Además de la demostración de cómo un virus puede alterar todos los órdenes de la vida, una de las grandes lecciones de la pandemia de covid-19 parece ser el aprendizaje constante, sobre la marcha. Probablemente por eso más de 150 médicos participaron el miércoles en un ateneo que organizó la Cátedra de Infectología Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República para hablar sobre la vacunación contra la covid-19 a adolescentes.
La charla incluyó presentaciones de las docentes y pediatras Mónica Pujadas, Catalina Pírez y Emilia Alonso, y participaron otros pediatras con intervenciones breves, mientras el chat quedaba repleto de consultas. Las especialistas concluyeron que, antes que enfermar, “siempre es más el beneficio que el riesgo” de que los adolescentes se den la vacuna contra la covid-19, la de Pfizer, en concreto, que fue aprobada por las agencias estadounidense y europea de medicamentos, y es la que comenzó a suministrarse el miércoles a adolescentes de 12 a 17 años, luego de que el grupo ad hoc de la Comisión Nacional Asesora de Vacunación recomendara hacerlo.
Objetivos de la vacunación
A medida que se expande el SARS-CoV-2 y la vacunación a adultos, el virus ha ido ganando terreno en las generaciones más jóvenes. Alonso presentó los últimos reportes técnicos de los centros para el control y la prevención de enfermedades de Estados Unidos y de Europa, y ambos mostraron un incremento de la incidencia de la enfermedad en adolescentes; señaló, además, que en Europa las tasas de notificación de casos en adolescentes actualmente son las más altas reportadas y tienen niveles similares a las tasas de adultos jóvenes.
En Uruguay “hemos visto un aumento muy significativo de la participación de menores de 15 años”, dijo Pujadas. Según el último reporte epidemiológico del Ministerio de Salud Pública (MSP), 13,4% de los casos de covid-19 registrados desde el inicio de la pandemia hasta el 3 de junio ocurrieron en menores de 15 años, una proporción que triplica la de hace un año; en el reporte epidemiológico del 14 de agosto de 2020 (el primero disponible en la web del MSP), esa cifra era de 4,8%.
Pujadas recordó que los objetivos de la vacunación contra la covid-19 son reducir el impacto de mortalidad y de la carga de enfermedad, y mitigar el impacto social y el socioeconómico. En el caso de la vacunación a adolescentes, dijo que sobre todo es para protegerlos de manera individual, “porque no es una enfermedad tan banal y, si bien a esta edad la mayoría de las infecciones siguen siendo leves, la posibilidad de enfermedades graves es cada vez mayor y pueden tener su propio riesgo individual”. Mencionó, además, el objetivo de mitigar el impacto que ha tenido el confinamiento en la “salud física, mental y social” de los adolescentes, y la intención de que puedan retomar los procesos educativos, la realización de deportes y, “paulatinamente, la actividad social”. Señaló, también, el fin de disminuir la transmisión del virus en la comunidad y de “lograr alcanzar más rápido la inmunidad de rebaño”.
Seguridad y eficacia
“Hay altos niveles de eficacia y seguridad” en esta vacuna, afirmaron las docentes. Pujadas remarcó que el desarrollo acelerado de las vacunas se dio porque existían fondos suficientes para investigar y había conocimiento previo, y aclaró que no se saltearon etapas de investigación, sino que algunas fases se dieron de forma simultánea. Detalló que las vacunas de ARN, como la de Pfizer, “están elaboradas con nucleósidos modificados que codifican la glicoproteína spike, que es la proteína esencial para que el virus infecte las células humanas”, y que “luego de la vacunación las células del huésped captan ese ARN, generan la proteína y generan la respuesta inmunológica”. “No quiere decir que el ARN se incorpore al huésped, es importante destacar esto porque generó mucha suspicacia, dado que era de las plataformas más nuevas, pero de ninguna manera ocurre que el ARN nos vaya a cambiar nuestro código genético”, aclaró.
En cuanto a la inmunogenicidad que logran estas vacunas en la población adolescente (su eficacia ya estaba demostrada de 16 años en adelante), Pírez mencionó el ensayo clínico de fase tres que se publicó en mayo en la revista New England Journal of Medicine, y que incluyó a 1.131 adolescentes de entre 12 y 15 años que recibieron la vacuna de Pfizer y a 1.119 que recibieron un placebo, comparado con 537 y 561 jóvenes de entre 16 y 25 años que recibieron la vacuna y el placebo, respectivamente. Pírez comentó que los números de títulos de los adolescentes vacunados con Pfizer son altísimos (1.239 contra 705 que tuvieron los vacunados de entre 16 y 25 años), lo que indica la buena respuesta inmune que se tiene en edades más tempranas. En cuanto a la eficacia, no se detectó ningún contagiado entre los 1.119 vacunados, y 18 en 1.110 que recibieron placebo, después de los siete días de la segunda dosis.
“La única contraindicación que tiene la vacuna de Pfizer es si la persona ha hecho una reacción alérgica grave a un componente de la vacuna o a la vacunación previa”, remarcó Pujadas. Aclaró que quienes tienen alergia a otro tipo de medicamentos o sustancias pueden dársela, y que en esos casos deben aguardar 30 minutos en vez de 15 en el vacunatorio.
Según Pujadas, los efectos adversos “siguen siendo leves, aparecen en las horas inmediatas a la aplicación y en general no más allá de 72 horas”. Los principales son dolor en el sitio de inyección, dolor de cabeza, dolor muscular (38,3%), fiebre (14,2%), hinchazón o enrojecimiento en el lugar de infección, y que eso mismo se ha visto en los reportes estadounidenses de los vacunados hasta ahora de entre 12 y 15 años, lo que coincide con la experiencia que se tenía en ese país con la vacunación a mayores de 16 años.
Hasta el momento, los grupos de riesgo en edad pediátrica son quienes tienen enfermedades neuromusuculares y también obesidad, “que cada vez ha ido tomando más fuerza como factor de riesgo”, dijo Pujadas. También son grupos de riesgo los inmunodeprimidos, y niños con patologías cardiovasculares o enfermedades respiratorias crónicas o metabólicas, como la diabetes. Para todos ellos se extiende especialmente la recomendación de vacunarse.
Autonomía progresiva
Los y las adolescentes deben concurrir a vacunarse con su padre, madre o tutor. En la charla se insistió en la autonomía progresiva que se tiene a partir de esa edad, tal como establece el Código de la Niñez y la Adolescencia. Los especialistas mencionaron que en el control pediátrico de los 11 años ya les explican a los niños las vacunas que deben darse y los efectos que tendrán, y que debe hacerse lo mismo en este caso. Cuando los padres tienen temor a la vacunación pero los adolescentes están decididos, recomendaron “ayudar a los adolescentes a mediar”. Una médica propuso hacer campañas en redes sociales para llegarles a los adolescentes, y Pujadas adelantó que el Comité de Infectología de la Sociedad Uruguaya de Pediatría difundirá un documento técnico para ayudar a entender por dónde pasan las principales dudas y crear estrategias diferenciales con padres y adolescentes.
Miocarditis e infertilidad
En abril, Israel comunicó que ocurrieron 110 casos de miocarditis –inflamación del miocardio– en cinco millones de dosis que había suministrado hasta el momento, y que la mayoría había ocurrido en jóvenes de entre 19 y 20 años. Eso encendió varias alarmas, pero Pujadas dijo que cuando las agencias norteamericana y europea de medicamentos recomendaron la vacunación a adolescentes, ya tenían contemplados esos casos, y que evaluaron también la vacunación que se estaba dando en Estados Unidos a mayores de 16 años. “Hasta el momento, además de que fueron episodios bien infrecuentes, leves y totalmente reversibles, se considera que se puedo identificar una asociación temporal, no causal: no se pudo decir que la vacuna cause miocarditis. Por otra parte, todos sabemos que puede causar miocarditis el SARS-CoV-2, como causan otros virus, y que siempre es mucho mayor la probabilidad de tener una situación de un efecto adverso, dentro de ellos la miocarditis, por la enfermedad que por la vacuna”, aseguró. De todos modos, acotó que se sigue haciendo una estricta vigilancia de los efectos adversos.
La cardióloga Elsa Tangari reafirmó, también, que de acuerdo al reporte de Israel y al de Estados Unidos los casos de miocarditis son leves y se revierten en plazos de entre siete y 15 días. Recomendó decirles a los padres y a los adolescentes que estén atentos y consulten en caso de presentar taquicardia. Tanto ella como el cardiólogo Diego Abdala remarcaron el riesgo de tener miocarditis a raíz de la covid-19, algo que ya se ha visto en casos de pacientes en edad pediátrica que estuvieron internados en CTI y que tuvieron esa afección como parte del síndrome inflamatorio multisistémico. Por eso, también ellos recomendaron la vacunación.
Por otra parte, Pujadas negó que la vacuna de Pfizer cause infertilidad. Dijo que “esa elucubración, que no es verdadera, salió de que en algún momento se tuvo la idea equivocada de que la proteína de la espiga del coronavirus podría ser similar a una proteína que tiene que ver con el desarrollo placentario”, pero que “está bien demostrado que no tiene ningún asidero científico”. En cambio, dijo que “muchos grupos que trabajan en salud reproductiva están investigando los efectos de la covid-19 sobre esterilidad y sí han demostrado que puede impactar en la fertilidad, y sobre todo en la fertilidad masculina el tener un coronavirus”.
Riesgo latente
Hospitalizaciones y secuelas persistentes en adolescentes
“La mayoría de los adolescentes con covid-19 tiene síntomas leves y un riesgo de muerte muy bajo. De todas formas, algunos de los adolescentes pueden desarrollar una enfermedad respiratoria importante, que lleva a requerir hospitalización, y hasta un tercio de los pacientes en edad pediátrica hospitalizados con covid-19 puede tener enfermedad grave”, explicó Emilia Alonso, docente de la Cátedra de Infectología Pediátrica, al citar un reporte técnico del 1º de junio del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades, dedicado a la vacunación de adolescentes contra la covid-19. De acuerdo a lo que se vio en los países europeos, los casos graves de la enfermedad “están asociados a enfermedades crónicas subyacentes o con comorbilidades”, dijo la docente, pero aclaró que “se vio que la comorbilidad no necesariamente se asocia con la gravedad”, como sí está asociado el aumento de la edad, es decir, que a medida que más se acerquen a los 18, mayor riesgo podrán tener.
A su vez, comentó que, según el informe semanal de morbilidad y mortalidad del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) del 4 de junio, “la enfermedad grave que requiere hospitalización puede ocurrir en todos los grupos de edad, quiere decir que incluye también a adolescentes”, dijo. Agregó que “casi un tercio de los pacientes hospitalizados requirieron ingreso a la unidad de cuidados intensivos”, y que de ellos “5% requirió ventilación mecánica invasiva”, pero que ninguno falleció. La médica transmitió que, según el reporte del CDC, 70% de los adolescentes que tuvo que ser hospitalizado por covid-19 tenía comorbilidades, y subrayó que “30% de adolescentes sanos está en riesgo de contraer una enfermedad grave” por el SARS-Cov-2.
Además del padecimiento de la enfermedad, preocupan los síntomas que persisten después de la etapa aguda (long covid, en inglés), que, según el reporte europeo, tienen mayor riesgo de sufrir quienes tienen enfermedades alérgicas, así como los mayores de seis años. Tal como detalló Alonso, estas secuelas “incluyen fatiga, disnea, pero también síntomas neurológicos, como deterioro cognitivo o alteraciones del sueño, y que pueden durar varios meses”.
Alonso citó un artículo publicado en 2020 en los Archivos Argentinos de Pediatría sobre niños con el síndrome inflamatorio multisistémico (MIS-C) a raíz de la covid-19: dijo que en niños de cero a cinco años predominan las manifestaciones cutáneas (síndrome de Kawasaki), y entre los 13 y los 20 años “es más frecuente la aparición de síndromes a nivel cardiovascular, como la miocarditis y los síntomas neurológicos que no se veían en el otro grupo”.
Un estudio prospectivo sobre niños hospitalizados en Reino Unido, publicado en agosto de 2020 en la revista British Medical Journal, mostró que “hasta 11% de los niños y adolescentes presentaron MIS-C y que se asocia con la edad avanzada dentro de la edad pediátrica”.
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