Cuando Israel y Hamas se encaminan a aplicar una “primera etapa” del plan propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, para la Franja de Gaza, surgen varias interrogantes. Si las partes cumplirán lo acordado, si se avanzará hacia una siguiente etapa, qué capacidad de decisión deja este acuerdo al pueblo palestino y qué pasará con Cisjordania, donde la colonización israelí avanza al punto de intentar impedir por la vía de los hechos que se establezca un Estado palestino.
Sobre estos aspectos de la situación actual en Medio Oriente, la diaria conversó con Ezequiel Kopel, periodista argentino que conoce la región, ha trabajado allí y es autor de varios libros que analizan este conflicto.
¿Qué se puede esperar de este incipiente acuerdo sobre el plan de Trump?
Hoy veo cierto consenso entre ambos lados sobre la necesidad de cumplir lo que denominan la “primera etapa” del acuerdo. Me genera algunas dudas pensar en lo que ocurrió en el pasado, por ejemplo, con el acuerdo de principios de este año [cuando se pactó un cese del fuego y el gobierno israelí lo dio por terminado en marzo].
Hay un dicho: “Quien no está en la mesa es parte del plato”, y quien no está en la mesa de negociación en este momento son los palestinos. Todo lo que tiene que ver con cómo va a ser específicamente la última retirada israelí de la Franja de Gaza, cómo se va a conformar esa supuesta fuerza multinacional, los atributos que va a tener, quién va a integrar el órgano de gobierno para la Franja de Gaza, hasta dónde va a llegar la zona de seguridad israelí, todo eso creo que está en la segunda etapa, pero hoy está muy poco claro. Por ejemplo, cuáles son los mecanismos que van a obligar a [el primer ministro israelí, Benjamin] Netanyahu a cumplir lo pactado.
Cuando decías que los palestinos no están en la mesa, ¿a qué te referías? ¿A que la presencia de Hamas en las negociaciones no incide o a que no representa a los palestinos?
Primero, creo que lo que propone el acuerdo no está tan claro, porque Hamas no habló de eso. Habla de un desarme de Hamas, de un gobierno después de que Hamas decida desmilitarizar Gaza, de que habría un ente internacional y después, de a poco, sería cedido el control a la OLP [Organización para la Liberación de Palestina, que nuclea a varios sectores y está representada en la Autoridad Nacional Palestina] o alguna especie de ente palestino. Ellos no están en la mesa. Es decir, los que supuestamente después se van a tener que hacer cargo de Gaza no están en la mesa.
Con Hamas sólo están hablando de lo que tienen para entregar o cambiar: secuestrados israelíes por prisioneros palestinos, cuándo se van a retirar [los israelíes] de Gaza, cuándo va a administrar un ente internacional, etcétera. Pero los que tienen que decir qué viene después son los palestinos.
Ahí creo que no se está considerando a nadie del lado palestino. Es más, se está hablando de que haya una especie de virrey internacional, se habla de [el ex primer ministro británico] Tony Blair. Me parece una solución complicada. ¿Cuánto tiempo duraría ese mecanismo, esa fuerza multinacional? ¿Qué potestades cederían los palestinos? Me parece que no se está considerando mucho a los palestinos en esta cuestión, excepto a Hamas, para una cuestión específica, que es el intercambio –vamos a decirlo de forma cruda– del bien que tiene.
En esta primera etapa, ¿te parece que se va a cumplir todo lo pactado, que se van a entregar los rehenes y los detenidos palestinos, que se va a retirar el ejército israelí y que va a haber un cese del fuego real?
Sí, yo creo que ahí hay una apuesta de Hamas en confiar en lo que se habrá comprometido Trump. Es decir, ¿por qué este acuerdo no se hizo antes, aunque es muy parecido, por ejemplo, a uno que se presentó en 2024? Yo creo que un poco porque Joe Biden [que lo presentó entonces] no presionó como tenía que presionar a uno de los actores, Netanyahu. Este acuerdo es prácticamente el mismo que había aceptado Hamas en 2024. Es un poco más complicado para Hamas que el que había presentado Biden ese año.
¿Qué pasó? Yo creo que Netanyahu lo que hizo fue esperar a que asumiera Trump, que hubo una especie de arreglo entre los dos, que Netanyahu tomó en cuenta que Biden estaba de salida. No es casualidad que Trump le dijera a Netanyahu que él quería asumir y que hubiese un cese del fuego. Entonces, ciertamente lo que se ve ahí es o un arreglo de Trump y Netanyahu, o lo que muchos dicen, que yo creo que está un poco exagerado, que sería una presión mucho más fuerte de la superpotencia mundial a uno de sus aliados (no el aliado dictándole a la superpotencia mundial).
Ahí está la moneda en el aire que tira Hamas, porque Hamas entrega a todos sus secuestrados. En esta primera etapa entrega a los rehenes vivos y entregaría los cuerpos de otros en diferentes etapas de retiradas israelíes. Pero Hamas está poniendo toda la confianza en Trump, que ha demostrado ser poco confiable.
Pienso también en lo siguiente: Hamas tenía un secuestrado estadounidense-israelí, Edan Alexander, y lo entregó sin pedir nada a cambio. Hace un par de meses lo liberó, pero no lo hizo a cambio de prisioneros palestinos o de que Israel se retirara; simplemente lo entregó. ¿Por qué lo entregó? Creo que fue un signo de buena voluntad hacia Trump, que le pedía: hacé algo para demostrarme el respeto hacia mí. Algún arreglo hacía Hamas en ese momento. Trump no cumplió. Trump ahí había prometido que iba a permitir la entrada de ayuda humanitaria, y digamos que lo cumplió a medias.
A la vez, Hamas sigue apostando a la promesa de Trump. Capaz que la promesa ahora es mucho más directa. Por supuesto, que lo que le daría Hamas es mucho más importante, incluso para el standing [la posición de prestigio] internacional de Trump.
Pero es una moneda al aire. Hamas confía en Trump, que es una persona poco confiable, es ciclotímico, y si le sale bien, habrá salido bien. Y si le sale mal, no quiero pensar, porque sería más destrucción de parte de Israel y ya con el envión de Estados Unidos, sin ninguna contención, sin ningún tipo de división en la sociedad israelí, porque si ya no hay secuestrados israelíes dentro de Gaza, no creo que haya tanta discusión sobre si continuar o no la guerra.
A la vez, creo que Hamas tampoco tiene muchas opciones. Toma un riesgo, pero no tiene mucho más para arriesgar. La otra opción es que Israel siga avanzando. Porque Israel ya ha demostrado que su principal objetivo es la destrucción de sus enemigos, no la liberación de sus compatriotas.
En ese sentido, Israel estaba consiguiendo todo lo que quería. ¿Qué lo lleva a acceder al plan de Trump?
Si bien capaz que no hay tantos cambios que lo beneficien, que Trump quiera quedar como el gran pacificador lo ha presionado. Yo pensaría también en cuál es la diferencia a favor o en contra del otro acuerdo. Posiblemente, por lo que se puede saber del arreglo, hay cierto compromiso, por el cual Israel mantendría cierta zona de seguridad. A la vez, y quizás me contradigo con lo que decía recién, lo que siempre guio a Netanyahu no fue solamente lo que él decía, destruir a Hamas o liberar a los secuestrados, sino mantenerse políticamente en el poder. En este momento, después de un último avance en los últimos seis meses, tomar esta decisión de llegar a un cierto acuerdo posiblemente genere menos presión que antes en su coalición de gobierno y en la amenaza de su ala derechista, que también se va a quejar, también va a votar en contra, pero bueno, ve otros avances en otras esferas, tanto en Gaza como en Cisjordania.
Ese es otro asunto que no está pactado en este plan. Sigue en marcha la colonización en Cisjordania, a tal punto que amenaza con impedir la creación de un Estado palestino. Eso continúa sin que nadie lo enfrente, sigue pendiente de una resolución.
No solamente sigue pendiente. Esto que se pactó no es un acuerdo de paz, como dice Trump; será un cese del fuego en Gaza, pero la ocupación continúa. Creo que Israel va a presionar en la otra esfera, en Cisjordania. Porque pienso en Israel y su historia: hace un acuerdo de paz con Egipto y después invade Líbano, mueve una mano hacia la paz y mueve la otra mano hacia otro sector. Cuando hace los acuerdos de Oslo, a la vez inicia también una construcción de asentamientos muy grande. Ante cada acción en la que parece que Israel se modera, la respuesta o la acción que sigue casi siempre es muy de derecha, muy polarizadora.
Es como que trata de contener a todo ese electorado raro que tiene, por cómo funcionan los propios gobiernos israelíes, que son coaliciones mixtas, donde hay centroderecha, centroizquierda, o a veces centroderecha y centro, y trata de contentar a todos. Siempre Israel, por cierta debilidad de los gobiernos en algún aspecto, cualquier jugada que ha hecho que parezca medio moderada, la contesta con otra no moderada.
Creo que lo que prometió para que su coalición de gobierno no se desarme, aunque voten en contra [los ministros ultraderechistas] Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, es que va por todo en Cisjordania. Y en Cisjordania, desde el 7 de octubre, lo que tenemos es una importante limpieza étnica de todo el Valle del Jordán. Va por eso. Va a contestar en otros lugares para tratar de contener a su electorado.
¿En qué lugar deja todo esto a la Autoridad Nacional Palestina? ¿Tiene algún tipo de peso o capacidad de acción?
Creo que la jugada, principalmente en Cisjordania, es la búsqueda de que la Autoridad Palestina siga existiendo como una especie de subpolicía de Israel –porque a Israel si no le gusta lo que está pasando en Ramala entra igual [con sus propias fuerzas de seguridad a ese territorio]–, pero que cada vez sea más débil, menos relevante.
Para la posición histórica de Netanyahu no hay diferencias entre Hamas y la OLP. Según él, la OLP es el policía bueno y Hamas es el policía malo, pero los dos buscan lo mismo, que es la destrucción de Israel. Por eso mismo, él no quiere que la Autoridad Palestina se haga cargo de Gaza y quiere que se haga cargo cualquier otro, porque tampoco la quiere potenciar. Entonces, parece que la Autoridad Palestina no tiene muchas armas mientras continúe el acoplamiento de seguridad con Israel. Creo que un arma que tiene es esa: explotar los Acuerdos de Oslo. Decir: ya no funciona más.
Los Acuerdos de Oslo ya se vencieron en cuanto a que tenían que llegar a un acuerdo final en 1999. Pero siguen estando en pie. Es lo que administra Cisjordania, en Área A, Área B y Área C.
La Autoridad Palestina tiene dos cartas. Una es terminar con ese arreglo, que si bien les da cierta autonomía a los palestinos en algunas ciudades, muy limitada, también facilita la ocupación israelí.
La otra que tiene, que esa sí ha resultado, y lo digo a favor de [el presidente palestino Mahmud] Abbas, con todas las críticas que tengo hacia él, es una estrategia que llegó a cierto buen camino, que es actuar en la esfera legal internacional. Eso siempre fue algo propuesto por Mahmoud Abbas, es decir, ingresar a los organismos internacionales, presentarse en las demandas por crímenes de guerra, ser parte de todas esas organizaciones que te permiten hacer eso. Creo que es la única que le queda.
Hoy parece que la ley internacional no termina de dar vuelta las cosas. Pero se está creando una especie de pirámide: si nos hubieran dicho hace diez años que Israel iba a ser acusado en los tribunales internacionales de crímenes de guerra, o Netanyahu específicamente, tal vez no lo hubiésemos creído. Creo que eso sí ha cambiado. Hoy capaz que no se puede ver ningún tipo de consecuencia, pero en el futuro, quién te dice.
¿Es posible que el movimiento de reconocimiento a Palestina por parte de países europeos, Australia y Canadá pueda tener alguna incidencia?
A Israel le molesta. Cuando ves las declaraciones de sus ministros, de sus representantes, se nota; se quejan, hablan mal de los líderes franceses. Le molesta porque rompe un poco la burbuja de cierta narrativa que dice “los buenos somos nosotros, los malos son ellos”. Es una narrativa que Israel había logrado hacer más fuerte después del 7 de octubre de 2023. Lo que pasó después del 7 de octubre fue que toda la simpatía que había logrado Israel luego de haber sufrido los horrores de los ataques de ese día, se borró con los horrores de Gaza.
Hay algo en ese reconocimiento internacional a Palestina que molesta. Pero todo ese reconocimiento queda un poco en los papeles. ¿En qué le cambia la situación a Israel? ¿En qué lo hace sufrir? ¿Puede administrar menos la ocupación? No, sigue todo igual.
A la vez, ¿ese reconocimiento internacional tiene armas para presionar a Israel? ¿Ese reconocimiento internacional es sólo una cáscara vacía? Porque un reconocimiento sin cierta presión, sin decir: dejo de vender armas, no colaboro en esto, no tengo este acuerdo de libre comercio contigo... Es como en la película Jerry Maguire, cuando Tom Cruise está negociando con el jugador de fútbol americano, y el jugador de fútbol americano le dice “show me the money”, “mostrame el dinero”, “hablás mucho, pero mostrame el dinero”. Esto es lo mismo. Vas a reconocer a Palestina, ¿y qué más vas a hacer? Porque si no, es una cáscara vacía. ¿Vas a dejar de negociar con Israel? Creo que el reconocimiento es algo, pero no es suficiente.
En cuanto a la situación de acá en más, en el mejor de los escenarios, ¿qué se puede esperar de la convivencia entre las sociedades israelí y palestina después de todo esto? Incluso en tus redes has reportado las barbaridades que hacían los soldados, además de matar: videos en los que se muestran burlándose de la situación de un pueblo devastado, utilizando objetos de las personas que murieron o tuvieron que dejar su casa.
La verdad es que no soy optimista en esa cuestión. Es algo en lo que ha invertido la derecha israelí, en la deshumanización del otro lado. Ha empezado hace largo tiempo. La creación del muro entre Jordania e Israel dentro del territorio jordano es también una forma de alejar a ambos lados. Yo no soy muy optimista en cuanto a las relaciones, porque incluso cuando escucho que Israel habla sobre las relaciones y dice: “Bueno, pero acá [los palestinos] trabajan, nos llevamos bien, hablamos”, se habla de las relaciones de ocupantes con ocupados. A lo que apuesta Israel es a eso, a la buena relación entre ocupantes y ocupados. Después, cuando el ocupante termina haciendo cosas desesperadas –gente desesperada hace cosas desesperadas–, se pregunta qué pasó. Pero tarde o temprano van a tener que confrontar todo eso.
Ahora, para que pueda volver a haber un ida y vuelta entre ambos lados, es necesario que haya cierto reconocimiento de un montón de cosas, y si queremos ser políticamente correctos, de qué cosas hizo cada lado para complicar. El conflicto israelí-palestino es un conflicto donde ambos lados narran las masacres que cometieron los otros, no las que cometieron ellos. Entonces, sigue siendo casi un diálogo de sordos. El otro no existe.
Aparte, esto no es solamente de ahora. Esto es sobre las generaciones que van a venir. Es decir, del hijo que vio cómo su madre no tenía para comer, etcétera. No soy muy optimista en el corto tiempo, la verdad.
¿Hay algún aspecto al que te parezca que haya que estar atentos en este período, para ver cómo se acomoda el plan y cómo siguen las siguientes etapas?
Para mí, es Cisjordania. Yo sería optimista pero cauto respecto del acuerdo. Tiene muchos agujeros que ojalá que los puedan tapar. Y uno espera que se haya llegado al punto de que Israel esté un poco agotado de una guerra que prácticamente ya no tiene más objetivos.
Sería cauto en eso, pero, como te dije antes, yo miraría a Cisjordania. Porque creo que Israel va a intensificar su opresión sobre Cisjordania, de alguna manera. Yo estaría atento con respecto a lo que pueda pasar ahí. Y bajo ningún punto pensaría, como te dije antes, que esto es un acuerdo de paz. Puede ser un principio.