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Una letra herbívora: ¿cómo escribe la premio Nobel Han Kang?

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La vegetariana y La clase de griego en un paradigma de la narrativa global.

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Una prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana: así caracterizó la Academia Sueca la literatura de la nueva premio Nobel, Han Kang (1970). Es una forma de decirlo todo y nada a la vez. Lo cierto es que la narrativa de Han explora lo familiar en virtud del silencio a partir de los secretos ancestrales y violencias intrafamiliares en la sociedad surcoreana. Una sociedad que, a juzgar por la exploración narrativa de esta autora, cabe tomar como jerárquica, clasista y donde el poder masculino condiciona la vida social y afectiva.

En La vegetariana _(2007) y _La clase de griego (2011), sus dos novelas disponibles en Uruguay, la indagación por la memoria generacional de los protagonistas nos lleva a conocer no sólo sus heridas, sino también las formas de sometimiento y valoración social. El trauma histórico que pretende señalar la Academia Sueca no es otra cosa que conocer los vértices de una sociedad hermética que, cuantos más secretos tiene, más se oculta ante la mirada de los otros. La exposición de la herida siempre llevará al caos interno que salpica a las formas rígidas de un deber ser.

Han Kang, además de escritora, es artista plástica y música. Estas otras disciplinas tienen una fuerte presencia en su obra, ya que los personajes atraviesan el universo artístico, mediado por la frustración del éxito no alcanzado y las reflexiones sobre la práctica creativa misma. Pintura, videoperformance e instalación se posicionan como plataformas desde las que los protagonistas realizan una búsqueda de sí mismos, descubriendo lo reprimido y adentrándose en un mundo donde aflora la sexualidad y el goce en alianza con la violencia.

La autora ha publicado libros de poesía como Dejé la cena en la gaveta (2013) y ensayos. En narrativa también se destacan Actos humanos (2014) y Blanco (2020). En sus entrevistas a diferentes medios, detalla una infancia de miseria económica, pero en la que los libros eran el espacio de resistencia ante las carencias. Criada con su padre, también escritor, se refiere a la literatura como un espacio de refugio ante la incertidumbre económica, pero también como un espacio afectivo, único lugar de contención ante la soledad y la pobreza. Ese relato biográfico mantiene cierta simetría con su mundo ficcional, porque, más allá de la premiación, la literatura de Han Kang está determinada por develar la miseria humana transgeneracional, en la que el éxito y la pobreza mantienen una tensa relación que termina por drenar a sus personajes, quitándoles vitalidad.

Como suele suceder en la premiación del Nobel de Literatura, los nombres asombran, porque casi nunca son los esperados. Año a año se renueva la ilusión de que Haruki Murakami, Salman Rushdie o el más cercano César Aira puedan ser los galardonados; sin embargo, la Academia Sueca es un viento en contra, por lo menos, para el mercado editorial latinoamericano. El premio se termina convirtiendo en una sorpresa desconcertante: sus ganadores no desatan celebración instantánea, sino enigmas a descifrar. Han Kang es la primera mujer asiática en recibir el galardón, y de este modo abre un nuevo paradigma literario. Con su nombre se nos dirige un modo de leer y se le otorga un sentido a la lectura que nunca es arbitrario. En este sentido, cabe preguntarse qué le brinda su obra al mundo literario para que el mercado se redirija a su escritura, a sus temáticas y nos lleve a preguntarnos qué está sumando al canon contemporáneo para que el público lector se acerque a su producción.

La vegetariana

En una entrevista realizada por Jorge Carrión en 2019, la autora comenta que la idea de la novela partió de un cuento. En él la protagonista se convertía en una planta y su esposo debía cuidarla como tal, regándola y acercándola al sol. Luego entendió que la historia daba para más, y así fue como nació una de sus novelas con mayor reconocimiento: La vegetariana. Publicada por primera vez en español con la editorial argentina Bajo la Luna en 2012, la novela tiene tres partes, decisivas para captar el estilo de la autora y que se seguirá conservando en la posterior La clase de griego.

El primer capítulo es una excelente trampa. Nos adentra en las pesadillas de Yeonghye, la vegetariana, quien dará núcleo al conflicto de esta historia narrada por tres personajes: su esposo, su cuñado y su hermana. Tales pesadillas la llevan a ver su rostro reflejado en charcos de sangre y perderse en un bosque donde los árboles tienen colgados pedazos de carne. Luego de padecer estos sueños, se convierte en una autómata que siente asco por todo lo que sea producto animal y por tal motivo entra en conflicto con todo su entorno. Sin embargo, los siguientes dos capítulos le quitan a la historia el vuelo siniestro para hacerlo mucho más terrenal. El problema de ser vegetariana recae en la incomprensión familiar y médica.

Cabe preguntarse por qué La vegetariana es la obra de Han con mayor reconocimiento. Podemos señalar que esta novela se teje a través de la falta de entendimiento de los otros acerca de la decisión de una mujer sobre su alimentación. Eso también nos lleva a centrarnos en un aspecto fundamental: los vínculos de la protagonista con las figuras masculinas están determinados por la violencia, que llega a ser explícita únicamente en momentos breves y de máxima tensión. Lo que sobresale, y se podría ubicar esta novela como un objeto estético singular, es que el tema del vegetarianismo está puesto allí como una de las tantas formas de incomprensión ante la diferencia.

Por otro lado, el tratamiento que se les hace a las mujeres de la novela, Yeonghye y su hermana, más allá de que sea desde una perspectiva masculina, está basado en su utilidad física y sexual. Ambas mujeres, una al desintegrarse poco a poco por la falta de proteínas y la otra al observar el deterioro de su hermana, nos llevan a un viaje interior en el que se cuestionan su lugar en el mundo. Hasta entonces, se las ha llevado a ser personas que han vivido en automático, sin reflexión crítica sobre su propia existencia. De este modo, el vegetarianismo como decisión política, la salud mental, los mandatos familiares, el abuso de poder masculino y el despertar de la conciencia individual son las claves que ubican esta novela dentro de algunos tópicos que pueden estar en discusión actualmente.

La clase de griego

Comparada con La vegetariana, La clase de griego resulta una novela mucho más poética, por sus reflexiones sobre la falta en sus protagonistas: un profesor de griego antiguo camino a la ceguera y una mujer que perdió su capacidad de habla. El puntapié del relato, que tiende más a una reflexión intelectual, es la historia sobre la ceguera de Jorge Luis Borges y el papel que ocupó María Kodama en la vida del autor. Sin mucho acercamiento a lo biográfico, la relación de esta pareja se ve poetizada como una forma de acercarnos a la vida de los protagonistas de la novela.

Al igual que en la anterior novela, se vuelve a la voz narrativa intercalada: los personajes van contando su historia y también la del otro. También aparece la búsqueda de respuestas a partir del trauma generacional; las paternidades ausentes, la crueldad animal, el tratamiento despectivo hacia la mujer y una maternidad derrotada hacen de las carencias una respuesta dolorosa ante las convenciones sociales.

Sin embargo, el estilo de la autora cobra otra dirección. Apunta hacia capítulos breves, en los que posiciona reflexiones sobre el lenguaje, sobre todo del griego antiguo y su semántica. Por ejemplo, se detiene en la semejanza que existe entre las palabras “padecer” y “aprender” en esa lengua clásica, lo que nos introduce en la historia de Sócrates y en cómo la diferencia semántica de estas palabras ejercía en el filósofo una crisis sobre su propia praxis.

La clase de griego es una novela sobre el padecimiento, narrada desde una mirada cruda que revisa el pasado de los protagonistas con la finalidad de detectar la crueldad y la indefensión infantil. Sin embargo, el sinsabor de la existencia, encontrada en cada una de estas páginas, tiene destellos de esperanza cuando la falta une a sus personajes a partir del amor y la compasión.

La reflexión sobre la pérdida de facultades físicas, que a su vez es una pérdida en un sentido mucho más hondo, convierte esta novela en una historia conmovedora, donde el encuentro es el lugar de la supervivencia, que no puede conseguirse en soledad, sino en compañía de la literatura y la filosofía. La reflexión sobre el lenguaje y las palabras de una lengua muerta brinda una respuesta a la soledad de dos personajes que se encuentran a partir del abismo del silencio y la oscuridad.

Ecosistema literario

Como ya se mencionó, si algo determina el Premio Nobel de Literatura es el paradigma literario: qué se lee y cuáles son los temas y sus tratamientos, que de algún modo son aceptados desde una perspectiva crítica y académica. En ambas novelas de Han se observa un tratamiento sensible tanto de la salud mental como de la ceguera y la imposibilidad de hablar. A partir de estos padecimientos, el lenguaje poético pone la carga en lo no dicho y en la reconfiguración en otras miradas que se posicionan tanto en la filosofía del lenguaje como en el arte contemporáneo. Los silencios y lo resguardado mediante secretos familiares determinan el hermetismo de una sociedad en la que estos temas rozan el tabú.

En La clase de griego, principalmente, se observa un trabajo mayor con la síntesis, la integración de pasajes breves que apenas rebasan un párrafo y la inclusión de poemas o reflexiones sobre el griego antiguo. Esto hace de la novela un corpus más híbrido, donde se le otorga al lector el cierre de conclusiones a partir de espacios vacíos o episodios poco descriptivos.

La estética de Han Kang viene a sostener una tendencia, o, si se quiere, a imponer una línea bastante marcada en la narrativa actual. Algunas de sus características son la búsqueda a partir de lo mínimo, en la que la ausencia de narración debe leerse como sobriedad y poesía; pasajes breves que vienen a indicar que con las palabras no basta y que, por lo tanto, hay que dejar liberado al lector de todo tipo de explicación y llevarlo a las sensaciones que él mismo debería reconocer; el collage idiomático y discursivo, en conjunto con datos reales de la cultura, impregnados como una nueva forma de decir que, de algún modo, pretende hacer caer la narración de largo aliento. Más allá de las temáticas, que pueden hacer eco de inquietudes sociales contemporáneas, estamos ante una literatura premiada por la sutileza, que nos lleva a preguntarnos cuál es el límite entre lo sutil y lo insípido.

La vegetariana y La clase de griego, de Han Kang. 168 y 176 páginas. Penguin Random House, 2024.

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