Hace diez años, la argentina Gabriela Resnik viajaba seguido a Montevideo por su trabajo académico. El contacto íntimo con el español de Montevideo fue un acicate para su oído de lingüista: las diferencias léxicas eran muchas más que las consabidas pava y caldera o zapatillas y championes. La semilla del estudio Dos orillas comenzaba a germinar. Su colega uruguaya Virginia Bertolotti la puso en contacto con Magdalena Coll y juntas emprendieron una búsqueda que les llevó una década de reuniones semanales, ya que no contaban con una financiación específica.
El resultado es un diccionario que hace zoom in para enfocarse en diferencias que seguramente resultarían muy difíciles de ver para hispanohablantes de otras partes, pero que hacen a las identidades de estas dos subvariedades del español rioplatense.
Coll y Resnik, además de compañeras en esta aventura, son dos lingüistas de extensa trayectoria: Coll es catedrática del Instituto de Lingüística de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República e integrante de la Academia Nacional de Letras (ANL); Resnik es lexicógrafa y profesora adjunta del Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad Nacional General Sarmiento, de Argentina.
En su mirada cercana hay, además de curiosidad y amor por las palabras, una aproximación que, sin poner el énfasis en las diferencias, encuentra en ellas algunas claves “para empezar a comprender mejor algunos aspectos lingüísticos del cambio léxico en el español rioplatense, es decir, de cómo se produce la renovación del vocabulario en nuestra región”.
Lo hacen con rigor científico, con las herramientas teóricas y metodológicas que les proveen la lingüística y la lexicografía, pero en un lenguaje llano, evitando tecnicismos, con el propósito de que sea un aporte tanto para lectores especializados como para un público más amplio: todas las personas que nos fascinamos por las palabras y su misterio.
Ambas mencionan a Ernesto Macazaga, lexicógrafo de la ANL, cuya colaboración fue fundamental, y Resnik destaca a Beatriz Galimberti, lexicógrafa uruguaya con quien trabajó en Londres, a quien reconoce como su maestra en la materia. la diaria conversó con ellas sobre esta publicación y sobre la investigación que la hizo posible.
Desde el título del libro acotan que contrastan el argentino y el uruguayo. ¿Qué abarcan esos términos?
Resnik: El rioplatense es una macrovariedad que incluye no solamente el español de Montevideo y el de Buenos Aires, sino hasta el norte de Entre Ríos y la zona este de Santa Fe, y toda la Patagonia argentina, que fue poblada muy tardíamente y tiene las características del español rioplatense, salvo en una zona muy particular. Es una macrorregión que, a su vez, tiene regiones distintas. En realidad, el mapa de la variedad va a depender de qué criterios elijas. Compartimos una cantidad de cosas que hacen que pertenezcamos a una misma variedad; sin embargo, hay dos estados nacionales dentro de la región y eso, de alguna manera, va moldeando ciertas costumbres y es un gran productor de terminologías diferentes en lo relacionado con el aparato administrativo y jurídico. Hay una serie de factores que van diferenciando el léxico y, en determinado momento, nos llevaron a plantearnos la posibilidad de tratar con las herramientas de un diccionario bilingüe. Así que intentamos hacer eso.
¿Cómo es el diccionario?
Coll: Tiene dos partes. Mis estudiantes me dicen que siempre estoy pensando en el vino, porque lo defino como bivarietal: de un lado, argentino-uruguayo; del otro, uruguayo-argentino. Por otra parte, si bien intentamos respetar las prácticas lexicográficas modernas y que sea muy sistemático, basado en nuestra experiencia desde la lexicografía, desde la lingüística, de hablantes nativas, también nos pareció importante que fuera ágil, que tuviera ejemplos contemporáneos, accesibles, reconocibles. Nuestras fuentes no son las tradicionales de la lexicografía, que tienen que basarse en autores que hayan publicado: nos interesaba que los ejemplos tuvieran un eco para el lector.
Resnik: Yo he hecho durante muchos años lexicografía bilingüe y me planteé cómo se podían rediseñar y reaplicar esas técnicas, así como el lenguaje que se usa al hacer un diccionario con una finalidad didáctica para un extranjero, que no es el mismo estilo de los diccionarios tradicionales de la lexicografía hispánica. Hicimos eso porque entendimos que era el estilo más adecuado para un libro que tiene dos públicos, dos destinatarios: por un lado, está el mundo de los especialistas, de la academia, de la gente que hace lingüística descriptiva y que le viene bien tener un contraste léxico lo mejor documentado posible, porque nada parecido se ha hecho hasta ahora; por otro lado, está la inquietud de montevideanos y porteños que se juntan y se ríen de cómo habla el otro y le dicen “pará de decirle caldera a la pava” y cosas así. Nuestra idea fue que acá hay dos mundos. Lo pensamos como un producto experimental dentro de la lexicografía, jugado en los aspectos técnicos, en que no tiene un antecedente en la lexicografía hispánica, en que estamos siguiendo, a un tiempo, un capricho intelectual y de amor por el habla rioplatense, todo junto. Pero además hay un público que puede apreciar que esto habla de nuestra identidad, que se puede enganchar a leerlo sin tener necesariamente un recorrido académico, desde la curiosidad pura de ser un hablante rioplatense. Entonces entendimos que el estilo más adecuado era uno que no excluyera a ese tipo de público. La inquietud académica es ver cómo se produce el cambio léxico y cuál es la mejor manera de documentarlo. La verdad es que no conozco una mejor manera de documentar el léxico que no sea el diccionario, que además es una herramienta que todo el mundo conoce y sabe cómo usar. Dentro de una variedad común que tiene muchas más similitudes que diferencias, nos propusimos investigar cuáles son las diferencias. Por supuesto que nunca va a ser un número exacto que se corresponda con lo que aparezca en un diccionario, que por definición ya queda viejo en el momento en que se publica, porque siguen produciéndose cambios, además de que seguramente hay un montón de cosas que nos pasaron por el costado y no registramos.
Coll: Intentamos, con esta conciencia de que un diccionario, apenas sale, hay que empezar a corregirlo, y, aun así, nos animamos a publicarlo. Habilitamos un QR para generar cierta interacción con el lector, que nos pueda mandar comentarios. Me consta que cuando la gente consulta un diccionario o lo chusmea, porque no es una obra para leer como una novela, se siente interpelada, entonces la idea es recoger eso, con la idea de mejorarlo entre todos. Por otro lado, en el formato del diccionario hubo cosas que no calzaban fácilmente y por eso hicimos tres apéndices: de términos políticos, de gentilicios y de léxico del fútbol. También con mucha selección y con el criterio de que no se trata de que en Uruguay no se diga kirchnerismo o que en Argentina no se diga mujiquismo, pero estamos poniendo el foco donde nace una palabra. Y en casi ningún caso se trata de cosas que no se entiendan.
¿Cómo se producen esos cambios?
Resnik: Durante estos diez años hemos visto que con el léxico pasa lo que ha pasado históricamente con otros rasgos del español rioplatense: se expanden desde el foco demográfico mayor hacia el foco demográfico menor, pero no al revés. Incluso culturalmente, los uruguayos reciben –lamentablemente para ustedes– la televisión argentina y un montón de influencia cultural que, aunque al revés suceda, es con muchísimo menor intensidad. Nos hicimos muchas preguntas a lo largo de estos años: ¿cuándo terminan anulándose estas diferencias? Algunas palabras que se usaban en determinado sentido en Uruguay empiezan a usarse en otro sentido. No sucede generalmente al revés, no es que nosotros importamos un nuevo significado de una palabra que se usa en Uruguay, porque el flujo de los medios de comunicación, etcétera, va hacia allá. Empezamos a notar esa asimetría que hace que el foco de cambio sea aquel donde está la población más grande. Por lo tanto, el rioplatense en sí ya tiene más marcas del argentino que del uruguayo.
Foto: Diego Vila
¿Hay algo de actitud del hablante argentino que lo haga más propenso al cambio? Me llama la atención la productividad.
Resnik: Me parece que hay dos cosas en tu pregunta. Por un lado, lo que nosotras decimos es que, en términos de recursos, la prefijación, la sufijación, los recursos de formación de palabras están disponibles para todos los hablantes. No es una cuestión de capacidad, sino más bien de que hay un dinamismo importante. Hay sectores que son más dinámicos en la producción de palabras nuevas: el lenguaje juvenil, el lenguaje marginal, etcétera, que ya se sabe que generan muchísimo léxico. El punto es que por algún motivo en el español de Buenos Aires ese léxico rápidamente permea hacia otras capas sociales y se difunde muy rápido. No sé realmente responder si hay algo en la cultura argentina que promueve eso...
Coll: Me parece que esa tensión entre innovar y conservar está en las dos comunidades, pero la fuerza económica y demográfica de Buenos Aires es muy fuerte.
Resnik: Exacto. No lo veo tanto como una diferencia cultural, sino como el producto de una desigualdad histórica, económica y demográfica, que ya arranca con una diferencia histórica incluso en la conformación original de las poblaciones.
¿Cómo seleccionaron las palabras que incluyeron?
Coll: Uno de los criterios que manejamos es el de producción y comprensión: casi todas las palabras de la otra subvariedad las podemos entender, pero no las usamos.
Resnik: Eso limitó mucho qué se incluía como lema en cada parte del diccionario. Decidimos incluir el léxico activo, productivo del hablante: yo sé lo que quiere decir championes, pero no digo championes, sino zapatillas. Puedo comprender un montón de vocabulario de distintas variedades del español, y en este caso de Uruguay, pero no forman parte de mi vocabulario activo: yo no las produzco, a no ser para hacer un chiste con mis amigos uruguayos; no interactúo con argentinos y digo “tengo sucios los championes”. Se intenta ofrecer, cuando existe, un equivalente en la otra variedad, y cuando no existe, una definición. Tratamos de que las definiciones también tuvieran un estilo amigable con el lector. Entre las innovaciones técnicas que tiene el diccionario, tratamos de que fuera legible, de no usar abreviaturas. Los diccionarios siempre marcan irregularidades gramaticales; nosotras quisimos señalar algunos de estos aspectos y los ponemos al final, en vez de poner todo eso al principio y que la persona se encuentre con un montón de abreviaturas y le sea difícil llegar a lo que fue a buscar, que es la definición. Por otra parte, no siempre son contrastes limpios, como el de pava y caldera, sino que hay solapamientos de significados que son comunes y solamente contrastan en una acepción. Siempre aparece primero el contraste; por ejemplo, el término bañadera en ambos lados tiene el significado de bañera, pero sólo del lado uruguayo refiere a un micro escolar, entonces vamos a consignar ese significado solamente, porque es un diccionario contrastivo. Cuando un lector argentino busca del lado uruguayo qué significa bañadera, se va a encontrar con la definición de “micro escolar” y con una observación que dice que el significado bañera es compartido con el español de Argentina. Hay algunos contrastes que son de frecuencia; en el caso de pensionados y pensionistas, los argentinos solemos usar la primera y los uruguayos la segunda, pero si buscás en documentos administrativos de los dos países, vas a encontrar que en los de Uruguay aparece cada tanto pensionados y en los de Argentina aparece cada tanto pensionistas.
Mencionan una direccionalidad del cambio léxico –desde Argentina hacia Uruguay– y una asimetría en la influencia recíproca. ¿Qué les permite decir acerca de la manera en que se producen esos cambios?
Coll: En términos de cambio, veíamos que una palabra que se usa en Argentina acá se empieza a usar más tímidamente, por ejemplo, el sustantivo, mientras que allá abarca también formas verbales, otros derivados. El ritmo en que aceptamos esos cambios es diferente. Es algo que no podemos comprobar en esta instancia, pero intuitivamente funciona muy bien pensar eso.
Resnik: Al haber ya un primer registro bastante documentado y pensado, por ahí, dentro de diez años alguien pueda plantearse: esta palabra que era contrastiva en ese momento ya no lo es, ya aparece en todas las capas sociales del lenguaje de los uruguayos y se perdió la contrastividad. Quiere decir que el diccionario sirve como punto de partida para ir sosteniendo más registro y ver cuánto tarda una palabra en difundirse. Por ahí estaba entrando tímidamente o no estaba en absoluto en el habla uruguaya, y de repente podemos llegar en algún momento a medir ese fenómeno; digo medir entre comillas, ya que no es posible tener una medida porque no hay un patrón, pero es posible aproximarnos.
Coll: Se puede documentar. Lo que vimos respecto de algunas voces es que entran en la prensa uruguaya para referirse a la situación argentina. Por ejemplo, la primera vez que encontramos judicialización en la prensa uruguaya era para referirse a algo que estaba pasando en Argentina. Ese fenómeno también ocurría acá, pero se le llamaba de otra manera, se llevó a la Justicia o cosas así. Después se empezó a usar para algo que estaba pasando acá. Ese es un camino interesante para ahondar.
Resnik: Es un camino posible, y cuando existe documentación existe la posibilidad de hacer un seguimiento.
Coll: Una palabra como planero obviamente nace en Argentina porque había planes. Nosotros tenemos planes de apoyo del Mides, por ejemplo, pero hay otros recursos, entonces es difícil que entre planero porque no se asocia a la gente que recibe algún tipo de subsidio, pero tampoco decimos subsidieros. Nuestro español es permeable, pero también se ponen en juego las condiciones de posibilidad: no entra todo, entra lo que tiene sentido en nuestra sociedad. No es una copia lo que pasa de una sociedad a la otra; el caso de la resistencia a usar la palabra chicos, y de la diferencia de uso de colegio y escuela. Hay posibilidades de investigación que empiezan a surgir a partir de las palabras. Capaz que ahora que terminamos podemos empezar a pensar en cosas más teóricas, pero en estos años estuvimos dedicadas a la elaboración del diccionario y a la corrección.
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Dos orillas. Vocabulario diferencial del español rioplatense (argentino-uruguayo / uruguayo-argentino, de Magdalena Coll y Gabriela Resnik. 224 páginas. Planeta, 2025.