Dice el poeta Roberto Juarroz que “Si nada se repite igual, / Todas las cosas son últimas cosas. / Si nada se repite igual, / Todas las cosas son también las primeras”. Me emocionan estos versos, que considero que encierran el gran desafío que debe enfrentar la educación en la práctica cotidiana. Hay algo en relación con los automatismos que es necesario interpelar en la organización de las instituciones educativas.
Bien es sabido que el desarrollo de rutinas que se desencadenan de manera irrefrenable parece ser la característica esencial de estas formas de organización que tienen como cometido nada menos que garantizar, de la pasada intergeneracional del saber, aquello que Violeta Núñez supo sintetizar como el tesoro común de las herencias. Estoy convencida de que esto desestimula la permanencia de muchos estudiantes y provoca la fractura de algunas trayectorias educativas.
En la reiteración hay una anestesia que es un fuerte obstáculo para que aparezca la creatividad. Por suerte, Juarroz también nos regala otro verso esperanzador: “Pero siempre hay un grano de polvo de la luz / que rompe el engranaje de las repeticiones”. Y es justamente la presencia del grano de luz lo que estamos tratando de proponer para destituir la dinámica estéril de lo que se reitera mecánicamente sin sentido. Intentaré ofrecer algunas ideas para asistir a la restitución de lo pedagógico concebido como acto creativo para destronar rutinas. Las aulas son escenarios educativos que deben nutrirse de sus habitantes, nuestros estudiantes, sus referentes familiares y los docentes. Es prioritario rescatar sus intereses, sus preguntas, sus preocupaciones, sus voces.
Me atrevo a enunciar algunas pistas (sólo algunas) que permitirían alterar la secuencia aparentemente invariable y generar la inquietud necesaria para elaborar sentido:
1- El uso de los espacios institucionales con libertad creadora. Me refiero a aprovechar el espacio del edificio educativo y el espacio público como terreno de aprendizaje. Ir más allá de las paredes del aula para explorar como escenario de lo educativo otros espacios institucionales y otros sitios del entorno liceal. Todo entorno es aprovechable desde el punto de vista del análisis de sus características, muchas veces es necesario que el profesorado mire el encuadre de la institución con ojos que rompan la mirada cotidiana para invitar a los jóvenes.
Pensar la escuela o el liceo completo, como un todo, como “espacio de aprendizaje”, “porque además de aprender en el aula, también se aprende en la biblioteca, el patio, espacios donde se puede interactuar con los otros y a partir de diferentes recursos [...] Crear un entorno educativo significa interrelacionar un conjunto de elementos alrededor del espacio que se da dentro del aula y en la escuela” (Anijovich, 2014). La autora citada clasifica a las escuelas como aquellas en las que los pasillos y patios son sólo lugares de circulación hacia el aula, la dirección u otras dependencias, y las que advierten que los pasillos son lugares destinados a “exhibir, exponer, intercambiar, compartir, encontrar, ofrecer, recibir, actuar, realizar propagandas. Por ende, en dichas áreas se enseña y aprende, se juega y socializa, se circula, pero además, y por sobre todo, se conecta”.
2- También es necesario hacer del tiempo una variable de trabajo al servicio de la vida educativa y eludir así esa sensación de que nos deja sometidos a un corset del que es imposible escapar. Uruguay hereda en educación media esa organización en que las horas de clase se suceden apenas interrumpidas por pequeños recreos. Ese agobio de una clase que “se va” si no aprovechamos cada minuto podría disminuirse distribuyendo el tiempo de otra manera. En Uruguay hemos dado pasos significativos en ese sentido y algunas instituciones lo implementan aprovechando la autonomía que tienen conferida naturalmente y que muchos equipos directivos no logran ejercer. También es necesario que las diversas inspecciones de asignaturas acepten estas posibilidades distintas del uso del tiempo, abandonando ese fraccionamiento tan estricto que nos deja presos del horario en lugar de pensar la duración como oportunidad.
3- Conformación de grupos/clases flexibles y aprendizaje horizontal. Procurar el aprendizaje horizontal entre miembros de una misma generación suele ser una experiencia interesante porque se comparten lenguajes y códigos comunes. También es necesario, a mi juicio, que desde las instituciones se aliente el trabajo entre grupos distintos, grados diferentes, equipos que se establecen transitoriamente para el trabajo en el que jóvenes y adultos interactúan y aprenden entre sí.
Como efecto de la propuesta anterior es recomendable la organización de grupos de estudiantes que no queden ligados solamente a la franja etaria como se hace habitualmente en nuestras instituciones educativas. Animarse a armar grupos usando como motivo los centros de interés, combinando edades y generando entornos donde se procure el trabajo horizontal entre pares fomenta el crecimiento individual y colectivo. Me refiero exactamente a producir aulas temáticas, espacios y tiempos con intereses comunes constituidos por estudiantes de diversas clases. Más allá del saber que se comparte, se forma un nuevo grupo que siempre es beneficioso desde el punto de vista del desarrollo personal y se establece un nuevo espacio de convivencia, donde los diferentes pueden descubrir con sorpresa, y quizás alivio, cuántas cosas tienen en común.
4- Articular aulas y talleres. Pensar desde la pedagogía del proyecto es hacer coincidir acciones y propuestas con la intención bien planificada de obtener los aprendizajes deseados. Es una invitación a pensar en lo que cada asignatura, taller o espacio educativo puede aportar cuando se han diseñado los objetivos en común.
He visto infinidad de ejemplos exitosos, como un taller de periodismo que hace la cobertura de un experimento en ciencias, o un espacio de gimnasia artística que oficia como referencia para el estudio de las leyes de la física. Todo es cuestión de poner a andar la imaginación y de tener una oreja disponible para detectar las fuentes de interés de los estudiantes y activar el botón de lo que el psicoanálisis denomina la pulsión epistemofílica que todos tenemos: la curiosidad, el deseo de aprender.
5- Producir la pregunta. Una buena parte del trabajo del docente consiste en proponer buenas preguntas y situaciones-problema para alentar la búsqueda de informaciones y la resolución de cuestiones de la vida actual que, si responden al contexto, cobran aún mayor interés. Ken Bain (2004) plantea que la cultura que tenemos instalada en nuestras aulas produce alumnos “bulímicos”, “anima a los alumnos a poner énfasis en la regurgitación de datos y la consiguiente purga”. Es cierto que en estos últimos 20 años muchas cosas han cambiado en las propuestas didácticas de los docentes, pero también es cierto que aún persisten algunos docentes que sostienen esta postura que consiste, al decir del mismo autor, en alimentar a los alumnos con un festín de datos que deben memorizar para realizar alguna tarea que produce la respuesta correcta y esperada por el profesor. Aprender a hacer buenas preguntas es hoy un desafío ineludible de los educadores. También es importante en tiempos de inteligencia artificial (IA) que los estudiantes hagan buenas preguntas. La IA es una presencia ineludible. La clave no es si usar IA en el aula, sino cómo hacerlo sin perder la potencia formativa de la educación. Saber preguntarle a la IA, producir discusiones sobre sus respuestas será un camino interesante para fortalecer el juicio crítico y dar lugar al fortalecimiento de la inteligencia natural de los humanos.
6- La participación genuina. La propuesta es establecer un orden escolar coproducido democráticamente, donde docentes y estudiantes experimentan juntos. La participación genuina de los estudiantes es necesaria, aunque difícil de lograr si deseamos que supere el orden de lo aparente y sea profunda y genuina. Sería deseable que fuera el eje de la gestión de un centro educativo, en los que se observa una participación “aparente” como si se tratara de un disfraz de la verdadera relación vertical y adultocéntrica.
Es habitual encontrar que los grupos de clase tienen delegados y que cada cierto tiempo estos se reúnen con alguna autoridad liceal, pero en realidad del análisis sencillo de la cotidianeidad surge que las reuniones son convocadas por los adultos que quieren transmitir alguna idea, preocupación o comunicar alguna actividad. El desafío es establecer un margen de acción donde el adulto presente acompañe y estimule, dando lugar a la voz de los jóvenes y habilitando espacios para que esa voz resuene, sea potente, sea entendida desde sus necesidades, intereses y deseos.
7- El lugar de las familias o del entorno adulto de los y las jóvenes. Es imprescindible encarar el trabajo con las familias para sacarlos del lugar de “reprochantes” al profesorado o a la institución, una actitud con la que diluyen sus debilidades, en tanto en muchas ocasiones les reclaman a los docentes lo que ellos no están dispuestos o no saben ni quieren hacer. En este sentido hay infinidad de ocasiones para convocar a las familias a actividades en las que puedan ser protagonistas: talleres específicos, propuestas de coparticipación del referente familiar con el adolescente a través de actividades que pueden ser elaboradas por los propios estudiantes, entre otras.
Es importante señalar que no es simplemente traerlos a una “charla”, sino habilitar el espacio para que se expresen y puedan hacer circular sus preocupaciones y necesidades, sus puntos de vista. Una actividad inicial bien convocada y planificada nos permitirá crear las restantes convocatorias en sintonía con los participantes, comprometiéndolos en relación con el desarrollo de los hijos y con un trabajo también más colaborativo entre el hogar y el liceo.
Finalizo con una advertencia: nada de lo anterior será posible si el profesorado no participa en espacios de reflexión sobre las prácticas. De alguna manera, la rutina en la que estamos insertos ha llevado a la burocratización de espacios que podrían ser muy fértiles en términos de crecimiento profesional. Me refiero a los espacios de coordinación docente que existen en la mayoría de los centros educativos de media y en una buena parte de las escuelas primarias, que tienen compensación salarial y que no deberían ser vividos como un tiempo que pasa… En los centros educativos en que la coordinación se aprovecha como un tiempo de creación, los resultados se expresan en una cotidianeidad fluida en la que existen acuerdos pues se discutieron los temas, se crean proyectos de trabajo, se indagan temas, se intercambian lecturas y puntos de vista. Es la construcción de un espacio-tiempo común para recorrer lo vivido en el aula, historizar, pensar juntos, compartir. “Es el saber respecto de una práctica” que se pone en palabras para analizar, al decir de Korinfeld, “los avatares y las vicisitudes de los sujetos en las situaciones institucionales”. También la formación docente de grado debería tomar nota de esto.
Celsa Puente es directora del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed).