Catástrofe o Nakba es el nombre que le dan los palestinos a lo que ocurrió en 1947 y 1948, cuando unas 700.000 personas fueron expulsadas de sus hogares antes y durante la guerra que dio paso a la creación del Estado de Israel.
En su mayoría, estos pobladores fueron forzados a dejar sus tierras por la acción de milicias judías, que ese año se enfrentaron y terminaron derrotando a los ejércitos de países árabes vecinos.
Unas 500 aldeas que quedaron sin población fueron destruidas después de la guerra mientras los hogares palestinos en las ciudades fueron ocupados por los nuevos pobladores.
“Mi esperanza en 1948 era regresar, pero mi esperanza hoy es sobrevivir [...] Vivo con mucho miedo”, dijo a France 24 Mustafa al Gazzar, un palestino de 81 años que cuando era un niño debió huir con su familia de su hogar, situado en lo que ahora es el centro de Israel. Hoy es bisabuelo, se encuentra en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, y otra vez enfrenta una situación crítica.
Los palestinos desplazados y sus descendientes son en la actualidad unos seis millones de personas que viven en decenas de campamentos de refugiados en Gaza y Cisjordania, pero también en Líbano, Siria y Jordania.
Su situación es uno de los puntos de desacuerdo en los contactos que han mantenido israelíes y palestinos a lo largo de los últimos 76 años, y tuvo como respuesta humanitaria internacional la creación de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés).
En los últimos meses, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha vinculado a la UNRWA con milicianos de Hamas y con los ataques que sufrió Israel el 7 de octubre, y ha reclamado que sea disuelta.
Sin embargo, una investigación independiente no encontró pruebas para esas afirmaciones. De todos modos, el rechazo a la UNRWA se manifiesta con protestas israelíes frente a su sede en Jerusalén Este, que en mayo fue blanco de tres ataques incendiarios.
En la Franja de Gaza, la respuesta israelí a los ataques de octubre dejó desde entonces más de 35.000 muertos, 79.000 heridos y 1,7 millones de desplazados.
Este miércoles, al conmemorarse la Nakba, como cada 15 de mayo, la UNRWA manifestó en su página web: “En 2024, la historia se repite y el sufrimiento continúa. La población palestina de la Franja de Gaza sufre una nueva Nakba, una nueva catástrofe, marcada por la violencia y por el desplazamiento forzoso. El trauma compartido de lo ocurrido en 1948 ha resurgido”.
La organización citó el testimonio de Shadia, una mujer desplazada en Rafah junto a su familia: “Dejamos todo atrás [...] Nuestro hogar, nuestras pertenencias, nuestra sensación de seguridad. Ahora vivimos en estos refugios temporales, luchando por encontrar suficiente para comer y enfrentando la dura realidad de nuestro desplazamiento”.
A medida que la ofensiva israelí avanzaba por la Franja de Gaza, el ejército ordenó a los civiles desplazarse en el territorio del enclave palestino. Un millón y medio de personas se hacinaron en Rafah, pero también esa localidad comenzó a ser atacada el 6 de mayo.
Ahora, unas 450.000 personas, aproximadamente el 20% de la población de la Franja de Gaza, han huido de Rafah ante nuevos ataques y advertencias de Israel, que anuncia una inminente invasión terrestre a gran escala.
Varios gobiernos han llamado a Netanyahu a abstenerse de lanzar una operación de ese tipo, incluso el de Estados Unidos, el principal aliado de Israel.
En Cisjordania, Mohamed Mustafa, el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, dijo este miércoles que los intentos israelíes de desplazar a los palestinos de sus territorios no tendrán éxito.
Según informaron las agencias Efe y Wafa, Mustafa destacó el “creciente apoyo” a la situación palestina y a la creación de un Estado palestino, y dijo que los derechos de su pueblo “son inalienables e imprescriptibles”.
Sin embargo, personas como Mohamed Sabbagh luchan por que se le reconozcan. Sabbag nació en 1948, el mismo año que su familia fue expulsada de lo que hoy es Tel Aviv. Según relató a Efe, después de un largo recorrido, accedieron a un apartamento en Jerusalén Este en 1956. Todavía recuerda el dolor de sus padres al dejar su hogar original.
Actualmente, colonos israelíes reclaman como suya la tierra en la que se construyó el edificio en el que viven Sabbagh y sus hermanos, y el caso está en trámite en tribunales israelíes. “No quiero ser un refugiado por segunda vez. Incluso si hay una guerra, no cometeré el mismo error que nuestro padre. Incluso si nos matan”, dijo a la agencia. “Nos quedaremos aquí hasta el final”.