Las elecciones legislativas del 26 de octubre en Argentina no sólo renovarán 127 bancas en Diputados y 24 en el Senado: también redefinirán el margen de maniobra política del gobierno de Javier Milei y la extrema derecha en el próximo período.
En medio de la fragilidad macroeconómica, el malestar social y el debut nacional de la boleta única de papel tras la suspensión de las primarias (dispuesta para este año por iniciativa del gobierno), la disputa por el Congreso vuelve a poner en primer plano la relación entre gobernabilidad, conflicto y representación.
En el terreno económico-financiero, el gobierno llega sostenido por un salvataje y una intervención inédita del Tesoro estadounidense, que ayudó con una intervención directa a que el precio del dólar no se disparara; sin embargo, no pudo resolver la crisis (las presiones continuaron hasta el último día). En la esfera política su situación no es mucho mejor: está cruzado por múltiples internas y debió bajar de la lista al primer candidato a diputado por el distrito más importante (José Luis Espert, de la provincia de Buenos Aires) por denuncias de vinculación con empresarios ligados al narco.
Nadie cree que el oficialismo vaya a arrasar ni mucho menos. La polarización con el peronismo crece, pero hay terceras fuerzas que disputan su lugar: Provincias Unidas, un armado ligado a los gobernadores, y el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad, que espera hacer una muy buena elección en la Ciudad de Buenos Aires, entre otras.
Para comprender la coyuntura y sus posibles desenlaces, la diaria conversó con tres analistas que siguen de cerca la política argentina: Sebastián Lacunza (periodista, exdirector del Buenos Aires Herald y editorialista en elDiarioAR), Pablo Touzon (politólogo, codirector de la consultora Escenarios y fundador-editor de Panamá, coautor del libro La grieta desnuda) y Gabriela Pepe (periodista con amplia experiencia en política parlamentaria y columnista dominical en Letra P).
El peor escenario para Milei
Para Gabriela Pepe, el oficialismo llega a estas elecciones en el peor escenario posible. Enumera señales: caída del consumo masivo, retroceso de la actividad industrial, deterioro del salario real, caída de las jubilaciones y pérdida de empleo registrado. “El índice de consumo masivo cayó en setiembre 4% –explica–, todo lo que tiene que ver con actividad industrial también volvió a caer durante el mes de setiembre, caen los índices de salario. Un muy buen trabajo de la consultora Equilibra habla de cómo se deterioró el salario real durante estos 20 meses de gobierno de Javier Milei. Para el caso de los empleos privados da un mes perdido en los últimos 20 meses; los empleados públicos perdieron tres meses, las jubilaciones mínimas perdieron cinco meses”. “En la economía, todos los índices son negativos”, asegura Pepe.
Ese desgaste material, sostiene, reordena incentivos y “también ordena a la oposición”, porque actores que meses atrás eran proclives a colaborar recalculan –sobre todo después de las elecciones de la provincia de Buenos Aires, en las que el oficialismo nacional perdió por 13 puntos–. Esos sectores perciben y constatan que el respaldo social no es el que proclamaba el gobierno.
Sebastián Lacunza coincide, aunque agrega un matiz sobre la narrativa: el guion del triunfo arrasador –“pintar el mapa de violeta” (el color que caracteriza a La Libertad Avanza), clausurar al kirchnerismo y concentrar del centro a la ultraderecha– se desinfló con votos en contra, protestas y movilizaciones. Ese objetivo parece muy poco probable. Milei bajó tanto sus expectativas que, incluso si el oficialismo perdiera por poco, pero quedara cerca o por encima del 35%, los mercados podrían otorgarle un respiro. Sin embargo, advierte: “Nada de eso corrige por sí los problemas estructurales que tiene el modelo económico de Milei, las contradicciones de diseño y la gestión errática también en el terreno político”. Estos problemas lo harán “volver a chocarse consigo mismo” en el mediano plazo, sostiene Lacunza.
Pablo Touzon comparte el diagnóstico crítico y lo lleva un paso más allá: “El gobierno llega de la peor manera”, asegura. En su lectura, el combo de escándalos, la deriva económica y la dependencia de un salvataje externo dejó al oficialismo “colgado del travesaño” de antiguos aliados de la centroderecha del PRO (los mismos a los que ninguneó), un indicador de fragilidad política tras meses de conflicto y errores no forzados. Está todo dado para que al gobierno le vaya mal, aunque puedan sostenerse en algunos distritos, básicamente en los que tiene referentes del viejo Juntos por el Cambio, el macrismo.
Según Lacunza, la oposición social que se expresó en las elecciones en la provincia de Buenos Aires –y que asomó en otros distritos– tiene una base material nítida: licuación de ingresos, precarización del empleo y deterioro –material y simbólico– de salud, educación y jubilaciones. El ataque a instituciones que son símbolos como el hospital Garrahan (especializado en pediatría de alta complejidad) fue determinante para el retroceso del gobierno. La retórica del “no hay alternativa” ante el regreso al Fondo Monetario Internacional generó disonancia: lo que el gobierno celebró como salvataje fue percibido por una gran parte de la población como un nuevo choque y otro sector –que puede ser más pragmático– no siente que esto mejore nada de su vida cotidiana, mientras la inestabilidad financiera vuelve efímero cualquier alivio. “Todo esto se resume en una oposición y un humor social muy poco favorable al gobierno”, sentencia Lacunza.
Pepe complementa con una lectura institucional: el deterioro del salario y las jubilaciones estructura percepciones y fija límites. El oficialismo, señala, bajó su propia vara y sus aspiraciones: de la promesa de “arrasar” para impulsar “las grandes reformas” pasó a “asegurar un tercio” para bloquear a la oposición. Ese corrimiento, afirma, ya ordena comportamientos en el Congreso y en los gobernadores.
¿Cómo se leerán los resultados?
Una de las discusiones políticas que tuvo lugar en la previa de las elecciones fue en torno a cómo deben ser leídos los resultados. Al ser elecciones distritales para el Congreso Nacional habrá “24 resultados” y a la vez una sumatoria nacional, pero de provincias muy disímiles en términos de peso poblacional y territorial.
Touzon introduce una alerta metodológica: el oficialismo intentará nacionalizar la lectura la noche del comicio. Como único partido con presencia capilar a nivel nacional, podría sumar “puchitos” distritales y maquillar derrotas con un porcentaje nacional aceptable. Pero si Córdoba –territorio clave del voto no peronista– no acompaña, el conteo final difícilmente resulte favorable. Touzon propone una lectura distrito por distrito. Sugiere observar capital, Mendoza y las secciones primera y tercera del conurbano bonaerense. Allí se testea si el oficialismo depende de figuras prestadas del viejo Juntos por el Cambio y si esas figuras traccionan cuando la marca nacional no ayuda. “Sin tracción local, el promedio nacional no compensa”, resume.
Lacunza subraya un dato de ciclo que funciona también como advertencia: las últimas elecciones ofrecieron sorpresas “fuera de agenda” para todas las coaliciones. En ese marco, la competencia oficialista con opciones no peronistas en Santa Fe y Córdoba puede restarle en su propio terreno. La conclusión provisoria: margen de imprevisibilidad alto.
Axel Kicillof (i), en un acto luego de la victoria del peronismo en la provincia de Buenos Aires sobre La Libertad Avanza, en las elecciones provinciales de Argentina (archivo, setiembre de 2025).
Foto: Catriel Gallucci Bordoni, NurPhoto
Pepe coincide en que Buenos Aires es una de las llaves de esta elección. El tropezón reciente dinamitó la narrativa del “arrase” y endureció el clima parlamentario. La incógnita del domingo, dice, es cuánto retiene el gobierno en la franja 30%-35% y qué estructura territorial lo sostiene cuando los aliados se van a poner un precio para votar de acuerdo con cómo salga la elección. Para Pepe, el resultado forzará al oficialismo a negociar con el PRO, el partido de Mauricio Macri, y con bloques provinciales. Circulan versiones de reacomodos (por ejemplo, un nuevo jefe de gabinete impulsado por Estados Unidos), pero la periodista advierte que la conducción personalista de Javier Milei vuelve menos aplicables las lógicas convencionales o los análisis políticos de sentido común. Recuerda que en 2023 tejió acuerdos legislativos que luego dinamitó, cerrando puertas que hoy necesita.
Touzon enfatiza otra arista: tras meses de confrontación, el oficialismo vuelve a buscar sostén en quienes desairó. Ese regreso forzado a viejos aliados del PRO habla de debilidad negociadora y de tiempo político perdido.
¿Qué pasa en la oposición?
“Pese a internas, el peronismo seguirá siendo la principal fuerza opositora”, afirma Pepe. Podría agrandar su bloque en Diputados y achicarse un poco en el Senado, pero la polarización con el oficialismo continuará. Con Cristina Kirchner más corrida de escena, el peronismo articuló con sectores que antes evitaban votar con el Partido Justicialista, abriendo la puerta a una nueva mayoría legislativa. Los liderazgos de 2027 quedan abiertos y se definirán en estos dos años.
Touzon ve al peronismo bonaerense aún partido y con escasa renovación programática y de figuras. Si gana en la provincia de Buenos Aires, tendrá una chance para construir; pero la emancipación de intendentes y la corrida de Cristina no resuelven por sí mismas la conducción. Incluso sugiere una tentación táctica: que parte del peronismo prefiera que el gobierno sobreviva –“con fórceps”– antes que facilitar que la sucesión interna quede en manos de adversarios propios. Una manera de continuar la interna fratricida que lo caracterizó durante este tiempo. “Cristina Kirchner muy probablemente haya quedado sin juego”, asegura.
Pepe observa que Provincias Unidas podría reunir alrededor de 20 diputados y volverse determinante en la cámara baja. La cuestión es si cooperará con el Ejecutivo a cambio de espacios o si, ante un mal resultado oficialista, marcará distancia para cuidar sus distritos. Ese bloque, dice, puede inclinar votaciones clave (presupuesto, impuestos, endeudamiento). Pepe agrega un elemento sobre la izquierda: “Si bien es una elección que aparece como muy polarizada, desde hace ya más de diez años (2013), cuando ingresaron por primera vez diputados de la izquierda al Congreso, han logrado sostener un apoyo que les permitió mantener ese bloque, que fue variando (por momentos de tres o cuatro diputados, como tienen ahora). Me parece que es un actor político que llegó para quedarse”. Recomienda mirar con atención la elección que puede llegar a hacer la izquierda en la ciudad de Buenos Aires con Miriam Bregman, porque considera que tiene muchas chances de entrar, ya que tiene un voto bastante fidelizado y también hay un voto filoperonista que puede ir a ella. Y también cree que hay que mirar la provincia de Jujuy, donde hay chances de conservar la banca que hoy tiene el Frente de Izquierda.
Touzon coincide en el dilema inmediato para la oposición tradicional en general y especialmente la de “centro” que representan los gobernadores: para actores internos y externos, los gobernadores aparecen como llave de estabilización, lo que tensará al bloque. Prevé intentos del Ejecutivo de “romper por partes” la alianza y cooptar mandatarios sueltos. Aun así, recuerda, la presión externa no es “superpoderosa”: no ordena el dólar ni la trama política por decreto.
El día después
La otra gran incógnita que atraviesa el debate político preelectoral es qué pasará después de la elección.
Touzon insiste en que el oficialismo buscará inflar el porcentaje nacional con una suma capilar de votos dispersos. Si el total no alcanza, el lunes habrá un problema político y financiero. Recomienda medir tres tableros: la brecha en la provincia de Buenos Aires, la performance en Córdoba, que es la “columna vertebral” de la sociología no peronista, y cómo rinde donde suele andar bien (capital y Mendoza).
Lacunza advierte dos vías económicas inmediatas: volatilidad alta si la derrota es contundente, o calma breve si el resultado es aceptable. En ambos escenarios, la matriz de problemas –diseño económico, gestión, base política– no se corrige sola. Corto alivio, si lo hay; tareas de fondo, intactas.
Pepe considera que, de confirmarse un techo alrededor del tercio, el gobierno no tendrá otra que negociar con el PRO, gobernadores y el arco dialoguista. Ahí se verá si existe una estrategia que trascienda el minuto a minuto o primará el ritmo impredecible de Milei.
Lacunza vuelve sobre las promesas incumplidas: la promesa de que “el ajuste lo paga una élite” no se verificó en el sentido común. El deterioro de servicios esenciales –o su amenaza retórica– tiene costo político durable. La otra gran promesa incumplida es la de la estabilidad financiera. Está haciendo malabares abruptos, giros, con una inflación que está creciendo y con la zozobra de que todo se puede desacomodar y desbarrancar en un corto plazo”.
En síntesis, en poco tiempo el proyecto y el gobierno de Javier Milei pasaron de la promesa (o amenaza) de teñir Argentina de violeta a pelear por llegar a sostener un tercio del electorado que es un poco más de lo que sacó en la primera vuelta de 2023 (recordemos que en la segunda vuelta obtuvo un 56%).
La economía y el precio del dólar (que es el ancla para el control de la inflación) se sostienen gracias a un descomunal e inédito respaldo del gobierno de Estados Unidos, aunque Donald Trump condicionó la continuidad de la “ayuda” al resultado de las elecciones. En ese terreno, Milei se encuentra frente a una paradoja: necesita el respaldo para sostenerse políticamente, pero quienes lo están apoyando financieramente le exigen que se imponga políticamente para mantener esa ayuda.
La del domingo será una elección cuyo resultado lo debería obligar a reconfigurarse, con el riesgo de terminar con la identidad que lo trajo hasta aquí. Puede conformar un “nuevo gobierno” y perder su esencia o puede mantener obstinadamente su esencia y detonar su gobierno.
Fernando Rosso, desde Buenos Aires.