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Producción de la vacuna rusa Sputnik V, en Strelna, en las afueras de San Petersburgo.

Foto: Olga Maltseva, AFP

Especialistas disertaron sobre la soberanía en salud, la producción nacional de vacunas y el mapa geopolítico de la pandemia

7 minutos de lectura
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Alejandro Chabalgoity mencionó los beneficios de desarrollar la industria biotecnológica en Uruguay, para lo que se precisan recursos humanos e inversión económica.

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Leído por Abril Mederos
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La llegada de las vacunas contra el SARS-CoV-2 desató múltiples debates. Se ha discutido la eficacia de las vacunas de los distintos laboratorios, las condiciones de los acuerdos entre gobiernos y empresas farmacéuticas, la exigencia de la población por acceder a las vacunas y también el bajo porcentaje de vacunación. Pero otros aspectos han sido menos discutidos, como la soberanía en salud de los estados, la capacidad que tienen los países de producir vacunas o de obtener autorizaciones de los laboratorios desarrolladores de vacunas para tercerizar una parte de la producción, para inmunizar antes o a menores costos. Con el objetivo de promover el intercambio sobre estos últimos puntos, el Instituto Cuesta Duarte y el Departamento de Desarrollo Productivo del PIT-CNT y la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República (Udelar) realizaron el martes y el miércoles las jornadas “Vacunas, geopolítica y desarrollo”.

En la conferencia de apertura, titulada “Pandemia y vacunación. ¿Es posible el desarrollo en Uruguay?”, Alejandro Chabalgoity, director del departamento de Desarrollo Biotecnológico del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina de la Udelar, respondió que “no es posible para Uruguay fabricar vacunas para esta pandemia”. No obstante, alertó sobre la posibilidad futura del país de producir vacunas en general y otros “biológicos” importantes para el desarrollo del sistema de salud nacional si se impulsa la industria biotecnológica.

“El siglo XXI es el momento de la revolución de la biología”, de la misma forma que el siglo XX dio lugar a la revolución de la información, manifestó Chabalgoity. “Los conocimientos acumulados en biología permiten ver para el futuro en el siglo XXI algunas cosas que hasta ahora eran impensables. De hecho, la primera ya la vimos: la posibilidad de desarrollar vacunas contra un patógeno emergente nuevo en menos de un año”, dijo. Valoró que se trató de una situación “inédita” en la historia de la humanidad, pero que no surgió de la nada, sino que fue producto de un proceso de acumulación de conocimiento. En la misma línea, expresó que el XXI también plantea nuevos paradigmas en la definición de los motores de la economía y está convencido de que uno de ellos es la industria biotecnológica.

Según Chabalgoity, la biotecnología presenta posibilidades certeras para el país: es una industria manufacturera y, por lo tanto, genera alto nivel de empleo. Además, aseguró que Uruguay tiene las condiciones necesarias para generar una “infraestructura de producción de biológicos altamente versátil y tecnificada”, y señaló que esta industria otorga la posibilidad de pensar distintos “modelos de negocios combinados”. Por ejemplo, si se desarrollara la infraestructura necesaria se podrían obtener licenciamientos para la fabricación de partes de vacunas o participar en procesos de elaboración de medicamentos mediante acuerdos con empresas que no pueden abarcar la totalidad de la demanda y tercerizan parte de sus servicios, explicó. Eso genera beneficios para el país en acceso a medicamentos, en costos y en tener industrias funcionando, sostuvo el experto.

Con las oportunidades vienen los desafíos. Chabalgoity sostuvo que Uruguay tiene “una buena plantilla de investigadores científicos en áreas básicas”, pero advirtió que es “escasa”. Además, señaló que se requiere mayor “inversión económica” en el área, crear plantas productoras y desarrollar áreas de ensayos clínicos y plataformas tecnológicas. Por último, dijo que para un correcto funcionamiento de la industria hay que crear una agencia reguladora y desarrollar normativa.

El mercado de las vacunas covid-19

“El enfoque geopolítico de la pandemia y la industria farmacéutica” se tituló una mesa que abordó el panorama regional e internacional. Sebastián Fleitas, profesor de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), expuso algunas características de la oferta y demanda del mercado de las vacunas contra el SARS-CoV-2. Sostuvo que la producción de las vacunas se produjo en tiempo récord y que aunque algunas todavía están en proceso de evaluación, “hay un conjunto relativamente grande de vacunas aprobadas, que se están comercializando y han demostrado buena efectividad, con márgenes de diferencia”. El desafío ahora, para el docente, es incrementar la producción. Dijo que la industria farmacéutica “siempre utiliza el argumento –que en parte es verdad– de los altos costos fijos de producción” pero que una vez que una empresa invierte en un nuevo medicamento o en este caso las vacunas, el costo de generar dosis adicionales es “relativamente bajo”. “Esta es una característica fundamental y una buena noticia, sobre todo en contexto de pandemia”, resaltó. Pero hay una mala noticia: incrementar la producción no es un proceso sencillo. Para hacerlo es necesario tener infraestructura, es decir, laboratorios equipados –lo que deja afuera a muchos países–, y patentes, que actualmente están restringidas a los laboratorios que elaboraron las vacunas.

Por el lado de la demanda, Fleitas señaló que los países tienen dos formas de acceder a las vacunas: por medio del mecanismo Covax impulsado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) o mediante las negociaciones directas de los países con los laboratorios. Valoró que el objetivo de Covax es que los países que se adhieren al mecanismo accedan de forma equitativa a las vacunas, pero advirtió que el mecanismo no está funcionando como se esperaba. En cuanto a las negociaciones directas entre países y laboratorios, dijo que se desató una “competencia” entre los países, “una carrera” por acceder a la mayor cantidad de vacunas en el menor tiempo posible. Afirmó que se firmaron “contratos incompletos” y acuerdos que generan todo tipo de “tensiones” por inconsistencias en sus contenidos que dan lugar a constantes negociaciones y cambios en las cláusulas, y que por lo general los laboratorios tienen la delantera en fijar las condiciones de fecha de entrega, cantidad de dosis y precios, y los países –sobre todo los más vulnerables– deben aceptar.

Mapa desigual

¿Qué genera este escenario de oferta y demanda en el mapa geopolítico? La comercialización de las vacunas comenzó con una “alta concentración” de dosis en los países más ricos que se fue desdibujando con el paso de los meses, a medida que más países pudieron acceder, explicó Fleitas. De todas formas, comentó que se han generado diferencias entre los países con respecto a las marcas de vacunas, una distinción apoyada en el porcentaje de eficiencia en la protección contra la enfermedad y la procedencia, por cuestiones ideológicas. En los países más desarrollados, sostuvo, se comercializa la vacuna de la farmacéutica estadounidense Pfizer, pero no la de Sinovac (China) ni la Sputnik V (Rusia), que son más comunes en países en desarrollo. “Este es un hecho importante a pensar”, dijo Fleitas. Señaló que si bien hay países de América Latina –Uruguay incluido– que accedieron a contratos con Pfizer, la mayoría de las dosis que administrarán a su población serán de otras vacunas, como la china, que si bien es una potencia mundial en el mercado de la industria farmacéutica no está entre las principales productoras.

Según Fleitas, cuando los países han aplicado “esquemas que se repiten” en la administración de las vacunas contra la covid-19 se prioriza a los grupos poblacionales más vulnerables, como las personas de mayor edad o con enfermedades crónicas, y al personal de la salud, de la educación y de otros servicios esenciales. Pero al extender la mirada al esquema global, entre países “no hay ningún orden”: “Hay países con grupos de riesgo menores que están recibiendo las vacunas antes que otros donde ni siquiera ha sido vacunado el personal de salud”, expresó. Por eso, dijo que “faltó multilateralismo”, “un actor internacional que determinara un orden necesario”. Para el profesor, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea se mostraron “inefectivas o con poco peso”, y opinó que uno de los desafíos que nos deja planteada la pandemia es cómo darles “mayor protagonismo a estos organismos internacionales que son centrales para resolver este tipo de problemas globales”.

Desigualdad y la “nueva normalidad”

“Desde el propio surgimiento de la pandemia un elemento que debió ser manejado en términos de salud traspasó las fronteras de lo estrictamente sanitario y se extendió a lo político, a lo geopolítico e incluso a lo ideológico”, planteó Sergio Rodríguez Gelfenstein, analista internacional venezolano, al inicio de su presentación. Rodríguez dividió el primer año de la pandemia de covid-19 en cuatro etapas: surgimiento, expansión, combate y vacunas. Según dijo, en todas estas etapas ha quedado en evidencia la ineficiencia del sistema capitalista al “enfrentar” la pandemia y sus consecuencias con un criterio global, y no se supo colocar la salud de la humanidad en el centro de interés.

El concepto de “nueva normalidad” instalado al poco tiempo de la llegada de la pandemia para referirse a las nuevas condiciones de interacción social, movilidad y funcionamiento de la economía instaladas por la pandemia no fue implementado sólo en Uruguay, sino en varios países. Rodríguez afirmó que este concepto surgió en “el norte” o en países desarrollados y responde a su “lógica en el manejo de la pandemia”, que difiere de la realidad de los países en desarrollo. Planteó que ahora, con la vacunación, la “nueva normalidad” de los países ricos se separa aún más de la de los países pobres por el acceso a las vacunas: “Los países desarrollados tienen 14% de la población mundial y, sin embargo, concentran más de 80% del total de las vacunas”, dijo, y continuó: “Se producen cosas tan salvajes como que Canadá ha comprado el equivalente en vacunas a cinco veces su población, y Europa, a tres veces su población”. “El capitalismo ha llevado a que la salud pública sea otra mercancía”, expresó.

Según el analista internacional, cuando se habla de nueva normalidad para los países desarrollados se habla de una “lógica de riesgo, de sobrevivencia y estabilidad de los países”, mientras que para los países en desarrollo esta nueva normalidad implica “nuevos mecanismos de control y de explotación”.

Crisis del sistema

Rodríguez expresó que “la pandemia ha acelerado la crisis estructural del capitalismo” debido a la incapacidad del sistema en solucionar un “problema tan básico como garantizar el acceso a la salud de la humanidad”. Consideró que la pandemia aceleró la transformación de China como primera potencia mundial desplazando a Estados Unidos; dijo que es un proceso que se venía gestando pero que terminará de concretarse antes de lo previsto, incluso antes de que finalice esta década. Otra repercusión geopolítica que resaltó Rodríguez es que se incrementará la distancia entre “la periferia y los centros de poder”: “Esta pandemia, que podría haber sido utilizada como un instrumento de cooperación, un instrumento de acercamiento entre el norte y el sur, ha significado un incremento de la distancia entre hemisferios”, dijo. En este contexto, criticó el desempeño que tuvo la ONU y sostuvo que es necesario revisar su estructura, sus capacidades y responsabilidades, porque “una institución que les teme a los laboratorios y a las potencias mundiales muy difícilmente va a poder encarar los problemas de la humanidad y de la paz que fueron las condiciones por las que se creó la ONU”.

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