Fernando López Lage escribe como pinta: en capas. Sensor de contingencia es un ensamble de 23 ensayos que exploran el arte como laboratorio de futuros posibles, y ofrece también imágenes de obras cuya búsqueda son fruto de una investigación profunda, que anclan los conceptos abstractos en el océano de las artes visuales.
Es posible entender esta obra como el cierre de una trilogía que comenzó con El color Pharmakon (2018) y continuó con Madmaxismo (2021), dos títulos que merecieron menciones en el Premio Nacional de Literatura. En estas obras, López Lage propone, a través de ejemplos de arte uruguayo e internacional, nuevas formas de habitar la Tierra, en las que la ecología abraza el arte y nuestros cuerpos e inteligencias incluyen la tecnología. Entre la reflexión y el arte (música incluida), lugares aparentemente inconexos que alojan procesos artísticos geográficamente lejanos se acercan en anillos o dimensiones de pensamientos que nos hacen sentir menos solos, integrados a un todo que es la base del anticapitalismo patriarcal.
Son textos que nos ayudan a descubrir que la herida de la colonialidad, el racismo, los problemas de género son relatos hegemónicos y no desgracias individuales. “Aquí el arte”, escribe el artista Fernando Barrios en la contratapa, “se plantea como una zona de especulación y pensar desde diferentes cosmovisiones. No se trata ya de enunciados ni de respuestas, sino de la afectación cruzada de discursos y saberes disciplinarios”.
El 24 de julio, en el Museo Nacional de Artes Visuales, López Lage realizó, junto con Sofía Córdoba y Tinno Circadian, el lanzamiento editorial y conversatorio de Sensor de contingencia. Allí, Córdoba opinó que el artista e investigador, también responsable de la Fundación de Arte Contemporáneo, plantea al arte como respuesta inmunológica a un devenir que no está funcionando. Opera como un laboratorio de ideas que, a diferencia de un espacio científico, no tiene exigencia de emitir pruebas, sino que, en libertad, plantea transformaciones del pensamiento que mueven los límites de lo establecido, sumergiéndose en capas profundas, reconociendo que hay otras inteligencias humanas y no humanas, desenmascarando instituciones de poder.
Sensor de contingencia busca disipar las energías pesimistas del capitalismo y al mismo tiempo desarticula la idea de que el ser humano ocupa un lugar central. Aquí, la incorporación de la tecnología forma parte de la naturaleza y el ambientalismo no sólo es una política de preservación, sino también de la destrucción del poder, de las fronteras. En este relato, la inteligencia artificial es protagonista de un relato en el que lo humano ya no es la única fuente de la verdad.
Para Circadian, por su parte, el libro se propone como un artefacto, un sensor, un dispositivo a deambular en el que no hay comienzo ni fin, sino pistas de pensamiento que saltan del analógico vinilo al digital. El autor, para él, concibe el arte como medioambiente, como infraestructura del relato, sin plantear hipótesis ni paradigmas, sino fisuras en las que el futuro pueda filtrarse.
López Lage tiene el don de inscribir el arte local en todas partes. Así, por ejemplo, vincula la obra de la artista uruguaya Teresa Puppo con el mural del colectivo indonesio Taring Padi en la documenta de Kassel 2022, que “trajo consigo uno de los puntos de inflexión más importantes de los últimos tiempos al poner en escena el problema antisemita en el arte y la política exterior de Israel”. Propicia un salto regional que permite dejar de mirarnos como una aldea.
En otro pasaje, a través del dialogo con Ale Cruz y su obra El camunguero, López Lage cuestiona el fetichismo de los “cuerpos hipersexualizados negros” en los que la estrategia de mercado aún deja rastros, “como afirma Arthur Jafa, donde no podemos afirmar que la mercantilización de los cuerpos afrodescendientes haya terminado”. En el análisis de la obra de Lu Damiani escarba en el pasado reciente uruguayo para traer el concepto de hauntología, propuesto por Jacques Derrida en Espectros de Marx como “el carácter espectral de ideologías del pasado –como el marxismo– cuya ambigüedad ontológica ronda de manera persistente en el presente bajo la forma de los fantasmas intangibles del mundo contemporáneo”. Lo hace para presentar un giro en los temas de verdad y justicia, que expone el problema de la memoria como un sistema actual que, cual cablerío en la instalación artística de Damiani, sigue transmitiendo datos, emociones, presencias.
La línea de tiempo, su ruptura, la preocupación por la existencia de un futuro (no sólo si habrá futuro, sino más bien por su concepción atemporal) atraviesan los ensayos en los que analiza la obra de artistas uruguayos y extranjeros en un escenario global. El resultado es un banquete de pensamiento sobre filosofía, cine, música, exposiciones y museos, festivales, mitos griegos y feminismos que se ofrece sin comienzo ni fin.
Sensor de contingencia, de Fernando López Lage. 198 páginas. Estuario, 2025.