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Lucila Nawa habla a sus parientes durante una reunión con el organismo indigenista en 2023. Foto: Tarrisson Nawa

Futuro ancestral: la lucha de los nawa contra el “ambientalismo sin gente”

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Esta etnia que vive en el estado brasileño de Acre espera desde 1999 el reconocimiento de su tierra ancestral, que fue transformada en un parque nacional que no permite habitantes.

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Tarisson Nawa tenía sólo tres años cuando su pueblo se empezó a organizar, en 1999, para pedir el reconocimiento del territorio donde habían vivido sus antepasados, en el estado de Acre, en la frontera entre Brasil y Perú. Hasta ahora, casi 25 años después, todavía no vio la demarcación del área, que está rodeada por el arroyo Novo Recreio y sus aguas oscuras que desembocan en el río Moa.

Perseguidos y expulsados de sus tierras durante siglos, los nawa terminaron acorralados por el propio Estado brasileño: el área donde vivían parte de sus antepasados fue transformada en 1989 en el Parque Nacional Serra do Divisor, un área de conservación de uso restringido que no permite, en su concepción, que la habiten personas, ni siquiera quienes vivieron allí en armonía con la selva durante generaciones. Desparramados por diversas partes del estado, aunque algunas familias, presionadas a salir de allí, todavía vivían dentro del área transformada en parque, empezaron a organizarse para pedir la demarcación. Y se vieron atrapados en una disputa jurídica que lleva décadas.

El año pasado, Tarisson, que ahora es antropólogo, fue invitado por el equipo de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai) a retomar las discusiones sobre el futuro del territorio, después de años de inacción. Entusiasmado, formó parte de un grupo de trabajo compuesto por el organismo indigenista como colaborador asistente; viajó a la tierra de sus antepasados y ayudó a realizar nuevos estudios sobre su pueblo. Sin embargo, una vez más, sus parientes se frustraron. El organismo no cumplió su promesa de difundir en setiembre de 2023 un informe antropológico actualizado sobre el proceso de demarcación. Sin la finalización del documento, nada avanza. Interrogado por Sumaúma, el organismo indigenista no contestó sobre el atraso de la demarcación.

Tarisson reconoce que el caso de los nawa es sumamente complejo, sobre todo porque los pueblos indígenas se esparcieron por diferentes regiones de la Amazonia y porque fueron víctimas de un proceso de ser borrados de la historia. “Antes éramos kapanawa y vivíamos en la región donde hoy está [el municipio de] Cruzeiro do Sul, llamada Estirão dos Nawa”, explica.

Y en el siglo XIX, Mariana [Mariruni], señalada en los registros históricos como la última sobreviviente de los kapanawa, migró de Estirão dos Nawa a la región donde hoy se encuentra el Parque Nacional Serra do Divisor. En 2017 Tarisson empezó a investigar la historia de Mariruni, cuyo nombre significa “agutí de la selva” en la lengua pano, la familia lingüística de los nawa. Mariana era su nombre cristiano y era su tatarabuela, la ancestral de su pueblo. “Fui criado sin saber que era nawa”, dice. El antropólogo explica el cambio de la designación kapanawa a nawa que se produjo a lo largo del tiempo con Mariruni: “Mi pueblo, en esa época, era kapanawa. Y a todo lo que no era kapanawa lo llamábamos nawa, que tiene el sentido de ‘otro’ [alteridad]. El blanco, para nosotros, era nawa”. En la convivencia y en el contacto con los indígenas, sin embargo, los blancos también empezaron a llamarlos nawa. Fue así por el simple hecho de que constantemente los escuchaban decir esa palabra.

La tierra de Mariruni

Los nawa cuentan que Mariruni logró escapar de la persecución de los caucheros europeos y de las sucesivas violencias de los colonizadores. Pero cuando bajaba por el río Juruá, en una de sus fugas, terminó encarcelada por orden de Sinhá Geton, una aristócrata del ciclo del caucho, de cuyo pasado los indígenas no tienen información. La memoria, rescatada a través de la historia oral, trae dos versiones, sin precisión de fechas. En la que prevalece, cuando la atraparon estaba sola. En la segunda, estaba con un hermano. Subyugada por los blancos y prisionera en las plantaciones de caucho, Mariruni se casó con José Peba, que trabajaba para Sinhá Geton. Después de la boda, se fueron a vivir al área que se convirtió en parque. Cuentan los indígenas que Mariruni y Peba tuvieron ocho hijos. La mujer sobreviviente que dio origen a los nawa fue enterrada en el territorio que hoy es un parque, y por eso los parientes de Tarisson lo consideran un área sagrada y ancestral.

“De allí surgieron los nawa de hoy”, explica el antropólogo, que dedicó a su tatarabuela su tesis de maestría en antropología social: “Los nawa nunca se extinguieron”. Años antes, mientras cursaba periodismo en la Universidad Federal de Pernambuco, Tarisson ya había empezado a sumergirse en la búsqueda de su ancestralidad. Su trabajo de fin de curso fue el documental “Memórias nawa: das malocas ao contexto urbano” [Memorias nawa: de las aldeas al contexto urbano].

Es en este territorio donde vivió Mariruni en el que hoy se encuentra el Parque Nacional Serra do Divisor, el que reivindican los nawa en el proceso de demarcación en curso. Parte de los nawa todavía vive dentro del parque hasta la actualidad, pero muchos de sus descendientes, que se casaron con no indígenas, siguen repartidos en varios otros municipios de Acre. Esta migración de los nawa por el territorio del estado fue también el resultado de numerosas fugas para escapar de los violentos hacendados del caucho, que les imponían un nuevo modelo de esclavitud, y de los proyectos agropecuarios que avanzaban en la Amazonia.

Hay registros históricos de la presencia de los nawa en la región del Alto Juruá desde el siglo XIX. Pero se sabe, obviamente, que el territorio ya estaba ocupado por indígenas en el período anterior a la llegada de los portugueses en 1500. La invasión de los colonizadores europeos en esa zona pasó por diversas etapas, y el siglo XIX, de explotación del caucho, es una de las más sangrientas. Fue en esa época de extrema violencia que Mariruni resistió valientemente.

Inû Awá, aldea Nawa dentro del parque, allí están enterrados Mariruni y otros ancestros. Foto: Tarrisson Nawa.

El Estado llegó a considerar que los nawa estaban extintos. Los informes antropológicos del organismo indigenista de las décadas de 1970 y 1980 señalaron la existencia de indígenas en el Alto Juruá y en el arroyo Novo Recreio (el territorio de Mariruni), pero decían que se trataba de los nukini. Para los blancos, los nawa habían desaparecido; para sí mismos, nunca. Durante todos estos siglos todavía habitaban el territorio, pero se silenciaron, temerosos de revelar su identidad. Los nukini lograron que su territorio fuera demarcado en 1991. “Nací cuando mi pueblo todavía no se atrevía a decir lo que era”, recuerda Tarisson.

Los descendientes de Mariruni, la “agutí de la selva”

El árbol genealógico de los nawa se fue expandiendo a partir del casamiento de Mariruni, pero continuaron persiguiéndolos, diezmándolos y sometiéndolos a trabajos forzados y extenuantes en plantaciones de caucho y cultivos extractivistas. Y siguieron las migraciones. El abuelo de Tarisson, Francisco Ferreira da Costa (Chico Peba), nació en el territorio transformado en parque. A principios de la década de 1980, Chico Peba fue amenazado con machetes y escopetas por un hacendado del caucho y sus sicarios, y se vio obligado a huir también de ese territorio. Tarisson cuenta que su abuelo nunca más quiso volver.

“Mi abuelo tenía ocho hijos y también tanto miedo de morir que decidió irse. Salió del territorio que hoy se reivindica, en el parque, y se fue al entorno rural de la ciudad de Mâncio Lima. Se compró una tierra, un terreno grande, donde mi familia vive hasta hoy”. Los parientes de Tarisson preservaron los hábitos de los nawa; vivían a orillas de un arroyo, de la caza y la pesca.

Los familiares del antropólogo indígena se establecieron en el área bautizada Estirão do São Domingo, un barrio rural. “Allí es donde está mi núcleo familiar. Pero hoy tenemos familias nawa dentro de la aldea [en el parque], en Cruzeiro do Sul [el territorio ancestral, antiguo Estirão dos Nawa], en muchos lugares, y también allí, en Estirão de São Domingo”.

Por el mismo historial de fugas pasó la familia del cacique Railson Nawa, que lucha desde hace más de una década por el reconocimiento del territorio dentro del parque. “Mis abuelas huyeron hacia la cabecera del río Azul, tomando el [arroyo] Novo Recreio, y se quedaron en esa región”, recordó el cacique.

A los 27 años, Tarisson visitó durante 15 días las aldeas de sus parientes con el equipo de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas para reunir testimonios y datos para fundamentar el llamado Informe Circunstanciado de Identificación y Delimitación. Pero seis meses después de la fecha prevista por la fundación, el documento, crucial para el avance de la demarcación, todavía no se ha publicado. “De no entregarse este informe, existe la posibilidad de que los líderes empiecen a exigir por vías legales que el proceso avance. Nuestro territorio tiene el proceso paralizado desde hace décadas. Esto es muy violento”, afirma Tarisson.

Según el pueblo nawa, hoy existen cinco aldeas dentro del parque: Novo Recreio, Sete de Setembro, Jezumira, Boca Tapada e Inû Awá. En 1998, cuando el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) y ONG ambientalistas hicieron un censo para determinar la población del parque, se constató que en esa área vivían 522 familias.

A mitad del camino había un parque

La creación del parque, con un área de 8.400 kilómetros cuadrados, reconocido como uno de los lugares con la mayor biodiversidad de la Amazonia, hizo que el pueblo indígena entendiera que, si las personas no lucharan para quedarse allí, se los tragaría lo que ellos llaman “ambientalismo sin gente”: para los nawa, este tipo de ambientalismo sólo ve la selva, pero no ve a los pueblos que la habitan. Los indígenas nunca fueron consultados sobre la creación de la unidad de conservación.

Fue en un viaje del Consejo Indigenista Misionero, también conocido como Cimi, al río Moa, en 1999, diez años después de la creación del parque, que una mujer indígena rompió el silencio. Doña Chica do Celso, sobrina del bisabuelo de Tarisson y heredera del legado de Mariruni, se asumió nawa. En esa época, los organismos ambientales brasileños estaban terminando un plan de gestión para el parque, y el gobierno federal había empezado a hacer un registro de los indígenas y no indígenas que había que retirar de allí.

Cuando se dieron cuenta del intento del Estado de sacarlos de su territorio ancestral, los nawa buscaron la ayuda de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas. En 2002 un informe antropológico de la fundación reconoció a los nawa como un caso de “etnogénesis”, una población que había sido masacrada en el pasado, por lo que había asumido otras identidades, y que ahora volvía a asumirse como indígena.

A partir de entonces empieza un nuevo juego de tira y afloja, en el que el Instituto de Medio Ambiente planteaba dudas sobre la autoidentificación de los nawa. Según la Constitución brasileña y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), les corresponde a los propios pueblos indígenas su autoidentificación, es decir, que ellos se definan como indígenas, de qué grupo y de qué comunidad. Desde que empezaron a reivindicar la identidad nawa, se les ha impedido el reconocimiento de la Tierra Indígena debido a largas peleas burocráticas, administrativas y jurídicas, con alegaciones de superposición de áreas, intereses territoriales en conflicto, una maraña de apelaciones judiciales y, sobre todo, visiones discordantes entre los propios órganos del gobierno federal sobre cómo hay que preservar el territorio.

Los nawa nunca aceptaron la propuesta de los organismos gubernamentales de que los sacaran del parque y los trasladaran a un asentamiento. Los indígenas eligieron quedarse en el parque, resistir y luchar por la demarcación. En cuanto a los no indígenas invasores que también viven en el lugar, están esperando, según Tarisson, a que se desarrolle el proceso de demarcación porque, una vez que se haya demarcado la tierra indígena, hay que hacer los cálculos de lo que hayan invertido en las tierras para la consiguiente indemnización y el traslado. Según el antropólogo, puede haber conflictos inminentes mientras se prolongue la demarcación.

A la espera de la demarcación

El Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), responsable de la gestión de las unidades federales de conservación, informó a Sumaúma que, desde 1989, cuando se creó el Parque Nacional Serra do Divisor, “el reasentamiento de las familias interesadas se realizó de forma opcional”. Algunos habitantes aceptaron la propuesta de abandonar el parque, según el ICMBio, pero otros se quedaron o regresaron años después, “sin registros de reasentamiento de los indígenas nawa”. “Actualmente, el Instituto está elaborando el Acuerdo de Compromiso para garantizar los derechos territoriales de los nawa”, explica el organismo. Este acuerdo reconoce los derechos de los nawa mientras esperan la demarcación.

Ni el organismo indigenista ni el ambiental contestaron los planteamientos de Sumaúma sobre el número actual de habitantes en el parque ni tampoco sobre la retirada de personas que se hizo a lo largo de casi dos décadas.

Doña Chica do Celso, sobrina de la bisabuela de Tarrisson, falleció en 2022. Fue quien le contó al antropólogo las historias de Mariruni. Foto: Liliana cruz, archivo personal

Los primeros estudios sobre la identificación y delimitación de la Tierra Indígena Nawa se iniciaron oficialmente en 2003, según el organismo indigenista. Sin embargo, no fue sino en abril de 2023, 20 años después, que se creó un grupo de trabajo, del que Tarisson formaba parte, para retomar finalmente el proceso de reconocimiento de la tierra de los nawa.

La desconsideración por la vida de los nawa atravesó varios gobiernos. Y durante el mandato del extremista de derecha Jair Bolsonaro (2019-2022), en el que desmantelaron la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas, se suspendieron todos los procesos de demarcación. Desesperados y sin esperanzas, los nawa iniciaron en 2021, el tercer año del gobierno de Bolsonaro, un proceso de autodemarcación.

“Nuestra anciana principal, Doña Chica do Celso, que dijo ‘nosotros somos nawa’ y quien empezó a articular la lucha colectiva, falleció en 2022. Esto es muy triste, porque no pudo ver el territorio demarcado. Es desesperante ver el cansancio de mis líderes, envejeciendo. Pero yo, principalmente, el espíritu joven, creo mucho que todavía es posible”, dice Tarisson.

El cacique Railson afirma que el Parque Nacional Serra do Divisor fue construido encima de la tierra de los nawa, con el aval de las instituciones ambientales. Por eso, según Railson, los indígenas consideraban algunas instituciones gubernamentales como enemigas de su pueblo. Hoy, explica, los nawa están dispuestos a dialogar con los organismos ambientales.

Antes del parque, estaban los indígenas

En 2003 la Corte Federal de Acre promovió un intento de conciliación entre el Ministerio Público Federal y los órganos del gobierno con respecto al área del parque, para evitar el litigio. El objetivo de la acción civil pública interpuesta por el Ministerio Público era garantizar que los indígenas nawa fueran escuchados e incluidos en las discusiones sobre el plan de gestión del parque. En este proceso, llevado a cabo por el Primer Tribunal Federal, todas las partes, por unanimidad, reconocieron a los nawa como pueblo indígena, dando su aval para el estudio antropológico realizado por el organismo indigenista el año anterior. Quedaría a cargo de este organismo llevar adelante un estudio de identificación y delimitación del territorio nawa, según lo que estableció el Poder Judicial en ese momento.

Al año siguiente, en 2004, un informe preliminar de la Fundación de los Pueblos Indígenas que delimitaba un área de 83.218 hectáreas del pueblo nawa –menos del 10% del área total del parque– fue impugnado por los fiscales del organismo ambiental, que decidió pelear en la Corte Federal de Acre para revisar la delimitación de la Tierra Indígena. En el proceso alegaban que la extensión propuesta para la Tierra Indígena Nawa dividiría el parque, lo que podría comprometer la preservación de la biodiversidad.

Líder de mujeres del pueblo nawa, Lucila da Costa Moreira se acuerda bien de la época en que la impugnación de los límites del territorio por parte del organismo ambiental provocó el repudio de los indígenas. “[Los agentes del organismo ambiental] salieron poniendo letreros [del parque] por todos lados. Donde veíamos que era nuestra tierra, los sacábamos. Y luego vino la lucha por reclamar lo que era nuestro. Cuando llegó el momento de publicar el informe de la Fundación de los Pueblos Indígenas sobre nuestro territorio, el organismo ambiental se opuso. Me pregunté: ¿por qué hicieron un parque dentro de nuestro territorio?”, dice Lucila.

Consultado por Sumaúma sobre la difusión del informe antropológico y el avance de la demarcación, el organismo indigenista no contestó. Respecto del retraso en el proceso de los nawa, dijo que esta situación se debe a varios procesos y acciones judiciales que se llevaron a cabo después de la presentación del estudio antropológico de identificación y delimitación de la tierra indígena nawa en el pasado.

Esta discrepancia sobre los límites del territorio nawa duró hasta 2019, cuando hubo un intento de consenso, con la participación de la Fundación de los Pueblos Indígenas, ICMBio, la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Acre y la misma comunidad nawa, para definir el trazado del área. Sin embargo, con el gobierno de Bolsonaro el proceso volvió a estancarse.

Al participar en el grupo de trabajo de la Funai, Tarisson destacó la importancia del proceso de autodemarcación iniciado en 2021: “La acción de demarcar el propio territorio, poniendo letreros escritos a mano y reforzando la lucha ancestral por la vida –entendida en sus amplias dimensiones– me puso en un lugar de intensa reflexión”. Tarisson considera la autodemarcación “una acción indígena para afirmar al Estado que las líneas que demarcan no representan, muchas veces, nuestra idea de territorio”.

Para el cacique Railson, la demarcación del territorio es fundamental para contener las invasiones de madereros y el narcotráfico alrededor del territorio. “Queremos tener el documento de nuestra tierra, un lugar sólo de indígenas. Al no estar demarcada la tierra, los no indígenas se quedarán con nosotros, y estos no indígenas son las mayores amenazas para convivir dentro de un territorio”, subraya.

Para los nawa la vida sólo será posible con la demarcación. “Sin esto no tenemos cómo sobrevivir”, sentencia el cacique. Tarisson espera tener todavía el espíritu joven cuando finalmente salga la demarcación. Y que no haga falta más ver morir a sus parientes sin que hayan tenido, en vida, el derecho al territorio.

En su disertación de antropología sobre los nawa, escribió que rescatar estas memorias fue como remontar los ríos en un movimiento contrario al que llevaban las aguas: “Y no fue con motor ni con remo; subí con una vara”. Cuando realmente se sumergió en el descubrimiento de su ancestralidad, el recorrido fue tan difícil que tuvo que navegar con la ayuda de una vara para impulsar el barco hacia adelante en los momentos más críticos. Este camino fue explosivo, le dijo a Sumaúma. “Subí en un movimiento arduo, largo, muchas veces agotador, doloroso, endurecido, triste y enojado, pero fortalecido en la perspectiva de que con cada movimiento de la vara me hacía más consciente de quién fui y quién soy”, registró en su tesis. El trayecto por aguas turbulentas continúa y Tarisson lo sabe. Sólo cesará cuando el Estado, finalmente, reconozca que la tierra donde echó raíces su tatarabuela es donde su pueblo tiene que estar.

Este artículo fue publicado originalmente en Sumaúma.

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