Lejos de lo que anunciaba Francis Fukuyama en The End of History and the Last Man –el triunfo de la democracia y la economía de mercado como fin en sí mismo–, el movimiento NRx cuestiona radicalmente el establishment estadounidense desde sus fundamentos. El movimiento no surge como una simple reacción conservadora tradicional, sino como una síntesis innovadora que converge en una mezcla de cesarismo, conservadurismo y aceleracionismo, todo ello teñido de antiliberalismo, para cuestionar radicalmente el modelo democrático occidental.
El Dark Enlightenment, en oposición directa a la Ilustración europea, se desarrolla como corriente desde principios de los años 2000. Y, a diferencia de la cultura dominante que defiende con vigor el sistema democrático como la culminación del progreso humano, los neorreaccionarios sostienen que este modelo es defectuoso.
Uno de los principales teóricos del movimiento es Curtis Yarvin, programador y pensador autodidacta, nieto de un trotskista. Desde 2007, bajo el seudónimo de Mencius Moldbug, publicaba sus reflexiones y cuestionamientos del sistema en su blog Unqualified Reservations. Allí desarrolló su crítica a lo que denomina “la catedral”. Este concepto describe el sistema formado por la alianza del gobierno federal, las universidades y los medios progresistas que, según él, controla el discurso público en Estados Unidos.
Yarvin es un libertario desilusionado que propuso en uno de sus primeros escritos “Un manifiesto formalista”, un proyecto político radical: acabar con la idea de democracia y estructurar el gobierno como una empresa dirigida por un CEO-monarca. De hecho, declaró provocativamente en una conferencia en California en 2012: “Los estadounidenses van a tener que superar su fobia a los dictadores”.
Otro pilar central del movimiento es Nick Land, antiguo filósofo de la Universidad de Warwick y líder de la Unidad de Investigación de la Cultura Cibernética. Este colectivo experimental es particularmente popular en las comunidades en línea por haber introducido un imaginario ciberpunk manteniendo al mismo tiempo una inclinación aceleracionista. “El aceleracionismo es simplemente la autoconciencia del capitalismo, que apenas ha comenzado”, escribió Land en su blog en 2017. Esta visión refleja un deseo de llevar el capitalismo al extremo para lograr una transformación radical de la sociedad. Land también siguió atentamente el establecimiento de los modelos autoritarios de los “dragones asiáticos” (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), que considera buenos modelos de regímenes capitalistas y autoritarios eficaces que podrían servir de inspiración para Occidente.
Para los neorreaccionarios, el análisis objetivo de grandes volúmenes de datos debería reemplazar los procesos deliberativos democráticos, que consideran intrínsecamente irracionales e ineficaces. “En el mejor de los casos, la política es bastante mala, y en el peor, es horrible. Creo que estaría bien que tuviéramos un mundo menos político”, declaró a The New Yorker Peter Thiel, fundador de PayPal y figura cercana a estos círculos. En el imaginario tecno-oligárquico, un sistema político ideal estaría dirigido por expertos técnicos capaces de implementar soluciones basadas en evidencia, sin las interferencias de la opinión pública o los procesos electorales.
Los adeptos del NRx no buscan una revolución popular sino una reingeniería del poder desde arriba, con expertos y algoritmos reemplazando a los ciudadanos y a sus representantes. Además, ven en el presidente estadounidense, Donald Trump, una posible encarnación del monarca que llevará a cabo la transición de la democracia a un sistema monárquico eficaz.
Esta visión política, lejos de quedar confinada a foros marginales, parece ganar popularidad en círculos cercanos a la administración Trump. Como advierte el periodista Damon Linker en The New York Times, dichos intelectuales proporcionan a las élites republicanas “el permiso y el aliento para hacer cosas que, hace sólo unos años, habrían parecido impensables”. Tal perspectiva coincide con el análisis de Giuliano Da Empoli, escritor y autor del libro L’Heure des prédateurs, quien sostiene que los “depredadores políticos que se saltan todas las reglas” como Trump se benefician del “apoyo de la poderosa maquinaria de los señores de la tecnología”.
El ejemplo más flagrante de la influencia de este movimiento en la nueva administración es la supuesta amistad entre JD Vance y Curtis Yarvin. Ya en 2021, el vicepresidente mostró cierta afinidad con este movimiento cuando declaró en un podcast: “La tarea de los conservadores en este momento es preservar todo lo posible y, cuando llegue el inevitable colapso, reconstruir el país de una forma que sea realmente mejor”. Además, el vicepresidente habla a menudo de “deswokización”, proyecto similar al de Yarvin.
Más que una simple tendencia digital, el NRx parece encarnar de alguna manera un desafío al orden liberal. La creciente proximidad entre ciertos pensadores neorreaccionarios, figuras influyentes del sector tecnológico y dirigentes políticos plantea interrogantes sobre la reconfiguración del paisaje político estadounidense. Conceptos que frontalmente rechazan los principios democráticos han encontrado respaldo entre figuras con acceso directo a los resortes del poder federal.
En este contexto, los tecnócratas vinculados al movimiento juegan estratégicamente con el concepto de ventana de Overton, es decir, el perímetro de lo que se puede decir y discutir, con un objetivo claro: desestabilizar los fundamentos que sostienen la democracia liberal estadounidense.