestra imaginación apenas vislumbra.
No obstante, no son tan recientes las exploraciones de varios investigadores y escritores de ficción que muestran lo ilusorio de la sensación de serenidad ofrecida por esa masa acuosa frente a la que los uruguayos de la costa sur nos sentamos a pensar en nada. El Río de la Plata, uno de los más caudalosos del mundo, fue siempre temido por los navegantes a causa de lo imprevisible de sus corrientes y lo inestable de sus fondos, abundante en peligrosos e imprevisibles bancos limosos y arenosos. En el delta, los islotes cambian de forma y extensión en forma tan acelerada que en su momento dificultaron hasta la exasperación el trazado de una frontera fluvial consensuada entre Uruguay y Argentina. Los canales de navegación, so pena de pérdidas materiales y humanas millonarias en naufragios, accidentes y buques encallados, exigen un mantenimiento constante, sujeto además a las sabidamente tensas relaciones entre las administraciones argentina y uruguaya y a la rivalidad portuaria que se remonta a tiempos coloniales.
Carlos María Domínguez, nacido en Buenos Aires en 1955, ha desarrollado un extenso y reconocido trabajo en nuestro país como periodista y escritor, demostrando un ferviente y afanoso interés en temáticas y personajes de la historia y la cultura uruguayas, y un fino olfato para detectar aspectos poco explorados de figuras y sucesos muy internalizados y dotados de carácter fundante por nuestro imaginario.
Viaje al Río de la Plata, editado este año por Tusquets, es un conjunto de crónicas ubicadas en el “río ancho como mar”, protagonizada por viajeros que lo han surcado con diversas motivaciones y resultados. Aunque, sobre todo al comienzo, hay algunos hechos de la colonia o incluso anteriores, la mayoría de lo que se cuenta es posterior a los inicios del siglo XX, y algunos relatos más datan del XIX, tan agitado en tierras americanas. Otra característica apreciable es un punto de vista netamente uruguayo, en el cual los inevitablemente presentes vecinos de la otra costa ocupan más bien el lugar de un otro, el que está “del otro lado”. Su tratamiento del conflicto de la isla Martín García, crónica de la cual el indudable protagonista es el teniente coronel Timoteo Domínguez, célebre por haberse negado a arriar el pabellón nacional al momento de entregar la isla al ejército argentino, derribando, en cambio, el mástil con un hacha, es un ejemplo elocuente.
Pero si bien mucho de lo que se cuenta en estos textos es historia conocida, de a poco van emergiendo elementos singulares y sorprendentes, y en este sentido hay en el libro un in crescendo. Además de las ya conocidas historias de corsarios y contrabandistas, hay un florido anecdotario protagonizado por los prácticos (capitanes que toman temporalmente el mando de naves que entran a aguas peligrosas o muy transitadas) que no tiene nada que envidiarle en términos de tensión narrativa a ningún cuento de piratas: la incertidumbre de lo que se puede encontrar en un mundo tan aislado y autónomo como un barco proveniente de altamar, teniendo además la responsabilidad de llevar embarcaciones y cargamentos astronómicamente costosos por rutas tan traicioneras (sin hablar de los posibles costos humanos del más mínimo error o infortunio) genera narraciones en las que sorprende hasta qué punto detrás del traslado de productos de uso cotidiano o insumos para elaborarlos pueda haber algo tan parecido a una novela de Salgari.
A medida que avanza el libro, los hallazgos de Domínguez resultan cada vez más novelescos, acercándose cada vez más al presente y centrándose más en personalidades que en períodos y procesos. Es por lo menos llamativo que no sean más conocidas las historias relacionadas con Julia Lafranconi, matriarca de la isla Juncal, que con rifle al hombro manejaba el tráfico humano en el delta rioplatense, garantizando el paso de refugiados nazis y judíos hacia la Argentina de Perón, y manteniendo además una relación muy estrecha con Luis Batlle Berres, admitida y explicada a Domínguez por el propio Jorge Batlle.
Cierta épica de la conquista de lo salvaje, del dominio humano hacia una naturaleza caprichosa e imponente, resulta aquí muy eficaz en términos narrativos por más cuestionada que sea actualmente desde el punto de vista ético e ideológico, evocando una firme tradición de crónica de viajes que, aunque hunde sus raíces en la antigüedad, alcanza un punto cúlmine con la expansión de la prensa escrita en el siglo XIX, y se roza con los momentos fundacionales de las clásicas novelas de aventuras cuyo imaginario, aún hoy, alimenta muchas de las más eficientes y populares ficciones producidas y difundidas a nivel mundial.
Viaje al Río de la Plata: navegantes, contrabandistas y fugitivos, de Carlos María Domínguez. 224 páginas. Tusquets, 2024.