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Un regreso de Daniel Chavarría

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Hace unos días se estrenó La caja negra, un documental que tiene por centro –esquivo– al escritor Daniel Chavarría. No lo anuncia en el título y el propio Chavarría, muerto en 2018, aparece solamente en los últimos minutos de la película. Decía en la diaria Radio que la directora, Elisa Barbosa, posiblemente se haya sentido atraída por las leyendas que rodeaban al paisano (ambos son de San José) cuando estaba estudiando en Cuba, donde Chavarría pasó a vivir desde 1969, pero se cuidó de basarse únicamente en las versiones de sus andanzas que el escritor se ocupó de fijar en texto. Más bien, ella trató de obtener los testimonios de otras personas sobre la vida (no tanto la obra) del escritor, y verificó por lo menos un par de datos sorprendentes. De todos modos, Chavarría fue, por decirlo de algún modo, un autobiografiado poco confiable.

Y el mundo sigue andando... es el libro de memorias de Daniel Chavarría, y se puede leer libremente en Biblioteca País. Ahí cuenta cómo fue un improvisado guía de museos en España, un contrabandista y estafador en Alemania, un vendedor ambulante en varios lugares, cómo regresó a Uruguay y luego abandonó a su familia para seguir un impulso revolucionario que se fue diluyendo en Perú, cómo lo retomó en Colombia junto al Ejército de Liberación Nacional, cómo tuvo que escaparse de allí secuestrando una avioneta y poniendo rumbo a La Habana (ése es el episodio que orienta la película de Barbosa).

De manera indirecta, Chavarría, que se definía como “ciudadano uruguayo y escritor cubano”, habla del clima intelectual del Uruguay de mediados del siglo XX, que impulsó a unos cuantos jóvenes a frotar aventura y compromiso político. Hay, además mucho humor, referencias cultas, sexo y romances, pero sobre todo, mucha ficción: Chavarría no duda en citar algunos pasajes de sus novelas para apoyar lo que ocurre en determinados tramos de su historia, como si recomendara bibliografía ampliatoria. Si uno acepta el pacto, es un libro muy disfrutable; le decía en broma a un amigo que es una mezcla de Mauricio Rosencoff y Henry Miller.

Una obra maestra

En esas memorias, Chavarría cuenta también cómo se transformó en autor a una edad madura: aceptó un desafío del crítico cubano Roberto Fernández Retamar, que lo habría retado -en un baño universitario– a crear una novela de espías mejor que otra que venía recomendando él. “Así surgió el mayor Alba de mi novela Joy, miembro de la contrainteligencia científica, graduado como biólogo en la URSS, karateca, culto, políglota, que desbarata una covert action de la CIA destinada a arruinar la citricultura cubana”, dice. Joy, aparecida en 1978, fue un éxito en Cuba y otros países del llamado bloque socialista. Chavarría recuerda que en la esfera soviética los escritores no recibían pago por ejemplares vendidos, sino por la cantidad de páginas producidas, así que el resto de sus novelas serían bastante extensas.

Su obra maestra posiblemente sea El ojo de Cibeles, también publicada como El ojo dindymenio. Ni esta novela ni Joy se consiguen fácil en Uruguay, aunque El ojo dindymenio fue publicada en la década de 1990 por Graffiti y Cal y Canto. En Cuba, apareció en 1987, es decir, en la cresta de la ola de un subgénero, el de los bestsellers cultos, que había inagurado Umberto Eco con El nombre de la rosa, que tuvo una gran vuelta de tuerca con Una investigación filosófica (Philip Kerr, 1992) y un declive con El código Da Vinci (Dan Brown, 2003).

El ojo de Cibeles, como todas las mencionadas, es una especie de novela de misterio o detectivesca, pero ambientada en la Grecia clásica. En la Universidad de la Habana, Chavarría se ganaba la vida como filólogo, y volcó gran parte del saber acumulado durante décadas para describir el ambiente de la época de Pericles. Con la excusa de la desaparición de una joya, recorre un mundo de sectas que prefigura el final del politeísmo, se aproxima a numerosas figuras históricas y, cómo no, se deleita con sus costumbres amatorias. Es también una novela generosa: su vocabulario puede resultar distante en una primera impresión, pero Chavarría encuentra la manera de volverlo familiar apenas avanzamos en su prosa, un poco como hace Di Benedetto en Zama. Además, por las dudas, viene con un “Léxico” de cultura e historia griegas, por si uno está con ganas de sumar datos extra pero no de soltar el libro.

A principios de este siglo, la editorial Alfaguara comenzó a publicar parte de la obra de Chavarría. Una pica en Flandes, Viudas de sangre y El rojo en la pluma del loro aparecen en librerías, sobre todo en las ediciones económicas que un poco después sacó Penguin Random House tras absorber al sello español.

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